Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos diarios: 11 junio, 2014

La Iglesia y las religiones

11 miércoles Jun 2014

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Expusimos la doctrina de la Iglesia sobre el valor religioso de la buena fe en las personas que no conocen la verdad de Dios. Respondimos a esta pregunta: «¿Basta acaso la buena fe sin necesidad de la fe»? Explicamos que la buena fe lo es porque está orientada hacia la fe. Por eso no disminuye la urgencia de la acción misional. ¿Y qué decir de las diversas formas de religión? Sobre esto circulan entre nosotros dos clases de interpretaciones inexactas. Por un lado, dicen algunos que la Iglesia católica, después del Concilio, ya no sostiene que ella es la «única religión guerra-camposverdadera». Dicen que ahora acepta que lo son todas las demás por igual, al menos, que todas son por igual parte de la verdad. Y algunos hasta recomiendan que se vaya a una «fusión». Por otro lado -también entre nosotros- se habla de que toda religión está superada; y aun hay quien pretende desnudar la fe cristiana de su sentido religioso. Por lo menos, se dice que está invalidada la religiosidad de los pueblos primitivos: no sería más que una manifestación de ignorancia, un intento por resolver problemas con recursos mágicos, invocando como a personas lo que no son sino fuerzas naturales. ¿No se disipa toda esa fantasmagoría -añaden- con el conocimiento racional de la naturaleza, con el dominio de las fuerzas y de sus leyes? ¿Cuál es, de verdad, la doctrina de la Iglesia? Ante todo, conviene recordar que el Concilio no es nada sospechoso de inclinaciones oscurantistas. Siguiendo la tradición de la Iglesia, siempre fautora de cultura, reconoce y exalta la dignidad y la eficacia de la ciencia y del esfuerzo humanos; señala como efecto del desarrollo cultural la superación de supersticiones y conceptos mágicos del mundo. Pero, al mismo tiempo, el Concilio afirma que las religiones, sin excluir las formas primitivas, tienen su valor. La razón es que las religiones tratan de responder a interrogantes profundos, y de expresar necesidades de la vida humana que, por su misma naturaleza, están y estarán siempre fuera del alcance de nuestro dominio científico o técnico: «Los hombres -dice el Concilio- esperan de las diversas religiones respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana, que hoy como ayer conmueven íntimamente su corazón: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el origen y el fin de nuestra vida? ¿Qué es el bien y qué el pecado? ¿Cuál es el origen y el fin del dolor? ¿Cuál es el camino para conseguir la verdadera felicidad? ¿Qué es la muerte, el juicio, y cuál la retribución después de la muerte? ¿Cuál es, finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y hacia el cual nos dirigimos?» . El valor de las religiones está en que, por lo menos, reflejan estos anhelos íntimos, las necesidades profundas, las muy variadas formas en que se ha ido expresando la búsqueda de los hombres, nos ilustran sobre el ser íntimo del hombre, con su proyección hacia Dios, y aunque no acierten a establecer comunicación con Él, aunque no pasen de buscar por tanteos, a veces imperfectísimos, esto es por sí mismo respetable y positivo; sin duda, mucho más que el desentenderse de la búsqueda. El valor está, además, en que, según reconoce el Concilio, las religiones, no obstante muchos errores y fallos, poseen ciertas intuiciones valiosas acerca del mismo Dios: «Rayos o destellos de la verdad»; en medio de las sombras, Dios no deja de iluminar al hombre. Ahora bien, sin mengua de lo dicho, el Concilio califica de nuevo a la Iglesia como «única religión verdadera». ¿En qué sentido lo es, y, por tanto, en qué sentido las demás son falsas? La posición de la Iglesia es muy clara; la misma según la cual la buena fe está orientada hacia el Evangelio. «La Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo». Pero lo considera preparación del Evangelio. Ella ofrece la plenitud de la vida religiosa: Dios ha querido manifestarse plenamente en Cristo, en quien reconcilia consigo todas las cosas. Por lo mismo, la Iglesia no es una competidora más entre las diversas religiones; es portadora de una revelación que constituye, al mismo tiempo, la llamada y la respuesta de Dios para los que le buscan. Por eso, toda búsqueda humana ha de orientarse a Cristo, todo hombre está llamado a adherirse a Dios en la forma con que Él se manifiesta. La búsqueda en cuanto tal, o las formas imperfectas de religión, a falta de otras, no son malas. Pero si alguien, por desidia o contumacia culpables, se queda en la etapa de búsqueda y no acoge al Señor que llama a su puerta, se pone en situación falsa. En este sentido siempre será verdad que la Iglesia es la «única religión verdadera». Por todo ello, la Iglesia fomenta, sí, la paz y la cooperación con los hombres de cualquier religión, y se goza en los valores comunes; pero sin dejar de anunciar el Evangelio. Carece de sentido hablar de una fusión de religiones, como si la verdadera pudiese resultar de ensamblar pedazos, y Cristo fuese un pedazo más. Cristo en su Iglesia nos ofrece todo lo que, fuera, los hombres, buscan a tientas o lo que entrevén de modo fragmentario, desfigurado e insuficiente. Cristo es la totalidad de la vida religiosa, es el único camino de salvación; no cabe añadirle nada. Una respuesta divina satisface a muchas preguntas humanas, pero no puede obtenerse mezclando esas preguntas. Al que necesita viajar aprisa y dispone de un avión reactor, no se le ocurre hacer una mezcla del avión con patines o carretas, aunque estas últimas tengan elementos que también se encuentran en el avión… Ahora bien, por lo mismo que es la totalidad, Cristo, gracias a Dios, asume todo lo bueno. Y así, a lo largo de la historia, con aceptación de la Iglesia se han ido incorporando a la vida cristiana y se ponen a los pies de Cristo formas expresivas del corazón humano o características de las tradiciones de los pueblos, sin que obste su origen pagano. Una última consideración, que no carece de importancia. El amor a la verdad, que es amor al auténtico bien del hombre, engendra simultáneamente la humildad agradecida, la justa comprensión y la justa intransigencia. Hay actitudes acomodaticias que nacen solamente de la indiferencia, donde no hay verdad ni amor, pues supone un desprecio de Dios y de los hermanos. En esta justa posición, ante la verdad y frente a sus destellos mezclados con tantos errores, deberíamos encuadrar nosotros una solícita preocupación por no malversar el gran tesoro de la fe en nuestra patria. Muchos espectadores vimos en su día, desde lejos, cómo los innumerables fieles congregados en Valencia, en torno a Jesucristo presente en la Eucaristía, junto al enviado del Papa, a los cardenales y demás obispos españoles allí presentes, aplaudieron la oración en que la primera autoridad de nuestro país invocaba la ayuda de Dios para que el pueblo español, fiel a su tradición católica, se mantenga firme en la fe». Dios lo haga. Y que nosotros no lo impidamos.

Monseñor José Guerra Campos

Imitación de Cristo 69

11 miércoles Jun 2014

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Capítulo 32

De la abnegación de sí mismo y abdicación de todo apetito

1. Hijo, no puedes poseer libertad perfecta si no te niegas del todo a ti mismo.
En prisiones están todos los ricos y amadores de sí mismos, los codiciosos, curiosos y vagabundos, que buscan siempre las cosas de gusto, y no las de Jesucristo, sino que antes componen e inventan muchas veces lo que no ha de durar.

Porque todo lo que no procede de Dios perecerá.imitacion-de-cristo

Imprime en tu alma esta breve y perfectísima máxima: Déjalo todo, y lo hallarás todo; deja tu apetito, y hallarás sosiego.

Reflexiona bien esto; y cuando cumplieres, lo entenderás todo.
El Alma.– Señor, no es esta obra de un día, ni juego de niños; antes, en tan breve sentencia se encierra toda la perfección religiosa.

2. Hijo, no debes volver atrás, ni decaer presto en oyendo el camino de los perfectos; antes debes esforzarte para cosas más altas, o a lo menos, aspirar a ellas con el deseo.

¡Ojalá hubieses llegado a tanto que no fueses amador de ti mismo, mas estuvieses dispuesto puramente a mi voluntad y a la del superior que te he dado! Entonces me agradarías sobre manera, y toda tu vida correría gozosa y pacífica.

Aún tienes mucho que dejar, que si no lo renuncias enteramente, no alcanzarás lo que pides. «Para que seas rico, te aconsejo que compres de mí oro acendrado» (Ap 3,18), esto es, la sabiduría celestial, que huella todo lo terreno.
Pospón la sabiduría terrena y toda humana y propia complacencia.

3. Yo te dije que las cosas más viles al parecer humano se deben comprar con las preciosas y altas.
Porque muy vil y pequeña parece la verdadera sabiduría celestial, puesta casi en olvido entre los hombres. Ella no sabe grandezas de sí, ni quiere ser engrandecida en la tierra. Está en la boca de muchos, pero muy lejos de sus obras, siendo ella «una perla preciosísima, escondida para los más» (Mt 13,46).

 

Post mortem Francisco Franco: obispo de Palencia

11 miércoles Jun 2014

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El obispo publica en su Boletín Oficial una nota titulada “Franco, hombre de fe”, en la que dice:

«Por mi condición de secretario particular del cardenal Gomá en los años 1934 a 1940, y de colaborador íntimo del cardenal Pla y Deniel, de 1942 a 1968, he tenido oportunidad de observar de cerca, aunque en penumbra, los sentimientos católicos del Caudillo, que acaba de pasar a la eternidad.

franco y familiaYo sé, como todos vosotros, que frecuentaba los Santos Sa­cramentos; en Toledo, todos sabíamos que no dejaba la sagrada comunión ninguno de los domingos que tenía cacería en la finca de Alcubillete, y bien conocida era su reverencia hacia las per­sonas y cosas sagradas. Sobre este punto tiene mucho que decir la Historia.

Destacaremos solamente algunos gestos que tienen valor, ofi­cial y programático.

1º Primera entrevista oficial con el Cardenal Gomá, nom­brado representante confidencial y oficioso de la Santa Sede.

Se tuvo esta entrevista en Salamanca el 29 de diciembre de 1936, y en ella se concretaron unos principios básicos para las relaciones entre la Iglesia y el Estado. El segundo de estos prin­cipios dice así:

«El Jefe del Estado español, convencido de que la Iglesia necesita las máximas garantías de su libertad en orden a sus fines y funciones específicas, se complace en ofrecer a la Santa Sede la seguridad de que no sólo respetará esta libertad de la Iglesia en el ejercicio de sus funciones propias, sino que le prestará su leal concurso, persuadido de que de la mutua colaboración de ambos poderes, espiritual y temporal, habrán de redundar co­piosos bienes para la Iglesia y para la misma nación».

2º   La rendición de Bilbao.

Días antes del 19 de junio de 1937, fecha de la conquista de Bilbao por el Ejército Nacional, el Papa Pío XI se dirigió a Fran­co por conducto del cardenal Gomá, rogándole «por las entra­ñas del divino Redentor y dada su condición de católico» que obrara con toda benignidad; y el Generalísimo, con la máxima veneración, dijo que estaba dispuesto a obrar con absoluta be­nignidad, y que aceptaba pura y simplemente las proposiciones presentadas.

En fecha 21 de julio, el Santo Padre expresaba su gratitud no sólo con palabras, sino con hechos: enviando a Mons. Antoniutti como encargado de Negocios de la Santa Sede ante el Gobierno español.

3°   La espada de la victoria.

Como gesto simbólico y expresión de su fe, el Generalísimo Franco, el 20 de mayo de 1939, al día siguiente del Desfile de la Victoria, ofreció en la iglesia madrileña de Santa Bárbara, su espada victoriosa, reconociendo la protección de Dios.

Esta espada se conserva en el Tesoro de la Catedral de Tole­do y las palabras de Franco, en carta del 13 de junio de 1939, fueron: «Son mis fervientes deseos que cuantos contemplen el exvoto, puedan comprender el enorme sacrificio del pueblo es­pañol para salvar, con los principios inconmovibles de un Credo, los inmortales de su propio destino».

4º   Un juramento histórico.

En fecha 25 de febrero de 1954, al serle impuesta por el car­denal primado la Encomienda de la Suprema Orden de Cristo, que le había sido concedida por el Papa Pío XII en 21 de diciem­bre de 1953, hizo Franco este juramento:

«Prometo, juro —

-y quiero mantener este juramento hasta el último aliento de mi vida- que, con la ayuda de Dios, constan­temente retendré y profesaré íntegra e inviolada esta fe católi­ca, en la misma forma en que ahora espontáneamente la profe­so y declaro, y que por lo que a mí personalmente y por razón de gobierno se refiere, procuraré que sea profesada, enseñada y practicada por mis súbditos y por aquellos cuyo cuidado tenga o pueda tener más tarde a mi cargo. Yo mismo, Francisco Franco Bahamonde, por último, prometo y juro a Dios Omnipo­tente, a la Virgen Inmaculada María Santísima y a todos los santos que, ayudado por la gracia de Dios, llevaré siempre vida ejemplar, con las virtudes que convienen a un buen soldado de Cristo. Así Dios me ayude y estos santos Evangelios».

Bien riman estas palabras con las del mensaje que nos ha leído el Jefe del Gobierno».

En la Crónica se resumen algunos testimonios alegados por el Obispo acerca de la fe de Franco. Entre ellos «Mons. Grana­dos comentó las manifestaciones del Cardenal Bea, de Alemania Occidental, sobre la circunstancia de existir en Europa solamen­te tres jefes de Estado de confesionalidad católica, y entre ellos ninguno alcanzaba las convicciones y la ejemplaridad de Fran­cisco Franco».

(Boletín Oficial del Obispado, diciembre 1975, págs. 319, 320, 321, 341.)

Ideologías modernas

11 miércoles Jun 2014

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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De niños veíamos asombrados las películas de las persecuciones romanas contra los cristianos que eran arrojados a las fieras torturados y crucificados. Con el curso del tiempo estas persecuciones sangrientas han ido aumentando. San Juan Pablo ll dijo del siglo XX que ha sido el siglo de los mártires. Y se ha cifrado en 23 millones el número de mártires.

televisión Paralelamente a las persecuciones sangrientas, siempre ha habido persecuciones “culturales” contra la Iglesia de Cristo por parte de filósofos mediocres e incluso emperadores. Escribían líbelos repletos de calumnias contra los cristianos. Los enemigos de la Iglesia de Cristo, en nuestros días, disponen de medios de comunicación social fabulosos con los que engañan a muchos bautizados hasta la apostasía.

Las ideologías democráticas modernas son esencialmente descristianizadoras porque están imponiendo unos modelos “culturales” paganos y anticristianos. Los errores, mentiras y calumnias circulan por casi todos los medios.

“No tendrías autoridad sobre mí, si no se te hubiese dado de lo alto,” le dijo Cristo a Pilatos. Todo poder viene de Dios. El pueblo no es soberano. El Soberano es Cristo. Las ideologías democráticas son esencialmente enemigas del orden sobrenatural.

Es un crimen abominable matar a los niños en el vientre de sus madres, aunque la ley lo permita, porque la ley no es derecho. La ley del aborto es injusta porque va contra el derecho del niño a nacer… pero si el pueblo es soberano… se puede asesinar, bestializar y satanizar. Merecemos un castigo divino como Sodoma y Gomorra. Y el infierno después.

                                                                                                                       P. Manuel Martínez Cano, mCR

La Virgen María II

11 miércoles Jun 2014

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1. MARÍA, MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS

En la lección anterior estudiamos los cuatro dogmas marianos definidos por la Iglesia. Ahora vamos a conocer otros privilegios de la Virgen que, aunque no son dogmas de fe, son también verdades de la doctrina católica.

Los Santos Padres llamaron Medianera a la Virgen Santísima: “Después del Mediador, eres Medianera de todo el universo”. “Así como aquella Eva que tenía por marido a Adán, aunque todavía era virgen, fue desobediente haciéndose causa de la muerte para sí misma y para todo el linaje humano, así también María, que tenía destinado un esposo que era virgen, fue por su obediencia la causa de la salvación para sí misma y para todo el linaje humano” (San Ireneo).

“Dios quiso que nada consiguiéramos que no nos viniera por manos de María” (San Bernardo).

León XIII dice en su encíclica sobre el rosario “Octobri mense” (1891): “De aquel inmenso tesoro de todas clases de gracias que el Señor nos trajo, Dios ha dispuesto que no se nos conceda ninguna si no es por medio de María, de suerte que así como nadie puede llegar al Padre si no es por el Hijo, así también ninguno puede llegarse a Cristo si no es por la Madre».

 Benedicto XV dice de María que es “medianera de todas las gracias”. Este privilegio de María Santísima ha sido igualmente acogido en la liturgia al ser introducida la festividad de la Bienaventurada Virgen María, Medianera de todas las gracias (1921).

OurLady La mediación universal de María por su cooperación a la Encarnación se halla ciertamente revelada en la Sagrada Escritura y en la Tradición divina, de ahí que no haya impedimento alguno para una definición dogmática.

La mediación universal de María desde el Cielo está en relación orgánica con la maternidad espiritual de María y con la participación íntima en la obra de su divino Hijo, claramente testimoniadas en la Sagrada Escritura; por tanto, no parece imposible su definición dogmática.

2. MARÍA, CORREDENTORA DEL GÉNERO HUMANO

El título de Corredentora viene aplicándose a la Virgen desde el siglo XV. Esta corredención de María no debe entenderse en el sentido de una equiparación con la acción salvadora de Cristo, que es el único Redentor de la humanidad: “Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús” (1Tim 2, 5). La Virgen fue redimida por su Hijo Jesús.

 Los Romanos Pontífices han enseñado siempre la corredención de la Virgen: “La augusta Virgen, concebida sin la primitiva mancha, fue escogida Madre de Cristo precisamente para tomar parte en la redención del género humano” (Pío XI).

“Puede decirse que Ella redimió al género humano juntamente con Cristo” (Benedicto XV).

“¡Oh Madre de amor y de misericordia, que, cuando tu dulcísimo Hijo estaba consumando la redención del género humano en el altar de la cruz, estuviste próxima a Él, sufriendo como Él como Corredentora!” (Pío XI).

La cooperación de María a la redención del género humano es indirecta y subordinada, porque la Virgen puso voluntariamente toda su vida al servicio del Redentor, padeciendo e inmolándose con Él al pie de la cruz.

3. MARÍA, MADRE DE TODOS LOS HOMBRES

Los últimos Papas vienen recordando esta consoladora verdad de la Maternidad de María. “Cuando la virgencita de Nazaret balbuceó su fiat al mensaje del ángel y el Verbo se hizo carne en su seno, Ella fue no sólo Madre de Dios en el orden físico de la naturaleza, sino también en el sobrenatural de la gracia se proclamó Madre de todos los que, por medio del Espíritu Santo, constituirán un solo cuerpo con su divino Hijo por cabeza.

La Madre de la cabeza será también la Madre de los miembros. La Madre de la vid lo será también de los sarmientos (…) Ella es, pues, Madre Santísima de todos los miembros de Jesucristo» (Pío XII).

“Y es que, habiendo María dado a luz al Redentor del género humano, es también Madre benignísima de todos nosotros, a quienes Cristo nuestro Señor quiso tener por hermanos” (Pío XI).

 La maternidad espiritual de María sobre todos los hombres se realiza en su plenitud en el Calvario. Jesús, mirando al discípulo, dijo: “Hijo, ahí tienes a tu Madre”. Desde ese momento Nuestro Señor entregó a sus discípulos a su Madre. La Virgen, pues, es nuestra Madre. Madre espiritual, sí, pero verdadera Madre de los miembros de Cristo. ¡La Madre de Dios es nuestra Madre!

 La Virgen María es nuestra Madre espiritual. Seamos nosotros hijos suyos como en verdad lo fueron los santos: “Un hijo de la Inmaculada es un hombre que arde en caridad, que abrasa por donde pasa, que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra, se goza en las privaciones, se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo para buscar en todo la mayor gloria de Dios” (San Antonio María Claret).

“Comprendí que la Virgen velaba sobre mí y que yo era su hija, y que siendo así no podía darle otro nombre que el de ”mamá», pues me parecía más tierno que el de “madre” (Santa Teresita del Niño Jesús).

4. MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

En el discurso pronunciado por Pablo VI en la sesión de clausura de la tercera etapa del Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Su Santidad proclamó a María Madre de la Iglesia:

“Es la primera vez y decirlo nos llena el corazón de profunda emoción que un concilio ecuménico presenta una síntesis tan extensa de la doctrina católica sobre el puesto que María Santísima ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia…

El conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre María será siempre la llave de la exacta comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia.

La reflexión sobre estas estrechas relaciones de María con la Iglesia, tan claramente establecidas por la actual constitución conciliar, nos permite creer que éste es el momento más solemne y más apropiado para dar satisfacción a un voto que, señalado por Nos al término de la sesión anterior, han hecho suyo muchísimos Padres conciliares.

 Así, pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Nos proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título».

5. MARÍA, REINA DEL CIELO Y DE LA TIERRA

 Asunta al Cielo y elevada por encima de todos los coros de ángeles y santos, María reina con Cristo, su divino Hijo. La razón última y más profunda de la dignidad regia de María está en su maternidad divina.

María Reza 2 Como Cristo, en virtud de la unión hipostática, es también, en cuanto hombre, Rey y Señor de todo lo creado, así también María, Madre de Jesús, participa de la dignidad regia de su Hijo.

El Magisterio Eclesiástico, en documentos antiquísimos de los Concilios como en los más recientes de los Romanos Pontífices, llama a María Reina: Reina de los ángeles, Reina de los Cielos y de la tierra, Reina del mundo, Reina de todos los ángeles y santos.

Pío XII, en la encíclica “Ad caeli Reginam”, dice: “Ciertamente, en sentido pleno, propio y absoluto, solamente Jesucristo, Dios y hombre, es Rey; con todo, también María, sea como Madre de Cristo Dios, sea asociada a la obra del divino Redentor, en la lucha con los enemigos y en el triunfo obtenido sobre todos, participa Ella también de la dignidad real, aunque en modo limitado y analógico”.

“Jesús es Rey de los siglos eternos por naturaleza y por conquista; por Él, con Él, subordinada a Él, María es Reina por gracia, por parentesco divino, por conquista, por singular elección. Y su reino es inmenso como el de su Hijo y Dios, pues que de su dominio nada queda excluido” (Pío XII, en radiomensaje a los peregrinos reunidos en Fátima el 13 de mayo de 1946).

 “La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original… fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del universo” (Const. dogm. Vaticano II cap VIII, 59).

La Liturgia celebra este privilegio de la Virgen en la fiesta de “María Reina”. Que Ella reine en nuestros corazones, en nuestra familia y en nuestra patria.

6. EL CULTO A LA VIRGEN MARÍA

 En atención a su dignidad de Madre de Dios y a la plenitud de santidad y gracia que de Ella se deriva, a María le corresponde un culto especial llamado de hiperdulía, esencialmente inferior al culto de latría (adoración) que a sólo Dios es debido, pero superior en grado al culto de dulía (veneración) que corresponde a los ángeles y a los santos.

El último Concilio Ecuménico, Vaticano II ha declarado: “María que, por la gracia de Dios, después de su Hijo, fue exaltada por sobre todos los ángeles y los hombres, en cuanto que es la Santísima Madre de Dios, que intervino en los misterios de Cristo, con razón es honrada con especial culto por la Iglesia” (Const Lumen Gencium, 66).

El culto a María se fundamenta en la Sagrada Escritura (Lc 1, 2842 y 11, 27); sobre todo en Lc 1, 48: “Desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones”.

En los tres primeros siglos, el culto a María estaba íntimamente unido con el culto a Jesucristo. Después del Concilio de Éfeso (431) en el que se reconoció solemnemente la maternidad divina de la Virgen, aumentó prodigiosamente el culto a María. La veneración a la Santísima Virgen llegó a su pleno desarrollo durante la Edad Media.

 “La salvación del género humano depende del incremento que reciba el verdadero culto a la Santísima Virgen María” (Leon XIII).

7. ERA DE MARÍA

En un discurso a las Congregaciones Marianas, Pío XII dijo que estamos en la era de María; era que se caracteriza por las apariciones de la Virgen en muchísimas ocasiones.

El 27 de Noviembre de 1830 la Virgen se apareció en la Rue du Bac, en París. María se apareció dos veces a Catalina Labouré, joven religiosa de 24 años de la Congregación de las Hijas de la Caridad. La Virgen se apareció con los brazos extendidos y las manos abiertas de las que salían rayos luminosos que inundaban la tierra. María dijo: “Catalina estos rayos son símbolo de las gracias que derramo sobre los que me invocan en la tierra”.

La Virgen encargó a Santa Catalina que hiciera una medalla tal y como la había visto. Es la Medalla Milagrosa que se ha difundido por todo el mundo haciendo muchos milagros.

En 1846 la Virgen María se apareció a dos pastorcitos, Maximino (11 años) y Melania (15 años) en La Salette (Francia). Los niños vieron a la Virgen triste y con los ojos llenos de lágrimas. María dijo a los niños que rezaran bien las oraciones de la mañana y de la noche y que dijesen a todos los hombres que santificaran los domingos participando en la Santa Misa.

El año 1858 la Virgen se apareció 18 veces a Santa Berdardeta en Lourdes (Francia). La primera aparición fue el 11 de febrero y, en la tercera del día 18 de febrero, la Virgen hizo beber un agua milagrosa que sigue manando hasta hoy, produciendo miles de milagros. La Virgen rezó el Rosario con la niña a la que dijo que rezara e hiciera penitencia por los pecadores.

El 13 de mayo de 1917 la Virgen María se apareció a tres pastorcitos Jacinta 7 años, Francisco 9 años y Lucía 10 años en Fátima (Portugal). Después se les volvió a aparecer 5 veces más. En la tercera aparición la Virgen les mostró el infierno donde van los pobres pecadores porque no hay quien rece y se sacrifique por ellos.

En las seis apariciones de la Virgen María en Fátima pidió que se rezara el Rosario por la salvación del mundo. La Virgen dijo a los niños: “He venido a pedir que os consagréis a mi Corazón, Dios quiere que se establezca en todo el mundo la devoción a mi Corazón». Después anunció que vendrían guerras, persecuciones… pero que al final triunfaría su Corazón Inmaculado.

En 1933 la Virgen se apareció dos veces a Meriette Beco en Banuenx (Bélgica). En esta ocasión María se dio a sí misma el Título de Virgen de los pobres, dijo que venía a aliviar el sufrimiento de sus hijos, porque ella es la Madre del Salvador. Su constante mensaje fue: “¡Rezad! ¡Rezad mucho! ¡Creed en mi!”.

8. DEVOCIÓN A LA VIRGEN MARÍA

La devoción a la Virgen María transforma los corazones, las familias, los pueblos y las naciones. Medita las frases siguientes de los santos:

 “¿No tenéis devoción a la Virgen? Harto mal tenéis. Harto bien os falta. Más querría estar sin pellejo que sin devoción a María” (San Juan de Ávila).

 “No hay ídolos de carne en el corazón en el que la Virgen tiene un altar” (Santa Bernardita).

 “Si logro amar a María, tengo segura mi salvación, perseveraré en la vida religiosa; alcanzaré cuanto quisiere, en una palabra, seré todopoderoso” (San Juan Berchmans).

 “Ama a María: rogándola, no te despistarás; invocándola, no desesperarás; pensando en Ella, no errarás” (San Bernardo).

“Todos los que confían en la protección de María se salvarán” (San Buenaventura).

“Ama a María, ruega a María, te salvarás” (San Alfonso Mª de Ligorio).

“María nunca falla” (San Juan Bosco).

“Acerquémonos a la Virgen María, toda pureza, toda luminosidad, para que nos introduzca en Aquel que Ella ha penetrado tan profundamente, de suerte que nuestra vida sea una comunicación ininterrumpida y un sencillo impulso a Dios” (Beata Isabel de la Santísima Trinidad).

 

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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