- NOCIÓN DE EUCARISTÍA
La Eucaristía es el sacramento del cuerpo y sangre de Jesucristo bajo las especies de pan y vino. Cristo está en la Eucaristía real, física y verdaderamente.
La Eucaristía es el centro de la vida cristiana, la clave de nuestra fe y de nuestra unión en Cristo.
La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad de hijos de Dios por el Bautismo y configurados con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio del mismo Señor.
Juan Pablo II ha recordado a todos los fieles que: “la Eucaristía transforma nuestras vidas, nos hace ”hombres nuevos», criaturas nuevas, y nos ayuda a no ser vencidos por el mal, antes a vencer el mal con el bien, porque el alimento eucarístico, al hacernos consanguíneos de Cristo, nos convierte en hermanos y hermanas entre nosotros.
La Eucaristía nos educa del modo más profundo para este amor a los demás, pues demuestra el valor que tiene a los ojos de Dios el prójimo, ya que Cristo se ofrece por igual a cada uno bajo las especies de pan y vino.
En la Eucaristía encuentran plena realización aquellas dulces palabras de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis agobiados y oprimidos, y Yo os aliviaré”. El sacrificio eucarístico es el bien más grande de la Iglesia. Es su vida».
- LA EUCARISTÍA INSTITUIDA POR CRISTO
Jesús fue preparando a sus discípulos para el gran sacramento de la Eucaristía. En el discurso de la sinagoga de Jerusalén (Jn 6, 2371) dijo: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne para la vida del mundo”.
Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Jesús les dijo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”.
La institución de la Eucaristía tuvo lugar durante la cena pascual del Jueves santo: “Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y, pronunciada la bendición, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad y comed, este es mi cuerpo. Tomó luego un cáliz y, dadas las gracias, se lo dio diciendo: Bebed de él todos, porque esta es mi sangre de la Alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados”. (Mt 26, 2628) cf Mc 14, 2224; Lc 22, 1920; 1Cor 11, 2325.
- CONSAGRACIÓN Y TRANSUSTANCIACIÓN
La primera vez que Cristo estuvo presente en la Eucaristía fue en la última Cena. Hoy Cristo se hace presente en el momento de la consagración en la Santa Misa.
El concilio de Trento declaró que Cristo está presente en la Eucaristía por la transustanciación de toda la sustancia de pan en su cuerpo y toda la sustancia de vino en su sangre, que se realiza en el momento de la consagración de la Santa Misa.
Las especies de pan y vino permanecen después de la transustanciación. Se entiende por especies todo aquello que es perceptible por los sentidos, como el tamaño, la extensión, el peso, la forma, el color, el olor y el sabor.
El cuerpo de Cristo está realmente presente bajo la especie sacramental del pan, pero como el cuerpo de Cristo es un cuerpo vivo, están también presentes su sangre, su alma, y su divinidad.
Bajo la especie sacramental del vino, juntamente con la sangre de Cristo, se hallan también presentes su cuerpo, su alma y su divinidad.
Cristo se halla presente en todas y cada una de las partes en que se dividan las especies sacramentales.
Después de la Consagración, el Cuerpo y la Sangre de Cristo están presentes de manera permanente en la Eucaristía. Por eso, a la Eucaristía se tributa culto de adoración.
Jesús está en la Eucaristía; no dejes nunca tu visita diaria al Santísimo. Si estás enfermo, y no puedes estar junto al Sagrario, haz la visita espiritual desde tu casa.
Muchos hombres y jóvenes, chicos y chicas, participan una vez al mes en la Adoración Nocturna. Sé tú uno de ellos. Sentirás en tu corazón el gozo y la alegría de haber consolado al Señor.
- EFECTOS DE LA EUCARISTÍA
Los principales efectos que produce la Eucaristía en el alma en gracia de Dios son: la unión íntima entre el alma y Cristo, alimenta la vida sobrenatural, aumenta la gracia santificante, consolida las virtudes y los dones del Espíritu Santo, sana las enfermedades del alma, proporciona alegría espiritual y es prenda de la bienaventuranza eterna.
El efecto principal de la Eucaristía en el alma es la unión íntima que se establece entre el que recibe la Comunión y Cristo: “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él” (Jn 6, 56).
De esta unión íntima con Cristo, cabeza del Cuerpo Místico, se deriva la unión de los fieles entre sí como miembros que son del mismo Cuerpo Místico: “Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan” (1Cor 10, 17).
La Eucaristía conserva y alimenta la vida sobrenatural del alma, porque aumenta la caridad y fortalece la voluntad para resistir las tentaciones que incitan a pecar. Es el “antídoto que preserva de los pecados graves” (Concilio de Trento).
La Eucaristía aumenta la vida de la gracia y consolida el hábito sobrenatural de las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.
La Eucaristía sana las enfermedades del alma borrando sus culpas veniales y las penas temporales debidas por los pecados, mediante los actos de caridad perfecta que suscita en el alma la recepción de este sacramento.
La Eucaristía proporciona una alegría espiritual que se refleja en la entrega animosa a Cristo y en el alegre cumplimiento de los deberes y sacrificios que impone la vida cristiana.
La Eucaristía es prenda de la bienaventuranza eterna y de la futura resurrección del cuerpo: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6, 54).
- NECESIDAD DE LA EUCARISTÍA
A los que no han llegado al uso de razón sólo necesitan el Bautismo para salvarse, porque la gracia que reciben en el Bautismo no puede perderse antes del uso de razón, ya que no pueden pecar.
A los que han llegado al uso de razón, Jesús les dice: “En verdad, en verdad os digo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna” (Jn 6, 5354).
Uno de los fines de la Eucaristía es alimentar nuestras almas, de donde se deduce que, si no recibimos la Comunión, no podemos conservar durante mucho tiempo la vida de la gracia.
La Iglesia declaró en el concilio IV de Letrán (1213) que es obligatorio comulgar por lo menos una vez al año, por Pascua de Resurrección. Esta obligación empieza cuando el cristiano ha llegado al uso de razón, que suele ser en torno a los siete años.
- ELEMENTO MATERIAL Y FÓRMULA RITUAL DE LA EUCARISTÍA
El elemento material del sacramento de la Eucaristía es el pan de trigo y el vino de vid.
La Iglesia tiene que seguir el ejemplo del Señor, de lo contrario, la consagración sería inválida. Y Cristo utilizó pan y vino al instituir la Eucaristía en la última Cena: “Tomo Jesús pan… tomo después un cáliz… desde ahora no beberé del fruto de la vid”.
Al vino se le añade un poco de agua, pero la validez del sacramento no depende del cumplimiento de este requisito. Significa el agua que manó del costado herido de Cristo, la unión hipostática de la naturaleza humana de Cristo con la naturaleza divina y la unión mística del pueblo fiel con Jesucristo.
La fórmula ritual de la Eucaristía son las palabras con las que Cristo instituyó este sacramento. Las palabras de la consagración del pan son: “Porque esto es mi cuerpo”. Las palabras de la consagración del vino es: “Porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”.
- MINISTRO Y SUJETO DE LA EUCARISTÍA
El ministro de la Eucaristía es el obispo y el sacerdote: “Este sacramento solamente puede realizarlo el sacerdote ordenado válidamente” (Concilio IV de Letrán).
El encargo de Cristo: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19) va dirigido exclusivamente a los Apóstoles y a sus sucesores en el sacerdocio, que son únicamente los obispos y los presbíteros.
El sujeto del sacramento de la Eucaristía es toda persona bautizada. Para recibir lícita y dignamente la Eucaristía se requieren el estado de gracia y la intención recta y piadosa de recibir al Señor.

Comete el pecado gravísimo de sacrilegio el que comulga en pecado mortal: “Pues el que come sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación” (1Cor 11, 29).
La Comunión debe ir precedida de una conveniente preparación y seguida de una fervorosa acción de gracias.
Para recibir dignamente la Eucaristía no se ha de comer ni beber nada una hora antes de comulgar. El agua y las medicinas no rompen el ayuno.
- COMUNIÓN FRECUENTE
Los últimos Papas han recomendado muchísimas veces la comunión frecuente. El Papa San Pío X ha pasado a la historia de la Iglesia como el Papa de la Eucaristía porque permitió que los niños hicieran la Primera Comunión cuando llegaran al uso de razón y fomentó la Comunión diaria entre los fieles.
La actual ley de la Iglesia permite comulgar dos veces al día: “Quien ya haya recibido la santísima Eucaristía puede recibirla el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en que participe” (Can 917).
San Juan Bosco decía que: “es moralmente imposible que vivan mucho tiempo en gracia de Dios los jóvenes que no frecuentan la Comunión”. No lo olvides nunca, porque el diablo te irá apartando, poco a poco, de la Eucaristía y de la confesión.
Necesitas comulgar frecuente, porque: “Siendo la Comunión la extensión de la Encarnación en cada hombre, es natural que Cristo viva y reine en el que comulga. La Eucaristía es el reinado de Jesús en el cristiano. El cuerpo del que comulga es su templo; el corazón, su altar, la razón, su trono, y la voluntad, su fiel sierva.
Por la Eucaristía Jesús reinará en todo el hombre; su verdad será la luz de su entendimiento; su divina ley, la regla invariable e inflexible de su voluntad; su amor, la noble pasión de su corazón; su mortificación, la virtud de su cuerpo; su gloria eucarística será el fin de toda la vida del comulgante.
¡Oh, dichoso mil veces el reinado eucarístico de Jesús! Es el paraíso en el alma, ya que posee en ella al Dios de los ángeles y de los santos. Jesús en la Eucaristía es el rey que reina en el individuo y en la sociedad» (San Pedro Julián).