(UNA ENTREVISTA DE D. DANIEL REGUERA CON EL RVDO. SR. ANÍBARRO, REPRESENTANTE DE LA JERARQUÍA EN LA JUNTA NACIONAL)
En busca de algunos datos interesantes sobre este acontecimiento nacional, me he dirigido al número 74 de la madrileña calle de Fuencarral, donde tiene su despacho el Director de la Obra Nacional del Cerro de los Ángeles, D. Emiliano Aníbarro Espeso, quien amablemente ha accedido a responder a mis preguntas.
-¿Puede decirme si existe algún hecho precedente que tenga relación con la decisión tomada por D. Alfonso XIII sobre la consagración de España al Corazón de Jesús?
-Sí, dos: su devoción al Sagrado Corazón de Jesús, inculcada por su augusta madre desde su niñez, y su amor a España, para la que quería siempre lo mejor, y para él lo mejor era el reinado de Cristo en España.
Yo pienso que cuando el Rey se enteró de que se iba a hacer en el Cerro de los Ángeles un monumento nacional al Sagrado Corazón de Jesús, se acordaría de que cuando tenía cuatro años (10 de junio de 1890) su madre le consagró al Sagrado Corazón de Jesús en la parroquia de San Martín, de Madrid, y el Nuncio Apostólico en España le impuso la insignia de socio de la «Congregación de la Guardia de Honor». También recordaría que el día 1 de julio de 1911, con motivo del XXII Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Madrid, ante la misma Custodia que había presidido el acto de clausura en la plaza de la Armería, hizo en la capilla del Palacio Real la que muy bien pudiera llamarse primera consagración de España al Corazón de Jesús. La inauguración del monumento nacional en el Cerro de los Ángeles fue para él la ocasión propicia para hacer la consagración oficial pública.
-Ha hablado usted de consagración oficial. ¿Opina que el acto realizado por el Rey en el Cerro de los Ángeles tuvo carácter oficial?
-Sin duda alguna. Fue un acto de gobierno de la nación, fue un acuerdo tomado en Consejo de Ministros, aunque con el voto en contra de algunos de sus componentes, a los que el Rey replicó: «Con Ministros o sin Ministros, iré al Cerro de los Ángeles para consagrar oficialmente España al Sagrado Corazón de Jesús.»
-La prensa de aquella fecha refleja que las circunstancias no eran muy propicias para que el Rey realizara un acto de esta naturaleza y de tanta importancia. ¿Qué puede decirme sobre esto?
-Que es verdad. España se encontraba entonces en plena campaña de propaganda electoral y los partidos llamados de izquierda, en sus mítines y en su prensa, arremetieron ferozmente contra lo que el Rey proyectaba hacer, sin duda, porque era una buena bandera de propaganda electoral. Pero también puede usted leer en la prensa de aquellas fechas que el Rey no se dejó atemorizar, «cerrando 108 oídos a campañas tenaces, a huelgas espantables y a amenazas revolucionarias».
-¿Tuvo D. Alfonso XIII alguna intervención personal en la redacción de la fórmula de la consagración?
-Sí, y ello es una prueba más del interés que el Rey puso en este acto. Le presentaron una fórmula de consagración que estaba calcada y repetía frases enteras de las que fueron leídas en el Congreso Eucarístico Nacional celebrado en Valencia en 1893 y también de la que fue leída en el Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Madrid en 1911. El Rey aceptó la fórmula en su conjunto, pero la corrigió y añadió nuevas frases en algunos pasajes de su puño y letra.
-En otra ocasión ha hablado usted de un asunto que colocó al Rey en una situación mucho más difícil que la oposición de los partidos de izquierda. ¿Qué pude decir de una supuesta visita al Rey de unos mensajeros de la masonería?
-Nada de supuesta visita. Fue un hecho real que afianzó más al Rey en su propósito de consagrar España al Sagrado Corazón de Jesús, y en la que yo me atrevería a decir se jugó la corona. En el «Testamento Espiritual» del P. Mateo Crawley, el colaborador más destacado de aquella gloriosa jornada, se lee lo siguiente: «Poco después de la maravillosa apoteosis del Cerro y recibido gentilmente por Su Majestad, en tono muy vehemente dijo: … Padre, aquí mismo donde hablamos de los derechos divinos de Cristo, he recibido no hace mucho una delegación de la francmasonería internacional. Después de un preámbulo de etiqueta, el portavoz del grupo dijo: «Permita Vuestra Majestad que le ofrezca un apoyo decisivo que sería salvaguardia para la dinastía y que garantizaría a Vuestra Majestad el conservar la corona de España y el trono. Los tiempos son de tempestad y no ignora Vuestra Majestad que las Monarquías están amenazadas de muerte, sobre todo tratándose de una monarquía católica, como la de España…» Con vehemencia les repliqué en el acto: «Prefiero morir católico y fiel a mi conciencia, en el destierro y destronado, que ser un traidor y un felón, conservando la corona.»
-Esta es mi última pregunta. ¿Qué opinó entonces la Iglesia sobre el acto realizado por D. Alfonso XIII?
-La cosa está muy clara. El Rey actuó de acuerdo con el Obispo de la diócesis de Madrid, en cuyo territorio está enclavado el Cerro de los Ángeles, y con el Cardenal Primado, que en aquella fecha era la representación máxima del Episcopado español. Y el Papa Pío XI, en la visita que el Rey le hizo el año 1923, le dijo: «Cuando el abrazo acercaba nuestros corazones, hemos sentido que en vuestro corazón real estaba vuestro pueblo, como también estaba el día no lejano, que Vos habéis tan vivamente recordado, en el que le ofrecisteis y le consagrasteis al Corazón Divino de Jesús con un gesto inmortal de verdadera y soberana caballerosidad, digno en todo de la historia y de la hidalguía del pueblo caballeresco por excelencia…»
Reinaré, Secretariado del “Apostolado de la Oración”
mayo de 1969
