De pequeños aprendimos en el catecismo que el hombre ha sido creado para conocer, amar y servir a Dios. Y que las demás cosas de esta vida apenas tenían importancia. Lo único importante es Dios. Hace cuatro días, nos decía un arquitecto que fue a dar una charla a un colegio católico que, al pronunciar la palabra Dios, unos alumnos le preguntaron ¿quién es ese? Ni en colegios religiosos se les habla de Dios.
En mi juventud, aprendí en una tanda de ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola que el hombre ha sido creado para “alabar, hacer reverencia y servir a Dios y mediante esto salvar el alma”. Lo único importante, porque “quien se salva sabe y el que no, no sabe nada” (Santa Teresa de Jesús). Para el ateísmo imperante, cualquier cosa es importante menos Dios. A los sabiondos de este mundo les digo que paren una hora para pensar y cuando terminen, memoricen estas palabras de santo Tomás de Aquino, uno de los hombres más inteligentes de la humanidad: “El hombre y las demás criaturas dotadas de inteligencia consiguen su último fin conociendo y amando a Dios”
Ante el anuncio del ángel san Gabriel de que Ella, la Virgen María, ha sido elegida para ser Madre de Dios, María dice: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc. 1,38). Esclavos de Dios, Padre todopoderoso, como la Virgen Santísima. “Servir a Cristo es ser libre”San Ambrosio. Libres en la libertad de los hijos de Dios.
Ser cristiano es vivir haciendo siempre la voluntad de Dios, como nos enseñó nuestro Señor Jesucristo: “Padre, hágase tu voluntad” (Mt 5,10); “Yo hago siempre lo que le agrada a mi Padre (Jn 8,29) “Si me amáis guardareis mis mandamientos”(Jn 14,13). Vivamos de fe, esperanza y caridad.
P. Manuel Martínez Cano mCR