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~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Archivos diarios: 18 junio, 2014

La Iglesia, Pueblo de Dios

18 miércoles Jun 2014

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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1. LA REVELACIÓN DIVINA Y LA IGLESIA

La Revelación divina expresa clarísimamente la voluntad de Dios de formarse un pueblo que le ame, le sirva y le rinda culto; este pueblo, en el Antiguo Testamento, es Israel; en el Nuevo Testamento es la Iglesia, fundada por Nuestro Señor Jesucristo.

La Sagrada Escritura, la Tradición divina y la Iglesia Católica están tan estrechamente unidas que no pueden existir una sin las otras dos.

La Iglesia fundada por Jesucristo es una sociedad religiosa formada por obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y seglares, bajo la autoridad soberana del Papa.

La unión moral de la Iglesia de Cristo está fundada en la profesión de la misma fe y moral, en la participación en los mismos ritos sagrados y Sacramentos y, sobre todo, en la obediencia a la misma autoridad jerárquica, el Papa.

La Iglesia Católica, por su fundador, por su Espíritu, por su organización y por sus elementos constitutivos es una sociedad esencial y principalmente divina.

La Iglesia Católica, por sus miembros, que somos todos los bautizados, es una sociedad humana.

2. FUNDACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS

Con la elección de Abrahám aparece clara la intención de Dios de fundar un pueblo que será el depositario de sus grandes promesas y con el que establecerá una alianza perpetua. De la descendencia de Abrahám saldrá Aquél (Jesús) en quien serán benditas todas las generaciones.

romaEl Pueblo de Dios se organizó en una unidad jurídica y espiritual bajo la dirección de Moisés, con quién se establece el pacto de la Alianza entre Dios y su pueblo. Moisés recibió la palabra del Señor y su Ley en el monte Sinaí.

Con el rey David el Pueblo de Dios se constituyó en reino, un reino en el cual el trono de David no tendrá fin.

Los profetas anunciaron que el Pueblo de Dios había de ser universal, único, espiritual, temporal y eterno; en el que el Mesías prometido sería sacerdote, maestro y rey.

El Mesías prometido (Nuestro Señor Jesucristo) reunió y preparó numerosos discípulos de los que eligió doce para que fueran sus Apóstoles y fundamento de su Iglesia como nuevo Pueblo de Dios. Los hizo representantes suyos y les dio autoridad jerárquica en su Iglesia.

Jesús confió a los apóstoles la revelación divina y la predicación de su doctrina y les encomendó la administración de los Sacramentos.

De entre los doce Apóstoles, Jesús eligió a San Pedro como cabeza y jefe de todos ellos, le hizo Vicario suyo y Pastor supremo de toda la Iglesia.

Fundada y organizada la Iglesia como nuevo Pueblo de Dios, fue solemnemente inaugurada en Jerusalén el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino de manera extraordinaria sobre los Apóstoles, como leemos en los Hechos de los Apóstoles.

3. PODERES DE LA IGLESIA

Para poder llevar a cabo su misión divina, Jesús, entregó a su Iglesia tres poderes: enseñar, santificar y gobernar. Estos poderes fueron ejercidos por los Apóstoles y sus sucesores desde el origen de la Iglesia.

La misión de enseñar la entregó Jesús a su Iglesia para protegerla de las desviaciones y garantizarle la seguridad de profesar sin error la auténtica fe. El Magisterio de la Iglesia vela para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad divina y eterna.

La Iglesia ejerce la misión de enseñar por medio de su Magisterio ordinario y extraordinario.

La Iglesia santifica a sus fieles con la oración y el culto litúrgico, la administración de los sacramentos, la dirección espiritual, etc…

La Iglesia gobierna a sus fieles por medio de los obispos, párrocos y vicarios en sus diócesis, bajo la autoridad suprema del Papa.

4. INFALIBILIDAD DE LA IGLESIA

El poder de enseñar tal y como Jesucristo se lo dio a su Iglesia, lleva consigo el privilegio de la infalibilidad, que consiste en una asistencia especial del Espíritu Santo, en virtud de la cual la Iglesia no puede engañarse ni engañar cuando enseña cosas de fe y costumbres.

La infalibilidad de la Iglesia, se desprende de los textos evangélicos en los que Jesús encarga a los Apóstoles su misión divina: “Id… Enseñad. Bautizad. El que no creyere, se condenará”. Si la Iglesia pudiera equivocarse en sus enseñanzas religiosomorales, Jesús no nos obligaría a creer en la Iglesia bajo pena de condenación.

La Iglesia no puede equivocarse nunca en cuestiones de fe y costumbres porque el Señor prometió que estaría con sus Apóstoles hasta el fin de los tiempos y que les enviaría el Espíritu Santo para que les enseñase todas las cosas: “El Paráclito… El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre os lo enseñará todo y os recordará todo lo que Yo os he dicho” (Jn. 14,26). “El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad completa” (Jn. 16,13).

Cuando la Iglesia enseña las verdades reveladas por Dios debemos creerlas con asentimiento interno y sin reservas. De no ser así, rechazamos al mismo Dios: “El que os escucha a vosotros a mí me escucha; y el que os rechaza, a mí me rechaza; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado” (Lc. 10,16).

La Iglesia es infalible, no sólo al enseñar la verdad revelada por Dios, sino también al enseñar y precisar verdades o hechos íntimamente relacionados con la revelación divina. La Iglesia es infalible en los siguientes casos, cuando:

Declara la ortodoxia o heterodoxia de una doctrina.

Canoniza a los santos.

Aprueba una orden religiosa.

Afirma otras verdades íntimamente relacionadas con la fe.

 5. INFALIBILIDAD DEL PAPA

La infalibilidad de la Iglesia radica en el Episcopado (los obispos con el Papa a la cabeza de ellos) y en el Papa por sí solo.

“Enseñamos y definimos ser dogma revelado por Dios que el Romano Pontífice, cuando habla ”excátedra», esto es, cuando, cumpliendo con su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y las costumbres debe ser aceptada por la Iglesia universal, por la asistencia divina que le fue prometida en la persona de San Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la doctrina sobre la fe y las costumbres y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia» (Concilio Vaticano I).

El Concilio Vaticano II ha recordado la misma doctrina del Vaticano I y ha añadido: “Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento de modo particular se debe al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ”excátedra»; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se adhiera al parecer expresado por él, según su manifiesta mente y voluntad, que se colige principalmente ya sea por la índole de los documentos, ya sea por la frecuente proposición de la misma doctrina, ya sea por la forma de decirlo» (Constitución dogmática, Lumen Gentium, n. 25).

 6. PROPIEDADES DE LA IGLESIA

La Iglesia fundada por Jesucristo es una sociedad: sobrenatural, visible, perfecta, soberana, independiente, perpetua e indefectible.

La Iglesia es una sociedad sobrenatural por su origen, por su constitución y por su fin que es la santificación y salvación eterna de las almas. Los Apóstoles se presentaban como “ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1ª Cor. 4,1).

La Iglesia es visible porque visibles son sus representantes y sus miembros; visible la predicación y profesión de la fe; visibles sus templos, su Liturgia, sus Sacramentos; visible la sujeción y obediencia a sus legítimas autoridades.

La Iglesia es perfecta como sociedad porque tiene un fin completo y perfecto: la perfección sobrenatural y la felicidad eterna de los hombres; y para conseguir ese fin tiene todos los medios necesarios.

La Iglesia es soberana e independiente de cualquier otra sociedad, porque como institución divina goza de la suprema autoridad y potestad concedida por el mismo Dios y, por tanto, no puede depender de ningún Estado en el libre ejercicio de su misión divina.

La Iglesia es perpetua e indefectible porque no puede faltar nunca en su misión ni fallar en lo sustancial de su ser y de su vida, según la promesa de Nuestro Señor: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt. 16,18).

7. MILAGRO PERMANENTE DE LA IGLESIA

La Iglesia fundada por Cristo ha sido perseguida a muerte desde los inicios de su fundación. Los enemigos de Cristo han querido destruir su Iglesia desde sus mismos orígenes.

El Sanedrín judío mandó apresar a los Apóstoles y después de torturarlos les prohibieron predicar el Evangelio. Sólo el sanedrita Gamaliel salió en su defensa: “Dejad a estos hombres, dejadlos; porque si esto es consejo u obra de hombres, se disolverá; pero si viene de Dios, no podréis disolverlo, y quizá algún día os halléis con que habéis hecho la guerra a Dios”. (Hech.5,3839).

No hay en el mundo nada más grande y admirable que la Iglesia Católica. A pesar de las terribles persecuciones que ha padecido en casi dos mil años de historia: Sinagoga, Imperio Romano, Bárbaros, Islam, Cismáticos, Protestantes, Revolución Francesa, Liberalismo, Socialismo, Comunismo, Masonería, sectas,… la Iglesia siempre ha triunfado y siempre triunfará.

No ha habido institución más perseguida que la Iglesia Católica, ni tampoco más victoriosa. Los grandes imperios y sus crueles perseguidores han pasado, pero la Iglesia sigue en pie.

Nuestro Señor Jesucristo prometió que la Iglesia perduraría hasta el fin del mundo a pesar de que los poderes del infierno quieran destruirla. La Iglesia podrá ser combatida, pero jamás vencida.

8. ENEMIGOS INTERNOS DE LA IGLESIA

Los enemigos exteriores de la Iglesia no han podido destruir la obra de Cristo en 2.000 años de historia; lo terrible de los tiempos que vivimos es que los enemigos de la Iglesia están dentro de la Iglesia, haciendo cuanto pueden para destruirla.

“¿No es, acaso, cierto que hasta hace pocos años los enemigos de la Iglesia estaban fuera de ella y que de unos años a esta parte sus peores enemigos surgen en el seno de la misma Iglesia?” (Cardenal Siri).

“Los artífices del error, no hay que buscarlos hoy entre los enemigos declarados. Se ocultan en el seno mismo y en el corazón de la Iglesia y es un motivo de aprensión y de angustia muy vivas; enemigos tanto más terribles porque no lo son abiertamente” (San Pío X).

“Hoy después del Concilio, la Iglesia pasa por la prueba de los grandes sufrimientos (…) Sufre por la rebeldía inquieta, crítica y demoledora de tantos de sus hijos, los predilectos, maestros y seglares contra su íntima e indispensable comunión, contra su existencia institucional, contra su tradición y adhesión interior, contra su autoridad, insustituible principio de verdad, unidad y caridad; contra sus mismas exigencias de santidad y sacrificio; sufre por la deserción y el escándalo de ciertos eclesiásticos que crucifican hoy a la Iglesia” (Pablo VI).

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