Dos compañeros vuestros, Javier y José María, dos miembros de nuestra Asociación, recibieron ya la imposición de manos del Obispo que los constituyó para siempre como Diáconos, para el servicio de Dios y de la Iglesia. Los habéis visto constantemente en los campamentos, en nuestras excursiones, en todas nuestras reuniones, en los Ejercicios Espirituales, en la Adoración Nocturna… en todas las actividades que organizaba la Asociación, participando activamente de su vida. Ahora su paso hacia delante ha sido el definitivo quedarán consagrados al servicio de Dios, para la causa de Dios, para siempre. «Todos los que se quieran consagrar en todo Servicio del Rey y Señor universal ofrecerán sus personas al trabajo…» Dentro de sus limitaciones humanas y de sus defectos, Javier y José María han dicho que sí al Señor y se han puesto en camino detrás de Él.
Mirad que en estas dos palabras está resumida toda la espiritualidad que recibimos en nuestra Unión Seglar: «Con Jesucristo para servir». Eso es todo. En el lugar que cada uno ocupa y que le ha señalado Nuestro Señor, ha de tener exclusivamente que ha sido creado, redimido, hecho cristiano y llamado a la Unión Seglar y a la Asociación juvenil y a tal estado de vida en concreto para estar siempre unido a Jesucristo y servirle a Él. Mientras asistía a la liturgia de la ordenación al diaconado y meditaba en los pasos de todo el ceremonial, se me agolpaban vuestros rostros en mi memoria y vuestros nombres y por ellos le suplicaba al Señor que hallara muchos de entre nosotros, que nos hallara a todos dispuestos para responder a Jesucristo en su llamada, ya que nos llama a todos en su alvino seguimiento.
Las mayores satisfacciones, la felicidad más íntima, la alegría más indefinible, está vinculada solamente al seguimiento de Jesucristo. No tenemos muchas vidas, sino solamente la presente, que por cierto pasa velozmente. Importa mucho, nos importa mucho dársela por completo a quien nos la dio sin reserva, para responder así nosotros a su amor.
Debemos honrarnos santamente por haber nacido de nuestra Asociación esos dos nuevos clérigos, en medio de tanta escasez de vocaciones en todas partes; debemos dar muchas gracias a Dios por ellos y pedirle que siga bendiciéndonos con los dones de la vocación sacerdotal y religiosa; pero por encima de todo debemos pedirle al Señor que tenga piedad de nuestras almas para que ninguno se quede a medio camino en el servicio de Dios, crucificados al mundo y para quienes el mundo está crucificado. Si vivimos ese ideal de nuestra Asociación, todo lo demás se nos dará por añadidura; sacerdotes, misioneros, apóstoles, matrimonios felices y santos.
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 103, enero de 1987