1. MARÍA, MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS

En la lección anterior estudiamos los cuatro dogmas marianos definidos por la Iglesia. Ahora vamos a conocer otros privilegios de la Virgen que, aunque no son dogmas de fe, son también verdades de la doctrina católica.

Los Santos Padres llamaron Medianera a la Virgen Santísima: “Después del Mediador, eres Medianera de todo el universo”. “Así como aquella Eva que tenía por marido a Adán, aunque todavía era virgen, fue desobediente haciéndose causa de la muerte para sí misma y para todo el linaje humano, así también María, que tenía destinado un esposo que era virgen, fue por su obediencia la causa de la salvación para sí misma y para todo el linaje humano” (San Ireneo).

“Dios quiso que nada consiguiéramos que no nos viniera por manos de María” (San Bernardo).

León XIII dice en su encíclica sobre el rosario “Octobri mense” (1891): “De aquel inmenso tesoro de todas clases de gracias que el Señor nos trajo, Dios ha dispuesto que no se nos conceda ninguna si no es por medio de María, de suerte que así como nadie puede llegar al Padre si no es por el Hijo, así también ninguno puede llegarse a Cristo si no es por la Madre».

 Benedicto XV dice de María que es “medianera de todas las gracias”. Este privilegio de María Santísima ha sido igualmente acogido en la liturgia al ser introducida la festividad de la Bienaventurada Virgen María, Medianera de todas las gracias (1921).

OurLady La mediación universal de María por su cooperación a la Encarnación se halla ciertamente revelada en la Sagrada Escritura y en la Tradición divina, de ahí que no haya impedimento alguno para una definición dogmática.

La mediación universal de María desde el Cielo está en relación orgánica con la maternidad espiritual de María y con la participación íntima en la obra de su divino Hijo, claramente testimoniadas en la Sagrada Escritura; por tanto, no parece imposible su definición dogmática.

2. MARÍA, CORREDENTORA DEL GÉNERO HUMANO

El título de Corredentora viene aplicándose a la Virgen desde el siglo XV. Esta corredención de María no debe entenderse en el sentido de una equiparación con la acción salvadora de Cristo, que es el único Redentor de la humanidad: “Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús” (1Tim 2, 5). La Virgen fue redimida por su Hijo Jesús.

 Los Romanos Pontífices han enseñado siempre la corredención de la Virgen: “La augusta Virgen, concebida sin la primitiva mancha, fue escogida Madre de Cristo precisamente para tomar parte en la redención del género humano” (Pío XI).

“Puede decirse que Ella redimió al género humano juntamente con Cristo” (Benedicto XV).

“¡Oh Madre de amor y de misericordia, que, cuando tu dulcísimo Hijo estaba consumando la redención del género humano en el altar de la cruz, estuviste próxima a Él, sufriendo como Él como Corredentora!” (Pío XI).

La cooperación de María a la redención del género humano es indirecta y subordinada, porque la Virgen puso voluntariamente toda su vida al servicio del Redentor, padeciendo e inmolándose con Él al pie de la cruz.

3. MARÍA, MADRE DE TODOS LOS HOMBRES

Los últimos Papas vienen recordando esta consoladora verdad de la Maternidad de María. “Cuando la virgencita de Nazaret balbuceó su fiat al mensaje del ángel y el Verbo se hizo carne en su seno, Ella fue no sólo Madre de Dios en el orden físico de la naturaleza, sino también en el sobrenatural de la gracia se proclamó Madre de todos los que, por medio del Espíritu Santo, constituirán un solo cuerpo con su divino Hijo por cabeza.

La Madre de la cabeza será también la Madre de los miembros. La Madre de la vid lo será también de los sarmientos (…) Ella es, pues, Madre Santísima de todos los miembros de Jesucristo» (Pío XII).

“Y es que, habiendo María dado a luz al Redentor del género humano, es también Madre benignísima de todos nosotros, a quienes Cristo nuestro Señor quiso tener por hermanos” (Pío XI).

 La maternidad espiritual de María sobre todos los hombres se realiza en su plenitud en el Calvario. Jesús, mirando al discípulo, dijo: “Hijo, ahí tienes a tu Madre”. Desde ese momento Nuestro Señor entregó a sus discípulos a su Madre. La Virgen, pues, es nuestra Madre. Madre espiritual, sí, pero verdadera Madre de los miembros de Cristo. ¡La Madre de Dios es nuestra Madre!

 La Virgen María es nuestra Madre espiritual. Seamos nosotros hijos suyos como en verdad lo fueron los santos: “Un hijo de la Inmaculada es un hombre que arde en caridad, que abrasa por donde pasa, que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra, se goza en las privaciones, se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo para buscar en todo la mayor gloria de Dios” (San Antonio María Claret).

“Comprendí que la Virgen velaba sobre mí y que yo era su hija, y que siendo así no podía darle otro nombre que el de ”mamá», pues me parecía más tierno que el de “madre” (Santa Teresita del Niño Jesús).

4. MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

En el discurso pronunciado por Pablo VI en la sesión de clausura de la tercera etapa del Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Su Santidad proclamó a María Madre de la Iglesia:

“Es la primera vez y decirlo nos llena el corazón de profunda emoción que un concilio ecuménico presenta una síntesis tan extensa de la doctrina católica sobre el puesto que María Santísima ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia…

El conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre María será siempre la llave de la exacta comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia.

La reflexión sobre estas estrechas relaciones de María con la Iglesia, tan claramente establecidas por la actual constitución conciliar, nos permite creer que éste es el momento más solemne y más apropiado para dar satisfacción a un voto que, señalado por Nos al término de la sesión anterior, han hecho suyo muchísimos Padres conciliares.

 Así, pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Nos proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título».

5. MARÍA, REINA DEL CIELO Y DE LA TIERRA

 Asunta al Cielo y elevada por encima de todos los coros de ángeles y santos, María reina con Cristo, su divino Hijo. La razón última y más profunda de la dignidad regia de María está en su maternidad divina.

María Reza 2 Como Cristo, en virtud de la unión hipostática, es también, en cuanto hombre, Rey y Señor de todo lo creado, así también María, Madre de Jesús, participa de la dignidad regia de su Hijo.

El Magisterio Eclesiástico, en documentos antiquísimos de los Concilios como en los más recientes de los Romanos Pontífices, llama a María Reina: Reina de los ángeles, Reina de los Cielos y de la tierra, Reina del mundo, Reina de todos los ángeles y santos.

Pío XII, en la encíclica “Ad caeli Reginam”, dice: “Ciertamente, en sentido pleno, propio y absoluto, solamente Jesucristo, Dios y hombre, es Rey; con todo, también María, sea como Madre de Cristo Dios, sea asociada a la obra del divino Redentor, en la lucha con los enemigos y en el triunfo obtenido sobre todos, participa Ella también de la dignidad real, aunque en modo limitado y analógico”.

“Jesús es Rey de los siglos eternos por naturaleza y por conquista; por Él, con Él, subordinada a Él, María es Reina por gracia, por parentesco divino, por conquista, por singular elección. Y su reino es inmenso como el de su Hijo y Dios, pues que de su dominio nada queda excluido” (Pío XII, en radiomensaje a los peregrinos reunidos en Fátima el 13 de mayo de 1946).

 “La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original… fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del universo” (Const. dogm. Vaticano II cap VIII, 59).

La Liturgia celebra este privilegio de la Virgen en la fiesta de “María Reina”. Que Ella reine en nuestros corazones, en nuestra familia y en nuestra patria.

6. EL CULTO A LA VIRGEN MARÍA

 En atención a su dignidad de Madre de Dios y a la plenitud de santidad y gracia que de Ella se deriva, a María le corresponde un culto especial llamado de hiperdulía, esencialmente inferior al culto de latría (adoración) que a sólo Dios es debido, pero superior en grado al culto de dulía (veneración) que corresponde a los ángeles y a los santos.

El último Concilio Ecuménico, Vaticano II ha declarado: “María que, por la gracia de Dios, después de su Hijo, fue exaltada por sobre todos los ángeles y los hombres, en cuanto que es la Santísima Madre de Dios, que intervino en los misterios de Cristo, con razón es honrada con especial culto por la Iglesia” (Const Lumen Gencium, 66).

El culto a María se fundamenta en la Sagrada Escritura (Lc 1, 2842 y 11, 27); sobre todo en Lc 1, 48: “Desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones”.

En los tres primeros siglos, el culto a María estaba íntimamente unido con el culto a Jesucristo. Después del Concilio de Éfeso (431) en el que se reconoció solemnemente la maternidad divina de la Virgen, aumentó prodigiosamente el culto a María. La veneración a la Santísima Virgen llegó a su pleno desarrollo durante la Edad Media.

 “La salvación del género humano depende del incremento que reciba el verdadero culto a la Santísima Virgen María” (Leon XIII).

7. ERA DE MARÍA

En un discurso a las Congregaciones Marianas, Pío XII dijo que estamos en la era de María; era que se caracteriza por las apariciones de la Virgen en muchísimas ocasiones.

El 27 de Noviembre de 1830 la Virgen se apareció en la Rue du Bac, en París. María se apareció dos veces a Catalina Labouré, joven religiosa de 24 años de la Congregación de las Hijas de la Caridad. La Virgen se apareció con los brazos extendidos y las manos abiertas de las que salían rayos luminosos que inundaban la tierra. María dijo: “Catalina estos rayos son símbolo de las gracias que derramo sobre los que me invocan en la tierra”.

La Virgen encargó a Santa Catalina que hiciera una medalla tal y como la había visto. Es la Medalla Milagrosa que se ha difundido por todo el mundo haciendo muchos milagros.

En 1846 la Virgen María se apareció a dos pastorcitos, Maximino (11 años) y Melania (15 años) en La Salette (Francia). Los niños vieron a la Virgen triste y con los ojos llenos de lágrimas. María dijo a los niños que rezaran bien las oraciones de la mañana y de la noche y que dijesen a todos los hombres que santificaran los domingos participando en la Santa Misa.

El año 1858 la Virgen se apareció 18 veces a Santa Berdardeta en Lourdes (Francia). La primera aparición fue el 11 de febrero y, en la tercera del día 18 de febrero, la Virgen hizo beber un agua milagrosa que sigue manando hasta hoy, produciendo miles de milagros. La Virgen rezó el Rosario con la niña a la que dijo que rezara e hiciera penitencia por los pecadores.

El 13 de mayo de 1917 la Virgen María se apareció a tres pastorcitos Jacinta 7 años, Francisco 9 años y Lucía 10 años en Fátima (Portugal). Después se les volvió a aparecer 5 veces más. En la tercera aparición la Virgen les mostró el infierno donde van los pobres pecadores porque no hay quien rece y se sacrifique por ellos.

En las seis apariciones de la Virgen María en Fátima pidió que se rezara el Rosario por la salvación del mundo. La Virgen dijo a los niños: “He venido a pedir que os consagréis a mi Corazón, Dios quiere que se establezca en todo el mundo la devoción a mi Corazón». Después anunció que vendrían guerras, persecuciones… pero que al final triunfaría su Corazón Inmaculado.

En 1933 la Virgen se apareció dos veces a Meriette Beco en Banuenx (Bélgica). En esta ocasión María se dio a sí misma el Título de Virgen de los pobres, dijo que venía a aliviar el sufrimiento de sus hijos, porque ella es la Madre del Salvador. Su constante mensaje fue: “¡Rezad! ¡Rezad mucho! ¡Creed en mi!”.

8. DEVOCIÓN A LA VIRGEN MARÍA

La devoción a la Virgen María transforma los corazones, las familias, los pueblos y las naciones. Medita las frases siguientes de los santos:

 “¿No tenéis devoción a la Virgen? Harto mal tenéis. Harto bien os falta. Más querría estar sin pellejo que sin devoción a María” (San Juan de Ávila).

 “No hay ídolos de carne en el corazón en el que la Virgen tiene un altar” (Santa Bernardita).

 “Si logro amar a María, tengo segura mi salvación, perseveraré en la vida religiosa; alcanzaré cuanto quisiere, en una palabra, seré todopoderoso” (San Juan Berchmans).

 “Ama a María: rogándola, no te despistarás; invocándola, no desesperarás; pensando en Ella, no errarás” (San Bernardo).

“Todos los que confían en la protección de María se salvarán” (San Buenaventura).

“Ama a María, ruega a María, te salvarás” (San Alfonso Mª de Ligorio).

“María nunca falla” (San Juan Bosco).

“Acerquémonos a la Virgen María, toda pureza, toda luminosidad, para que nos introduzca en Aquel que Ella ha penetrado tan profundamente, de suerte que nuestra vida sea una comunicación ininterrumpida y un sencillo impulso a Dios” (Beata Isabel de la Santísima Trinidad).