Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos diarios: 14 agosto, 2014

Imitación de Cristo nº 76

14 jueves Ago 2014

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Capítulo 39

Que el hombre no sea importuno en los negocios

  1.  Hijo, encomiéndame siempre tus negocios; y yo los dispondré bien y oportunamente.
    Espera mi voluntad, y sentirás mi provecho.passionhome

El Alma.- 2. Señor, de muy buena gana te encomiendo todas las cosas, porque poco puede aprovechar mi cuidado.
¡Ojalá que no me ocupasen mucho los acontecimientos que me pueden venir, sino que me ofreciese sin tardanza a tu voluntad!

  1.  Hijo, muchas veces el hombre negocia con ahínco lo que desea; mas cuando ya lo alcanza, comienza a pensar de otro modo, porque las aficiones no duran mucho cerca de una misma cosa, sino que nos llevan de una en otra.
    Por lo cual no es poco dejarse a sí mismo, aun en las cosas pequeñas.
  2. El verdadero aprovechar es negarse a sí mismo; y el hombre negado a sí es muy libre y está seguro.
    Pero el enemigo antiguo y adversario de todos los buenos no cesa de tentar; mas de día y de noche pone graves asechanzas para precipitar, si pudiere, al incauto en el lazo del engaño.
    «Velad y orad -dice el Señor- para que no caigáis en la tentación» (Mt 26,41).

El «humo de Satanás»

14 jueves Ago 2014

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San Ignacio de Loyola, cuya fiesta celebramos el día de hoy, propone en sus Ejercicios la meditación de las dos banderas: la de Cristo y la de Lucifer; y nos sugiere imaginar a éste «como si se asentase… en aquel gran campo de Babilonia, como en una grande cátedra de fuego y humo…».

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Esta imagen nos hace evocar las palabras, ya famosas, que pronunció el Papa el día de San Pedro, y que han suscitado tantos comentarios en todo el mundo. «Se diría -afirmó- que a través de alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios.»
«Se creía -añadió el Papa- que después del Concilio iba a venir un día de sol para la historia de la Iglesia; por el contrario, ha llegado un día de nubes, de tempestad, de oscuridad…» ¿Cómo ha ocurrido esto? Porque «ha intervenido un poder adverso: el demonio», tantas veces aludido y mencionado por Cristo y los apóstoles.
Los efectos de la intervención diabólica en la Iglesia, según el Papa, son dos: la confusión (incertidumbre, inquietud, problemática, insatisfacción, enfrentamientos…); y una tristeza, que obstruye la alegría que brota espontáneamente de la fe, y frustra el «himno de gozo», connatural a toda auténtica renovación de la Iglesia.
El discurso de Pablo IV ha conmovido a los creyentes. Mas, por otra parte, algunos medios en la Iglesia -como informa un diario suizo, y hemos podido comprobar entre nosotros- «han reaccionado con embarazo, irritación o ironía». Parece como si, para algunos católicos, resultase una sorpresa que el Papa tenga fe en lo que dice el Señor sobre la realidad misteriosa del demonio y que tome en serio su influjo.
¿Es una novedad la intervención demoníaca? No; Jesús nos habla de Satanás como el adversario habitual del reino de Dios; es «homicida desde el principio»; «mentiroso y padre de la mentira», odia la verdad; y por eso los que le siguen no acogen la palabra de Dios: él mismo arrebata la semilla de sus corazones, para que no crean y se salven.
Eso es habitual. Pero hay horas en que Satanás zarandea a los creyentes de modo extraordinario; y precisamente para estas horas recibió Pedro el encargo de confirmar en la fe a sus hermanos de que ésta es una hora extraordinaria de Satanás. Tres días antes de que lo dijese públicamente en la misa de San Pedro, tuvimos la oportunidad de referir aquí sus reiteradas manifestaciones en ese sentido.
¿Por qué es una hora extraordinaria? Sin duda, porque está en curso un ataque a las raíces del ser mismo de la Iglesia y la religión. Felices aquellos a quienes no haya alcanzado el oleaje; pero el Papa, renovando el aviso de San Pedro, nos pone a todos en guardia frente al poder maligno que ronda para devorarnos. ¿Y en qué consiste exactamente este ataque radical? El Papa lo ha expuesto en centenares de ocasiones. Algo hemos apuntado ya en «El octavo día». Pongámoslo de relieve de un modo claro y conciso.
Ante todo, es bueno recordar lo que advierte Jesús: El diablo es «mentiroso»; induce al mal bajo apariencia de bien. Cuando tentó al mismo Jesús, antes de llegar a la proposición descarada contra el reino de Dios («Te daré los reinos terrestres, si postrado me adorares»), pasó gradualmente por otras, que parecían razonables (subvenir a la necesidad de alimentos, hacer una ostentación milagrosa ante el pueblo) y aparentaban servir al reino; pero, en realidad, desviaban del camino trazado por la voluntad de Dios. La pretensión de que el poder de Dios manifieste necesariamente su eficacia en la solución inmediata de problemas temporales, el exhibicionismo conforme a las expectaciones de moda en las gentes, son la negación de la Cruz. Por esa vía no hay adhesión al reino de Cristo; lo que hay es un intento de utilizarlo para nuestros programas. De ahí que la muchedumbre, que le aclamó rey tras la multiplicación de los panes, le abandonase cuando Él levantó su atención hacia el pan de vida eterna. Y cuando Pedro quiso disuadir al Señor de aceptar la pasión oyó: «Apártate de mí, Satanás».
También ahora, el Papa se refiere a «algo preternatural, venido al mundo precisamente para echar a perder y sofocar los frutos del Concilio». Podríamos sintetizar esta intervención diabólica del modo siguiente: uno de los propósitos del Concilio fue acercar la Iglesia al mundo actual, para comunicarle el Evangelio. Con este fin, es laudable, es necesario, tratar de comprender las preocupaciones de los contemporáneos, incluidos los ateos, y presentarles la palabra de Dios de forma que la sientan como una luz que orienta sus vidas. Pero, con este pretexto, el demonio consigue que no pocos propugnen, desde dentro, un repliegue de la Iglesia a las posiciones del mundo: una como disolución de su fe y de su misión en las palabras y en los objetivos de aquél. La operación comprende tres partes, señaladas por el Papa el día 23 de junio:
Primera. –Vaciar la fe de su contenido revelado transmitido por los Apóstoles y el magisterio, para confundirla prácticamente con una corriente de opiniones y deseos de este tiempo. «Algunos piensan -dice el Papa- que la Iglesia debería renunciar incluso a las certezas adquiridas, para dedicarse únicamente a escuchar las aspiraciones del mundo».
Segunda. –Prescindir de la constitución divina de la Iglesia, o, como dice el Papa: Se rechaza «la Iglesia preconciliar» y se concibe una «Iglesia nueva, casi reinventada».
Tercera. –Reducir la misión de la Iglesia a una acción temporal, una acción política revolucionaria. En el extremo de esta secularización o desacralización, que el Papa denuncia, desaparece la adoración de Dios; nos adoramos a nosotros mismos, concentrando la esperanza sobre el mundo que pretendemos construir en el tiempo.
Éstas son las formas descaradas de la tentación; pero hay otras más ambiguas y disimuladas, que preparan el camino hacia aquéllas.
Cuando la Santa Sede nos previno a los obispos españoles, en relación con la llamada asamblea conjunta, sobre el peligro de ciertos errores, apuntaba en las tres direcciones que acabamos de indicar.
Es lo peor del humo, cuando es muy espeso, que oculta hasta los focos del incendio. El diablo trata de pasar inadvertido. Pero el Papa nos ha avisado. Conocer la enfermedad es un requisito, independiente de optimismos y pesimismos, para poder afrontarla con buen ánimo.
Con solicitud y confianza en Dios nos será dado conservar lo más precioso de la vida: la certeza y la alegría de la fe.

31 de julio de 1972

Mons. José Guerra Campos

Post mortem Francisco Franco: Obispos de Huelva y Jaca

14 jueves Ago 2014

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Obispo de HUELVA.

…«Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísi­mo —nos ha dicho en una maravillosa y ejemplar lección de fe y de esperanza— y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno en su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir». Sumido en esa espera silenciosa estoy seguro de que Francisco Franco, cristiano creyente, iluminado cada vez más de cerca por la luz de la fe, habrá recordado… las palabras de San Pablo («Ninguno de vosotros vive para sí mismo y nin­guno muere para sí mismo»)… No sólo para evocar de nuevo la entrega que de su vida hizo tantas veces al servicio de su país, sino para saborear en todo su valor el sentido cristiano de la vida y de la muerte…».franco y familia

«Consciente de sus limitaciones y de sus prerrogativas, de los riesgos y las tremendas responsabilidades que sobre él recaye­ron, de las dificultades y de la gloria de regir un pueblo —y un pueblo como el nuestro— desde la plenitud de un poder perso­nal; de la grandeza de sus aspiraciones como timonel del país al que tanto ha amado, lo mismo que de la pequeñez de la nave que tenía que conducir en medio del oleaje imponente de ese mar proceloso que es la historia humana. ¿Cómo no vamos a mirar ahora, con profundo respeto, con reconocimiento sincero y desapasionado, su persona y su obra?»

(Homilía: Bol. Of. del Obispado, noviembre-diciembre 1975 págs. 192-93.)

 Obispado de JACA.                                      

El Boletín   reproduce   el   Testamento político   de   Francisco Franco.

En la homilía, el señor Obispo «desarrolló estas ideas fundamentales: «Unidos en el dolor», «Unidos en la gratitud», «Unidos en la esperanza» y «Unidos en la oración», y glosó el Testamento de Franco en sus tres partes: Testamento religioso, tes­tamento político y testamento social».

(Bol. Of. del Obispado, enero 1976, págs. 2-4.)

Meditación sobre María Inmaculada: su hermosura

14 jueves Ago 2014

Posted by manuelmartinezcano in Meditaciones de la Virgen, Uncategorized

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En todos sus misterios y advocaciones es María la misma, la Reina de la belleza y de la hermosura…, pero, sin duda, que algo hay de especial en este de la Inmaculada, porque todos la consideramos en él como singularmente bella y hermosa.-Veamos esta hermosura.OLYMPUS DIGITAL CAMERA

1º Hermosura de la tierra.-Para conocer esta hermosura era necesario saber toda la que Dios pudo y era conveniente que hiciera con María-Mira la hermosura de la tierra… Hubo un tiempo en que nada existía… era el caos, la oscuridad, la nada… Pero un día dijo Dios. «fiat», y aparecieron la luz, el firmamento, las flores, los árboles, el sol para el día y la luna para la noche, los mares con los peces, Y los aires con los pájaros, los bosques, los montes y los valles con animales de todas las especies.- Detente a considerar la hermosura y belleza de esta creación…, pondera su variedad en todo, en flores, en animales… Y su orden admirable, cada cosa con su fin, con su destino, aunque nosotros lo ignoremos.

2º Del Paraíso terrenal.-Pero esto le pareció poco, y separó el Señor en la misma tierra, una parte en la que plantó un verdadero paraíso de delicias…, magnifico, espléndido… en él reunió todas las mayores bellezas de la creación…, los colores y matices más hermosos en animales y plantas…, los frutos más dulces, y sazonados…, los ríos más poéticos y fecundos…, en fin, todos los mayores bienes sin ningún mal… nada había de malo, nada producía mal, ni daño alguno.-Representa este cuadro en tu imaginación todo lo mejor que puedas, pues siempre será muy inferior a aquella magnífica realidad.

3º De la creación insensible.-Todo esto en creación sensible.-Pero ¿y en la insensible que no vemos?- Imagínate si puedes, lo que será el Cielo aquel paraíso magnifico, que no es paraíso terrenal, ni en su comparación vale nada toda la tierra- Recuerda aquello de que «ni el ojo vio, ni el oído oyó, etc.» Piensa, en fin, que todo lo de la tierra es algo pasajero, y aquello eterno…, esto terreno y aquello celestial… esto una cárcel y un destierro, aquello la Patria y el lugar de gozo y de la bienaventuranza. ¡Qué será el Cielo! ¡Qué de hermosuras encerrará aún prescindiendo de la vista de Dios!… ¡Que de cosas, que nosotros no podemos rastrear, ni imaginar, ni sospechar siquiera!…

4º El Rey de la creación. Pues bien, ahora pregúntate… y todo eso ¿para qué y para quién?-¿A quién destinó Dios toda la creación? – La tierra para el hombre, y el paraíso terrenal para el justo e inocente…, esto es, todo eso para una criatura que muy pronto se iba a rebelar contra Él y desobedecer a sus mandatos… ¿Y el Cielo? … Para sus ángeles…, para sus cortesanos y servidores, entre los que había de encontrar también traidores e ingratos, que igualmente se rebelaran y desobedecieran a su Majestad, pretendiendo en la locura de su soberbia, arrojarle a El de su trono para hacerse ellos dioses. ¡Todo lo de la tierra para los hombres! ¡Todo lo del Cielo para los ángeles!

 5º Belleza de María.-Sigue preguntando a tu alma: ¿qué crees tú que haría para María y para Jesús? – Si puesto a dar gusto a los hombres y a los ángeles hace Dios todo eso, ¿qué hará para dar gusto a María, a quien amaba más que a toda la creación entera? – Y si eso hizo para habitación de sus siervos, ¿qué haría para habitación y palacio de su Hijo que no quiso otro paraíso que el seno de María?-Piensa cómo Dios deja gustoso su Palacio del Cielo por morar en María. – ¡Qué pureza daría a aquella sangre que había de correr por las venas de su Hijo!… ¡Qué carmín a aquellos labios que tantas veces habían de besar las mejillas de su Hijo … ¡Qué brillo a aquellos ojos que se habían de extasiar contemplando los de su Hijo!… ¡Qué manos las que habían de sostener al que sostiene con las suyas a la creación entera!… ¡Qué corazón tan puro tan delicado, tan tierno!… Toda la ternura de los corazones de todas las madres allí se reunió… Sigue así contemplando y extasiándote ante la belleza de María Inmaculada y verás que toda belleza y hermosura terrena no merece ni siquiera ese nombre, en su presencia.

La Eucaristía

14 jueves Ago 2014

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  1. NOCIÓN DE EUCARISTÍA

La Eucaristía es el sacramento del cuerpo y sangre de Jesucristo bajo las especies de pan y vino. Cristo está en la Eucaristía real, física y verdaderamente.

            La Eucaristía es el centro de la vida cristiana, la clave de nuestra fe y de nuestra unión en Cristo.

La  Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad de hijos de Dios por el Bautismo y configurados con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio del mismo Señor.eucaristia5

Juan Pablo II ha recordado a todos los fieles que: “la Eucaristía transforma nuestras vidas, nos hace ”hombres nuevos», criaturas nuevas, y nos ayuda a no ser vencidos por el mal, antes a vencer el mal con el bien, porque el alimento eucarístico, al hacernos consanguíneos de Cristo, nos convierte en hermanos y hermanas entre nosotros.

La Eucaristía nos educa del modo más profundo para este amor a los demás, pues demuestra el valor que tiene a los ojos de Dios el prójimo, ya que Cristo se ofrece por igual a cada uno bajo las especies de pan y vino.

En la Eucaristía encuentran plena realización aquellas dulces palabras de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis agobiados y oprimidos, y Yo os aliviaré”. El sacrificio eucarístico es el bien más grande de la Iglesia. Es su vida».

  1. LA EUCARISTÍA INSTITUIDA POR CRISTO

Jesús fue preparando a sus discípulos para el gran sacramento de la Eucaristía. En el discurso de la sinagoga de Jerusalén (Jn 6, 2371) dijo: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne para la vida del mundo”.

Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

Jesús les dijo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”.

La institución de la Eucaristía tuvo lugar durante la cena pascual del Jueves santo: “Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y, pronunciada la bendición, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad y comed, este es mi cuerpo. Tomó luego un cáliz y, dadas las gracias, se lo dio diciendo: Bebed de él todos, porque esta es mi sangre de la Alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados”. (Mt 26, 2628) cf Mc 14, 2224; Lc 22, 1920; 1Cor 11, 2325.

  1. CONSAGRACIÓN Y TRANSUSTANCIACIÓN

La primera vez que Cristo estuvo presente en la Eucaristía fue en la última Cena. Hoy Cristo se hace presente en el momento de la consagración en la Santa Misa.

El concilio de Trento declaró que Cristo está presente en la Eucaristía por la transustanciación de toda la sustancia de pan en su cuerpo y toda la sustancia de vino en su sangre, que se realiza en el momento de la consagración de la Santa Misa.

Las especies de pan y vino permanecen después de la transustanciación. Se entiende por especies todo aquello que es perceptible por los sentidos, como el tamaño, la extensión, el peso, la forma, el color, el olor y el sabor.

El cuerpo de Cristo está realmente presente bajo la especie sacramental del pan, pero como el cuerpo de Cristo es un cuerpo vivo, están también presentes su sangre, su alma, y su divinidad.

Bajo la especie sacramental del vino, juntamente con la sangre de Cristo, se hallan también presentes su cuerpo, su alma y su divinidad.

Cristo se halla presente en todas y cada una de las partes en que se dividan las especies sacramentales.

Después de la Consagración, el Cuerpo y la Sangre de Cristo están presentes de manera permanente en la Eucaristía. Por eso, a la Eucaristía se tributa culto de adoración.

Jesús está en la Eucaristía; no dejes nunca tu visita diaria al Santísimo. Si estás enfermo, y no puedes estar junto al Sagrario, haz la visita espiritual desde tu casa.

Muchos hombres y jóvenes, chicos y chicas, participan una vez al mes en la Adoración Nocturna. Sé tú uno de ellos. Sentirás en tu corazón el gozo y la alegría de haber consolado al Señor.

  1. EFECTOS DE LA EUCARISTÍA

 Los principales efectos que produce la Eucaristía en el alma en gracia de Dios son: la unión íntima entre el alma y Cristo, alimenta la vida sobrenatural, aumenta la gracia santificante, consolida las virtudes y los dones del Espíritu Santo, sana las enfermedades del alma, proporciona alegría espiritual y es prenda de la bienaventuranza eterna.

 El efecto principal de la Eucaristía en el alma es la unión íntima que se establece entre el que recibe la Comunión y Cristo: “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él” (Jn 6, 56).

 De esta unión íntima con Cristo, cabeza del Cuerpo Místico, se deriva la unión de los fieles entre sí como miembros que son del mismo Cuerpo Místico: “Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan” (1Cor 10, 17).

 La Eucaristía conserva y alimenta la vida sobrenatural del alma, porque aumenta la caridad y fortalece la voluntad para resistir las tentaciones que incitan a pecar. Es el “antídoto que preserva de los pecados graves” (Concilio de Trento).

 La Eucaristía aumenta la vida de la gracia y consolida el hábito sobrenatural de las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.

 La Eucaristía sana las enfermedades del alma borrando sus culpas veniales y las penas temporales debidas por los pecados, mediante los actos de caridad perfecta que suscita en el alma la recepción de este sacramento.

 La Eucaristía proporciona una alegría espiritual que se refleja en la entrega animosa a Cristo y en el alegre cumplimiento de los deberes y sacrificios que impone la vida cristiana.

 La Eucaristía es prenda de la bienaventuranza eterna y de la futura resurrección del cuerpo: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6, 54).

  1. NECESIDAD DE LA EUCARISTÍA

 A los que no han llegado al uso de razón sólo necesitan el Bautismo para salvarse, porque la gracia que reciben en el Bautismo no puede perderse antes del uso de razón, ya que no pueden pecar.

 A los que han llegado al uso de razón, Jesús les dice: “En verdad, en verdad os digo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna” (Jn 6, 5354).

 Uno de los fines de la Eucaristía es alimentar nuestras almas, de donde se deduce que, si no recibimos la Comunión, no podemos conservar durante mucho tiempo la vida de la gracia.

 La Iglesia declaró en el concilio IV de Letrán (1213) que es obligatorio comulgar por lo menos una vez al año, por Pascua de Resurrección. Esta obligación empieza cuando el cristiano ha llegado al uso de razón, que suele ser en torno a los siete años.

  1. ELEMENTO MATERIAL Y FÓRMULA RITUAL DE LA EUCARISTÍA

 El elemento material del sacramento de la Eucaristía es el pan de trigo y el vino de vid.

 La Iglesia tiene que seguir el ejemplo del Señor, de lo contrario, la consagración sería inválida. Y Cristo utilizó pan y vino al instituir la Eucaristía en la última Cena: “Tomo Jesús pan… tomo después un cáliz… desde ahora no beberé del fruto de la vid”.

 Al vino se le añade un poco de agua, pero la validez del sacramento no depende del cumplimiento de este requisito. Significa el agua que manó del costado herido de Cristo, la unión hipostática de la naturaleza humana de Cristo con la naturaleza divina y la unión mística del pueblo fiel con Jesucristo.

 La fórmula ritual de la Eucaristía son las palabras con las que Cristo instituyó este sacramento. Las palabras de la consagración del pan son: “Porque esto es mi cuerpo”. Las palabras de la consagración del vino es: “Porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”.

  1. MINISTRO Y SUJETO DE LA EUCARISTÍA

El ministro de la Eucaristía es el obispo y el sacerdote: “Este sacramento solamente puede realizarlo el sacerdote ordenado válidamente” (Concilio IV de Letrán).

 El encargo de Cristo: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19) va dirigido exclusivamente a los Apóstoles y a sus sucesores en el sacerdocio, que son únicamente los obispos y los presbíteros.

 El sujeto del sacramento de la Eucaristía es toda persona bautizada. Para recibir lícita y dignamente la Eucaristía se requieren el estado de gracia y la intención recta y piadosa de recibir al Señor.

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 Comete el pecado gravísimo de sacrilegio el que comulga en pecado mortal: “Pues el que come sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación” (1Cor 11, 29).

 La Comunión debe ir precedida de una conveniente preparación y seguida de una fervorosa acción de gracias.

 Para recibir dignamente la Eucaristía no se ha de comer ni beber nada una hora antes de comulgar. El agua y las medicinas no rompen el ayuno.

  1. COMUNIÓN FRECUENTE

            Los últimos Papas han recomendado muchísimas veces la comunión frecuente. El Papa San Pío X ha pasado a la historia de la Iglesia como el Papa de la Eucaristía porque permitió que los niños hicieran la Primera Comunión cuando llegaran al uso de razón y fomentó la Comunión diaria entre los fieles.

             La actual ley de la Iglesia permite comulgar dos veces al día: “Quien ya haya recibido la santísima Eucaristía puede recibirla el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en que participe” (Can 917).

 San Juan Bosco decía que: “es moralmente imposible que vivan mucho tiempo en gracia de Dios los jóvenes que no frecuentan la Comunión”. No lo olvides nunca, porque el diablo te irá apartando, poco a poco, de la Eucaristía y de la confesión.

 Necesitas comulgar frecuente, porque: “Siendo la Comunión la extensión de la Encarnación en cada hombre, es natural que Cristo viva y reine en el que comulga. La Eucaristía es el reinado de Jesús en el cristiano. El cuerpo del que comulga es su templo; el corazón, su altar, la razón, su trono, y la voluntad, su fiel sierva.

 Por la Eucaristía Jesús reinará en todo el hombre; su verdad será la luz de su entendimiento; su divina ley, la regla invariable e inflexible de su voluntad; su amor, la noble pasión de su corazón; su mortificación, la virtud de su cuerpo; su gloria eucarística será el fin de toda la vida del comulgante.

 ¡Oh, dichoso mil veces el reinado eucarístico de Jesús! Es el paraíso en el alma, ya que posee en ella al Dios de los ángeles y de los santos. Jesús en la Eucaristía es el rey que reina en el individuo y en la sociedad» (San Pedro Julián).

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