Capítulo 29

Cómo debemos rogar a Dios y bendecirle
en el tiempo de la tribulación

El Alma.- 1. Sea tu nombre, Señor, para siempre bendito, que quisiste que viniese sobre mí esta tentación y tribulación.
Yo no puedo huirla, mas necesito acudir a ti para que me ayudes y me la conviertas en provecho.
Señor, ahora estoy atribulado y no le va bien a mi corazón, sino que me atormenta mucho esta pasión.
¿Y qué diré ahora, Padre amado? Rodeado estoy de angustias. «¡Sálvame de esta hora!».
«Mas he llegado a este trance para que seas tú glorificado» (Jn 12,27), cuando yo estuviere muy humillado y fuere librado por ti.
«Dígnate, Señor, librarme» (Sal 39,14), porque yo, pobre, ¿qué puedo hacer y adónde iré sin ti?
Dame paciencia, Señor, en este trance.
Ayúdame, Dios mío, y no temeré, por más atribulado que me halle.

2. Y entre estas congojas, ¿qué diré ahora?
«Hágase», Señor, «tu voluntad» (Mt 6,10). Bien he merecido yo ser atribulado y angustiado.
Aún me conviene sufrir, y ¡ojalá sea con paciencia, hasta que pase la tempestad y haya bonanza!
Pues poderosa es tu mano omnipotente para quitar de mí esta tentación y amansar su furor, porque del todo no sucumba, así como antes lo has hecho muchas veces conmigo, Dios mío, misericordia mía.
Y cuanto más difícil es para mí, tanto más fácil es para ti «esta mudanza de la diestra del Altísimo» (Sal 76,10).