1. NOCIÓN DE SACRAMENTO

Cristo redimió al género humano con su pasión, muerte y resurrección. Hoy Cristo sigue salvando a los hombres por medio de los sacramentos, canales de su gracia. «Cristo actúa ahora en la Iglesia por medio de los sacramentos, instituidos por Él para comunicar su gracia” (Catecismo 1.084).

Los sacramentos son signos sensibles instituidos por Cristo para darnos la gracia. Son encuentros del hombre con Cristo que significan y realizan la santificación de las almas.

Cristo pudo comunicar la gracia santificante sin necesidad de ritos y signos sensibles, pero, acomodándose a la manera natural del ser humano, determinó transmitir la gracia por medio de signos sensibles.

El calvario y la MisaEl signo sensible de los sacramentos se compone de dos partes: el elemento material y la palabra: “Viene la palabra sobre el elemento y se hace el sacramento” (San Agustín).

El elemento material puede ser sustancia material (el agua en el Bautismo), unas acciones o unas palabras (los pecados en la Penitencia).

Las palabras o fórmula sacramental son las palabras que pronuncia el ministro al aplicar el elemento material (en el Bautismo: Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo).

No puede haber sacramento sin el elemento material o sin la fórmula sacramental. El sacramento produce la gracia santificante cuando, a la aplicación del elemento material, acompaña la correspondiente fórmula sacramental.

El Bautismo se administra válidamente cuando al derramar agua (elemento material) sobre el bautizado, el ministro dice la fórmula sacramental: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

LOS SACRAMENTOS INSTITUIDOS POR CRISTO

Los siete sacramentos fueron instituidos por Cristo. El Nuevo Testamento ofrece los testimonios explícitos de la institución de los sacramentos del Bautismo, la Eucaristía, el Orden sacerdotal y la Penitencia.

La Confirmación, el Matrimonio y la Unción de los enfermos se administraban ya en tiempos de los Apóstoles y como ellos se consideraban solo “ministros y administradores de los misterios de Dios” (1 Cor 4, 1), es evidente que estos tres sacramentos fueron instituidos por Cristo.

En varios sacramentos ha sido la Iglesia la que ha determinado el signo sensible, pero en todo caso ha sido Cristo el que ha dado la orientación sacramental y la significación primordial de cada sacramento. Porque, como los sacramentos son signos eficaces de la gracia divina, sólo pueden tener como autor al mismo Dios.

La acción sacramental es una acción de culto que la Iglesia presenta al Padre por Cristo y un acto de santificación para los fieles que reciben la gracia de los sacramentos.

Nadie ha demostrado que alguno de los sacramentos los haya instituido un Papa o un concilio. San Agustín dice: “Lo que toda la Iglesia profesa y no ha sido instituido por los concilios, sino que siempre se ha manifestado como tal, eso creemos con toda razón que ha sido transmitido por la autoridad apostólica”.

  1. LOS SACRAMENTOS PRODUCEN LA GRACIA

Los sacramentos producen la gracia por sí mismos, independientemente de la santidad del ministro, siempre que realice el rito sacramental y tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia.

“Si alguno dijere que los sacramentos de la Nueva Ley no contienen la gracia que significan, o que no confieren la gracia misma a los que no ponen óbice, sea anatema” (Concilio de Trento).

Los sacramentos producen la gracia santificante, la gracia sacramental y el carácter sacramental.

Cada sacramento confiere una gracia sacramental específica que produce un efecto distinto correspondiente a su fin característico. El Bautismo da la gracia para ser buenos cristianos, la Confirmación para defender la fe valientemente, el Matrimonio para ser buenos esposos y padres, el orden sacerdotal para ser santos sacerdotes.

El Bautismo, la Confirmación y el Orden sacerdotal imprimen en el alma un carácter sacramental: una marca espiritual indeleble, que no puede borrarse, y se perpetúa durante la vida eterna.

Por el pecado mortal se pierde la gracia, pero el sacramento de la Penitencia vuelve a dar la vida sobrenatural al alma.

  1. SACRAMENTOS Y VIDA CRISTIANA

Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y momentos importantes de la vida cristiana: nacimiento, crecimiento y curación de la vida sobrenatural de los cristianos.

Los sacramentos de la iniciación cristiana, Bautismo, Confirmación y Eucaristía, son los fundamentos de toda la vida cristiana: “La participación en la naturaleza divina, que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y finalmente son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y así, por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección en la caridad” (Pablo VI).

Para la vida social de la Iglesia, Jesús instituyó dos sacramentos: El Matrimonio, que santifica la unión de los esposos y les da gracia para cumplir sus deberes de esposos y padres; y el Orden sacerdotal, que provee a la Iglesia de los ministros que necesita para continuar en el mundo la misión que Cristo le encomendó.

La unción de los enfermos prepara al cristiano para entrar en la vida eterna.

  1. MINISTRO DE LOS SACRAMENTOS

Ministro de los sacramentos es la persona que aplica el elemento material y pronuncia la fórmula ritual sobre el sujeto que recibe el sacramento.

El ministro principal de todos los sacramentos es Jesucristo: “Cuando los sacramentos de la Iglesia se administran con rito externo, Él es quien produce el efecto interior en las almas… Él es quien, por la Iglesia, bautiza, enseña, gobierna, desata, liga, ofrece y sacrifica” (Pío XII).

El ministro secundario de los sacramentos es una persona. A excepción del Bautismo y el Matrimonio, el ministro de los sacramentos es el sacerdote o el obispo.obispo20munilla

La validez y eficacia de los sacramentos no dependen de la fe ni del estado de gracia del ministro secundario, sino del ministro principal. Si un sacerdote no cree en el infierno y bautiza en pecado mortal, pero tiene intención de realizar lo que cree la Iglesia, el bautizo es válido y transmite la gracia santificante.

Como servidor y representante de Cristo, el ministro del sacramento está obligado en conciencia a administrar los sacramentos dignamente, es decir, en estado de gracia.

Es pecado mortal administrar un sacramento en pecado mortal. Una excepción es administrar el Bautismo en peligro de muerte.

  1. SUJETO DE LOS SACRAMENTOS

Sujeto es la persona que recibe el sacramento.

El sacramento sólo puede recibirlo válidamente una persona viva; los muertos no pueden recibir los sacramentos; si se duda que una persona esté viva o muerta, se administra el sacramento bajo condición: “Si vives, yo te bautizo…”.

Para la validez del sacramento se requiere, por parte del sujeto que tiene uso de razón, intención de recibirlo. El sacramento que se recibe sin intención o contra la propia voluntad del sujeto es inválido.

El niño que recibe el Bautismo sin tener uso de razón recibe la gracia santificante, la gracia sacramental y el carácter sacramental. El Papa Inocencio III declaró, a propósito del Bautismo de los niños: “El pecado original, que se contrae sin consentimiento, se perdona también sin consentimiento, en virtud del sacramento”.

Para recibir los sacramentos de la Eucaristía, Confirmación, Matrimonio, Orden sacerdotal y Unción de los enfermos es necesario estar en gracia de Dios. Quien recibe uno de estos sacramentos en pecado mortal comete un sacrilegio.

Para recibir el Bautismo y la Penitencia es necesario la fe y el arrepentimiento de los pecados.

Los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Orden sacerdotal, si se recibieron válidamente pero indignamente (en pecado mortal), reviven si se quita el impedimento moral (confesando).

7. LOS SACRAMENTALES

Los sacramentales son signos sagrados por medio de los cuales se expresan y obtienen efectos espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia

El Concilio Vaticano II define los sacramentales como: “signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo, de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida” (Const. sobre la liturgia, nº 60).

Es ministro de los sacramentales el clérigo provisto de la debida potestad; pero, según lo establecido en los libros litúrgicos y a juicio del ordinario, algunos sacramentales pueden ser administrados también por laicos que posean las debidas cualidades (CDC. Nº 1168)

Se consideran sacramentales: a) las ceremonias empleadas en la administración de los sacramentos; b) las bendiciones, consagraciones, exorcismos; c) el uso de objetos bendecidos y consagrados; d) estos mismos objetos bendecidos y consagrados (sacramentales permanentes).

  1. LA OBRA DE CRISTO EN LA LITURGIA

“Sentado a la derecha del Padre” y derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por Él para comunicar su gracia.

En la Liturgia de la Iglesia, Cristo significa y realiza principalmente su misterio pascual. Durante su vida terrestre Jesús anunciaba con su enseñanza y anticipaba con sus actos el misterio pascual. Cuando llegó su hora (cf Jn 13, 1; 17, 1), vivió el único acontecimiento de la historia que no pasa: Jesús muere, es sepultado, resucita de entre los muertos y se sienta a la derecha del Padre “una vez por todas” (Rm 6, 10; Hb 7, 27; 9, 12). Es un acontecimiento real, sucedido en nuestra historia, pero absolutamente singular: todos los demás acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son absorbidos por el pasado.

El misterio pascual de Cristo, por el contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente. El acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida.

Por esta razón, como Cristo fue enviado por el Padre. El mismo envió también a los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo, no sólo para que, al predicar el Evangelio a toda criatura, anunciaran que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos ha liberado del poder de Satanás y de la muerte y nos ha conducido al reino del Padre, sino también para que realizaran la obra de salvación que anunciaban mediante el sacrificio y los sacramentos en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica” (SC 6) (Catecismo de la Iglesia Católica).