Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos diarios: 20 agosto, 2014

Carta al Cardenal Seper

20 miércoles Ago 2014

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Vamos a leer una carta que tiene un interés universal y que ilustra autorizadamente lo que ha dicho el Papa de la infiltración extraordinaria del demonio en la hora presente d la Iglesia.Guerra-Campos.5La carta es del cardenal Seper, prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Esta congregación, como las demás, es un instrumento con que se ayuda el Papa para ejercer su potestad suprema de magisterio y de gobierno. Su oficio propio, tal como el Papa se lo ha encomendado, es «tutelar la doctrina de la fe y la moral en todo el mundo católico»; «examinar las doctrinas y opiniones nuevas que se divulguen, promover estudios sobre ellas, reprobar las que fueren opuestas a los principios de la fe».
Este año ha publicado, de acuerdo con el Papa, dos declaraciones muy importantes: una sobre Jesucristo y la Santísima Trinidad; otra sobre la confesión y la absolución de los pecados. Las dos salen al paso de opiniones y prácticas, sostenidas por algunos teólogos y sacerdotes en varias partes del mundo, sin excluir a España.
El prefecto de la congregación responde en su carta a un sacerdote de origen croata, como el mismo cardenal, que le había escrito desde los Estados Unidos, señalando los abusos que se cometen en el campo de la catequesis y la formación religiosa.
La carta del cardenal prefecto está fechada hace algunos meses. Por su índole personal y amistosa, es de gran franqueza; por lo mismo, el hecho de que el cardenal haya autorizado su publicación aumenta su importancia. Editada ya en varios países, en España se han referido a ella algunos comentaristas; pero muchísimos lectores no han logrado ver su texto en los órganos de información religiosa. «El octavo día» satisface su legítimo deseo.
Como verán, la carta da relieve a tres puntos a) la gravedad de la situación, vista desde Roma, en ciertos sectores de la teología; b) la confianza en la fidelidad del pueblo creyente; c) una llamada de atención para nosotros, los obispos. Lo que se dice de nosotros no es muy lisonjero. Pero quizá necesitemos la medicina; y aunque nos duela, recordaremos que no estamos para hacer propaganda de nosotros mismos, sino para ser portavoces humildes de Cristo, que habla en su Iglesia.
He aquí el texto de la carta del cardenal Seper:
«Roma, Pascua, 1972 –Querido padre Mikvlich: Gracias por su carta y su envío del 27 de marzo. Tengo siempre en mi mesa su carta del 10 de noviembre de 1971. Me llegó cuando tenía mucho trabajo. Si ocurre que no respondo en seguida, comprenda, por favor, que pueden pasar meses antes de disponer de tiempo para ello.
«Me causa gran gozo que esté usted empeñado en el buen combate de la ortodoxia en materia de educación religiosa. No hay duda de que, en el modo con que nosotros estamos mucho más avanzados que nuestros mayores, se han traspasado todos los límites de lo tolerable. Hace poco tuve en las manos un ‘Catecismo’ holandés, que no tenía nada que ver con la religión cristiana.
«Me alegra mucho saber que cuenta usted con el apoyo de su arzobispado. Por mi parte, tengo gran confianza en el sentido católico, el sentido de la ortodoxia de los laicos. Recibo regularmente y me es posible leer de ordinario The Wanderer. Estoy también en relación con M. Lyman Stebbins, de la asociación Catholics United for the Faith (C. U. F.). Pienso con frecuencia en el hecho de que en el siglo cuarto, cuando los obispos mismos, en gran número, se extraviaban en la herejía arriana, el ‘sentido católico’ de los laicos no se equivocó, y permanecieron ortodoxos.
«Soy incapaz de adivinar cuánto tiempo durará entre los católicos la locura actual. Por el momento, abunda la literatura sobre el ecumenismo; pero, en realidad, la crisis doctrinal católica es, al presente, un terrible obstáculo para el ecumenismo. El año pasado, día de Sábado Santo, tenía a mi mesa a un pastor protestante de Holanda, que me aseguraba que sus feligreses holandeses, protestantes, no tenían idea alguna de los interlocutores con quienes pudiera dialogar, pues no pueden discernir quién representa la doctrina católica. Y recientemente, si no me equivoco, un profesor ortodoxo griego se expresaba exactamente en el mismo sentido en un artículo publicado en un boletín del patriarcado servio.
«Pienso que un día nuestros católicos volverán a la razón. Pero, ¡ay!, me parece que los obispos, que han obtenido muchos poderes para ellos mismos en el Concilio, son muchas veces dignos de censura, porque, en esta crisis, no ejercen sus poderes como deberían. Roma está demasiado lejos para intervenir en todos los escándalos, y se obedece poco a Roma. Si todos los obispos se ocupasen seriamente de estas aberraciones, en el momento en que se producen, la situación sería diferente. Nuestra tarea en Roma es difícil, si no encuentra la cooperación de los obispos.
«En fin, veremos qué acogida se le reserva a la declaración de nuestra congregación sobre la Encarnación y la Santísima Trinidad. Usted conoce las aberraciones que se propagan, tanto en publicaciones teológicas como en catecismos.
«En este día de Pascua, le deseo, con todas las bendiciones, la perseverancia en el combate.
«Muy sinceramente suyo, Franjo, cardenal Seper.»
Hasta aquí, la carta del prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. No necesita comentarios.
Seper evoca un hecho histórico del siglo IV. En el primer concilio universal, el de Nicea, los obispos proclamaron, frente a los arrianos, el dogma de la divinidad de Cristo. Pero después, durante un increíble período de confusión, no pocos teólogos intentan acomodarse a las teorías de moda en el mundo; gran número de obispos comenzó a contemporizar con ello; fueron arrinconados los defensores de la fe: innumerables asambleas y concilios regionales se dedicaron a producir fórmulas ambiguas, con las que se intentaba en vano contentar a todos, a costa de la verdad. El pueblo permaneció fiel al Credo de Nicea, que todavía recitamos en la santa misa.
Este hecho, impresionante y aleccionador, quizá debería ser explicado. No hay tiempo. Quedémonos por hoy con las palabras de advertencia y estímulo del cardenal Seper, en las que resuene la voz del Papa, quien día a día nos repite el aviso del apóstol San Pedro: «Vigilad…, permaneced firmes en la fe».

Mon. José Guerra Campos

Imitación de Cristo 77

20 miércoles Ago 2014

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Capítulo 40

Que no tiene el hombre de sí bien alguno
ni cosa de qué alabarse

El Alma.- 1. Señor, «¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que le visites?» (Sal 8,5).
¿Qué ha merecido el hombre para que le dieses tu gracia?
Señor, ¿de qué me puedo quejar si me desamparas? ¿O cómo justamente podré contender contigo si no hicieres lo que pido?
Por cierto, una cosa puedo yo pensar y decir con verdad: Nada soy, Señor, nada puedo, nada bueno tengo de mí; mas en todo estoy falto y camino siempre a la nada.
Y si ni soy ayudado e instruido interiormente por ti, me vuelvo enteramente tibio y disipado.E85

  1. «Mas tú, Señor, eres siempre el mismo» (Sal 101,27), y permaneces eternamente, siempre bueno, justo y santo, haciendo todas las cosas bien, justa y santamente, y ordenándolas con sabiduría. Pero yo, que soy más inclinado a caer que aprovechar, no persevero siempre en un estado, y me mudo siete veces cada día.
    Mas luego me va mejor cuando te dignas alargarme tu mano auxiliadora porque tú solo, sin humano favor, me puedes socorrer y fortalecer, de manera que no se mude más mi semblante, sino que a ti solo se convierta y en ti descanse mi corazón.
  2. Por lo cual, si yo supiese bien desechar toda consolación humana, ya sea para alcanzar devoción, ya por la necesidad que tengo de buscarte, pues no hay hombre que me consuele, entonces con razón podría yo esperar en tu gracia y alegrarme con el don de la nueva consolación.
  3. Gracias sean dadas a ti, de quien viene todo, siempre que me sucede algún bien.
    Porque delante de ti yo soy vanidad y nada, hombre mudable y flaco.
    ¿De dónde, pues, me puedo gloriar o por qué deseo ser estimado?
    ¿Por ventura de la nada? Pero esto es vanísimo.
    Verdaderamente, la vanagloria es una mala pestilencia y grandísima vanidad, porque nos aparta de la verdadera gloria y nos despoja de la gracia celestial.
    Porque contentándose un hombre a sí mismo, te descontenta a ti; cuando desea las alabanzas humanas, es privado de las virtudes verdaderas.
  4. La verdadera gloria y alegría santa consiste en gloriarse en ti y no en sí; gozarse en tu nombre y no en la propia virtud, ni deleitarse en criatura alguna sino por ti.
    Sea alabado tu nombre, no el mío; engrandecidas sean tus obras, no las mías; bendito sea tu santo nombre, y no me sea atribuida parte alguna de las alabanzas de los hombres.
    «Tú eres mi gloria» (Sal 3,3); tú, la alegría de mi corazón.
    En ti me gloriaré y gozaré todos los días; «mas de mi parte no hay de qué, sino de mis flaquezas» (2Cor 12,5).
    Busquen los judíos la gloria que se dan unos a otros; yo buscaré la gloria que viene solamente de Dios (Jn 5,44; 8,50).
    Porque toda la gloria humana, toda la honra temporal, toda la alteza del mundo, comparada con tu eterna gloria, es vanidad y necedad.
    ¡Oh verdad mía y misericordia mía, Dios mío, Trinidad bienaventurada; a ti solo sea alabanza, honra, virtud y gloria para siempre jamás!

Meditación sobre María Inmaculada: su santidad

20 miércoles Ago 2014

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Todo lo que ayer meditábamos se reducía a la belleza corporal y física de la Santísima Virgen, pero ¿qué comparación puede haber con la hermosura de su Alma?-Detengámonos hoy en ella y tratemos de sondearla un poco.santisima-virgen-maria

1º La santidad en la tierra es gracia.- ¿Y quién la ha tenido mayor que María?-¿De quién se ha dicho que la ha poseído en su plenitud? Un alma en gracia es el espectáculo más bello que podemos imaginaren la tierra…, es la imagen de la hermosura del mismo Dios…-¡Qué santidad la de algunas almas tan grandes como ha habido en la Iglesia de Dios!… la de Santa Mónica, que supo formar a un San Agustín…, la de Santa Isabel, que convirtió todo su Reino a Dios… , la de Santa Teresa de Jesús a quien la dijo el Señor, que sólo por ella hubiera creado el mundo con todas sus maravillas.-Recuerda los nombres de Francisco Javier, Ignacio de Loyola, Pablo de la Cruz, Francisco de Asís… Santa Cecilia, que conversaba a diario con los ángeles… Santa Inés que no tuvo más mancha que la de su sangre derramada en aras de su virginidad… y así miles y miles de santos y santas que perfuman a diario el jardín de la Iglesia.-Junta toda esa santidad y toda esa belleza y hermosura de esas almas… y compárala con la de María.-Ella en su Concepción tuvo más· santidad y gracia que todos juntos…, donde los demás terminan, Ella empieza: ¿qué será María?

 2° Santidad de María.-La razón es, porque todos como dice San Juan, «tuvieron que ir a lavar sus vestiduras en la sangre del Cordero».- ¡Ah! si tuvieron que lavarlas, es porque estuvieron manchadas, siquiera por algún tiempo…, pero el alma de María no tuvo necesidad de ser lavada, porque nunca se manchó lo más mínimo.-..,..-En un jardín, cogemos una rosa, la más encendida y aromática… al examinar sus pétalos, vemos polvo, briznas, manchas quizá…, quizá en su cáliz, se esconde algún insecto, algún gusanillo… En el jardín de la Iglesia acune lo mismo.-Hay muchas, muchísimas flores: azucenas de pureza, lirios de candor, rosas encendidas de amor divino, violetas de humildad…, etc., pero todas en su raíz tienen gusano; todas tienen la baba de la serpiente…; son flores de jardín donde hay un áspid que a todas inficiona. Sólo María es flor de pétalos blancos, sin polvo y sin espinas: rosa de huerto cerrado…, pura más que el mismo sol, que también tiene manchas…, por eso de Ella, dice la Iglesia, que «comparada con la luz, es más pura y brillante»… ¡Qué hermosísima el alma de María!

3º La santidad y belleza del alma es amor .Por eso se encuentra en su grado perfecto en el Cielo.-El amor es unión, es participación de Dios, y ¿quién mejor que María?-Mira a los ángeles, a los querubines y serafines que se abrasan en ese fuego de caridad y de amor… ¡cómo amarán!… ¡cuál será su hermosura!… Dicen los ascetas y santos que si viéramos a un ángel, creeríamos que era Dios y le adoraríamos… que su vista sería suficiente para causarnos la muerte de alegría… que podríamos sólo con mirarlo ser bienaventurados por tiempo ilimitado, sin que nos cansáramos de ver aquel espectáculo. ¡Qué será un ángel!-Sin embargo, esto no es nada… María Inmaculada participa de Dios, tiene más fuego de amor que todos ellos juntos porque al fin ellos son siervos y esclavos de Dios María es la Madre del Señor y la Reina del Cielo y de los ángeles todos… ¿Qué será María?…

Mírala cual la pintó Murillo después de mucho orar y comulgar. – En un pedazo de Cielo, envuelta entre nubes de celajes azules, con las manos sobre el pecho, la mirada fija en Dios, elevándose que a nosotros tanto nos arrastra hacia la tierra, calzada de la .luna, vestida con la blancura de la nieve y el azul del Cielo, prendidas de su manto las estrellas y rodeada de ángeles que con palmas y rosas en las manos contemplan atónitos aquella belleza; ¡qué retrato tan bellísimo!… y, sin embargo, ese fue el pintor del retrato..;, pero el pintor de la realidad no fue Murillo, ni pudo ser otro que el mismo Dios… y puesto Dios con todo su poder y amor a pintar y hermosear el alma de María, ¿qué cuadro habrá hecho? .. ¿Qué será, la Inmaculada?… Tota pulchra es…, dila muchas veces con el alma extasiada ante Ella… Toda hermosa eres, Madre mía… tanto que todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza Dame el participar de esta hermosura… que de esta belleza de pureza y virginidad me enamore para así imitarte en algo… y para ello te doy desde ahora alma, vida y corazón,… ¡mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!… y si no me dejas, en tus brazos de Madre participaré de tu belleza y contigo iré a gozar de ella en el Cielo…

La santa Misa

20 miércoles Ago 2014

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  1. RELIGIÓN Y SACRIFICIO

No ha habido en la historia de la Humanidad un pueblo sin religión, ni religión sin sacrificio ofrecido a Dios.

El hombre siente el deber de reconocer el supremo dominio del Creador, de darle gracias, aplacarlo y tenerle propicio y pedirle beneficios. Todo esto lo expresa ofreciendo a Dios alguna cosa que es inmolada o destruida en reconocimiento del supremo dominio de Dios sobre el hombre, y como señal de la ofrenda interior de su adoración.

En los primeros momentos de la Humanidad, vemos a Caín y Abel ofreciendo a Dios los frutos de la tierra y de lo mejor de sus ganados.eucaristia5
Abraham, Melquisedec y todos los Patriarcas ofrecieron a Dios sacrificios.
En la ley de Moisés se describen detalladamente las diversas clases de sacrificios que el pueblo de Israel ofrecía al Señor.
El supremo sacrificio ofrecido a Dios es la Santa Misa.

  1. EL SACRIFICIO DE LA MISA EN LA SAGRADA ESCRITURA

El profeta Malaquías profetió el sacrificio de la Santa Misa con estas palabras: “Desde el orto del sol hasta su ocaso es grande mi nombre entre las gentes, y en todo lugar se ofrece a mi nombre un sacrificio humeante y una oblación pura” (Mal 1, 11).

El sacrificio que profetiza Malaquías no puede referirse al sacrificio de Cristo en la Cruz, porque éste se ofreció en un solo lugar (en el Calvario) y no en todas partes como dice el profeta.
El sacrificio profetizado por Malaquías tiene su cumplimiento en el Sacrificio de la Misa, que es ofrecido en todo lugar y es puro en cuanto a la hostia ofrecida y al sacerdote principal que ofrece el sacrificio, que es Cristo.
En la Última Cena, Cristo designó su cuerpo como cuerpo de sacrificio y su Sangre como sangre de sacrificio: “Esto es mi Cuerpo, que es entregado por vosotros”, “ésta es mi sangre, que es derramada por vosotros”. Términos bíblicos que expresan un verdadero y propio sacrificio.

Las especies de pan y vino separadas representan simbólicamente la separación real del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que tuvo lugar en el sacrificio de la Cruz.
«Me atrevo a afirmar que Dios, con ser omnipotente, no puede darnos nada de más valor que la Santa Misa; con
ser sapientísimo no pudo inventar nada más excelente, y con ser riquísimo, ningún obsequio mejor pudo hacernos» (San Agustín).

  1. EL SACRIFICIO DE LA NUEVA ALIANZA

San Irineo de Lyón decía que la carne y la sangre de Cristo en la Eucaristía son “el nuevo sacrificio de la Nueva Alianza”.
La Santa Misa es el sacrificio del Cuerpo y Sangre de Jesucristo, que se ofrece a Dios por ministerio del sacerdote en memoria y renovación del sacrificio de la Cruz.

El sacrificio del Altar no es una simple conmemoración de la pasión y muerte de Jesucristo, sino que es un sacrificio propio y verdadero, por el que Cristo, Sumo Sacerdote de la Nueva Ley, mediante su inmolación incruenta, renueva sacramentalmente lo que hizo en la cruz, ofreciéndose al Padre como víctima infinitamente agradable a la majestad divina.
El sacrificio eucarístico y el sacramento de la Eucaristía se realizan por medio de la misma consagración. La Eucaristía es sacramento en cuanto Cristo se nos da en ella como alimento del alma, y es sacrificio en cuanto en ella Cristo se ofrece a Dios Padre como Hostia.milagro-transubstanciacic3b3n
El sacramento de la Eucaristía tiene como fin la santificación del hombre, y el sacrificio eucarístico la glorificación de Dios. La Eucaristía como sacramento es una realidad permanente y como sacrificio es una acción transitoria.
“Todas las obras buenas reunidas no equivalen al Sacrificio de la Misa, porque ellas son las obras de los hombres y la Santa Misa es la obra de Dios” (San Juan Mª Vianney).

  1. EL SACRIFICIO DE LA CRUZ Y DEL ALTAR

En el sacrificio de la Santa Misa se actualiza y conmemora el sacrificio de la Cruz.
El concilio de Trento enseña que Cristo dejó en su Iglesia un sacrificio visible: “en el cual se representase aquel sacrificio cruento que había que realizar una vez en la Cruz, se conservase su memoria hasta el fin de los siglos y se nos aplicase su virtud salvadora para la remisión de los pecados que cometemos a menudo”.

El sacrificio de la Cruz y el sacrificio del Altar son uno e idéntico sacrificio, sin más diferencia que el modo de ofrecerse: cruento en la cruz, incruento en el altar.
En el sacrificio de la Santa Misa y en el de la Cruz son idénticos la hostia y el sacerdote principal (Cristo).
El sacrificio de la Cruz y el de la Santa Misa es el mismo porque es una misma oblación, un mismo ofrecimiento de Cristo en la Cruz, sacramentalmente renovado en la Santa Misa.

“La Santa Misa, que renueva la inmolación del Salvador y nos aplica personalmente todo el mérito del sacrificio de la cruz, es el acto más excelso, más santo, más meritorio para el hombre y más glorioso para Dios” (San Pedro Julián).

  1. FINES DE LA SANTA MISA

La Santa Misa se celebra para adorar a Dios, para reparar nuestros pecados y los de la humanidad, para pedirle dones y para darle gracias por los beneficios que nos ha concedido.
Con la Santa Misa adoramos a Dios Padre. Por la mística inmolación de Jesucristo, se ofrece a Dios un sacrificio de valor infinito en reconocimiento de su supremo dominio sobre nosotros y de nuestra humilde servidumbre hacia El, que es lo propio de la adoración.
La Santa Misa es sacrificio de reparación por los pecados porque, como renovación que es del mismo sacrificio redentor de Cristo, tiene toda su virtud infinita y toda su eficacia reparadora.
Ningún sufragio aprovecha tan eficazmente a las almas del purgatorio como la aplicación del Santo Sacrificio de la Misa.
La Santa Misa tiene un inmenso valor impetratorio para obtener de Dios todas cuantas gracias necesitamos; porque, además de ser la oración de la Iglesia, se añade la eficacia infinita de la oración del mismo Cristo que se inmola místicamente por nosotros y está realmente presente “siempre vivo para interceder por nosotros” (Hebr 7, 25).
La Santa Misa es sacrificio de acción de gracias, porque es el mismo Cristo quien se inmola por nosotros y ofrece a su Eterno Padre un sacrificio de acción de gracias que iguala, e incluso supera, a los grandes beneficios que de Él hemos recibido.

Nuestra deuda de gratitud para con Dios Padre quedaría eternamente insatisfecha sin la Santa Misa.
“Más honra a Dios una sola Misa que todas las demás obras de los ángeles y de los hombres por fervorosas que sean” (San Claudio de la Colombiere).

  1. FRUTOS DE LA SANTA MISA

Los fieles que participan en la Santa Misa reciben frutos espirituales en proporción a su fervor, atención y devoción.
Del fruto general de la Santa Misa se beneficia toda la Iglesia, tanto los fieles de la Iglesia militante como las almas del purgatorio.

Del fruto especial de la Santa Misa se beneficia la persona o personas por quienes el sacerdote aplica la Santa Misa. Puede aplicarse por los fieles vivos, por los difuntos o en acción de gracias.
Del fruto especialísimo se beneficia el sacerdote celebrante, quien lo recibe de una manera infalible (si no pone impedimentos), aunque celebre la Misa por otros.

“El que oye devotamente la Santa Misa y está exento de pecado mortal merece más que si fuese en peregrinación por todo el mundo y diese todos sus bienes a los pobres” (San Bernardo).

  1. ESTRUCTURA DE LA SANTA MISA

La Santa Misa se celebra conforme a una estructura fundamental que se ha conservado a través de los siglos hasta nosotros. Comprende dos grandes momentos que forman una unidad básica: la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística.

Liturgia de la Palabra: lecturas bíblicas, homilía y oración universal.
Liturgia eucarística: ofertorio, consagración y Comunión.
La liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística constituyen juntas un solo acto de culto a Dios.

La acción sacrificial esencial de la Santa Misa se realiza en la Consagración. Para que tenga lugar el sacrificio eucarístico es necesario que se efectúe la doble consagración del pan y del vino como hizo Jesús en la Última Cena.

 “Al pronunciar el sacerdote las palabras de la consagración separa con un tajo incruento el cuerpo y la sangre del Señor, usando de su voz como espada” (San Gregorio Nacianceno).

El calvario y la Misa

 La Ordenación General del Misal Romano prescribe los gestos y posturas corporales de los fieles durante la Santa Misa:
De pie: desde el principio de la Misa hasta el final de la oración colecta, en el canto del Aleluya, en el Evangelio, en el Credo y en la Oración de los fieles.

Sentados: en las lecturas que preceden al Evangelio, en la homilía, en la preparación de los dones del Ofertorio.
De rodillas: en la Consagración.
Al celebrar la Santa Misa, los sacerdotes deben vestir los ornamentos sagrados prescritos por las rúbricas.

«El muy santo, sagrado y muy soberano sacrificio y sacramento de la Misa es el centro de la religión cristiana, el corazón de la devoción, el misterio inefable que comprende el abismo de la caridad divina y por él, Dios aplicándose realmente a nosotros, nos comunica sus gracias y favores» (San Francisco de Sales).

  1. PARA PARTICIPAR BIEN EN LA SANTA MISA

“Para oír bien la Santa Misa, meditad las circunstancias de la Pasión del Salvador, que se renuevan en ella de un modo admirable. Considerad el templo como el lugar más santo y respetable del mundo, como un nuevo Calvario. El altar es de piedra y encierra huesos de mártires. Las velas que arden y se consumen simbolizan la fe, la esperanza y la caridad. Los manteles que cubren el altar representan los lienzos que envolvieron el cuerpo de Cristo; el crucifijo nos lo muestra muriendo por nosotros.

Ved en el sacerdote a Jesucristo revestido de todas las vestiduras de su pasión. El amito representa el retazo de tela con que los verdugos velaron la faz del Salvador. El alba, la vestidura blanca que por burla le puso el impúdico Herodes. El cíngulo, las sogas con que los judíos ataron a Jesús en el huerto de los olivos para conducirle a los tribunales. La estola, las sogas con que tiraban al llevar Jesús la cruz por las calles de Jerusalén. La casulla, el manto de púrpura que en el pretorio se le echó sobre los hombros o la cruz con que se le cargó. En una palabra, el sacerdote revestido de los ornamentos sacerdotales nos aparece como el mismo Jesucristo yendo al suplicio del Calvario.

Pero las vestiduras de la pasión también nos enseña las disposiciones con que hemos de asistir al santo sacrificio. La modestia y el recogimiento son significados por el amito, que se coloca primero sobre la cabeza y después sobre la espalda; la pureza, por la blanca alba y el cíngulo; por la estola, la inocencia; y el amor de la cruz y del yugo del Señor, por la casulla.

El mejor medio de asistir a la Santa Misa es unirnos con la augusta víctima. Haced lo que ella, ofreceos como ella, con la misma atención que ella, y vuestra ofrenda será ennoblecida y purificada, siendo digna de que Dios la mire con complacencia si va unida a la ofrenda de Jesucristo.

Caminad al Calvario en pos de Jesucristo, meditando las circunstancias de su pasión y muerte. Pero, por encima de todo, uníos al sacrificio, comiendo junto al sacerdote vuestra parte de la víctima. Así, la Misa logra toda su eficacia y corresponde plenamente a los designios de Jesucristo.

¡Ah!, si las almas del purgatorio pudieran volver a este mundo, ¡qué no harían por asistir a una sola Misa! Si pudierais vosotros mismos comprender su excelencia, sus ventajas y sus frutos, ni un solo día querríais pasar sin participar en ella». (San Pedro Julián).
“Si el hombre conociera bien este misterio moriría de amor” (San Juan Mª Vianney).

Página para meditar nº 101

20 miércoles Ago 2014

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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Primer retiro del curso
Nuestro primer retiro de toda la Asociación se dirigirá a renovarnos este año en la Guardia de Honor y en la vida comunitaria. ¿Cómo es mi Guardia de Honor? Sin Guardia de Honor vivida y saboreada no soy miembro vivo de mi Asociación, aunque se me vea mucho y haga bastantes cosas. La Asociación vive y yo vivo en ella por la Guardia de Honor.

adoración al santisimo

La vida comunitaria de la Asociación se enraíza en la reunión de grupo. Si aporto entrega, ilusión, sinceridad, mi reunión de grupo marchará bien. Si mi reunión de grupo cojea, es que mi entrega a mis hermanos es aún poco generosa y mi oración es tibia.

Hasta donde lo permita Dios

Ensombrecido el horizonte de todo el mundo, pero más aún en nuestra Patria, que ha dilapida­do el tesoro de gracias obtenido por los miles de mártires de nuestra Cruzada, se preguntan mochos: ¿Hasta qué límites de traición y desolación de cuerpos y almas permitirá Dios el avance del mal? La paciencia de Dios es infinita. Los impíos que se apoderan del pueble elegido, se lo llevaron cautivo durante siglos y arrasaron la ciudad santa. En el misterio del Calvario no sabe uno qué admirar más: si la condescendencia divina o el contraste de odios, crueldades, blasfemias, traiciones, ceguera, cobardías, deslealtades, rebeldías, apostasías… que se dieron cita allí. Y sin embargo, Dios toleró pacientemente toda esa inmensa manifestación de la malicia humana.

Pero no debemos preguntarnos eso, sino respondernos sinceramente si sabremos ser los hombres y mujeres de los nuevos tiempos. Abunda tanto la desolación y la ruina porque son muy grandes nuestros pecados y los pecados de nuestra Patria.

Sin perder tiempo comencemos a hacer oración y penitencia por todo ello, y con certeza acortaremos los tiempos de destrucción y castigo. Nada de la vida mundana y de las ideas liberales y marxistas que no a han traído el castigo, tenga lugar en nuestra vida. Viviremos ya desde ahora en los tiempos nuevos profetizados y subseguirán llenos de luz a la oscuridad del presente. La hora está cerca.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 101, noviembre de 1986

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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