1. ENFERMEDAD Y VIDA CRISTIANA

 

La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan a la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte.

 

La enfermedad puede conducir a la angustia, el repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse a lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él. (Catecismo de la Iglesia Católica).uncionenfermos

 

Por su pasión y muerte en la cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento y a la enfermedad. Nuestros sufrimientos nos hacen semejantes a Cristo y nos unen a su pasión redentora.

 

  1. CRISTO MÉDICO

 

 

Isaías anunció que Dios hará venir un tiempo en que perdonará toda falta y curará toda enfermedad (Is 33, 24).

 

La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de toda clase (Mt 4, 24) son un signo maravilloso de que “Dios ha visitado a su pueblo” (Lc 7, 16) y que el Reino de Dios está muy cerca.

 

Jesús demuestra que tiene poder para curar y perdonar los pecados. Cura al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico de los enfermos que lo necesitan (Mc 25, 36). Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “Estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36).

 

Los enfermos se acercaban a Jesús para tocarlo, “pues salía de Él una fuerza que los curaba a todos” (Lc 6, 19).

 

Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado a lo largo de los siglos. A sus discípulos les hace participar de su ministerio de compasión y de curación: “Expulsaban a muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (Mc 6, 1213).

 

Hoy Cristo continúa “tocándonos” para curarnos el alma y el cuerpo por medio del sacramento de la Unción de los enfermos: «¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados» (St 5, 1415).

 

  1. NOCIÓN DE UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

La Unción de los enfermos es el sacramento por el cual el cristiano gravemente enfermo recibe la gracia de Dios para salud del alma y, a veces, del cuerpo.

 

“La Extremaunción, que también, y mejor, puede llamarse Unción de los enfermos, no es solamente el sacramento de los que se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad, vejez o accidente” (Vaticano II).

 

La Unción de los enfermos es el complemento del sacramento de la Penitencia, como la Confirmación lo es del Bautismo. En la Confirmación el bautizado se fortalece en su fe para confesarla y defenderla valientemente como soldado de Cristo. En la Unción de los enfermos, el cristiano recibe un aumento de energía sobrenatural para superar victoriosamente la última batalla de la vida.

 

  1. EFECTOS DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

La Unción de los enfermos comunica al sujeto que lo recibe la gracia santificante suficiente para aliviarle y confortarle. Despierta en él la confianza en la divina misericordia y le da fuerzas y valor para soportar los sufrimientos de la enfermedad, la vejez, la agonía de la muerte y para resistir a las tentaciones del demonio.

 

Por la Unción de los enfermos, el enfermo vive más íntimamente la Pasión de Cristo y el sufrimiento, secuela del pecado original, se convierte en una participación de la obra salvífica de Jesús, y uniéndose libremente a la pasión y muerte de Cristo, contribuye al bien del Cuerpo Místico de Cristo.

 

La Unción de los enfermos perdona los pecados mortales (si el enfermo hizo el acto de contricción o atricción), los pecados veniales y las penas temporales debidas por los pecados.

 

Si conviene para el bien espiritual del enfermo, la Unción de los enfermos produce la recuperación de la salud del cuerpo, como ha ocurrido en muchísimas ocasiones.

 

Santo Tomás dice: “este sacramento es el último y, en cierto modo, el que consuma toda la curación espiritual, sirviendo como de medio para que el hombre se prepare para recibir la gloria”.

 

  1. NECESIDAD DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

La Unción de los enfermos no es necesaria para la salvación eterna, porque el estado de gracia se adquiere y conserva sin este sacramento. Ahora bien, la Unción de los enfermos puede ser necesaria para el cristiano enfermo que esté en pecado mortal y no puede recibir el sacramento de la penitencia, porque está imposibilitada para confesar.

El hecho de que Cristo haya instituido un sacramento especial para la enfermedad incluye el precepto de aprovecharse de él.

 

La caridad hacia sí mismo, y la alta estima en que deben tenerse los sacramentos, imponen al enfermo la obligación grave de recibir el sacramento de la Unción de los enfermos.

 

Los que rodean al enfermo tienen la obligación, por caridad, de procurar que no muera sin haber recibido el sacramento.

Los familiares tienen obligación grave de procurar que el enfermo reciba la Unción de los enfermos, y, si es posible, antes de que pierda el conocimiento.

 

El Concilio de Trento condenó el menosprecio de este sacramento como “grave delito e injuria contra el Espíritu Santo” (D 910).

 

  1. ELEMENTO MATERIAL Y FÓRMULA RITUAL DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

 

 

 

El elemento material de la Unción de los enfermos es el aceite de oliva u otro aceite de plantas.

 

El aceite, según una antigua tradición, ha de estar bendecido por el obispo. Si no dispone de aceite bendecido por el obispo, el sacerdote puede bendecir el aceite en el momento de la administración del sacramento.

 

“El aceite expresa muy bien la eficacia interior del sacramento. Porque, así como el aceite mitiga los dolores del organismo humano, así también la Unción de los enfermos atenúa la angustiosa pena del alma del enfermo. El aceite, además, da salud, produce alegría, alimenta la luz y repara las cansadas energías del cuerpo fatigado; imágenes todas muy expresivas de los admirables efectos espirituales que la Unción de los enfermos produce en el espíritu enfermo” (Catecismo Romano).

 

La fórmula ritual del sacramento de la Unción de los enfermos son las palabras que pronuncia el sacerdote al ungir al enfermo: “Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que te libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”.

 

Para la validez del sacramento basta una unción sobre un solo sentido y mejor aun en la frente.

 

  1. MINISTRO Y SUJETO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

El ministro del sacramento de la Unción de los enfermos es el sacerdote: “Llamen a los presbíteros de la Iglesia”, dice el apóstol Santiago.

 

El sujeto de la Unción de los enfermos es el bautizado que, una vez llegado al uso de razón, se halle en peligro de muerte a causa de enfermedad, accidente o vejez.

 

No se requiere que la enfermedad sea necesariamente mortal o que el enfermo esté ya agonizando. Basta que se trate de una enfermedad seria, grave, que pueda ocasionar la muerte del enfermo, aunque haya, por otra parte, esperanzas de salir de ella.

A los muy ancianos puede administrárseles la Unción de los enfermos aunque de momento no estén aquejados de ninguna enfermedad.

 

Es un gran abuso, que perjudica gravemente al enfermo, retrasar la Unción de los enfermos hasta que esté ya a punto de morir, por el peligro de llegar tarde y porque se priva al enfermo, mientras tanto, de los poderosos auxilios que lleva consigo el sacramento, y quizás el remedio oportuno para recuperar la salud corporal.

 

  1. EL SANTO VIÁTICO

A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la Eucaristía como Viático. Recibida en el momento trascendental del paso hacia Dios Padre, la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares.

El Viático es semilla de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día” (Jn 6, 54).

La Eucaristía sacramento de Cristo muerto y resucitado es en el Viático sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre (Jn 13, 1).

Así como los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía constituyen una unidad llamada “los sacramentos de la iniciación cristiana”, se puede decir que la Penitencia, la Santa Unción y la Eucaristía, en cuanto Viático, constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, “los sacramentos que prepara para entrar en la Patria”, o los sacramentos que cierran la peregrinación terrena. (Catecismo Católico).