Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos mensuales: septiembre 2014

Santa María

03 miércoles Sep 2014

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Mañana se celebra en todo el mundo la fiesta de la Asunción, la más antigua y universal en honor de nuestra Señora. De los cientos de miles de iglesias católicas la mayor parte están dedicadas a Santa María; y casi todas festejan a su titular el día 15 de agosto.asuncion

Sería bueno que recobrásemos la admiración ante un hecho incomparable: hace veinte siglos una joven, modestamente situada en un rincón de Palestina, se atrevió a decir: «Me llamarán dichosa (me felicitarán) todas las generaciones»: Increíble: porque lo ordinario es que precisamente al paso de las generaciones, se desvanezcan las aclamaciones entusiastas. Sin embargo, toda la trompetería de la fama mundana, todo el sensacionalismo artificial de las modas pasajeras, apenas son más que un charco de ranas al lado de la corriente –secular, honda, limpia- de amor y esperanza que María sigue suscitando en millones de personas de todas las edades.

A veces perdura en los pueblos el culto a los hombres del pasado; pero no es más que un culto recuerdo. El culto de María, en la órbita del culto a nuestro Señor Jesucristo, se dirige a alguien viviente, que nos acompaña sin barreras de tiempo: es un culto que importa una memoria de las manifestaciones históricas de esta persona y, a la vez, una adhesión a su presencia invisible, en la que tocamos la realizamos y como una prenda de la vida futura que esperamos.

La fiesta de la Asunción canta la plenitud feliz a la que ha llegado Santa María. Según palabras del Concilio Vaticano II, «terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste, y ensalzada como reina del universo». Es la única persona que está ya asociada del todo a la resurrección y al señorío universal de Cristo, por encima de todas las formas del dolor y de la muerte.

¿Qué significa esto para nosotros? Más que un objeto de admiración, más que un símbolo de aspiraciones irrealizables: ¡es nuestro ideal realizado y asequible! María es ya lo que nosotros queremos y podemos llegar a ser, aunque en un grado inferior. Dice también el Concilio: «La Madre de Jesús…, glorificada en los cielos en cuerpo y alma, es imagen y principio de la Iglesia» del futuro; «así, en la tierra precede con su luz al pueblo de Dios, que aún peregrina, como signo de esperanza cierta y de consuelo, hasta que legue el día del Señor».

Ese ideal rebasa cualquier futuro mejor, de esos que los hombres optimistas intentan construir con sus manos, porque, por espléndido que este futuro resultara, si se lograse, sería imperfecto, insatisfactorio, pasajero para cada una de las generaciones que lo disfrutasen; y quedarían fuera de todas las generaciones precedentes, que acaso lo habrían preparado.

Ese ideal tampoco es sueño evasivo, por huida de nuestra impotencia frente a la realidad social y corporal. Las fiestas de la Ascensión de Cristo y de la Asunción de María destacan precisamente la elevación del cuerpo; no tanto por un traslado como por una transformación, que es un don de Dios; es una vida superior que constituye una exaltación positiva de toda nuestra realidad: espíritu y cuerpo, vida individual y social, en la que podrán participar los hombres fieles de todos los tiempos, los muertos y los que vamos hacia la muerte.

Optimista o pesimista, el hombre, que tan admirablemente progresa en el dominio de la tierra, no puede vencer sus propios límite; y, sin embargo, no sería hombre si no aspirase a ser más de lo que por sí mismo puede realizar. Aspira a un dominio de la tierra que sea también señorío interior de sí mismo, verdadera libertad, comunión de corazones, vida sin muerte. Esta aspiración sólo es factible en la comunicación filial con Dios, a la que somos llamados. La pretensión de conseguirla por autosatisfacción es suicidio, es el pecado.

El Evangelio, que es programa ya realizado en Jesús y María, nos muestra que la victoria sobre el pecado. Sólo es posible si no estamos solos, abandonados a nuestras ideas o a las fuerzas naturales; si dentro y por encima de nosotros, de las pasiones fugaces de la evolución ciega, triunfa un amor personal, creador e inmortal.

Este amor se nos ha revelado visiblemente en Jesucristo, Hijo de Dios, hecho hombre, peregrino con nosotros, camino y meta: camino, por su obediencia hasta la muerte, que nos libera de la falsa autosuficiencia del pecado y nos une con el Padre, y meta por su Resurrección.

María, madre de Jesús, es madre de Dios y es madre de los que se incorporan a Jesús: madre de la Iglesia. Esta categoría altísima no la aleja de nosotros; al contrario, gracias a ella somos hijos, incorporados a una comunidad de vida. La madre lo es sin dejar de ser hermana. Ha sido redimida, levantada por Dios desde nuestro nivel a una altura «por encima de todos los ángeles y de todos los hombres». Y desde esa altura brilla como modelo imitable, al que nos podemos acercar, si no igualar. Así como es el prototipo de la actitud religiosa durante esta vida.

En ella vemos, en su forma más pura, cómo en la raíz de todo está la iniciativa y la elección de Dios, no nuestros méritos. Dios es quien la ha liberado del pecado original haciéndola inmaculada desde el primer momento de su existencia. Dios es quien la ha llenado de gracia.

Y en ella vemos también la respuesta meritoria de la voluntad humana a la vocación de Dios: humildad radical, alegría, confianza, consagración virginal, aceptación de la maternidad como misión sacrificada, obediencia incondicional a través de una vida oscura y dolorosa con que cooperó a la acción redentora de Cristo, espíritu e contemplación entre los quehaceres de una modesta ama de casa, esperanza del reino de Dios por medio de la Cruz… El corazón que no sintoniza con este modelo, no es cristiano.

Mientras vamos de camino, necesitamos a María. Ella sigue ejerciendo sobre nosotros su función maternal. El desarrollo en el tiempo nos permite emanciparnos de los padre de la tierra; pero no podemos salir del hogar, mejor dicho, de las entrañas de esta madre.

Mucho habría que decir de ella. Para terminar, permítanme unas observaciones prácticas:

La primera es que el Concilio Vaticano II ha dedicado a María un capítulo enjundioso, que a la luz de la doctrina tradicional expone su puesto único en el misterio de Cristo y la Iglesia. Sería provechoso leerlo.

La segunda, que en esta hora de confusión doctrinal resulta oportunísima la siguiente afirmación del Concilio: «María, por su íntima participación en la historia de la salvación, reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe. Cuando es anunciada y venerada, atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacrificio y al amor del Padre». Es alentador comprobar que donde florece la devoción a María no hay desviaciones en la fe.

Y, por último, en un tiempo en que la tierra amenaza con absorbernos, la Asunción puede avivar en nosotros con absorbernos la Asunción puede avivar en nosotros un actitud sin la cual no hay vida cristiana, y que la Iglesia ha formulado en una antigua oración, que tanto le gustaba repetir a Juan XXIII: «Que el uso de los bienes temporales no apague en nosotros el deseo de los bienes eternos».

 José Guerra Campos

Imitación de Cristo 79

03 miércoles Sep 2014

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Capítulo 41

Del desprecio de toda honra temporal

Jesucristo.- 1. Hijo, no te pese si vieres honrar y ensalzar a otros y tú ser despreciado y abatido.
Levanta tu corazón a mí en el cielo, y no te entristecerá el desprecio humano en la tierra.cura de ars

El Alma.- 2. Señor, en ceguedad estamos, y la vanidad presto nos engaña.
Si bien me miro, nunca se me ha hecho injuria por criatura alguna, por lo cual no tengo de qué quejarme justamente de ti.
Mas porque yo muchas veces pequé gravemente contra ti, con razón se arman contra mí todas las criaturas.
Justamente, pues, se me debe confusión y desprecio; y a ti alabanza, honor y gloria.
Y si no me dispusiere de modo que huelgue mucho ser de cualquiera criatura despreciado y abandonado, y ser tenido por nada, no podré estar interiormente pacificado y firme, ni recibir la luz espiritual, ni unirme a ti perfectamente.

Meditación sobre la Natividad de la Virgen María

03 miércoles Sep 2014

Posted by manuelmartinezcano in Meditaciones de la Virgen, Uncategorized

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1º Nuestro nacimiento.-El día de nuestro nacimiento lo celebramos y festejamos como día de alegría. -Es costumbre de familia alegrarse con el nacimiento de un niño…, y mucho más si es el primero de los hijos… ¡qué alegrías! ¡qué enhorabuenas no reciben sus padres!… Y, sin embargo, ¡cuántas veces deberíamos llorar! ¡Cuántas veces deberíamos dar un pésame mejor que una felicitación! -Pregunta ante la cuna de un niño recién nacido, qué porvenir le espera, y a todo lo dulce y agradable tienes que contestar con duda e incertidumbre… lo sabes… Sólo puedes asegurar que tendrá que sufrir y esto ciertamente. –Nadie le enseña a llorar…, es lo único que aprende sin maestros, y esas lágrimas ya no se secarán más en sus ojos y en su corazón.natividad maria

¿Y en el orden espiritual? Lo mismo…, tampoco hay razón para enhorabuenas y felicidades. -Apenas comienza a vivir y ya es esclavo del demonio manchado de pecado, aunque parezca inocente…, privado del Cielo…, si ahora se muere, el Cielo no será para él. -Recibirá el bautismo Y: con él la gracia, pero… ¿cuánto le durará?… Bien se puede asegurar que cuanto le dure su inconsciencia… apenas tiene uso de razón y ya comienza a pecar. -¿Te has fijado cómo se conoce que ya tiene uso de razón? … precisamente en que ya tiene malicia para pecar… ¡Qué pena! Pero es así. -Bien pensado, pues, no hay nada más triste que el nacimiento de un niño… El dolor, l.as lágrimas, la incertidumbre, el pecado, la concupiscencia rodean su cuna… ¿Dónde está el motivo para alegrarnos?…

2º Cómo obra la Iglesia. -La Iglesia obra, de modo completamente distinto. -Nunca celebra el nacimiento de sus hijos como el mundo; en cambio, cuando el mundo se viste de luto, ella se alegra en el día de su muerte. -Fíjate Cómo en todos los santos conmemora el día de su muerte y le llama el nacimiento para el Cielo y establece en ese mismo día su fiesta; en cambio, pasa en silencio· el día en que nació a este mundo. Principios diametralmente opuestos. -EI mundo considera las cosas con ojos terrenos y celebra el comienzo de esta vida. -La Iglesia atiende, sobre todo, a la vida celestial y no le importa el nacimiento en la tierra, sino en el Cielo. -¿Quién tiene más razón?-Convéncete de que el punto de vista de la Iglesia es el verdadero…, el día en que se nace, es día en que comienza el dolor, la enfermedad y la muerte. -Nacemos condenados a morir y padecer.-En el día de la muerte, da principio la vida verdadera que no tendrá ya muerte, ni fin…, ni dolores, ni sufrimientos…, sino una eternidad dichosa, feliz y bienaventurada. Esta es la vida. -El nacimiento para esta vida eterna, es el único digno de ser celebrado.

3º Nacimiento de la Virgen. -Sin embargo, esa es la regla general.-Pero tiene una excepción. -La Iglesia misma así lo reconoce. –Ella que nunca[1] celebra el nacimiento terreno de sus hijos, llega un momento en que por una excepción extraordinaria se viste de alegría, se transforma y manifiesta en grandes efusiones de ternura y contento inmenso, que no puede reprimir, y establece una fiesta especial para celebrar un nacimiento. -¡El nacimiento de la Santísima Virgen! -La mujer predestinada para ser Madre de Dios aparece sobre la tierra con su alma santa e inmaculada…, con la misma pureza y santidad con que salió de las manos de Dios… y su vida terrena es vida de gracia…, no es una vida celestial sino verdaderamente divina. -Por eso, la Iglesia, la celebra y a todos nos invita a celebrarla con estas palabras: «Con alegría grande celebremos la Natividad de la Santísima Virgen María, pues su nacimiento ha llenado de gozo el universo mundo.» Alégrate y corre a felicitar a tu Madre querida…, la única que merece ser felicitada en su nacimiento…, la única que trae con su vida terrena el germen de la vida de la gracia para sí, y para todos los demás.

[1] También celebra la natividad de San .Juan Bautista. por su relación con el Mesías y haber nacido ya santificado; pero el Bautista no es de los hijos de la Iglesia.

La unción de los enfermos

03 miércoles Sep 2014

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  1. ENFERMEDAD Y VIDA CRISTIANA

 

La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan a la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte.

 

La enfermedad puede conducir a la angustia, el repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse a lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él. (Catecismo de la Iglesia Católica).uncionenfermos

 

Por su pasión y muerte en la cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento y a la enfermedad. Nuestros sufrimientos nos hacen semejantes a Cristo y nos unen a su pasión redentora.

 

  1. CRISTO MÉDICO

 

 

Isaías anunció que Dios hará venir un tiempo en que perdonará toda falta y curará toda enfermedad (Is 33, 24).

 

La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de toda clase (Mt 4, 24) son un signo maravilloso de que “Dios ha visitado a su pueblo” (Lc 7, 16) y que el Reino de Dios está muy cerca.

 

Jesús demuestra que tiene poder para curar y perdonar los pecados. Cura al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico de los enfermos que lo necesitan (Mc 25, 36). Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “Estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36).

 

Los enfermos se acercaban a Jesús para tocarlo, “pues salía de Él una fuerza que los curaba a todos” (Lc 6, 19).

 

Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado a lo largo de los siglos. A sus discípulos les hace participar de su ministerio de compasión y de curación: “Expulsaban a muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (Mc 6, 1213).

 

Hoy Cristo continúa “tocándonos” para curarnos el alma y el cuerpo por medio del sacramento de la Unción de los enfermos: «¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados» (St 5, 1415).

 

  1. NOCIÓN DE UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

La Unción de los enfermos es el sacramento por el cual el cristiano gravemente enfermo recibe la gracia de Dios para salud del alma y, a veces, del cuerpo.

 

“La Extremaunción, que también, y mejor, puede llamarse Unción de los enfermos, no es solamente el sacramento de los que se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad, vejez o accidente” (Vaticano II).

 

La Unción de los enfermos es el complemento del sacramento de la Penitencia, como la Confirmación lo es del Bautismo. En la Confirmación el bautizado se fortalece en su fe para confesarla y defenderla valientemente como soldado de Cristo. En la Unción de los enfermos, el cristiano recibe un aumento de energía sobrenatural para superar victoriosamente la última batalla de la vida.

 

  1. EFECTOS DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

La Unción de los enfermos comunica al sujeto que lo recibe la gracia santificante suficiente para aliviarle y confortarle. Despierta en él la confianza en la divina misericordia y le da fuerzas y valor para soportar los sufrimientos de la enfermedad, la vejez, la agonía de la muerte y para resistir a las tentaciones del demonio.

 

Por la Unción de los enfermos, el enfermo vive más íntimamente la Pasión de Cristo y el sufrimiento, secuela del pecado original, se convierte en una participación de la obra salvífica de Jesús, y uniéndose libremente a la pasión y muerte de Cristo, contribuye al bien del Cuerpo Místico de Cristo.

 

La Unción de los enfermos perdona los pecados mortales (si el enfermo hizo el acto de contricción o atricción), los pecados veniales y las penas temporales debidas por los pecados.

 

Si conviene para el bien espiritual del enfermo, la Unción de los enfermos produce la recuperación de la salud del cuerpo, como ha ocurrido en muchísimas ocasiones.

 

Santo Tomás dice: “este sacramento es el último y, en cierto modo, el que consuma toda la curación espiritual, sirviendo como de medio para que el hombre se prepare para recibir la gloria”.

 

  1. NECESIDAD DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

La Unción de los enfermos no es necesaria para la salvación eterna, porque el estado de gracia se adquiere y conserva sin este sacramento. Ahora bien, la Unción de los enfermos puede ser necesaria para el cristiano enfermo que esté en pecado mortal y no puede recibir el sacramento de la penitencia, porque está imposibilitada para confesar.

El hecho de que Cristo haya instituido un sacramento especial para la enfermedad incluye el precepto de aprovecharse de él.

 

La caridad hacia sí mismo, y la alta estima en que deben tenerse los sacramentos, imponen al enfermo la obligación grave de recibir el sacramento de la Unción de los enfermos.

 

Los que rodean al enfermo tienen la obligación, por caridad, de procurar que no muera sin haber recibido el sacramento.

Los familiares tienen obligación grave de procurar que el enfermo reciba la Unción de los enfermos, y, si es posible, antes de que pierda el conocimiento.

 

El Concilio de Trento condenó el menosprecio de este sacramento como “grave delito e injuria contra el Espíritu Santo” (D 910).

 

  1. ELEMENTO MATERIAL Y FÓRMULA RITUAL DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

 

 

 

El elemento material de la Unción de los enfermos es el aceite de oliva u otro aceite de plantas.

 

El aceite, según una antigua tradición, ha de estar bendecido por el obispo. Si no dispone de aceite bendecido por el obispo, el sacerdote puede bendecir el aceite en el momento de la administración del sacramento.

 

“El aceite expresa muy bien la eficacia interior del sacramento. Porque, así como el aceite mitiga los dolores del organismo humano, así también la Unción de los enfermos atenúa la angustiosa pena del alma del enfermo. El aceite, además, da salud, produce alegría, alimenta la luz y repara las cansadas energías del cuerpo fatigado; imágenes todas muy expresivas de los admirables efectos espirituales que la Unción de los enfermos produce en el espíritu enfermo” (Catecismo Romano).

 

La fórmula ritual del sacramento de la Unción de los enfermos son las palabras que pronuncia el sacerdote al ungir al enfermo: “Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que te libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”.

 

Para la validez del sacramento basta una unción sobre un solo sentido y mejor aun en la frente.

 

  1. MINISTRO Y SUJETO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

El ministro del sacramento de la Unción de los enfermos es el sacerdote: “Llamen a los presbíteros de la Iglesia”, dice el apóstol Santiago.

 

El sujeto de la Unción de los enfermos es el bautizado que, una vez llegado al uso de razón, se halle en peligro de muerte a causa de enfermedad, accidente o vejez.

 

No se requiere que la enfermedad sea necesariamente mortal o que el enfermo esté ya agonizando. Basta que se trate de una enfermedad seria, grave, que pueda ocasionar la muerte del enfermo, aunque haya, por otra parte, esperanzas de salir de ella.

A los muy ancianos puede administrárseles la Unción de los enfermos aunque de momento no estén aquejados de ninguna enfermedad.

 

Es un gran abuso, que perjudica gravemente al enfermo, retrasar la Unción de los enfermos hasta que esté ya a punto de morir, por el peligro de llegar tarde y porque se priva al enfermo, mientras tanto, de los poderosos auxilios que lleva consigo el sacramento, y quizás el remedio oportuno para recuperar la salud corporal.

 

  1. EL SANTO VIÁTICO

A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la Eucaristía como Viático. Recibida en el momento trascendental del paso hacia Dios Padre, la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares.

El Viático es semilla de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día” (Jn 6, 54).

La Eucaristía sacramento de Cristo muerto y resucitado es en el Viático sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre (Jn 13, 1).

Así como los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía constituyen una unidad llamada “los sacramentos de la iniciación cristiana”, se puede decir que la Penitencia, la Santa Unción y la Eucaristía, en cuanto Viático, constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, “los sacramentos que prepara para entrar en la Patria”, o los sacramentos que cierran la peregrinación terrena. (Catecismo Católico).

Página para meditar nº 103

03 miércoles Sep 2014

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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Dos compañeros vuestros, Javier y José María, dos miembros de nuestra Asociación, recibieron ya la imposición de manos del Obispo que los constituyó para siempre como Diáconos, para el servicio de Dios y de la Iglesia. Los habéis visto constantemente en los campamentos, en nuestras excursiones, en todas nuestras reuniones, en los Ejercicios Espirituales, en la Adoración Nocturna… en todas las actividades que organizaba la Asociación, participando activamente de su vida. Ahora su paso hacia delante ha sido el definitivo quedarán consagrados al servicio de Dios, para la causa de Dios, para siempre. «Todos los que se quieran consagrar en todo Servicio del Rey y Señor universal ofrecerán sus personas al trabajo…» Dentro de sus limitaciones humanas y de sus defectos, Javier y José María han dicho que sí al Señor y se han puesto en camino detrás de Él.imposicion_de_manos

Mirad que en estas dos palabras está resumida toda la espiritualidad que recibimos en nuestra Unión Seglar: «Con Jesucristo para servir». Eso es todo. En el lugar que cada uno ocupa y que le ha señalado Nuestro Señor, ha de tener exclusivamente que ha sido creado, redimido, hecho cristiano y llamado a la Unión Seglar y a la Asociación juvenil y a tal estado de vida en concreto para estar siempre unido a Jesucristo y servirle a Él. Mientras asistía a la liturgia de la ordenación al diaconado y meditaba en los pasos de todo el ceremonial, se me agolpaban vuestros rostros en mi memoria y vuestros nombres y por ellos le suplicaba al Señor que hallara muchos de entre nosotros, que nos hallara a todos dispuestos para responder a Jesucristo en su llamada, ya que nos llama a todos en su alvino seguimiento.

Las mayores satisfacciones, la felicidad más íntima, la alegría más indefinible, está vinculada solamente al seguimiento de Jesucristo. No tenemos muchas vidas, sino solamente la presente, que por cierto pasa velozmente. Importa mucho, nos importa mucho dársela por completo a quien nos la dio sin reserva, para responder así nosotros a su amor.

Debemos honrarnos santamente por haber nacido de nuestra Asociación esos dos nuevos clérigos, en medio de tanta escasez de vocaciones en todas partes; debemos dar muchas gracias a Dios por ellos y pedirle que siga bendiciéndonos con los dones de la vocación sacerdotal y religiosa; pero por encima de todo debemos pedirle al Señor que tenga piedad de nuestras almas para que ninguno se quede a medio camino en el servicio de Dios, crucificados al mundo y para quienes el mundo está crucificado. Si vivimos ese ideal de nuestra Asociación, todo lo demás se nos dará por añadidura; sacerdotes, misioneros, apóstoles, matrimonios felices y santos.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 103, enero de 1987

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

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