Las palmas en sus manos
Una de las primeras expediciones de los católicos huidos de la zona comunista que llegó a Roma, fue recibida en audiencia particular por el Papa Pío XI. El Papa glorió el heroísmo de los que derramaban su sangre en España, en defensa de la fe. Al término de la audiencia entregó una estampa a cada uno de los asistentes con esta frase del Apocalipsis: “Y con las palmas en sus manos”. De esta forma quería corroborar el vicario de Cristo que los que morían por la fe en España eran verdaderos mártires y que como los mártires de todos los tiempos alcanzaban por su confesión la palma del martirio.
Sé muy bien el entusiasmo y fervor que ha levantado en todos la idea de peregrinar a Roma para asistir a la canonización de las tres primeras mártires de la última persecución religiosa. Son tres humildes carmelitas descalzas del monasterio de Guadalajara las que a partir del 29 de marzo, veneraremos como santas.
Quisiera que tanto los que pudierais peregrinar a Roma como la mayoría que no lo podáis hacer, naturalmente, os llenarais del espíritu de aquellas santas mujeres que culminó en dar la vida por Cristo.
Espíritu de pobreza. Somos administradores y no poseedores plenos de las cosas que Dios nos da. Analizar si no podemos vivir más humildemente y más sencillamente en nuestra vida personal.
Espíritu de oración. Del retiro del carmelo al Calvario. Examinar si tenemos bien marcado el tiempo de nuestra soledad con Dios, sin enredos de cosas.
Espíritu de caridad. Las tres juntas, hijas de la misma Orden, hasta la muerte. ¿Tengo la misma constancia en mi caridad con mis hermanos de Asociación?
Peregrinemos espiritualmente todos juntos a Roma, a beber esas lecciones fundamentales, que preparan nuestras almas para la gran tribulación que se aproxima.
«Ser apóstol o mártir acaso, mis banderas me enseñan a ser»
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 104, febrero de 1987