No tenemos que temer nada

Estamos asistiendo al final convulsionado del mundo ateo. La tremenda desesperanza del corazón ateo, la vaciedad desesperada de la sociedad atea, están llegando a las últimas consecuencias lógicas de su nihilismo. Los nuevos bárbaros incubados en su seno, los obsesos del sexo, del placer, de la droga, de la huida hacia el precipicio, de la renta per cápita sin saber para qué, los de la matanza de inocentes, todos esos nuevos bárbaros están ya labrando la autodestrucción de nuestra soberbia civilización apóstata. Veremos avanzar más y más el caos social. Veremos avanzar más y más la marea de la infelicidad humana. La Iglesia exteriormente irá como desapareciendo en su misión de ser el alma del mundo. El vaso de la hora de Dios, con todas las naciones de la tierra, la hora de pedir cuentas va a sonar. Pero no temáis, porque esta misma fotograma_pasionhora de pedir cuentas a las naciones, es la hora también de los regalos de Dios con sus elegidos, con el pequeño rebaño del Señor, el de los perseguidos, marginados, pobres, el de los que le crían hijos para el cielo.

Porque está naciendo un nuevo mundo

Cuando una de vosotras me dijo el otro día que al dar a luz a su quinto hijo, lo único que le pidió a la Virgen María al consagrárselo, es que no cometiera jamás pecado mortal, oí la voz del ángel que nos protege en estos tiempos aciagos que interiormente me dijo: éste será del nuevo mundo y de la rejuvenecida Iglesia que el Señor está preparando en todos los puntos cardinales del mundo. Por eso no os extrañe que en la Rusia actual haya una renovación inte­rior espiritual que hace crujir el caparazón del Estado esclavista. Que entre los musulmanes y judíos y todo el Occidente y el llamado Tercer Mundo en el secreto de los corazones todavía, haya empezado a brotar un manantial de agua que saltará hasta la vida eterna. ¿Cuándo, Señor, cuándo? Llegará la hora del rocío mañanero. En todas las hojas por la obra de Dios se depositará al unísono su gota de agua. Entonces todo el mundo, simultáneamente será de Dios. Ahora es de noche, pera ya en las altas montañas de las almas se alumbra un día esplendoroso.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 90, septiembre de 1985