- NOCIÓN DE CONFIRMACIÓN
La Confirmación es el sacramento que aumenta la gracia del Espíritu Santo para fortalecernos en la fe y hacernos soldados y apóstoles de Cristo.
La recepción del sacramento de la confirmación es necesaria para que el alma alcance la plenitud de la vida cristiana.
El sacramento de la Confirmación une a los bautizados más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. Los confirmados se comprometen mucho más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras.
“Recuerda que has recibido el espíritu de sabiduría e inteligencia, el espíritu de consejo y de fortaleza, el espíritu de conocimiento y piedad, el espíritu de temor santo, y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo, Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda del Espíritu” (San Ambrosio).
LA CONFIRMACIÓN INSTITUIDA POR CRISTO
Jesús prometió a sus Apóstoles (Lc 24, 49; Hech 1, 5) y a todos los fieles futuros (Jn 7, 38) que enviaría sobre ellos el Espíritu Santo. El día de Pentecostés cumplió su palabra con los apóstoles: “Quedaron todos llenos del Espíritu Santo” (Hech 2, 4).
Los Apóstoles comunicaban el Espíritu Santo por medio del rito exterior de la imposición de las manos: “Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo” (Hech 8, 1417).
Los Apóstoles se consideraron siempre únicamente “ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1Cor 4, 1). La naturalidad con que ellos realizaban el rito de la imposición de las manos presupone un mandato de Cristo, que ha querido enviar al Espíritu Santo a todos los fieles por medio del sacramento de la Confirmación.
“Es esta imposición de las manos la que ha sido con toda razón considerada por la tradición católica como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés” (Pablo VI).
- EFECTOS DE LA CONFIRMACIÓN
El efecto más importante de la confirmación es la efusión plena del Espíritu Santo.
La Confirmación produce el aumento de la gracia santificante, a la que van unidas las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.
El don del Espíritu Santo que más responde a la finalidad de la Confirmación es el don de fortaleza, que recibe el confirmado para difundir y defender la fe mediante las palabras y las obras como verdadero testigo de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz.
La Confirmación imprime en el alma un carácter espiritual indeleble (imborrable). Este carácter sacramental que imprime la Confirmación da al confirmado la facultad y el derecho de realizar acciones sobrenaturales que tienen como fin el combate espiritual, entablado contra los enemigos de la Iglesia.
El carácter sacramental asemeja al confirmado con Cristo: Maestro de la Verdad, Rey de la Justicia y Sumo Sacerdote.
- ELEMENTO MATERIAL Y FÓRMULA RITUAL DE LA CONFIRMACIÓN
El elemento material remoto del sacramento de la Confirmación es el santo Crisma (aceite mezclado con bálsamo), bendecido por el obispo.
El elemento material próximo es la imposición de manos (la segunda imposición) que realiza el obispo en el momento de ungir la frente del confirmado con el santo Crisma, haciendo la señal de la cruz.
La fórmula ritual de la Confirmación son las palabras que pronuncia el ministro en el momento de la unción del santo Crisma en la frente del confirmado: N. recibe por esta señal el don del Espíritu Santo.
- MINISTRO Y SUJETO DE LA CONFIRMACIÓN
El ministro ordinario de la Confirmación es el obispo. “A los sacerdotes no les está permitido signar la frente con el mismo óleo; esto es cosa que únicamente compete a los Obispos cuando comunican el Espíritu Santo” (Inocencio I).
El ministro extraordinario del sacramento de la Confirmación es el sacerdote, a quien el obispo concede el poder para un caso determinado.
El sujeto de Confirmación es todo bautizado que no haya sido confirmado.
A los párvulos que están en peligro de muerte se les puede y se les debe administrar la Confirmación, porque a un estado de gracia más elevado corresponde también un estado más elevado de gloria en el Cielo.
Para recibir dignamente la Confirmación se requiere el estado de gracia; que el confirmando esté convenientemente instruido en las verdades de la fe; bien dispuesto, y que pueda renovar las promesas del Bautismo.
“Los fieles están obligados a recibir este sacramento en el tiempo oportuno” (Can 890).
“En la medida de lo posible, tenga el confirmando un padrino, a quien corresponde procurar que se comporte como verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al sacramento” (Can 892).
La Tradición cristiana ha enseñado siempre que los bautizados que mueren sin haber recibido la Confirmación pueden salvarse; pero pecaría quien, pudiendo ser confirmado, no quiere, porque se priva de gracias que pueden serle necesarias para vivir cristianamente.
La caridad cristiana para consigo mismo no permite desaprovechar una fuente tan importante de gracia, como lo es el sacramento de la Confirmación.
- CONFIRMACIÓN DE NIÑOS Y MAYORES
En los primeros tiempos de la Iglesia la Confirmación solía administrarse inmediatamente después del Bautismo. En nuestros tiempos como el Bautismo se administra a los niños sin uso de razón, conviene que el sacramento de la Confirmación se administre cuando los niños puedan darse cuenta de su fe y prometer a Cristo su firme fidelidad.
La Tradición divina enseña que la edad para recibir el sacramento de la Confirmación es “la edad del uso de razón”.
Se dice que la Confirmación es el “sacramento de la madurez cristiana”, sin embargo, es necesario que no confundamos la edad adulta de la fe con la edad adulta del crecimiento natural, ni olvidemos tampoco que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita e inmerecida que no necesita “ratificación para hacerse efectiva”.
“La edad del cuerpo no constituye un prejuicio para el alma. Así, incluso en la infancia, el hombre puede recibir la perfección de la edad espiritual de que habla la Sabiduría (4, 8): ”La vejez honorable no es la que dan muchos días, no se mide por el número de los años». Así, numerosos niños, gracias a la fuerza del Espíritu Santo que habían recibido, lucharon valientemente y hasta derramar la sangre por Cristo» (Santo Tomás de Aquino).
- EL RITO DE LA CONFIRMACIÓN
El sacramento de la Confirmación se administra normalmente en la celebración de la Santa Misa, para que el confirmando comprenda que la muerte y resurrección de Jesús que renovamos en la Santa Misa nos ha merecido el don del Espíritu Santo.
Los cuatro momentos principales del rito son: a) la homilía del Obispo, b) la renovación de las promesas del bautismo, c) la imposición de las manos y d) la crismación.
En la homilía el obispo recuerda a los confirmados las verdades fundamentales de la fe.
Renovación de las promesas del bautismo.
El día de tu Bautismo, tus padres y padrinos prometieron en tu nombre que renunciaban a Satanás y a todo pecado. Hicieron también en tu nombre un acto de fe en las verdades que Dios ha revelado. En la Confirmación eres tú el que personalmente renovarás aquellas promesas del Bautismo.
El Obispo pregunta a los confirmandos: ¿Renunciáis a Satanás?
Confirmando: Sí, renuncio.
Obispo: ¿Y a todas sus obras?
Confirmando: Sí, renuncio.
Obispo: ¿Y a todas sus seducciones?
Confirmando: Sí, renuncio.
Obispo: ¿Creéis en Dios Padre Todopoderoso, Creador de cielo y tierra?
Confirmando: Sí, creo.
Obispo: ¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?
Confirmando: Sí, creo.
Obispo: ¿Creéis en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? ¿Creéis que el Espíritu Santo es Dios y que hoy se os comunicará de modo especial por el sacramento de la Confirmación, como a los apóstoles el día de Pentecostés?
Confirmando: Sí, creo.
La imposición de las manos. Con las manos extendidas sobre los confirmandos el obispo pronunciará una oración. Desde ese momento quedas especialmente consagrado a Dios. Dios te ha elegido para que con tu vida, tu oración, tu sacrificio y tu palabra extienda su mensaje de amor y salvación eterna por todo el mundo.
La crismación. Es el momento culminante. Uno a uno, acompañados de vuestro padrino o madrina, os presentareis ante el obispo. Pondrá su mano sobre tu cabeza y ungirá tu frente con el Santo Crisma. El obispo pronunciará tu nombre y te dirá en el momento de la unción: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”.
Contestarás: Amén.
El Obispo dirá: La paz sea contigo.
Responderás: Y con tu espíritu.
¡Ungido en tu frente! ¡Consagrado a Dios! ¡Quedarás confirmado para siempre!
El beso de la paz, con el que concluye el rito del sacramento de la Confirmación, significa y manifiesta la comunión eclesial con el obispo y con todos los fieles.
Seguirá la Santa Misa, la paz de Cristo, la Comunión, la bendición final, la vida cotidiana. Con el sacramento de la Confirmación has recibido todas las gracias que necesitas para ser fiel a Dios, para ser fuerte en la fe, soldado y apóstol de Cristo.
- PALABRAS DEL PAPA
“La Confirmación fortalece la fe. Es el sacramento de la riqueza interior y del testimonio exterior; es el don de la madurez espiritual y de la fortaleza moral” (Pablo VI).
“En nuestros tiempos los cristianos vacíos y débiles no resisten, no sirven. Necesitamos cristianos ”confirmados», que vivan en la doble esfera natural y sobrenatural con deseos de perfección» (Pablo VI).
“El Cristianismo es un ejército de almas valientes, que están prontas, que oran, que velan, que trabajan… No es un refugio de hombres inútiles, sino que es plenitud de vida y de amor, e invitación diaria a la fortaleza, al control de sí mismos, e incluso al heroísmo” (Pablo VI).
“Apostolado quiere decir hacer el bien en torno a vosotros, especialmente con vuestra conducta. Quiere decir inspirar con vuestra vida la estima y el deseo de la virtud. Tender en todo a ser los primeros: en la vida de alumnos, en la vida de familia, en la práctica de la caridad y la pureza” (Pío XII).