Capítulo 30
Que se ha de pedir el favor divino,
y de la confianza de recobrar la gracia
Jesucristo.- 1. Hijo, «Yo soy el Señor, que conforta en el día de la tribulación» (Nah 1,7).
Ven a mí, cuando no te hallares bien.
Lo que sobre todo impide la consolación celestial es que muy tarde vuelves a la oración.
Porque antes de orar con atención buscas muchas consolaciones, y te recreas en lo exterior.
De aquí viene que todo te aprovecha poco hasta que conozcas que yo soy el que libro a los que esperan en mí; y fuera de mí no hay auxilio eficaz, consejo provechoso ni remedio durable.
Mas, cobrado ya el aliento después de la tempestad, esfuérzate con la luz de mis misericordias, porque cerca estoy -dice el Señor- para reparar todo lo perdido, no sólo cumplida, sino abundante y colmadamente.
2. «¿Por ventura hay cosa difícil para mí?» (Jér 32,37) ¿O seré yo como el que dice y no hace?
¿Dónde está tu fe? Ten firmeza y perseverancia.
Sé varón fuerte y magnánimo, y a su tiempo te llegará el consuelo.
Espérame, espera. «Yo vendré y te curaré» (Mt 8,7).
Tentación es lo que te atormenta y vano temor el que te espanta.
¿Qué aprovecha el cuidado de lo que está por venir, sino para tener tristeza sobre tristeza? «Bástale a cada día su trabajo» (Mt 6,34).
Vana cosa es, y sin provecho, entristecerse o alegrarse de lo venidero, que quizá nunca acaecerá.
3. Pero es propio de la humana flaqueza engañarse con tales imaginaciones; y también es señal de poco ánimo dejarse burlar tan ligeramente del enemigo.
Pues él no cuida que sea verdadero o falso aquello con que nos burla o engaña, ni si derribará con el amor de lo presente o con el temor de lo futuro.
«No se turbe, pues, ni tema tu corazón» (Jn 14,27).
Cree en mí y ten confianza en mi misericordia.
Cuando tú piensas que estás lejos de mí, estoy muchas veces más cerca de ti.
Cuando tú piensas que está todo casi perdido, entonces muchas veces está cerca mayor ganancia de merecimiento.
No está todo perdido cuando alguna cosa te sucede contraria.
No debes juzgar como sientes ahora ni embarazarte ni acongojarte con cualquier contrariedad que te venga, como si no hubiese esperanza de remedio.
4. No te tengas por desamparado del todo, aunque te envíe a tiempo alguna tribulación o te prive del consuelo deseado, porque de este modo se llega al reino de los cielos.
Y, sin duda, te conviene más a ti y a los demás siervos míos ser ejercitados en adversidades que si todo os sucediese a vuestro gusto.
Yo penetro los pensamientos secretos, y conviene mucho para tu bien que algunas veces te deje desabrido, para que no te ensoberbezcas en los sucesos prósperos ni quieras complacerte en ti mismo por lo que no eres.
Lo que yo te di te lo puedo quitar y volvértelo cuando me agrade.
5. Cuando te lo diere, mío es; cuando te lo quitare, no tomo cosa tuya, pues «mía es cualquier dádiva buena y todo don perfecto» (Sant 1,17).
Si te enviare pesadumbre o alguna contrariedad, ni te indignes ni desfallezca tu corazón.
Presto puedo levantarte y mudar toda pena en gozo.
Justo soy y muy digno de ser alabado cuando así me porto contigo.
6. Si bien lo entiendes, y lo miras a la luz de la verdad, nunca te debes entristecer ni descaecer tanto por las adversidades, sino antes holgarte más y darme gracias; y tener por único gozo que afligiéndote con dolores, yo te perdono.
«Así como me amó el Padre, yo os amo» (Jn 15,9), dije a mis amados discípulos; los cuales no envié, por cierto, a goces temporales, sino a grandes peleas; no a honras, sino a desprecios; no a ocio, sino a trabajos; no al descanso, sino a recoger grandes frutos de paciencia.
Acuérdate, hijo mío, de estas palabras.
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