Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos diarios: 7 agosto, 2014

Recapitulación segunda: criterios para la autodefensa de la fe

07 jueves Ago 2014

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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Resumimos en el capítulo último las líneas principales trazadas hasta ahora en la serie de «El octavo día». Dejamos para hoy el resumen de los cinco capítulos dedicados a exponer criterios para orientarse en medio de la confusión doctrinal. La Iglesia, por voluntad de Dios, pone sumo cuidado en preservar íntegra y pura su doctrina. La confusión, según el dictamen del Papa y de los obispos, sobreviene cuando» en el seno de numerosos grupos, desde publicaciones, cátedras de enseñanza y a veces desde la misma predicación sacerdotal, se vierten, como doctrina de la Iglesia, ideas a la misma; al parecer, sin una desautorización eficaz». En estos casos, el Papa ha recomendado la autodefensa. Pero se trata de defensa de la fe, no de posturas subjetivas arbitrarias. Y, por tanto, aun cuando en alguna ocasión hubiera que defenderse frente actuaciones turbias de algún ministro de la Iglesia, se hará siempre de acuerdo con las normas superiores que nos dan la orientación auténtica de la jerarquía. No es de este momento repetir explicaciones; pero, sí, vendrá bien resumir los criterios ya apuntados, en una especie de decálogo. Primero: el magisterio de la Iglesia está subordinado a verdades ya formuladas, a las que ha de conformar sus manifestaciones nuevas. Algunos hablan -según suele decirse, a lo loco- de los cambios en la Iglesia, como si los papas o los concilios venideros pudiesen sustituir cualquier cosa. En materia de disciplina, por ejemplo, el ayuno antes de la Comunión, un papa o un concilio pueden modificar lo que otros establecieron como oportuno en circunstancias diversas; pero cuando el magisterio de la Iglesia universal -el Papa o el cuerpo de los obispos en comunión con él- propone de forma definitiva la doctrina de la fe y la moral, sus afirmaciones son inmutables. Los papas y concilios siguientes quedan vinculados, igual que todos los demás fieles. Así, la definición del Concilio Vaticano I sobre la infalibilidad del Papa, o la de Pío XII sobre la Asunción de Nuestra Señora, son válidas para siempre. Segundo: Todos debemos conocer estas verdades ya formuladas: en el Credo, en las profesiones de fe (como la de Pablo VI), en los catecismos autorizados… Guerra-Campos.5Tercero: El Concilio Vaticano II no ha sustituido ni suprimido una sola verdad de fe ni un solo principio moral de los catecismos anteriores. Cuarto: Sin duda, puede haber novedad en el modo de expresar o de aplicar las verdades, con fidelidad al contenido de las mismas. Puede haber desarrollo orgánico, que ilumine distintos aspectos de la verdad revelada, pero en armonía con ella y sin suplantarla. El que oye cosas nuevas tiene derecho a ver esa armonía. Para ello, tomará como puntos de referencia las verdades que ya conoce. Si su conocimiento se resume en un viejo catecismo familiar, debe pedir que el que habla muestre su conformidad con él, no porque no se pueda mejorar la exposición, sino por exigencia elemental de la pedagogía, según la cual se ha de avanzar desde lo conocido hacia lo desconocido. Quinto: Si la conformidad no aparece clara, suspender el juicio. Si hay disconformidad, resistir en nombre de Dios. Conviene advertir que las nuevas fórmulas o maneras de expresar la verdad se justifican solamente en cuanto sirven para hacerla más inteligible a los que escuchan. Si los destinatarios no las entienden, como sucede ahora con frecuencia, algo falla. Al que las propone toca explicarse con más claridad; y mientras no lo consiga, no solamente es lícito, sino obligado, suspender el juicio. Sexto: Todos los fieles, según su capacidad y con la ayuda de Dios, pueden contribuir a hallar las nuevas expresiones o aplicaciones, o una inteligencia más intima de la palabra de Dios. Pero lo que garantiza autorizadamente a todos que no se trata sólo de consideraciones humanas en torno a la palabra, sino de su auténtico significado, es el magisterio, cuando propone la verdad que todos hemos de acoger por obediencia a la autoridad de Dios. Séptimo: Las normas de disciplina pueden variar, pero sólo por decisión de la autoridad de la Iglesia. La obediencia a las vigentes es voluntad de Dios y preserva la libertad contra las arbitrariedades. Así, el Concilio Vaticano II dejó establecido que «nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia». En algún caso, además, las normas condicionan la validez de los sacramentos; y ningún sacerdote ni otro fiel se atreverá a infringirlas, si conserva la fe en el misterio de salvación que es la Iglesia. Octavo: Es legítimo renovar los medios prácticos de acción pastoral, siempre que se haga al servicio de los fines permanentes de la Iglesia y sin excluir los medios tradicionales que continúen siendo provechosos. Noveno: Cuando se está a la busca de nuevas expresiones, aplicaciones o desarrollos de 1a verdad, mientras que alguna no sea propuesta a toda la Iglesia por el magisterio, hay una zona de opiniones libres, que es necesario respetar. Y lo mismo sucede cuando se buscan medios de acción, mientras la autoridad competente no dicte una norma. Se ha de evitar una gran tentación actual: la de imponer la dictadura en materias opinables, donde son libres las apreciaciones de los creyentes, mientras por otro lado se tolera todo atrevimiento contra los dogmas. Décima: Rechazar a toda costa las ambigüedades. Si son fruto de impericia, no tenemos por qué padecerlas; si son fruto de malicia, no podemos implicarnos en una traición contra Cristo y su Iglesia. Fieles a la Iglesia, diremos con los Apóstoles: «Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres» (3). Como dijimos en otra ocasión, será inevitable atravesar más de una vez la niebla de nuestras propias dudas, pero es forzoso repeler, como agresores, a los que tienden alrededor de nosotros cortinas de humo. Estos diez «mandamientos» se resumen en dos: Vigilar y orar, según la palabra de Jesús y en unión con la madre Iglesia.

Monseñor José Guerra Campos

Post mortem Francisco Franco: Obispos de Santander, Castellón y Tenerife

07 jueves Ago 2014

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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Obispo de SANTANDER.

«En la homilía el Prelado invitó a los fieles a unirse a su oración por el ilustre fallecido, cuya vida fue un esfuerzo permanente por mantenerse fiel a la Iglesia en su vida personal como ferviente cristiano y en todas sus actuaciones como estadista”.

(Boletín   Oficial   del   Obispado 1975, pág. 15.)franco

 Obispo de SEGORBE-CASTELLÓN.

«…Hay muertes que son especialmente impresionantes. Son muertes históricas. El mundo entero ha sentido una sacudida ante la muerte de Francisco Franco. (…).

La liturgia no quiere que convirtamos la homilía en un elogio del difunto. No es necesario. ¡Cuánto elogio, cuánto agrade­cimiento a Franco en España, hoy! Desde las manifestaciones de los dirigentes a las lágrimas de los pequeños. Yo quisiera, sin embargo, hacer notar su limpia confesión de fe en Dios y en la Iglesia. Desde siempre. El testamento ha sido la rúbrica de su postura. Cuando tantos cristianos confiesan su fe casi vergonzosamente, hasta en la hora de la muerte, el Jefe del Estado recibe los últimos Sacramentos con inmensa naturalidad. Y su testamento es una confesión de fe. Recuerda el juicio de Dios que le espera, se gloría de ser católico, de ser hijo fiel de la Iglesia, pide perdón y perdona a sus enemigos. Quiere en su último momento unir los nombres de Dios y de España.

La trayectoria cristiana de Francisco Franco nos recuerda que a la hora de la verdad lo que cuenta no es haber sido grande a los ojos de los hombres, sino a los ojos de Dios. Lo que importa es servir, cada cual en el lugar donde le ha tocado vivir. Difícil el servicio en puestos de autoridad. Autoridad que quiere decir responsabilidad y seriedad. Francisco Franco ha servido a la Patria con responsabilidad y seriedad. En el fondo, Dios.

No puedo terminar sin pedirme a mí y a vosotros algo con­creto. El Año Santo ha sido una gracia de Dios que nos ha ido repitiendo: Convertíos a Dios, acercaos a vuestros hermanos. El testamento del Jefe del Estado está en esta línea: «Os pido que perseveréis en la unidad y en la paz» (…).

(Homilía: Boletín Oficial del Obispado, 10 diciembre 1975, págs. 1, 6, 187, 188.)

 Obispo de TENERIFE.

El Boletín Oficial reproduce el Testamento espiritual de Franco (diciembre 1975, pág. VIII-IX) y un artículo de G. Fernández de la Mora sobre Franco (ibid., p. IX-X).

“El Boletín Oficial del Obispado de Tenerife, consciente de la labor religiosa que el católico Jefe de Estado supo siempre imprimir a todos sus actos, no escatimó oportunidades para destacar esta faceta de sus profundas convicciones religiosas que se traducían en obras, con las que beneficiaba a la Iglesia española. Por esto también la caridad cristiana y la gratitud a su ingente labor se han traducido, en la diócesis, en oraciones por su alma y en funerales concelebrados en todas las parroquias…»

(Crónica Diocesana: Boletín citado, pág. 1341.)

 

 

 

Meditación sobre María Inmaculada: el privilegio

07 jueves Ago 2014

Posted by manuelmartinezcano in Meditaciones de la Virgen, Uncategorized

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Detengámonos hoy a considerar este privilegio grandioso que Dios concedió a María en su concepción, para que comprendamos algo del valor que encierra y de la razón por la cual tanto le estima la Santísima Virgen.

1º Fue un privilegio único.-Figúrate, al demonio que a la entrada del mundo, según van pasando los hombres a comenzar la vida, a todos marca con el sello del pecado…, en todos pone su asquerosa baba inmunda de serpiente infernal…, así hemos nacido todos…, a los ojos de Dios como algo sucio, asqueroso, repugnante, por esa mancha del demonio.-Piensa bien lo que significa ese ¡todos!-Recuerda a los santos más grandes, a los más amantes y más amados de Dios…, mira pasar por tu imaginación a los patriarcas, profetas, apóstoles, mártires, vírgenes… y todos tienen que decir con David. «Fui concebido en la iniquidad y en pecado fui engendrado»… ¡Qué pena! ¡Qué dolor! ¡Qué espectáculo tan triste!Virgen Inmaculada

Pero mira cómo cambia la escena. –Ahora es todo lo contrario…, contempla a esa alma purísima que brota de las manos de Dios, y burlando al demonio entra en el mundo victoriosa, mientras los ángeles la acompañan y la cantan «Toda hermosa eres María, y no hay en Ti mancha alguna».-Repite muchas veces: todos menos Tú… donde todos caen, Tú no caes… donde todos mueren, Tú vives… donde todos se manchan, Tú permaneces pura e Inmaculada.-Privilegio gloriosísimo por ser único.

2º Privilegio grande.-Porque por él aparece grande, muy grande, nuestra Madre querida ante los ojos de Dios, de los ángeles y de nosotros mismos. -Si todos naciéramos en gracia, no encontraríamos en este privilegio una de las razones más principales para enaltecer la figura de María.-Ella misma se refería, sin duda, a este privilegio, cuando decía «que el Señor había hecho en su alma grandes cosas» y que para hacerlas había tenido que poner en juego toda la fuerza de su brazo poderoso.-Y así es: dice la Historia que Ciro penetró en Babilonia desviando las aguas del río Éufrates entrando por el cauce seco, así tuvo que hacer Dios, desviar la corriente del pecado original que corría por el cauce de la generación humana para que entrara en él la Santísima Virgen sin contaminarse con sus aguas.

Además, demostró su grandeza al hacer a María objeto de una Redención especial.-Todos hemos sido redimidos por Cristo y ésta es nuestra gran gloria… pero María, si no pecó, no fue redimida… luego, nosotros ¿hemos recibido de Cristo más que Ella? ¿Tenemos una gloria que Ella no tiene?… Nada de eso.- Muy al contrario.-Hay dos Redenciones: una liberativa, que levanta a los caídos y da vida a los que habían por el pecado muerto; así fuimos nosotros redimidos.-Otra es preventiva, la que previene para que uno no caiga; ésta es la de María… en virtud de la Redención de Cristo y por la previsión de sus méritos divinos alcanzó Ella sola la gracia de no caer… Su Redención es, pues, más perfecta que la nuestra y, por tanto, también en esto nos aventaja… ¡Qué grandioso así considerado, es este privilegio!

3.0 Privilegio divino.-Sólo Dios pudo obrar semejante prodigio de hermosura y de gracia… Dios como legislador que es, está por encima de todas las leyes, y por eso Él solo tenía poder para disponer de esta ley universal.-Este privilegio es una excepción, pero que no podían hacerla los hombres, no estaba en sus manos… únicamente pudo hacerla Dios.-Recuerda cómo por medio de Josué detuvo el sol, por medio de Moisés dividió las aguas del mar, y por medio de sus ángeles impidió que las llamas del horno de Babilonia hicieran daño a los tres jóvenes hebreos…, ese mismo Dios hizo, que las aguas del pecado se dividieran ante María y no la tocaran lo más mínimo. Todo aquello fue una figura de este milagro inmenso del poder y amor de Dios.-Por eso el triunfo de María Inmaculada es un triunfo de Dios…, este privilegio es verdaderamente divino y la gloria de la Inmaculada, es una gloria divina.

4ª Nuestro privilegio.-También nosotros participamos de este privilegio.-Nacimos en pecado pero en seguida tuvimos el privilegio de ser bautizados y nuestras almas quedaron ya entonces puras e inocentes, semejantes a la de María -La gracia bautismal nos hizo bellísimos y hermosísimos ante Dios… por eso al celebrar con alegría y meditar con gozo en la Concepción Inmaculada de María, debemos celebrar y meditar la nuestra a la vida de la gracia, para preguntarnos ante el ejemplo de María: «¿ Sigo yo con aquella pureza inmaculada de mi bautismo? .. ¿La he perdido? ¿No la he sabido apreciar?-Pedir perdón a María y su ayuda para vivir siempre esa vida de pureza y castidad de su Purísimo Corazón.

La confirmación

07 jueves Ago 2014

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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  1. NOCIÓN DE CONFIRMACIÓN

La Confirmación es el sacramento que aumenta la gracia del Espíritu Santo para fortalecernos en la fe y hacernos soldados y apóstoles de Cristo.

La recepción del sacramento de la confirmación es necesaria para que el alma alcance la plenitud de la vida cristiana.

El sacramento de la Confirmación une a los bautizados más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. Los confirmados se comprometen mucho más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras.

“Recuerda que has recibido el espíritu de sabiduría e inteligencia, el espíritu de consejo y de fortaleza, el espíritu de conocimiento y piedad, el espíritu de temor santo, y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo, Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda del Espíritu” (San Ambrosio).

LA CONFIRMACIÓN INSTITUIDA POR CRISTO

Jesús prometió a sus Apóstoles (Lc 24, 49; Hech 1, 5) y a todos los fieles futuros (Jn 7, 38) que enviaría sobre ellos el Espíritu Santo. El día de Pentecostés cumplió su palabra con los apóstoles: “Quedaron todos llenos del Espíritu Santo” (Hech 2, 4).

Los Apóstoles comunicaban el Espíritu Santo por medio del rito exterior de la imposición de las manos: “Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo” (Hech 8, 1417).confirmacion

Los Apóstoles se consideraron siempre únicamente “ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1Cor 4, 1). La naturalidad con que ellos realizaban el rito de la imposición de las manos presupone un mandato de Cristo, que ha querido enviar al Espíritu Santo a todos los fieles por medio del sacramento de la Confirmación.

“Es esta imposición de las manos la que ha sido con toda razón considerada por la tradición católica como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés” (Pablo VI).

  1. EFECTOS DE LA CONFIRMACIÓN

El efecto más importante de la confirmación es la efusión plena del Espíritu Santo.

La Confirmación produce el aumento de la gracia santificante, a la que van unidas las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.

El don del Espíritu Santo que más responde a la finalidad de la Confirmación es el don de fortaleza, que recibe el confirmado para difundir y defender la fe mediante las palabras y las obras como verdadero testigo de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz.

La Confirmación imprime en el alma un carácter espiritual indeleble (imborrable). Este carácter sacramental que imprime la Confirmación da al confirmado la facultad y el derecho de realizar acciones sobrenaturales que tienen como fin el combate espiritual, entablado contra los enemigos de la Iglesia.

El carácter sacramental asemeja al confirmado con Cristo: Maestro de la Verdad, Rey de la Justicia y Sumo Sacerdote.

  1. ELEMENTO MATERIAL Y FÓRMULA RITUAL DE LA CONFIRMACIÓN

El elemento material remoto del sacramento de la Confirmación es el santo Crisma (aceite mezclado con bálsamo), bendecido por el obispo.

El elemento material próximo es la imposición de manos (la segunda imposición) que realiza el obispo en el momento de ungir la frente del confirmado con el santo Crisma, haciendo la señal de la cruz.

La fórmula ritual de la Confirmación son las palabras que pronuncia el ministro en el momento de la unción del santo Crisma en la frente del confirmado: N. recibe por esta señal el don del Espíritu Santo.

  1. MINISTRO Y SUJETO DE LA CONFIRMACIÓN

El ministro ordinario de la Confirmación es el obispo. “A los sacerdotes no les está permitido signar la frente con el mismo óleo; esto es cosa que únicamente compete a los Obispos cuando comunican el Espíritu Santo” (Inocencio I).

El ministro extraordinario del sacramento de la Confirmación es el sacerdote, a quien el obispo concede el poder para un caso determinado.

El sujeto de Confirmación es todo bautizado que no haya sido confirmado.

A los párvulos que están en peligro de muerte se les puede y se les debe administrar la Confirmación, porque a un estado de gracia más elevado corresponde también un estado más elevado de gloria en el Cielo.

Para recibir dignamente la Confirmación se requiere el estado de gracia; que el confirmando esté convenientemente instruido en las verdades de la fe; bien dispuesto, y que pueda renovar las promesas del Bautismo.

“Los fieles están obligados a recibir este sacramento en el tiempo oportuno” (Can 890).

“En la medida de lo posible, tenga el confirmando un padrino, a quien corresponde procurar que se comporte como verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al sacramento” (Can 892).

La Tradición cristiana ha enseñado siempre que los bautizados que mueren sin haber recibido la Confirmación pueden salvarse; pero pecaría quien, pudiendo ser confirmado, no quiere, porque se priva de gracias que pueden serle necesarias para vivir cristianamente.

La caridad cristiana para consigo mismo no permite desaprovechar una fuente tan importante de gracia, como lo es el sacramento de la Confirmación.

  1. CONFIRMACIÓN DE NIÑOS Y MAYORES

En los primeros tiempos de la Iglesia la Confirmación solía administrarse inmediatamente después del Bautismo. En nuestros tiempos como el Bautismo se administra a los niños sin uso de razón, conviene que el sacramento de la Confirmación se administre cuando los niños puedan darse cuenta de su fe y prometer a Cristo su firme fidelidad.

La Tradición divina enseña que la edad para recibir el sacramento de la Confirmación es “la edad del uso de razón”.

Se dice que la Confirmación es el “sacramento de la madurez cristiana”, sin embargo, es necesario que no confundamos la edad adulta de la fe con la edad adulta del crecimiento natural, ni olvidemos tampoco que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita e inmerecida que no necesita “ratificación para hacerse efectiva”.

“La edad del cuerpo no constituye un prejuicio para el alma. Así, incluso en la infancia, el hombre puede recibir la perfección de la edad espiritual de que habla la Sabiduría (4, 8): ”La vejez honorable no es la que dan muchos días, no se mide por el número de los años». Así, numerosos niños, gracias a la fuerza del Espíritu Santo que habían recibido, lucharon valientemente y hasta derramar la sangre por Cristo» (Santo Tomás de Aquino).

  1. EL RITO DE LA CONFIRMACIÓN

El sacramento de la Confirmación se administra normalmente en la celebración de la Santa Misa, para que el confirmando comprenda que la muerte y resurrección de Jesús que renovamos en la Santa Misa nos ha merecido el don del Espíritu Santo.espiritusanto

Los cuatro momentos principales del rito son: a) la homilía del Obispo, b) la renovación de las promesas del bautismo, c) la imposición de las manos y d) la crismación.

En la homilía el obispo recuerda a los confirmados las verdades fundamentales de la fe.

Renovación de las promesas del bautismo.

El día de tu Bautismo, tus padres y padrinos prometieron en tu nombre que renunciaban a Satanás y a todo pecado. Hicieron también en tu nombre un acto de fe en las verdades que Dios ha revelado. En la Confirmación eres tú el que personalmente renovarás aquellas promesas del Bautismo.

El Obispo pregunta a los confirmandos: ¿Renunciáis a Satanás?

 Confirmando: Sí, renuncio.

Obispo: ¿Y a todas sus obras?

 Confirmando: Sí, renuncio.

 Obispo: ¿Y a todas sus seducciones?

 Confirmando: Sí, renuncio.

 Obispo: ¿Creéis en Dios Padre Todopoderoso, Creador de cielo y tierra?

 Confirmando: Sí, creo.

 Obispo: ¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?

 Confirmando: Sí, creo.

 Obispo: ¿Creéis en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? ¿Creéis que el Espíritu Santo es Dios y que hoy se os comunicará de modo especial por el sacramento de la Confirmación, como a los apóstoles el día de Pentecostés?

Confirmando: Sí, creo.

La imposición de las manos. Con las manos extendidas sobre los confirmandos el obispo pronunciará una oración. Desde ese momento quedas especialmente consagrado a Dios. Dios te ha elegido para que con tu vida, tu oración, tu sacrificio y tu palabra extienda su mensaje de amor y salvación eterna por todo el mundo.

 

La crismación. Es el momento culminante. Uno a uno, acompañados de vuestro padrino o madrina, os presentareis ante el obispo. Pondrá su mano sobre tu cabeza y ungirá tu frente con el Santo Crisma. El obispo pronunciará tu nombre y te dirá en el momento de la unción: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”.

 Contestarás: Amén.

 El Obispo dirá: La paz sea contigo.

 Responderás: Y con tu espíritu.

¡Ungido en tu frente! ¡Consagrado a Dios! ¡Quedarás confirmado para siempre!

El beso de la paz, con el que concluye el rito del sacramento de la Confirmación, significa y manifiesta la comunión eclesial con el obispo y con todos los fieles.

Seguirá la Santa Misa, la paz de Cristo, la Comunión, la bendición final, la vida cotidiana. Con el sacramento de la Confirmación has recibido todas las gracias que necesitas para ser fiel a Dios, para ser fuerte en la fe, soldado y apóstol de Cristo.

  1. PALABRAS DEL PAPA

“La Confirmación fortalece la fe. Es el sacramento de la riqueza interior y del testimonio exterior; es el don de la madurez espiritual y de la fortaleza moral” (Pablo VI).

 

“En nuestros tiempos los cristianos vacíos y débiles no resisten, no sirven. Necesitamos cristianos ”confirmados», que vivan en la doble esfera natural y sobrenatural con deseos de perfección» (Pablo VI).

“El Cristianismo es un ejército de almas valientes, que están prontas, que oran, que velan, que trabajan… No es un refugio de hombres inútiles, sino que es plenitud de vida y de amor, e invitación diaria a la fortaleza, al control de sí mismos, e incluso al heroísmo” (Pablo VI).

“Apostolado quiere decir hacer el bien en torno a vosotros, especialmente con vuestra conducta. Quiere decir inspirar con vuestra vida la estima y el deseo de la virtud. Tender en todo a ser los primeros: en la vida de alumnos, en la vida de familia, en la práctica de la caridad y la pureza” (Pío XII).

Capitalismo salvaje

07 jueves Ago 2014

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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Nuestro Rey y Señor Jesucristo dice que no se puede servir a Dios y al dinero, a las riquezas. Satanás, en forma de serpiente, engañó a Adán y Eva; y, en forma de becerro de oro, engañó a Israel, el pueblo elegido por Dios. También tentó de avaricia a nuestro Señor: “Todo esto te daré”. Y desde entonces tienta a todos los hijos de Adán y Eva con la avaricia, con la que esclaviza a las almas y los cuerpos. El ídolo Mammón hoy es más adorado que nunca.

capitalismoLa economía mundial está controlada por un grupo de adoradores de Mammón a quién san Juan Pablo II condenó con el nombre de capitalismo salvaje. Capitalismo salvaje que financió la independencia de las naciones hispanoamericanas, la revolución comunista de Lennin, la revolución nacionalsocialista de Hitler y las guerras que sean necesarias para vender sus armas de guerra. Ese mismo capitalismo salvaje ha creado el negocio más satánico de la historia: el asesinato de niños y niñas en el vientre de sus madres. Espectáculos inmorales, modas indecentes, medios de comunicación corrompidos, etc. son cultos distintos al becerro de oro.

Leonardo Castellani, hombre sabio, santo y valiente y, por ello, perseguido por los enemigos de la verdad, ha escrito: “El dinero es hoy el dueño del mundo, pero el diablo es el dueño del dinero”. El diablo es “el príncipe de este mundo, el dios de este mundo” que ha impuesto la tiranía de la adoración del dinero, de las riquezas. Esta tiranía ciega hace que en el reducido grupo de quienes manejan grades fortunas sean en realidad dueños del dinero, que en lugar de ser manejado por sus poseedores, los arrastra en una carrera frenética hacia la total despersonalización exigida por la “dedicación” a las riquezas, que es en realidad una comunión permanente con el espíritu demoniaco”.

Espíritu demoniaco que ha penetrado en la Iglesia, como dijo Pablo VI y nos recuerda Su Santidad Francisco. Detalles anecdóticos que muestran el amor a las riquezas en personas que han hecho la promesa o el voto de pobreza. Hicimos una misión popular en un pueblo del Reino de Valencia. Vino a vernos el joven párroco del vecino pueblo, con su sotana. Nos dijo que sus hermanos sacerdotes de su entorno, vestían de seglar con las marcas más caras de ropa, zapatos, etc. Son vanidosos, nos dijo. Una madre de familia numerosa, empleada en un establecimiento de religiosas, me ha dicho: padre, todas van de seglar, menos dos ancianas que llevan su hábito. Visten los vestidos y pantalones de marca; cada dos por tres van a la peluquería, se perfuman con las colonias más caras, etc.

En su segunda carta a los corintios, San Pablo dice: “ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico se hizo pobre, por amor nuestro, para enriquecernos con su pobreza” (2ª Cor 8,9). El Señor nos quiere pobres: “Bienaventurados los pobres”, nos dice. Los pobres de espíritu y los pobres de cosas. Seamos pobres. “Sed pobres de todo y el corazón de Jesús os enriquecerá”(Santa Margarita María de Alacoque) La riqueza que Cristo Rey nos da es la santidad en la tierra y la eterna felicidad en el cielo.

P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Meditaciones y Pláticas del P. José María Alba Cereceda, S.I.

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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