Capítulo 31

Del desprecio de toda criatura para hallar al Creador

El Alma.– 1. Señor, necesaria me es aún mayor gracia, si tengo de llegar adonde nada ni criatura alguna me pueda estorbar.
Porque mientras alguna cosa me detiene, no puedo volar a ti libremente.
Deseaba volar libremente el que decía: «¿Quién me dará alas como de paloma, y volaré y descansaré?» (Sal 54,7).
¿Qué cosa hay más quieta que la pura intención? ¿Y quién más libre que el que nada desea en la tierra?
Por eso conviene levantarse sobre todo lo creado y olvidarse totalmente de sí mismo, y quedar fuera de sí para ver que tú, creador de todo, no tienes semejanza con las criaturas.
cura de arsY el que no se desocupare de lo creado, no podrá libremente entender en lo divino.
Pues por esto se hallan pocos contemplativos, porque son raros los que saben desasirse del todo de las criaturas y de lo perecedero.

2. Para eso es menester gran gracia, que levante el alma y la suba sobre sí misma.
Pero si no fuere el hombre levantado en espíritu, y libre de todo lo creado, y todo unido a Dios, de poca estima es cuanto sabe y cuanto tiene.
Mucho tiempo será niño y terreno el que estima alguna cosa por grande, sino sólo el único, inmenso y eterno Bien.
Y lo que Dios no es, nada es, y por nada se debe contar.
Hay gran diferencia entre la sabiduría del varón iluminado y devoto y la ciencia del letrado y del estudioso clérigo.
Mucho más noble es la doctrina que emana de la influencia divina que la que se alcanza con trabajo por el ingenio humano.

3. Se hallan muchos que desean la contemplación, pero no procuran ejercitar las cosas que para ella se requieren.
Es grande impedimento quedarse en las cosas exteriores y sensibles, y descuidar la verdadera mortificación.
No sé que es, ni qué espíritu nos lleva, ni qué esperamos los que parece somos llamados espirituales, cuando tanto trabajo y mayor solicitud ponemos en las cosas transitorias y viles, y con dificultad y muy tarde nos recogemos del todo a considerar nuestro interior.

4. ¡Oh dolor! Que al momento que nos hemos recogido un poco, salimos fuera y no escudriñamos nuestras obras con riguroso examen.
No miramos dónde tenemos nuestras aflicciones, ni lloramos cuán manchadas están todas nuestras cosas.
«Toda carne había corrompido su camino» (Gén 6,12), y por eso se siguió el gran diluvio.
Porque estando corrompido nuestro afecto interior, es necesario que la obra que de él dimana (señal de la privación de la virtud interior) también se corrompa.
Del corazón puro procede el fruto de la buena vida.

5. Se examina cuanto hace uno, pero no indagamos de cuánta virtud proceden sus acciones.
Se averigua si alguno es valiente, rico, hermoso, hábil o buen escritor, buen cantor, buen trabajador; pero poco se habla de cuán pobre sea de espíritu, cuán paciente y manso, cuán devoto y recogido.
La naturaleza mira las cosas exteriores del hombre; mas la gracia se ocupa en las interiores. Aquella muchas veces se engaña; esta espera en Dios para no engañarse.