«Francisco Franco fue un hermano de todos nosotros en la gran familia de los hijos de Dios, cualesquiera sean las ideas de unos o de otros, coincidentes o contrarias, en las mil cosas humanas dejadas por el Señor a la libre discusión de los hom­bres. Hace 83 años fue incorporado a Cristo en la Iglesia por el Bautismo, como lo fuimos también nosotros. Y en mil ocasio­nes ratificó su pertenencia a nuestra comunidad cristiana, afirmándose hijo de la Iglesia franco1Católica. La última vez, en el men­saje que dirigiera a todos los españoles poco antes de su muerte, hecho público por el Presidente del Gobierno con voz entrecor­tada por la emoción. A lo largo de su lenta agonía, hemos cono­cido también la ejemplaridad con que recibió la Unción de los Enfermos, con plena lucidez, consciente de su próximo fin, y cómo participó repetidas veces en la Sagrada Eucaristía». (…).

«Hemos recordado la piedad eucarística, con la que nuestro hermano en 1a Iglesia Francisco Franco participó muchas veces del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en su larga vida y durante su dolorosa enfermedad última. También en esto se apoya, para él como para todos, nuestra esperanza de salvación eterna en Cristo».

«Esta consideración, hermanos, se nos debe convertir, por otra parte, en lección para nuestra vida y para nuestra muerte. Si queremos morir en la paz, seguros de dar el paso de este mun­do al otro en la confianza de que, tras la muerte, nos espera el Señor, Juez, sí, pero también amigo, es necesario que apren­damos, como buenos cristianos, a ser fervientes en nuestra fe y en nuestra piedad eucarísticas».

(Homilía:   Boletín   Oficial   del   Obispado,   diciembre   1975, pags. 494, 496, 497, 498.)