1. UBI PETRUS, IBI ECCLESIA
Nuestro Señor Jesucristo fundó su Iglesia sobre la roca inconmovible de Pedro. A él le dio la suprema autoridad y el don de la infalibilidad; y a él le prometió que la Iglesia permanecería hasta el fin del mundo. La verdadera Iglesia de Cristo será, pues, aquella en la que se encuentren todos los legítimos sucesores de San Pedro.
Sólo en la Iglesia Católica se da la sucesión histórica de los sucesores de San Pedro como obispos de Roma. Desde San Pedro hasta Juan Pablo II felizmente reinante, conservamos los católicos una serie ininterrumpida de 264 Papas, Vicarios de Cristo en la tierra.
El que quiera pertenecer a la Iglesia que fundó Cristo en Pedro, tiene que estar hoy en la Iglesia Católica.
San Ambrosio, refiriéndose al Sumo Pontífice, decía: “El es Pedro, a quien Cristo dijo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Donde está Pedro, allí está la verdadera Iglesia de Cristo”. Ubi Petrus, ibi Eclesia.
2. NOTAS DE LA IGLESIA FUNDADA POR CRISTO.
Cristo fundó su Iglesia con unas notas o características propias: unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad.
Jesucristo fundó una sola Iglesia. A San Pedro le dijo: “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mat.16-18) No dice el Señor “mis iglesias”, ni “mil iglesias”, sino mi Iglesia, en singular.
La voluntad de Jesús fue formar un solo rebaño bajo un solo pastor: “No ruego sólo por estos, sino por cuantos crean en Mí por su palabra, para que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en mí y yo en Ti”.
La Iglesia fundada por Cristo es santa. Así la presenta San Pablo en su carta a los Efesios: “Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola, mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable” (Ef. 5,25-27).
La Iglesia fundada por Cristo es universal, católica, Cristo fundó su Iglesia para todos los hombres y pueblos de la tierra, convencido de que perduraría hasta el fin del mundo: “Id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación del mundo” (Mt 28, 19-20).
La Iglesia fundada por Cristo es apostólica. Jesús fundó su Iglesia sobre el Colegio Apostólico y a los Apóstoles y a sus sucesores les encomendó la extensión y perpetuidad de la misma Iglesia.
La Iglesia que reúna hoy estas cuatro notas, es la Iglesia fundada por Cristo.
3. LA IGLESIA FUNDADA POR CRISTO ES LA IGLESIA CATÓLICA
La Iglesia Católica es la única que tiene las cuatro notas o características propias con las que Cristo instituyó su Iglesia.
La Iglesia Católica es una en su doctrina, en su gobierno y en sus sacramentos. Unidad de doctrina, creída unánimemente por mil millones de católicos de todas las razas, culturas y lenguas. Unidad de gobierno, con el Sumo Pontífice como Pastor Supremo de la Iglesia.
“Los hermanos separados, sin embargo, ya particularmente, ya con sus comunidades y sus iglesias, no gozan de aquella unidad que Cristo quiso dar a los que regeneró y convivificó para un sólo cuerpo y una vida nueva y que la Sagrada Escritura y la venerable tradición de la Iglesia confiesan” (Vaticano II, Decreto sobre el Ecumenismo, nº 3).
La Iglesia Católica es santa en su origen, en su fin, en sus medios y en sus frutos. Santa en su origen, por su fundador Nuestro Señor Jesucristo; santa en su fin, la gloria de Dios y la santificación de las almas; santa en sus medios: la Liturgia, el Santo Sacrificio de la Misa, los dones del Espíritu Santo, los sacramentos; santa en sus frutos, porque la Iglesia ha dado al mundo innumerables mártires y santos que han poblado las moradas celestiales.
La Iglesia Católica es universal por su difusión en todo el mundo. Nuestra religión es practicada por gentes de todas las razas y nacionalidades. Por su presencia activa y por su extensión efectiva en todo el mundo, la Iglesia Católica cumple con esta señal o nota de la verdadera Iglesia de Cristo.
Entre herejes, cismáticos y protestantes, cuando hablan de nuestra Iglesia la llaman Iglesia Católica, pues no pueden darse a entender sino la distinguen con este nombre con el que es conocida en todo el mundo.
La Iglesia Católica es apostólica porque procede directamente de los Apóstoles de Jesucristo, a los cuales han sucedido continuamente los Obispos católicos y los Sumos Pontífices de Roma. Basta comprobar la sucesión apostólica de la Iglesia de Roma, porque el obispo de Roma es cabeza de toda la Iglesia.
4. LA IGLESIA, ENCUENTRO DE LOS HOMBRES CON DIOS
La Iglesia es el proyecto visible del amor de Dios a la humanidad que quiere que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en el único Cuerpo Místico de Cristo y se realice en un único Templo del Espíritu Santo
La Iglesia es el Pueblo de Dios adquirido para Él mismo como raza elegida, sacerdocio real, nación santa. La identidad de este Pueblo Elegido es la dignidad y libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo; su ley es el Nuevo mandamiento de Jesús de amarse unos a otros como Él nos amó; su misión es ser la sal de la tierra y luz del mundo para la salvación eterna del género humano; su destino es el Reino de Dios que Él mismo comenzó en este mundo y que ha de ser extendido por todos los fieles.
Es en la Iglesia donde se realiza la unión de los hombres con Dios por medio de la caridad. La estructura de la Iglesia está totalmente organizada y ordenada para que los fieles amen a Dios y al prójimo y alcancen así su santidad.
La Iglesia es signo e instrumento de la unión íntima de los hombres con Dios y de la unidad de todo el género humano como hijos de Dios. Esta unidad humana ya ha comenzado, porque son miembros de la Iglesia hombres de toda raza, lengua y nación.
5. MIEMBROS DE LA IGLESIA
Son miembros de la Iglesia todos los bautizados y los catecúmenos que desean ser bautizados.
El Vaticano II, en su Constitución dogmática sobre la Iglesia dice: “Los hombres entran en la Iglesia por el bautismo como puerta obligada(…) Los catecúmenos que, por la moción del Espíritu Santo, solicitan con voluntad expresa ser incorporados a la Iglesia, se unen a ella por este mismo deseo; y la Madre Iglesia los abraza ya amorosa y solícitamente como a hijos”.
Los pecadores son miembros de la Iglesia de Cristo. A tales pecadores les recuerda el Concilio Vaticano II que “no alcanza la salvación, aunque estén incorporados a la Iglesia, quienes no perseverando en la caridad, permanecen en el seno de la Iglesia en ”cuerpo», pero no en “corazón” (Lumen Gentium, nº 14).
6. SEPARADOS DE LA IGLESIA
En la Iglesia de Cristo puede entrar libre-mente quien quiera y libremente puede separarse. Pero la Iglesia tiene poder para expulsar a los bautizados que han caído en herejía, a los apóstatas, a los cismáticos y a los excomulgados y, por tanto, dejan de ser miembros de la Iglesia.
Herejes son aquellos que, después de haber recibido el Bautismo, niegan pertinazmente alguna o varias verdades de fe divina y católica.
Apóstatas son aquellos que, después de haber recibido el Bautismo, niegan con pertinacia todas las verdades que han de ser creídas como de fe divina y católica.
Cismáticos son aquellos que, después de haber recibido el Bautismo, admiten todos los dogmas de la fe, pero se niegan a obedecer al Papa.
Excomulgados son aquellos que son expulsados de la Iglesia por haber caído en censura eclesiástica.
Todos los separados de la Iglesia si se arrepienten de sus errores y piden perdón ante el tribunal de la Iglesia, vuelven a ser miembros de la Iglesia.
7. NECESIDAD DE PERTENECER A LA IGLESIA PARA SALVARSE
Jesucristo instituyó una sola Iglesia a la que encargó perpetuar la obra de la Redención. Para salvarse, pues, es necesario pertenecer a la Iglesia Católica: “Una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie absolutamente se salva” (IV Concilio de Letrán).
Pío IX advierte a los que afirman que cualquier religión es buena para salvarse, que: “Por la fe debe sostenerse que fuera de la Iglesia Apostólica Romana nadie puede salvarse; que ésta es la única Arca de salvación; que quien en ella no hubiese entrado perecerá en el diluvio. Sin embargo, también hay que tener por cierto que quienes sufren ignorancia de la verdadera religión, si aquella es invencible, no son reos por ello de culpa alguna”.
“Aquellos que sufren ignorancia invencible acerca de nuestra santísima religión, que cuidadosamente guardan la ley natural y sus preceptos esculpidos por Dios en los corazones de todos y están dispuestos a obedecer a Dios y llevan vida honesta y recta, pueden conseguir la vida eterna (…), pues Dios, que manifiestamente ve, escudriña y sabe la mente, ánimo, pensamiento y costumbres de todos, no consiente en medio alguno(…) que nadie sea castigado con eternos suplicios si no es reo de culpa voluntaria. Pero bien conocido es también el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica” (Pío IX).
El Concilio Vaticano II enseña que “no podrán salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia Católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, desdeñaran entrar o no quisieran pertenecer a ella” (Constitución dogmática, Lumen Gentium, 4º 14).
8. ENEMIGOS DE LA IGLESIA
Nunca como en nuestros tiempos los enemigos de Cristo han luchado contra la Iglesia Católica.
«Hay que desnudar a la mujer y prostituirla y a través de ella corromper a los perros cristianos. Hay que destruir la familia. Hay que legalizar el divorcio y el aborto, y más adelante la sodomía» (Gran Kaal de Nueva York, 1918).
«Aquellos que sostienen estas doctrinas que se llaman católicos liberales son más peligrosos y fuertes que los enemigos declarados (…) engañan a las personas honradas que sin esto se opondrían firmemente al error manifiesto. Así es que dividen los ánimos, rompen la unidad y debilitan la fuerza». (Pío IX).
“Hemos emprendido la corrupción en gran escala, la corrupción del pueblo por el clero y del clero por nosotros, la corrupción que debe conducirnos a llevar un día a la Iglesia a la tumba… Haced corazones viciosos y no tendréis más católicos. Alejad al sacerdote del trabajo del altar y de la virtud, buscad hábilmente a ocupar en otra parte sus pensamientos y sus horas; tornadle ocioso, glotón, separatista, se volverá ambicioso, intrigante y perverso. De esta forma habréis cumplido mil veces mejor vuestro deber que si hubierais despuntado vuestros puñales sobre los huesos de un pobre diablo” (Vindice, de la Alta Venta).