1. CREAR Y TRANSFORMAR
Todo lo que Dios obra fuera de sí mismo (creación, redención, santificación, etc.) lo obran en común las tres divinas personas. Pero la creación suele atribuirse al Padre, la redención la Hijo y la santificación al Espíritu Santo.
Crear es producir una cosa de la nada. Todo cuanto existe ha sido sacado de la nada por Dios, porque sólo Él tiene poder infinito para sacar algo de la nada. No existe nada que no deba su existencia a Dios.
Llamamos creación al conjunto de todos los seres creados. De estos seres creados unos son espirituales: los ángeles; otros materiales: minerales, plantas, animales; y otros son a la vez espirituales y materiales: las personas humanas.
El hombre no tiene poder para crear, sino sólo para inventar, construir, fabricar, transformar una cosa en otra.
2. DIOS CREADOR
Dios determinó, desde la eternidad, crear el universo para comunicar a otros seres su propia gloria. Las primeras palabras de la Sagrada Escritura son: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gen 1, 1).
La fe del pueblo Elegido Israel, en la creación, basada en el libro del Génesis, se manifiesta claramente en el segundo libro de los Macabeos. La madre de los Macabeos, llena de sabiduría, anima al martirio a su hijo más pequeño, diciéndole: “Te suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y veas cuanto hay en ellos, y entiendas que de la nada lo hizo Dios” (2 Mac 7, 28).
La creación del mundo de la nada no sólo es una verdad revelada por Dios, sino que al mismo tiempo es una verdad de razón, porque el entendimiento humano tiene capacidad para conocer la existencia de Dios y su creación.
Ahora bien, como toda la filosofía ajena al cristianismo no llegó a formarse un concepto cabal de la creación, la revelación de esta verdad resulta moralmente necesaria al hombre para que éste llegue al conocimiento del concepto de creación.
Dios no sólo ha creado el mundo, sino que lo sigue conservando. Si Dios no conservara el mundo todos los seres dejarían de existir. La Providencia divina es el cuidado amoroso con que Dios conserva y gobierna las cosas, especialmente a las personas.
Darwin, teorizante de la evolución, dijo: “Jamás he negado la existencia de Dios. Pienso que la teoría de la evolución es totalmente compatible con la fe en Dios. El argumento máximo de la existencia de Dios me parece la imposibilidad de demostrar y comprender que el universo inmenso, sublime sobre toda medida, y el hombre, hayan sido fruto del azar”.
3. FINALIDAD DE LA CREACIÓN
Dios creó el mundo para manifestar su gloria. En la creación se manifiestan las perfecciones divinas con la consiguiente glorificación de Dios. “Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia las obras de sus manos” (Sal 19, 2).
La gloria a Dios sólo se la dan las criaturas racionales porque solo ellas conocen y reconocen las perfecciones de Dios: “Alabad a Yahvé, porque es bueno, cantad salmos a nuestro Dios, porque es paciente, es digno de alabanza” (Salm 147, 1).
Otra finalidad de la creación es colmar de beneficios y hacer felices a las criaturas racionales. El Concilio Vaticano I enseña que Dios creó el mundo “para manifestar su perfección por los bienes que distribuye entre las criaturas”.
Glorificar a Dios, conociéndole y amándole, es la suprema felicidad de las criaturas racionales.
Secchí, célebre astrónomo, dijo: “De contemplar el cielo a Dios hay un trecho corto”.
4. DIOS CREÓ A LOS ÁNGELES
La Sagrada Escritura revela la existencia de los ángeles, cuya misión es dar gloria a Dios. Como servidores y mensajeros de Dios, son los encargados de traer sus mensajes a los hombres.
“Expulsó Yahvé al hombre y puso delante del jardín del Edén un querubín, que blandía flameante espada para guardar el camino del árbol de la vida” (Gen 3, 24).
El Arcángel San Gabriel anunció a la Virgen que iba a ser la Madre de Dios (Lc 1, 26).
La naturaleza angélica es puramente espiritual, es decir, libre de toda materia. Los ángeles son espíritus superiores al hombre en inteligencia, voluntad y poder.
Aunque muchas veces los ángeles se han aparecido en forma corporal, los ángeles no se unen personalmente con la figura corporal en que aparecen.
De la pura espiritualidad de la naturaleza angélica se deriva su inmortalidad. La Sagrada Escritura dice: “Los resucitados ya no pueden morir, pues son semejantes a los ángeles” (Lc 20, 36).
La felicidad celestial de los ángeles buenos y el sufrimiento infernal de los ángeles malos es eterna: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt 18, 10).
Dios destina a cada persona un ángel de la guarda para que nos guarde en la tierra y nos guíe hacia el cielo.
5. DIOS CREÓ AL HOMBRE Y LA MUJER
El génesis narra la creación del hombre y la mujer en forma poética y sencilla.
Dios cogió barro y modeló un cuerpo humano al que insufló un espíritu y formó al hombre. La mujer que Dios formó de la costilla del hombre y presentó a éste despertó en Adán un grito de admiración, una exclamación de amor y de comunión: “Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn 2, 23). El hombre descubrió en la mujer como un otro “yo», de la misma naturaleza.
El hombre y la mujer tienen la misma dignidad: ser “imagen de Dios”. En su “ser-hombre” y su “ser-mujer” la humanidad refleja la sabiduría y bondad del Creador.
Dios no es hombre ni mujer. Dios es espíritu puro. Pero las perfecciones del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de Dios.
Por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona, no es solamente algo, sino alguien.
La persona humana es capaz de conocerse, de poseerse, de darse libremente y entrar en comunión con otras personas.
El hombre y la mujer son llamados, por la gracia divina, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.
Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación. Por esta razón el misterio del hombre no puede explicarse sin Dios.
Porque Dios “creó, de un solo principio, todo el linaje humano” (Hech 17, 26), todos los hombres y mujeres somos verdaderamente hermanos.
6. NATURALEZA DEL HOMBRE
El hombre es un animal racional, compuesto de alma y de cuerpo, creado por Dios a su imagen y semejanza.
El hombre es la única criatura de la tierra a la que Dios ha amado por sí misma. Sólo el hombre está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, de la vida de Dios.
La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad cuando afirma que “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2, 7).
El principio espiritual que informa al cuerpo es el alma. La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la “forma” del cuerpo. Gracias al alma espiritual el cuerpo es un cuerpo humano y viviente.
El cuerpo no puede subsistir sin el alma, pero el alma puede subsistir sin el cuerpo porque es espiritual.
El alma es espiritual porque, en su ser y en sus operaciones, es independiente de la materia. De la espiritualidad del alma, se sigue que ha sido creada por Dios, porque siendo esencialmente espiritual el alma no ha podido empezar a existir por generación o evolución corporal, sino precisa y necesariamente por creación inmediata de Dios, ya que de la materia no puede salir ningún ser espiritual.
Cada alma es creada por Dios en el momento de ser infundida en el cuerpo. Este momento es el primer instante de la concepción, cuando el niño comienza a vivir en el vientre de su madre.
El alma es libre por la facultad que tiene de elegir o determinarse por sí misma.
El alma es inmortal porque es simple y espiritual y, por consiguiente, incorruptible porque no tiene partes distintas que puedan corromperse.
7. LA EVOLUCIÓN
El evolucionismo materialista, que afirma la existencia de una materia eterna e increada, y que explica el origen de todos los seres vivientes: plantas, animales y el mismo hombre (en cuanto al cuerpo y al alma), por una evolución mecánica de aquella materia eterna, se halla en contradicción con la verdad revelada, que enseña que la materia fue creada por Dios.
El evolucionismo que afirma que los seres orgánicos han ido evolucionando a partir de formas primitivas, creadas por Dios, y que fueron evolucionando según el plan dispuesto por Él, es compatible con la verdad revelada. Sin embargo, con respecto al hombre, se ha de admitir que fue creado especialmente por Dios, al menos por lo que respecta a su alma espiritual.
El hombre es más que un puro animal. En el hombre hay un alma espiritual que no puede venir por evolución de la materia sino por creación directa de Dios, porque la materia no puede dar lo que es superior a ella y no tiene.
Darwin, divulgador de la teoría evolucionista a partir de formas primitivas de vida, fue respetuoso con la Religión. Por eso presenta sus argumentos des-de el punto de vista científico, sin ponerlos nunca en conflicto con la verdad revelada.
Alfred Rusell Wallace, contemporáneo de Darwin y coautor de la hipótesis evolucionista de la selección natural, dice: “Yo inferiría que una Inteligencia Superior ha guiado el desarrollo del hombre en una dirección definida y para un propósito especial”.
No son las hipótesis evolucionistas las que han dado lugar a la negación de la existencia de Dios. Sólo niegan la existencia de Dios las teorías materialistas que rebajan a los hombres a la categoría de bestias, como ha reconocido recientemente el más importante zoólogo del mundo P. P. Grassé: “El ateísmo no recoge lo humano: reduce al Homo sapiens a la condición de bestia”.
8. LOS CIENTÍFICOS Y LA EVOLUCIÓN
No olvidemos que la evolución tan sólo es una hipótesis, una mera suposición, y no algo científicamente demostrado. Los mismos partidarios del evolucionismo lo han reconocido: “El evolucionismo es una monstruosidad indigesta en la que no tengo más remedio que creer” (Jean Rostand, biólogo ateo).
Washburn, contemporáneo nuestro y decidido partidario del evolucionismo, afirma: “Por si este resumen parece poco atrevido, quiero recordar al lector que la mayoría de los problemas referentes a la evolución humana siguen sin resolver… Al igual que ha ocurrido en el pasado, es posible que los investigadores se equivoquen precisamente en aquellos aspectos que más seguros están de acertar… Al presentar mis opiniones en esta forma, he intentado demostrar que nuestras ideas sobre la evolución humana se basan en datos a veces muy poco fidedignos. Los problemas con que nos encontramos se deben principalmente a que la mayoría de los fósiles de que disponemos son tan sólo fragmentos… la localización temporal de los restos también plantea problemas… realmente impresiona el grado de emotividad que aún acompaña a los estudios sobre la evolución humana” (Scientific American XI, 1978).
Evolucionismo, ¿sí o no? Cuando los partidarios del evolucionismo te demuestren científicamente que ha existido la evolución (hasta ahora no lo han demostrado), puedes creerles y admitirlo, pero en todo caso siempre será verdad lo que ha dicho Sir John Eccles, Premio Nobel de Medicina en 1963: “Yo creo que hay una Providencia Divina que opera sobre y por encima de los sucesos materiales de la evolución biológica”.