Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos diarios: 4 junio, 2014

Imitación de Cristo 68

04 miércoles Jun 2014

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Capítulo 31

Del desprecio de toda criatura para hallar al Creador

El Alma.– 1. Señor, necesaria me es aún mayor gracia, si tengo de llegar adonde nada ni criatura alguna me pueda estorbar.
Porque mientras alguna cosa me detiene, no puedo volar a ti libremente.
Deseaba volar libremente el que decía: «¿Quién me dará alas como de paloma, y volaré y descansaré?» (Sal 54,7).
¿Qué cosa hay más quieta que la pura intención? ¿Y quién más libre que el que nada desea en la tierra?
Por eso conviene levantarse sobre todo lo creado y olvidarse totalmente de sí mismo, y quedar fuera de sí para ver que tú, creador de todo, no tienes semejanza con las criaturas.
cura de arsY el que no se desocupare de lo creado, no podrá libremente entender en lo divino.
Pues por esto se hallan pocos contemplativos, porque son raros los que saben desasirse del todo de las criaturas y de lo perecedero.

2. Para eso es menester gran gracia, que levante el alma y la suba sobre sí misma.
Pero si no fuere el hombre levantado en espíritu, y libre de todo lo creado, y todo unido a Dios, de poca estima es cuanto sabe y cuanto tiene.
Mucho tiempo será niño y terreno el que estima alguna cosa por grande, sino sólo el único, inmenso y eterno Bien.
Y lo que Dios no es, nada es, y por nada se debe contar.
Hay gran diferencia entre la sabiduría del varón iluminado y devoto y la ciencia del letrado y del estudioso clérigo.
Mucho más noble es la doctrina que emana de la influencia divina que la que se alcanza con trabajo por el ingenio humano.

3. Se hallan muchos que desean la contemplación, pero no procuran ejercitar las cosas que para ella se requieren.
Es grande impedimento quedarse en las cosas exteriores y sensibles, y descuidar la verdadera mortificación.
No sé que es, ni qué espíritu nos lleva, ni qué esperamos los que parece somos llamados espirituales, cuando tanto trabajo y mayor solicitud ponemos en las cosas transitorias y viles, y con dificultad y muy tarde nos recogemos del todo a considerar nuestro interior.

4. ¡Oh dolor! Que al momento que nos hemos recogido un poco, salimos fuera y no escudriñamos nuestras obras con riguroso examen.
No miramos dónde tenemos nuestras aflicciones, ni lloramos cuán manchadas están todas nuestras cosas.
«Toda carne había corrompido su camino» (Gén 6,12), y por eso se siguió el gran diluvio.
Porque estando corrompido nuestro afecto interior, es necesario que la obra que de él dimana (señal de la privación de la virtud interior) también se corrompa.
Del corazón puro procede el fruto de la buena vida.

5. Se examina cuanto hace uno, pero no indagamos de cuánta virtud proceden sus acciones.
Se averigua si alguno es valiente, rico, hermoso, hábil o buen escritor, buen cantor, buen trabajador; pero poco se habla de cuán pobre sea de espíritu, cuán paciente y manso, cuán devoto y recogido.
La naturaleza mira las cosas exteriores del hombre; mas la gracia se ocupa en las interiores. Aquella muchas veces se engaña; esta espera en Dios para no engañarse.

 

Pedro confirma a sus hermanos en medio de una tempestad

04 miércoles Jun 2014

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Estamos en vísperas de la fiesta de San Pedro y del día del Papa. Cristo, cabeza, fundamento y pastor de su Iglesia, confía a Pedro y a sus sucesores la administración visible de sus propios oficios. Lo constituye su vicario y portavoz supremo, a la cabeza de los apóstoles; principio de unidad, sobre todo por la confesión de la verdadera fe. A Pedro hemos de volver los ojos en las horas de confusión, como la que ahora atravesamos. » ¿Quién dicen los hombres que soy yo?», pregunta el Señor. Los discípulos refieren diversas opiniones humanas («Unos dicen… Otros dicen…»). El que acierta es Pedro; no porque fuese más sabio que los demás, sino por la revelación del Padre, acogida con guerra-camposdocilidad. ¿Qué dice la gente sobre lo que es o debe ser la Iglesia? ¿Qué es Cristo para nosotros en el siglo XX? ¡Se dicen tantas cosas! Con tanta algarabía, que muchos terminan por no entender nada. Y ahí está, resonando de continuo, la voz del Papa; precisando, en un diálogo amoroso y comprensivo, cuál es la verdad divina, que corresponde a la revelación del Padre, y cuáles son habladurías vanas. Con sus instrucciones casi diarias y con su palabra más solemne -el Credo pronunciado en 1968- el Papa confirma en la fe a sus hermanos. Lo hace en medio de una tempestad. En la hora de la pasión el Señor dijo a Pedro: «Simón, Simón, Satanás os busca para zarandearos como trigo; pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, cuando te hayas vuelto, confirma a tus hermanos». Junto con otros obispos, he oído decir más de una vez a Su Santidad Pablo VI que, después del Concilio, él había esperado que la Iglesia se entregase a un trabajo positivo de expansión misionera; pero se ha sembrado cizaña a voleo en el campo de trigo, obra -según el Papa- de origen diabólico; soplan vientos y se desbordan corrientes, que tronchan las plantas y las desenraizan. El Papa nos manifestaba su deseo de que en España cualquier adaptación se hiciese manteniendo las raíces de su espiritualidad tradicional. Una muestra del vendaval que azota también nuestro suelo: desde Valencia me escribe un sacerdote que la obediencia religiosa al Papa es -perdón, por repetirlo- «una majadería, apta sólo para catetos, histéricos y reprimidos». Lo que confunde a los fieles en esta situación no es la multiplicidad de opiniones. Tampoco sorprende que se emitan opiniones contrarias a la Iglesia y a su doctrina. Lo característico y tenebroso de esta hora es que esas opiniones contrarias se presenten como doctrina de la Iglesia, por personas que de ella han recibido su misión. Más aún: mientras el Papa habla con firme lucidez, hay quienes, con fraude o con habilidad más o menos diplomática, procuran aparentar o exhibir una cobertura oficial de la Iglesia para actuaciones que contradicen lo que enseña el Papa sobre la fe y la moral. Y así resulta una doble enseñanza, que es un engaño injusto, dañoso para el bien espiritual, y hasta para la salud anímica, de todos: los creyentes, los que buscan y los incrédulos. En un documento, que leímos hace días, el episcopado español recoge las quejas de padres angustiados porque algunos educadores pervierten a sus hijos en contra de las directrices de la Iglesia. (No se puede olvidar a tantísimos sacerdotes y profesores que cumplen fielmente su misión. Ellos son los primeros en sufrir por la anarquía. Y comprenden muy bien que los padres y otros fieles no se quejan por capricho.) ¿De qué se quejan? Se quejan de la abundancia de las excepciones, y de las tristes sorpresas que les deparan instituciones, personas, revistas de piedad, en las que menos se atreverían a sospecharlo. Se quejan, por ejemplo, de que en el curso que acaba de terminar haya estado en vigor un programa de formación religiosa, que propone a los adolescentes criterios contrarios, en algún punto, a las enseñanzas del Papa y de los obispos españoles; y que, en vez de corregirlo, se intente justificarlo. Se quejan de que en ciertos institutos superiores de la Iglesia, donde se adoctrina a sacerdotes y religiosos de toda España, no faltan docentes que suplantan, a veces, el dogma católico, e inyectan en sus alumnos desamor y desprecio hacia la paternidad magisterial del Papa y los obispos, como si la adhesión religiosa al magisterio fuese un mero residuo de mentalidad mágica. Los alumnos de una facultad eclesiástica de cierta ciudad española acaban de alegar ante su obispo que afirmaciones publicadas por éste, en defensa de la fe y la moral, «chocan abiertamente -son sus palabras- con lo que se enseña en nuestra facultad». Los que padecen de cerca estas situaciones no pueden aquietarse con declaraciones evasivas, y menos si con ellas se extiende sobre las llagas un manto de optimismo apologético, mientras la infección sigue adelante. Esta pasividad les conturba; algunos llegan a decir que les parece un encubrimiento. Los que acuden al episcopado con estas quejas no discuten de pormenores opinables; no tratan de imponer sus gustos; no restringen la libertad de nadie. Sólo piden no ser engañados. Quieren recibir de la Iglesia -para ellos y para sus hijos- la verdadera doctrina de la fe. No atacan; se quejan, se defienden. Es su derecho y su deber. Llamarles lindezas, tales como » inmovilistas «, por mucho que se pondere el valor medicinal de los insultos, no pone remedio a la injusticia. «Tú eres piedra», dijo el Señor. He aquí el fundamento, he aquí el remedio: apoyarse en la roca, no dejar la nave de Pedro, asimilar el catecismo, el Credo de Pablo VI y su catequesis semanal; ante los abusos, acudir filialmente al obispo propio y a la Santa Sede. Y nunca sucumbir al desaliento. En el mismo San Pedro hallamos un precedente y un modelo para las horas de debilidad. Su amor a la persona de Jesús le salvó siempre de su propia desorientación. En Cafarnaún, al producirse entre los discípulos desconcierto, vacilación y desbandada, Pedro dijo unas palabras que son de las más emocionantes y sensatas de la historia; las más adecuadas cuando la fe parece debilitarse o es todavía un balbuceo: «¿También vosotros os queréis ir?» -preguntó Jesús a los doce-. «Señor -respondió Pedro-, ¿a dónde quieres que vayamos? ¡Sólo Tú tienes palabras de vida eterna!». 26 de junio de 1972.

José Guerra Campos

El reino de Dios y la tierra

04 miércoles Jun 2014

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Nuestro Señor dice: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo se os dará por añadidura” (Mt. 6,31-33). Parece como si no debiéramos preocuparnos por trabajar, porque todo se nos dará gratuitamente. Y es exactamente lo contrario, como dirá San Pablo a los Tesalonicenses: “El que no trabaje que no coma” (1ªtes. 4,11-12) por tanto, lo que nos dice Jesús es que busquemos “lo primero”: el Reino de Dios y su justicia.

cristo-rey (1)El Reino de Dios es el mismo Cristo; en la tierra, es la Iglesia y en el Cielo la Gloria eterna. Los que mueren en gracia de Dios viven eternamente felices con Cristo en el Cielo y con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen y todos los santos. Afirma San Cipriano: “¡Cuál no será tu gloria y tu dicha! Ser admitido a ver a Dios, tener el honor de participar en las alegrías de la salvación y de la luz eterna en compañía de Cristo, el Señor tu Dios…gozar en el Reino de los cielos en compañía de los justos y de los amigos de Dios, las alegrías de la inmortalidad alcanzada”

Buscad primero el Reino de Dios y su justicia. Esta justicia entra “en lo primero”. Procurar el bien temporal de los hermanos, es parte de “lo primero”. Promover el bien temporal para los hermanos es practicar la caridad que predicó nuestro Rey y Señor. Hoy se habla mucho de humanismo, como nunca, se van comentando los “valores” humanos de nuestro tiempo: el salvajismo del aborto clama al cielo.

Trabajaremos apostólicamente para establecer en la tierra el Reinado Social de Jesucristo: “Los cristianos han de comprometerse en la construcción de un mundo más justo, más humano, más habitable.” “Pero sin contentarse con un mundo más humano. Hay que hacer un mundo explícitamente más divino. Según Dios” (San Juan Pablo II)

San Juan XXIII dijo: “En dar a conocer y cumplir el mensaje de Fátima está la esperanza del mundo”

                                                                                                                      P. Manuel Martínez Cano, mCR

La Virgen Maria (1)

04 miércoles Jun 2014

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1. A JESÚS POR MARÍA

Los papas y los santos de todos los tiempos han enseñado que para conocer y amar a Jesús hay que conocer y amar a la Virgen Santísima.

“Si queremos ser cristianos debemos ser marianos y reconocer la relación esencial que une a la Virgen con Jesús, que nos abre el camino que conduce a Él” (Pablo VI).

Juan Pablo II ha dicho recientemente que esa relación esencial consiste en que Jesús es carne y sangre de María: “Desde el hecho de la Encarnación, Cristo y María están indisolublemente unidos y desde ese mismo instante, María mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz”.

“El camino para llegar a Cristo es acercarse a María” (San Buenaventura). “Quien no tiene a María por Madre, no puede tener a Dios por Padre” (San Luis Mª Grignión de Monfort). “Nadie tiene tanto poder como María para unir los hombres a Cristo” (San Pío X).

“Amar a María es amar a Jesús” (Madre Teresa de Calcuta).VirgenDeFatima

El P. William Fáber, convertido del anglicanismo al catolicismo, ha confesado: “No supe lo que es el amor a Jesucristo hasta que un día puse mi corazón a los pies de María”.

Juan Pablo II afirmó rotundamente: “¡Cómo quisiera, queridos amigos, que tuvierais devoción espontánea y frecuente a María, la mujer bendita entre todas las mujeres, la mujer glorificada al lado del Señor Jesús, la Madre que Dios nos da!”.

El Papa ha dicho también que el misterio de María, presentado en el misterio de Cristo, es el camino para profundizar en el conocimiento del misterio de la Iglesia.

2. CONCEPCI ÓN INMACULADA DE MARÍA

La Virgen María fue colmada de dones extraordinarios para que cumpliera fielmente la misión altísima a la que Dios la había llamado. Cuatro de estos dones han sido definidos dogmas de fe: La concepción Inmaculada, la Maternidad divina, la Virginidad perpetua y la Asunción a los cielos en cuerpo y alma.

La Virgen María fue concebida sin mancha de pecado original.

La doctrina de la Concepción Inmaculada de María está implícitamente contenida en la Sagrada Escritura. “Pondré enemistad perpetua entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras tú acechas su calcañar”. (Gen 3, 15).

En el momento de la Anunciación el ángel Gabriel saluda a la Virgen como “llena de gracia” (Lc 1, 28). A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María “llena de gracia” por Dios había sido redimida desde su concepción.

Este dogma de nuestra fe lo proclamó solemnemente Su Santidad Pío IX el 8 de diciembre de 1854: “La Bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano” (Bula Ineffabilis).

La Virgen Santísima fue redimida por la gracia de Cristo de manera más perfecta que el resto de las personas. Éstas fueron liberadas del pecado original heredado de Adán y Eva y la Virgen fue preservada antes de heredar el pecado original.

Por un privilegio especial de la gracia, la Virgen María también estuvo inmune de todo pecado personal durante toda su vida.

3. ESPAÑA Y LA INMACULADA

En su visita a España, Juan Pablo II, dijo que España es tierra de María Santísima.

Teólogos y obispos españoles defendieron docta y valientemente que la Virgen era Inmaculada en los concilios de Basilea y Trento (1439).

Los reyes Juan I de Aragón y Alfonso V levantaron templos a la Inmaculada y celebraron su fiesta “como si fuera domingo”. Los Reyes Católicos consagraron a la Inmaculada la mezquita mayor granadina. Carlos V firmó en Toledo los estatutos de la primera Cofradía de la Inmaculada y Felipe II grabó la Inmaculada en su escudo.

En el rey Carlos III recayó la gloria de conseguir para España y los territorios de ultramar el patronazgo de la Inmaculada en 1760, un siglo antes de la definición del dogma.

Cuando Pío IX quiso levantar un monumento en Roma que perpetuase el extraordinario acontecimiento de la definición del dogma de la Inmaculada, dispuso que radicara en la plaza de España.

El 8 de septiembre de 1857 el Papa bendijo el monumento desde el balcón de nuestra Embajada. Pío IX dijo “España ha sido el instrumento de la Providencia divina para allanar el camino de la definición del misterio… tengo la mayor complacencia de venir a la Embajada de Su Majestad Católica por haber sido siempre España la nación más devota de la Virgen y la que más fervoroso culto ha tributado a la Inmaculada Concepción”.

Desde entonces, todos los años, el día 8 de diciembre, se dan cita, en una hermosa ofrenda floral a la Inmaculada, la Iglesia y España.

4. MARÍA, MADRE DE DIOS

El profeta Isaías vaticinó la maternidad divina de María: “He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (Dios con nosotros)” (Is 7, 14).

El arcángel San Gabriel dijo a la Virgen: “Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo… y su reino no tendrá fin. El Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 31-35).

María es reconocida en los evangelios como “la madre de Jesús” (Jn 2, 1). Isabel la proclama “La madre de mi Señor” (Lc 1, 43), antes del nacimiento de Jesús.

La Iglesia ha enseñado siempre que María es Madre de Dios. El símbolo apostólico dice que el Hijo de Dios “nació de María Virgen”.

El concilio ecuménico de Éfeso (431) definió solemnemente que: “no nació primeramente un hombre vulgar de la Santa Virgen, y luego descendió sobre él el Verbo, sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne… De esta manera los Santos Padres no tuvieron inconveniente en llamar Madre de Dios a la Santa Virgen”.

“Si alguno no reconociere a María como Madre de Dios, es que se halla separado de Dios” (San Gregorio Nacianceno).

El dogma de la maternidad divina de María comprende dos verdades fundamentales:

a) María es verdadera madre de Dios, porque ha contribuido a la formación de la naturaleza humana de Cristo con todo lo que aportan las otras madres a la formación de sus hijos, frutos de sus entrañas.

b) María es verdadera Madre de Dios porque concibió y dio a luz a la Segunda persona de la Santísima Trinidad.

De este extraordinario privilegio de la maternidad divina de María, Santo Tomás deduce“ cierta dignidad infinita” en la Virgen, por su relación íntima con la Santísima Trinidad.

5. VIRGINIDAD PERPETUA DE MARÍA

Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María por el poder del Espíritu Santo. Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina: “Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo” (Lc 1, 34). “El ángel Gabriel fue enviado por Dios… a una Virgen… y el nombre de la Virgen era María” (Lc 1, 26). “Estando desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo” (Mt 1, 18).

La Iglesia ha declarado dogma de fe que María fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto.

El concilio de Letrán del año 649, presidido por el Papa Martín I, recalcó los tres momentos de la virginidad de María cuando enseñó que: “la santa y siempre Virgen María… concibió sin semilla y por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y verdaderamente… incorruptiblemente le engendró, permaneciendo Ella, aun después del parto, en su virginidad indisoluble”.

El dogma de la Virginidad de María afirma la integridad corporal de María no sólo en la concepción, sino también en el acto de dar a luz a Jesús. Así como un rayo de sol atraviesa un cristal sin romperlo ni mancharlo, de la misma manera el Sol de Justicia, Cristo Nuestro Señor, salió del seno de María guardando su integridad virginal.

La Sagrada Escritura revela implícitamente la virginidad perpetua de María en el relato de la crucifixión cuando Jesús encomienda su Madre a la protección de San Juan: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26). Porque si María hubiese tenido otros hijos, Jesús no hubiera entregado a su Madre a Juan.

Los “hermanos de Jesús”, de los que habla el Evangelio sólo son parientes de Jesús. Nunca se les llama “hijos de María”. Veamos un ejemplo. El evangelista San Mateo narra un hecho extraordinario de la vida de Jesús y las gentes, asombradas, comentan: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su Madre no se llama María y sus hermanos Santiago y José?” (Mt 13, 55). Pues bien, el mismo evangelista dice: “Había allí mirándole desde lejos muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle, entre ellas María Magdalena y María la madre de Santiago y José” (Mt 27, 55-56).

Los “hermanos de Jesús”, pues, no son hijos de la Virgen sino de una mujer llamada María, discípula de Jesús.

6. LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN SANTÍSIMA

La teología católica se basa en la plenitud de gracia testimoniada en San Lucas 1, 28 para probar la asunción corporal y glorificación de María.

inmaculada-04 En la mujer vestida del sol (Apoc 12, 1) ve la teología escolástica la representación de la Madre de Dios glorificada.

El primer escritor eclesiástico que habla de la asunción corporal de la Virgen María es Gregorio de Tours (594).

Se conservan sermones antiguos en honor del tránsito de María. La Iglesia celebra la fiesta del tránsito de María en Oriente desde el siglo VI y en Roma desde fin del siglo VII.

Su Santidad Pío XII proclamó el 1 de noviembre de 1950, por la constitución “Munificentissimus Deus”, como verdad revelada por Dios que “la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, después de terminar el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

El concilio Vaticano II enseña que: “La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de la vida terrena, fue asunta en alma y cuerpo a la gloria celestial, y enaltecida por el Señor como Reina del Universo, para que se asemejara más plenamente a su Hijo, Señor de los que dominan y vencedor del pecado y de la muerte” (Const. dogn, cap VIII, 59).

Es creencia común entre los teólogos que la Virgen María sufrió muerte temporal, no como castigo del pecado, porque ella carecía del pecado original y de todo pecado personal, sino porque la Virgen, sometiéndose a la ley universal de la muerte, quiso semejarse en todo a su divino Hijo, pero no se tienen noticias de dónde murió.

 

San Epifanio, que investigó sobre el final de la vida de María, se vio forzado a confesar: “Nadie conoce su deceso”.

7. LA VIRGEN MARÍA, ESPERANZA DEL MUNDO

Juan XXIII, el primer Papa que leyó la tercera parte del secreto de Fátima, dijo: “En dar a conocer y cumplir el mensaje de Fátima está la esperanza del mundo”.

El mensaje de la Virgen de Fátima en síntesis es el siguiente: “Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrace, prometo la salvación; estas almas serán predilectas de Dios, como flores colocadas por Mí en su trono”.

“Rezad el Rosario todos los días para alcan-zar la paz para el mundo y el fin de la guerra”.

“Sacrificaos por los pecadores y decid mu-chas veces, en especial siempre que hiciereis algún sacrificio: Oh Jesús, es por Vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”.

“Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, pues van muchas almas al infierno por no haber quien se sacrifique y pida por ellas”.

“Es preciso que se enmienden, que pidan perdón de sus pecados. No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido”.

“Cuando viereis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados. Si atendieren a mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia; los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas; por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”.

El cardenal Garrone ha reconocido que María es la única esperanza del mundo: “No hay duda que el gran esfuerzo de misión y conversión que este tiempo reclama, será un esfuerzo mariano o no será nada, o resultará inútil”.

“Si la devoción a Nuestra Señora ha sido siempre esencial para la fe cristiana, hoy día es más indispensable y urgente que en pocos tiempos de la historia de la Iglesia” (Cardenal Ratzinger).

8. LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA VIRGEN MARÍA

El gran apóstol de la devoción mariana de los últimos tiempos, San Luis María Grignión de Montfort, enseña que la verdadera devoción a la Virgen María ha de ser interior, tierna, santa, constante y desinteresada.

Devoción interna, que nace del alma, del corazón, manifestada en el profundo amor que le tenemos y en la estima de sus sublimes grandezas y privilegios.

Devoción tierna, llena de confianza como la de un niño con su buena madre, que acude a ella en todas sus necesidades de alma y cuerpo con toda la sencillez, ternura y confianza del mundo. María es el recurso continuo del cristiano que acude a Ella, sabiendo que siempre le atenderá con delicadeza y ternura.

Devoción santa que lleva al cristiano a evitar el pecado y a imitar las virtudes de María, especialmente su humildad profunda, su fe viva, su obediencia ciega, su oración castísima, su mortificación en todas las cosas, su pureza divina, su caridad ardiente, su heroica paciencia, su dulzura angelical y su sabiduría divina.

Devoción constante, que afirma al cristiano en el bien y en la perseverancia de las prácticas de devoción, que se opone a las costumbres y máximas del mundo, a las pasiones desordenadas de la carne y a las tentaciones del demonio; una persona verdaderamente devota de la Virgen no es melancólica, escrupulosa ni cobarde.

Devoción desinteresada que inspira al cristiano que no se busque a sí mismo, sino sólo a Dios en su Madre Santísima. El cristiano ama a María no por los favores que recibe de Ella, sino por ser la Virgen digna de ser amada; por eso la ama y le sirve tan fielmente en los disgustos y sequedades como en las dulzuras y fervores sensibles; lo mismo sobre el Calvario, como en las bodas de Caná.

Post mortem Francisco Franco: obispo de Osma-Soria y Oviedo

04 miércoles Jun 2014

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Obispo de OSMA-SORIA.
«En la homilía el Prelado hizo una clara y a la vez profunda aplicación de los textos de la liturgia de la Santa Misa a la muerte del cristiano y en concreto a la de este hombre, que hizo de su profesión de fe, una constante de su vida, traduciéndola en esas virtudes humanas, morales y religiosas, que todos han reconocido, y de las que su mensaje-testamento ha sido un testimonio elocuente y emotivo».

(Crónica: Boletín Oficial pág. 419 del Obispado, diciembre 1975.)

Arzobispado de OVIEDO.franco1
«Como españoles y como cristianos, debemos encomendarle a Dios en nuestras oraciones (…) Es un deber de gratitud para quien, por espacio de treinta y nueve años, realizó tantos esfuerzos, por el progreso de la patria desde la más alta magistratura de la nación. Es un acto de caridad cristiana con quien profesó y manifestó su fe en Cristo y en la Iglesia».
“Comunicado oficial de los Obispos de la Diócesis: Boletín Oficial del Arzobispado, diciembre 1975, pag. 449”
«A un cristiano no puede satisfacerle la supervivencia de la fama ni el juicio de la historia. Lo verdaderamente decisivo para el creyente es el juicio de Dios y su sanción eterna. Por ello, nuestro hermano en la fe ha podido escribir en su testamento, que ayer nos leía emocionado el Presidente del Gobierno: «Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico».

«Cabe esperar que nuestro hermano difunto pueda presentar ante el Señor, en quien creyó y esperó durante su vida, el sacrificio personal de una existencia consagrada al servicio de España. Tan largo período de años al frente de la Jefatura del Estado y circunstancias tan difíciles como las que atravesó España en este último período de su historia, han ofrecido a Francisco Franco abundantes ocasiones para ejercitar, con la ayuda de la gracia divina, la generosidad de su entrega personal al servicio de los españoles».

(Homilía: Boletín citado, págs. 452, 453.)

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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