aborto“La idea de pedir sacrificios humanos es muy propia de los oráculos. El sacrificio es un acto de adoración, y como el demonio quiere ser adorado, tiene hambre y sed de carne y de sangre humanas. A los pueblos groseros les pide el sacrificio humano en la forma más grosera; a los pueblos refinados, de una manera refinada; quiere que, de una forma u otra, la vida más noble de la tierra sea inmolada ante su altar; quiere la sangre, lágrimas rojas del cuerpo, o las lágrimas que, según san Agustín, son la sangre del alma. Quiere víctimas, y cuanto más puras mejor. La Fontaine cometía un profundo error cuando hacía decir a los animales enfermos de la peste: «Que el más culpable de nosotros se sacrifique a los golpes del furor celeste.» No es la sangre más manchada, sino la más inocente la que se pide en todas las tradiciones del género humano. Para que la armada griega tuviese viento favorable al dirigirse a Troya, Diana pidió la vida de Ifigenia, la hija del pastor de los pueblos. Satán prefiere sangre virginal.”

JUSTO PÉREZ DE URBEL, Año cristiano,
Ediciones Fax, Madrid, 1951, 23 de abril, san Jorge, p. 176.