Arzobispo de Valladolid

«¡Ha muerto el Caudillo! Estábamos tan acostumbrados a su presencia y su «capitanía» que este acontecimiento se ha convertido para todos en una conmoción que se ha ido haciendo patente a lo largo de su prolongada agonía y, en cierto sentido, en un interrogante y una interpelación para todo el país.

Obispo Administrador Apostólico de ZAMORA.

…«Vivimos todos profundamente estremecidos por el dolor de una pérdida ciertamente irreparable, la de nuestro Jefe de Estado. Dolor no exento de esperanza. (…). «En el nombre Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir», nos decía en ese men­saje que bien podemos llamar testamento espiritual, escrito de su puño y letra y transcrito por su amada hija Carmen, el Jefe del Estado los días mismos en los cuales afloraba en su con­ciencia la certeza de que había llegado el momento de rendir las cuentas que todo hombre ha de rendir a Dios».

180px-Retrato_Oficial_de_Francisco_Franco«Y esa voluntad de ser hijo fiel de la Iglesia ha sido una cons­tante en la vida de nuestro Caudillo, una voluntad manifestada en mil actuaciones, casi todas ellas secretas todavía y que apa­recerán al remover los archivos de El Pardo. Fidelidad que aflu­ye en muchos momentos de esta larga vida de gobierno de Es­paña en situaciones heroicas a la persona y a la misma misión de gobierno. Una fidelidad de petición de consejo, una fidelidad de voluntad de servicio, una fidelidad de escuchar al Magisterio, una fidelidad de intento constante de penetrar hasta las últimas esencias cuál era la doctrina de la Iglesia sobre puntos determi­nados que debían marcar, de una forma muy clara y diferencia­da, el sentido mismo del gobierno y de la organización del Es­tado. ¿Quién pudiera decirnos en estos momentos, queridos her­manos, lo que ha influido en los últimos cuarenta años de nues­tra vida española la encíclica de León XIII «Rerum Novarum», la de Pío XI  «Cuadragésimo Anno»?   (…).  Cuántos momentos difíciles en los cuales personas allegadas y responsables al Go­bierno de la nación hubieran producido choques y hasta roturas con la Santa Iglesia, han sido resueltas con una palabra, con un gesto, con una  mirada de este hombre por el cual rezamos ahora».

«La orientación moral ha marcado la vida de nuestro Jefe de Estado, de tal forma que voces hasta adversas a su política nunca han podido lanzar un bramido o un clamor contra una inta­chable vida personal y familiar. Pero una fe vivida con sencillez, en esa sencillez de una devoción, queridos hermanos, que son fundamentales en el cristiano. ¿Quién nos contará las largas ho­ras pasadas ante el Santísimo expuesto, o en el Sagrario en los momentos en los cuales debía dar a la nación un giro o debía tomar grandes decisiones? ¿Quién nos hablará de su confianza en la Santísima Virgen, cuyas advocaciones dispersas por toda la nación mencionó improvisadamente en una audiencia que concedió al arzobispo ortodoxo de Creta, al cual acompañaba yo como presidente del Secretariado Nacional de Ecumenismo. (…).

«No, no son palabras fruto de la improvisación momentánea estas que han conmovido el corazón y han hecho brotar la emo­ción de tantos hombres y mujeres españolas. Son todo un pen­samiento, un testamento espiritual que contiene su pensamiento sobre tantos y tantos aspectos de la vida de la patria y de la vida de la Iglesia. «Quisiera en mi último momento unir el nom­bre de Dios y de España». Síntesis de una vida que nos brinda a nosotros para que sepamos ser dignos de todos los ideales que han movido no sólo a un hombre sino a una generación tan digna de ser interpretada por ese hombre por el cual hoy como cristianos y como españoles, al mismo tiempo que lloramos, ora­mos» (…).

«Pidamos para nuestra patria y para la Iglesia la fidelidad a los grandes principios que le han movido siempre y que en este momento concreto nos ha manifestado de forma tan sencilla, tan genial y tan cristiana».

 (Homilía:   Boletín   del   Obispado   de   Zamora,   octubre-noviembre 1975, págs. 113, 114.)