Nuestro Rey y Señor Jesucristo dice que no se puede servir a Dios y al dinero, a las riquezas. Satanás, en forma de serpiente, engañó a Adán y Eva; y, en forma de becerro de oro, engañó a Israel, el pueblo elegido por Dios. También tentó de avaricia a nuestro Señor: “Todo esto te daré”. Y desde entonces tienta a todos los hijos de Adán y Eva con la avaricia, con la que esclaviza a las almas y los cuerpos. El ídolo Mammón hoy es más adorado que nunca.
La economía mundial está controlada por un grupo de adoradores de Mammón a quién san Juan Pablo II condenó con el nombre de capitalismo salvaje. Capitalismo salvaje que financió la independencia de las naciones hispanoamericanas, la revolución comunista de Lennin, la revolución nacionalsocialista de Hitler y las guerras que sean necesarias para vender sus armas de guerra. Ese mismo capitalismo salvaje ha creado el negocio más satánico de la historia: el asesinato de niños y niñas en el vientre de sus madres. Espectáculos inmorales, modas indecentes, medios de comunicación corrompidos, etc. son cultos distintos al becerro de oro.
Leonardo Castellani, hombre sabio, santo y valiente y, por ello, perseguido por los enemigos de la verdad, ha escrito: “El dinero es hoy el dueño del mundo, pero el diablo es el dueño del dinero”. El diablo es “el príncipe de este mundo, el dios de este mundo” que ha impuesto la tiranía de la adoración del dinero, de las riquezas. Esta tiranía ciega hace que en el reducido grupo de quienes manejan grades fortunas sean en realidad dueños del dinero, que en lugar de ser manejado por sus poseedores, los arrastra en una carrera frenética hacia la total despersonalización exigida por la “dedicación” a las riquezas, que es en realidad una comunión permanente con el espíritu demoniaco”.
Espíritu demoniaco que ha penetrado en la Iglesia, como dijo Pablo VI y nos recuerda Su Santidad Francisco. Detalles anecdóticos que muestran el amor a las riquezas en personas que han hecho la promesa o el voto de pobreza. Hicimos una misión popular en un pueblo del Reino de Valencia. Vino a vernos el joven párroco del vecino pueblo, con su sotana. Nos dijo que sus hermanos sacerdotes de su entorno, vestían de seglar con las marcas más caras de ropa, zapatos, etc. Son vanidosos, nos dijo. Una madre de familia numerosa, empleada en un establecimiento de religiosas, me ha dicho: padre, todas van de seglar, menos dos ancianas que llevan su hábito. Visten los vestidos y pantalones de marca; cada dos por tres van a la peluquería, se perfuman con las colonias más caras, etc.
En su segunda carta a los corintios, San Pablo dice: “ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico se hizo pobre, por amor nuestro, para enriquecernos con su pobreza” (2ª Cor 8,9). El Señor nos quiere pobres: “Bienaventurados los pobres”, nos dice. Los pobres de espíritu y los pobres de cosas. Seamos pobres. “Sed pobres de todo y el corazón de Jesús os enriquecerá”(Santa Margarita María de Alacoque) La riqueza que Cristo Rey nos da es la santidad en la tierra y la eterna felicidad en el cielo.
P. Manuel Martínez Cano, mCR

