Capítulo 27

Que el amor propio nos estorba mucho el bien eterno

Jesucristo.- 1. Hijo, conviene que lo des todo por el todo, y no ser nada de ti mismo.
Sabe que el amor de ti mismo te daña más que ninguna cosa del mundo.
Según fuere el amor y afición que tienes a las cosas, estarás más o menos ligado a ellas.
Si tu amor fuere puro, sencillo y bien ordenado, no serás esclavo de ninguna.
No codicies lo que no te conviene tener. No quieras tener lo que te puede impedir y quitar la libertad interior.
Maravilla es que no te entregues a mí de lo profundo del corazón, con todo lo que puedes tener o desear.Jesus-con-doctores

2. ¿Por qué te consumes con vana tristeza? ¿Por qué te fatigas con superfluos cuidados?
Está a mi voluntad y no sentirás daño alguno.
Si buscas esto o aquello y quisieres estar aquí o allí por tu propio provecho y propia voluntad, nunca tendrás quietud ni estarás libre de cuidados, porque en todas las cosas hallarás alguna falta, y en todo lugar habrá quien te moleste.

3. Y así no cualquier cosa alcanzada o multiplicada exteriormente aprovecha, sino más bien la despreciada y desarraigada del corazón.
No entiendas eso solamente de las rentas y de las riquezas, sino también de la ambición de la honra y deseo de vanas alabanzas, todo lo cual pasa con el mundo.
Poco defiende el lugar si falta el fervor del espíritu; ni durará mucho la paz buscada por de fuera si falta el verdadero fundamento de la disposición del corazón; quiero decir, si no estuvieses en mí, puedes mudarte, pero no mejorarte.
Porque, en llegando y agradando la ocasión, hallarás lo mismo que huías, y más.

Oración

Para pedir la limpieza del corazón y la sabiduría celestial

El Alma.- 4. Confírmame, Señor, con la gracia del Espíritu Santo.
Dame que la virtud se robustezca en mi interior y mi corazón se desocupe de toda inútil solicitud y congoja, y que no me lleven tras sí tan varios deseos por cualquier cosa vil o preciosa, sino que las mire todas como pasajeras, y a mí mismo, como que he de pasar con ellas.
Porque «nada hay permanente debajo del sol», adonde «todo es vanidad y aflicción de espíritu» (Qo 1,14). ¡Oh, cuán sabio es el que así piensa!
Dame, Señor, sabiduría celestial para que aprenda a buscarte y hallarte sobre todas las cosas, gustarte y amarte sobre todas, y entender lo demás como es según el orden de tu sabiduría.
Dame prudencia para desviarme del lisonjero y paciencia para sufrir al adversario.
Porque esta es muy gran sabiduría: no moverse a todo viento de palabras, ni tampoco dar oídos a la malamente halagadora sirena, pues así se anda con seguridad el camino comenzado.