El Santo Padre Francisco ha denunciado varias veces la mundanidad: “Sí, el diablo quiere que la Iglesia sea mundana, muy mundana.” Ya Pío IX, en el Syllabus, catálogo de 80 errores condenados por la Iglesia, condena el 80 con estas palabras: “El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna”. Los Sumos Pontífices siempre defendieron la verdadera civilización humana y cristiana. Sin la Iglesia no hay verdadera humanidad. Sin Dios vamos a hacia la barbarie.
La civilización moderna, la modernidad, es la exaltación del hombre sin Dios. Su finalidad no es la vida moral, sino la técnica y la ciencia. Y así, se fabrican vacunas que salvan millones de vidas y, al mismo tiempo, se hacen clínicas para asesinar a niños y niñas inocentes; 45 millones cada año. Eso que llaman civilización moderna es contrario al Evangelio y orden natural querido por Dios. Pío XII, decía: “Es todo el mundo el que hay que rehacer desde sus cimientos: de salvaje en humano, de humano en divino, es decir, según el Corazón de Dios”.
La Iglesia no puede reconciliarse con un mundo salvaje, amoral y ateo. La Iglesia tiene que morir en el empeño de convertir este mundo. La Iglesia tiene enemigos, pero los cristianos no tenemos enemigos. Tenemos hermanos a quienes debemos evangelizar y llevar a la práctica de los siete sacramentos. Ahora nos odian pero una vez convertidos serán los apóstoles de los últimos tiempos. El primer apostolado rezar por ellos.
El mundo moderno es el mundo del liberalismo, del capitalismo salvaje y de los nacionalismos. Volvamos al Magisterio de la Iglesia. Volvamos al Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo. Volvamos a Maria Reina.
P. Manuel Martínez Cano, mCR