Tratamos en el retiro de las tres tentaciones del Señor en el desierto. Recapitulo y fijo las principales ideas para todos, especialmente para los que no pudisteis asistir.
Muestra Asociación, la Unión Seglar, no es para dar solución a los problemas inmediatos de sus miembros, ni los sociales que nos agobian por todas partes. La tentación de sentirnos eficaces reformadores del mundo para que nuestras obras admirables se conviertan en reclamos y recetas de una fe mundana y desviada de su fin sobrenatural, debe estar siempre al descubierto entre nosotros. Si creemos que el día de mañana seremos cien veces más numerosos que ahora, y que los problemas que se nos presentan, tendrán solución aceptable y los hombres por consiguiente se entregarán a la verdad del Evangelio, estamos vaciando la fe de su contenido sobrenatural y abriéndonos a esperanzas intramundanas que traicionan la fe de Jesucristo. Lograríamos entusiastas de Jesús, entusiastas de los reformadores del mundo, entusiastas de una doctrina, panacea de arreglos humanos, pero no discípulos de Cristo, seguidores de Cristo que se entregan a Él la fe en Él mismo, sin otro apoyo alguno.
La religión es el opio del pueblo. Esta calumnia del marxismo frente a la fe católica, está caricaturescamente proclamando una verdad, como hacían los demonios cuando con rabia afirmaban la divinidad de Jesús al ser expulsados de los cuerpos bajo el imperio de su palabra. Sí, el Evangelio deja intactos los dolores, la enfermedad, las injusticias, las hambres de la Tierra. Aparentemente, todo sigue igual. Pero tampoco es así. La fe y la liberación del pecado, en lo que consiste el alma de la vida cristiana dejando las cosas como estaban, tienen una eficacia derivada que transforma el mundo. Pero esa eficacia derivada, no previa, hace al Evangelio libre de toda atadura humana y sujeción a condicionamientos humanos.
Así procedieron los santos, así procedieron los reyes santos que edificaron la Cristiandad, la redundancia histórica más bella, de aquellas palabras del Señor:»buscar el reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura».
Esta primera tentación, bajo capa de eficacia inmediata para satisfacer una necesidad de hambre, lo que pretende es oscurecer el misterio de la Cruz. Por eso no debemos inquietarnos si somos pocos o muchos, sino de hacer siempre la voluntad de Dios Padre y abrazarnos a con nuestra cruz, libres del pecado y de las obras del pecado. Sufrir en nuestras carnes carencias y la persecución por el reino dalos cielos, es el mejor regalo que nos manda el Señor. Una vez más, nuestro problema primero no es ser reformadores humanos sino reformados divinos.
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 105, marzo de 1987