Capítulo 38
Del buen régimen en las cosas exteriores
y del recurso a Dios en los peligros
1. Hijo, con diligencia debes mirar que en cualquier lugar y en toda ocupación exterior estés libre dentro de ti y señor de ti mismo, y que todas las cosas estén debajo de ti y no tú debajo de ellas, para que seas señor y director de tus obras, no siervo ni esclavo venal, sino más bien libre y verdadero israelita, que pasa a la suerte y libertad de los hijos de Dios.
Los cuales tienen bajo los pies las cosas presentes y contemplan las eternas.
Miran lo transitorio con el ojo izquierdo, y con el derecho lo celestial.
Y no les atraen las cosas temporales para estar asidos a ellas; antes ellos las atraen más para servirse bien de ellas según están ordenadas por Dios e instituidas por el Supremo Artífice, que no hizo cosa en lo creado sin orden.
2. Si en cualquier acontecimiento estás firme y no juzgas de él según la apariencia exterior, ni miras con la vista del sentido lo que oyes y ves, antes luego por cualquier negocio entras en lo interior, como Moisés en el tabernáculo a pedir consejo al Señor, oirás algunas veces la respuesta divina y volverás instruido de muchas cosas presentes y venideras. Pues siempre recurrió Moisés al tabernáculo para determinar las dudas y dificultades, y tomó el auxilio de la oración para esquivar así los peligros y maldades de los hombres.
Así debes entrar en el secreto de tu corazón, pidiendo con eficacia el socorro divino.
Pues por eso se lee que Josué y los hijos de Israel fueron engañados por los gabaonitas, porque no consultaron primero con el Señor (Jos 9), sino que, creyendo fácilmente en las blandas palabras, fueron con falsa piedad engañados.