1. NATURAL Y SOBRENATURAL
Dios, Nuestro Señor, no sólo creó a los ángeles y a los hombres sino que, además, los elevó a un estado superior a su naturaleza, a un estado sobrenatural.
Natural es todo aquello que forma parte de una naturaleza.
Sobrenatural es todo aquello que no constituye parte de la naturaleza ni es efecto de ella, sino que está por encima del ser, de las fuerzas y de las exigencias de la naturaleza.
Lo sobrenatural penetra la esencia y las fuerzas de la naturaleza perfeccionándola dentro del orden creado (dones preternaturales) o elevándola al orden divino del ser y del obrar (dones absolutamente sobrenaturales).
2. ELEVACIÓN Y CAÍDA DE LOS ÁNGELES
Santo Tomás dice que la elevación sobrenatural de los ángeles tuvo lugar al mismo tiempo que Dios los creó. Los ángeles fueron elevados al estado de gracia, pero no al estado de glorificación.
Los ángeles fueron sometidos a una prueba moral para merecer, con la ayuda de la gracia y su libre cooperación, la visión beatífica de Dios, en un estado definitivo y glorioso.
Los ángeles buenos superaron la prueba y recibieron como premio la felicidad eterna del Cielo: “Vi y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los vivientes y de los ancianos, y era su número de miriadas y de millares de millares” (Apoc 5, 11).
Los ángeles malos, capitaneados por Lucifer, se rebelaron contra la voluntad divina y fueron castigados eternamente en el infierno: “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitados en el tártaro, los entregó a las cavernas tenebrosas” (2 Pedr 2, 4), y fueron transformados en horribles demonios.
El tremendo castigo del infierno ha de hacernos entender la malicia que encierra en sí el pecado mortal y proponernos firmemente no hacer jamás un solo pecado.
3. ACCIÓN DIABÓLICA EN EL MUNDO
En la Sagrada Escritura aparece la influencia nefasta del diablo en el mundo. Jesús le llama “pecador y homicida desde el principio” (1Jn 3, 8) “padre de la mentira” (Jn 8, 44).
Los demonios nos tientan con engaños, imaginaciones, excitaciones, malos pensamientos, para que pequemos y nos condenemos como ellos están condenados eternamente: “Estad alerta y velad, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente anda en torno vuestro mirando a quién devorar” (1 Ped 5, 8).
La Sagrada Escritura ofrece los ejemplos de las caídas en pecados de nuestros primeros padres (Gen 3, 1ss), la traición de Judas (Ju 13, 2 y 27), la negación de Pedro (Lc 22, 31), la mentira de Ananías (Hech 5, 3), etc., para que estemos alerta, vigilemos y no hagamos caso nunca a los demonios.
El diablo podrá tentarnos pero, con la gracia de Dios, podemos vencerle siempre. En la tentación debemos acudir a la Virgen Santísima, al Ángel de la Guarda y a todos los santos; usar agua bendita, hacer la señal de la cruz y los actos de fe, esperanza y caridad.
Es consolador saber que el demonio sólo puede tentar en la medida que Dios le permite: “Dios no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas” (1Cor 10, 13).
Otra especie de acción diabólica en el mundo es la posesión diabólica, por la que el mal espíritu se apodera del cuerpo humano. El testimonio explícito de Cristo habla de la realidad de este fenómeno. Jesús mismo expulsó demonios (Mc 1, 23ss; Mt 8, 16; 8, 28ss; 9, 32; 12, 22; 17, 18) y confirió a sus discípulos poderes sobre los malos espíritus (Mt 10, 1 y 8; Mc 16, 17; Lc 10, 17ss).
La Iglesia, haciendo uso del poder que le concedió Nuestro Señor Jesucristo, expulsa a los demonios por medio de los exorcismos, oraciones oficiales de la Iglesia para expulsar los malos espíritus.
4. LOS ÁNGELES CUSTODIOS
Es doctrina de fe por el Magisterio universal y ordinario de la Iglesia que los ángeles buenos tienen la misión de proteger y velar por la salvación de los hombres: “¿No son todos ellos espíritus servidores, enviados para servicio de los que han de heredar la salvación?” (Hebr 1, 14).
Cada creyente tiene su particular ángel de la guarda desde el día del Bautismo. Más aun, según la doctrina general de los teólogos, no sólo los creyentes, sino todos los hombres, incluidos los infieles, tienen desde el día de su nacimiento un ángel de la guarda particular. Esta doctrina se funda en las siguientes palabras del Señor: “Mirad que no despreciéis a uno de esos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el Cielo la faz de mi Padre, que está en los Cielos” (Mt 18, 10).
También es sentencia común de los teólogos que cada pueblo y nación tiene la especial protección de su ángel custodio.
En Fátima se apareció tres veces a los pastorcitos el Ángel de Portugal. La Iglesia honra al arcángel San Miguel como su protector especial.
5. ELEVACIÓN SOBRENATURAL DEL HOMBRE
Dios pudo haber creado al hombre en un estado puramente natural, destinado a un fin puramente natural. Pero no fue así: Dios creó al hombre en estado de gracia, elevándolo al orden sobrenatural, como había hecho con los ángeles, y destinándolo, como a ellos, a un fin sobrenatural.
El estado sobrenatural del hombre comprendía los dones sobrenaturales y los preternaturales.
Dones sobrenaturales: La gracia santificante, las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.
La gracia santificante es un don sobrenatural que da como una segunda naturaleza al alma para que participe, en cierto modo, de la vida divina.
Las virtudes sobrenaturales son disposiciones permanentes del alma, por las que el hombre hace el bien moral de manera sobrenatural y meritoria.
Los dones del Espíritu Santo son perfecciones sobrenaturales que Dios concede para obedecer dócil y prontamente sus inspiraciones y facilitarnos el ejercicio de las virtudes.
Dones preternaturales: don de integridad, don de impasibilidad, don de inmortalidad y don de ciencia infusa.
El don de integridad consiste en el dominio de la concupiscencia: las pasiones de Adán y Eva estaban encauzadas por la razón y la razón la tenían supeditada a la ley de Dios.
El don de impasibilidad es la inmunidad de sufrimientos, es decir, el don de no sufrir.
El don de inmortalidad consistía en que el cuerpo humano mortal por naturaleza no sufriría la muerte.
El don de ciencia infusa es el conocimiento infundido por Dios de muchas verdades naturales y sobrenaturales, suficientes para conocer todo lo que les convenía a nuestros primeros padres.
6. CAÍDA DE ADÁN Y EVA
Dios impuso a nuestros primeros padres el deber de abstenerse de comer del fruto de un árbol del Paraíso. Ellos, haciendo mal uso de su libertad, desobedecieron a Dios.
“La serpiente (el diablo) era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ¿Cómo es que Dios ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín? Respondió la mujer a la serpiente: Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte. Replicó la serpiente a la mujer: De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él se os abrirán los ojos y seréis como dioses, porque conoceréis el bien y el mal.
Y como la mujer vio que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron a los dos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos y cogiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores” (Gen 3, 17).
“Adán que estaba destinado a ser plenamente divinizado por Dios, por seducción del diablo quiso ser como Dios, pero sin Dios, antes que Dios y según Dios” (San Máximo).
Dios expulsó del paraíso terrenal a Adán y Eva. Adán y Eva tuvieron muchos hijos e hijas, los nombres de los tres hijos que conocemos son Caín, Abél y Set.
Como el pecado de nuestros primeros padres es la base de los dogmas del pecado original y de la redención del género humano, ha de admitirse la historicidad del relato bíblico tal y como la narra el Génesis.
La respuesta de la Comisión Bíblica del año 1909, decía que no es lícito poner en duda el sentido literal histórico con respecto a los hechos siguientes: a) al primer hombre le fue impuesto un precepto por Dios para probar su obediencia; b) Adán transgredió este precepto divino por insinuación del diablo, presentado bajo la forma de una serpiente; c) nuestros primeros padres se vieron privados del estado primitivo de inocencia.
7. EFECTOS DEL PECADO ORIGINAL
Por el pecado original nuestros primeros padres perdieron los dones sobrenaturales y los dones preternaturales; y atrajeron sobre ellos la cólera de Dios.
El pecado original se propaga a todos los descendientes de Adán y Eva por generación. “Por un hombre entró el pecado en el mundo y, por el pecado, la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres por cuanto todos habían pecado” (Rom 5, 12).
Por el pecado original nuestro entendimiento experimenta gran dificultad para conocer la verdad y evitar el error, especialmente sobre el orden moral y sobrenatural.
Por el pecado original, nuestra voluntad siente gran dificultad para vencer el vicio y practicar la virtud.
Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida por el pecado original, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el campo de educación, de la política, de la acción social y de las costumbres.
Desde el primer pecado de Adán y Eva, una invasión de pecado inunda el mundo: asesinatos, guerras, vicios, abortos, eutanasias… El mundo “todo entero yace en poder del maligno” (1Jn 5, 19).
San Agustín decía: “Yo no soy quien ha inventado el pecado original, pues la fe católica cree en él desde antiguo; tú, que lo niegas, eres sin duda un nuevo hereje”.
8. EL PROTOEVANGELIO
Dios hizo renacer la esperanza de Adán y Eva en el mismo paraíso terrenal, al prometerles la redención de toda la humanidad en las palabras que dijo a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza, mientras tú acechas su calcañar” (Gen 3, 15).
Estas proféticas palabras son conocidas como el Protoevangelio y se refieren a la victoria de Jesucristo y de su Madre Santísima sobre el pecado y el demonio.
Gracias a la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo la humanidad recobra la gracia santificante y los dones sobrenaturales, que son los más importantes, pero no se recobran los dones preternaturales.
Del pecado original solamente se ha librado la Inmaculada Virgen María que, por haber sido escogida para Madre del Redentor, fue concebida en gracia santificante, por singular privilegio de Dios.
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