A PROPOSITO DE UNA DEUDA
Cuando se recibe una cosa de otro, por pequeña que sea, se tiene respecto a él una deuda, al menos de gratitud. El que habiendo recibido un favor, aunque sea de poquísima importancia, no da las gracias, de muestra que no es educado. Si por ejemplo, un joven enciende el cigarrillo a otro, espera que se lo agradezca, y el otro tiene el deber de agradecérselo. Este deber tan importante es una de las primeras cosas que la madre enseña a sus hijos desde niño. Cuando la tía o el padrino regalan a los niños una fruta, un dulce, la madre quiere que digan “gracias”, y les reprende si no la atienden. Ninguna madre, en efecto, desea que su hijo crezca mal educado y, con hacerle decir “gracias” quiere llevar la mente de su hijito a que reflexione sobre el deber que 8e’ tiene hacia el que da algo. Este deber no es otra cosa que el deber de gratitud.
Pero esta deuda de gratitud hacia los que dan alguna cosa es tanto «mayor cuanto más grande es el bien que se recibe. Así sería mayor la deuda con el que nos hubiese procurado una colocación que con el que nos hubiese invitado a un banquete de bodas; pero todavía mayor con quien nos hubiese, librado de la muerte, socorrido en una desgracia, asistido en una enfermedad peligrosa.
Ahora bien: el máximo beneficio recibido en la tierra es la vida. La vida nos la ha dado Dios por medio de nuestros padres. Así, pues, la mayor obligación que un hombre tiene hacia otro hombre es la de los hijos respecto a los padres, que han cooperado con Dios para darles la vida.
Esta deuda es todavía mayor con Dios que con nuestros padres, porque, a fin de cuentas, todo cuanto tenemos, comprendiendo la vida lo hemos recibido del Creador.
Por esto, así, como el conjunto de obligaciones que los hijos tienen respecto a los padres se llama piedad filial, del mismo modo el conjunto de las obligaciones que cada hombre tiene con relación a Dios se conoce con el nombre de “Religión”.
Saquemos algunas consecuencias de lo que se ha afirmado:
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1) Con frecuencia se oye decir: “¡Yo no voy a la Iglesia, pero soy honrado, y lo soy más aún que aquellos que van a menudo!”
Hablar así es un evidente y gravrsimo error. En efecto, en cualquier diccionario la palabra honrado significa que respeta los derechos ajenos. No es honrado por consiguiente, el que no paga una deuda que tiene con otro; no es honrado quien no paga el traje que le ha hecho el sastre; quien no paga el pan que recibe del panadero o el vino que bebe en la taberna.
Mas, si para ser honrado hay que pagar el pan y el traje, mucho más necesario es pagar la vida, que cuesta bastante más que el alimento que se come o el vestido que uno se pone.
Este deber se halla tan arraigado en nuestra vida que nadie puede existir ni un sólo’ instante sin contraer inmediatamente una deuda de reconocimiento hacia el Creador exactamente igual que el niño que, con motivo de su confirmación, recibe como regalo un reloj no, puedo menos que contraer una deuda de gratitud hacia el padrino que se 10 ha regalado. Esta deuda hacia Dios, siendo verdadera y sacrosanta deuda, se paga únicamente cumpliendo todos los deberes de la Rellgl6n. Por eso es propio de hombres honrados practicar la Religión.
Por el contrario, quien no practica la Religión no sólo no es honrado, sino que es el peor de los malvados. Así, uno es tanto peor y tanto menos honrado cuando más graves sean los derechos que viola. Por ejemplo, el que maltrata e Injuria a su padre es peor que quien maltrata e injuria a un extraño. Un asesino es menos honrado que un ladrón. Ahora bien: nuestros deberes más importantes son los que tenemos hacia Dios.
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2) La Religión es un deber que dura toda la vida.
Las obligaciones que se tienen hacia un patrono duran solamente mientras se está bajo su dependencia; las obligaciones de la vida militar duran mientras se permanece incorporado al ejército.
La obligación de la Religión dura cuánto dura la vida, ya que mientras vivimos permanece, constantemente, el hecho de que existimos porque Dios nos ha dado la vida y nos mantiene en ella. Si después de la niñez y después de la vida militar continúan los deberes que se tiene hacia los padres, con mayor razón, permanecen siempre los deberes respecto a Dios, porque ÉI es nuestro Creador.
Mejor aún: así como todos pretenden que los niños, al hacerse mayores, ayuden a sus padres más que cuando eran pequeños, así también la práctica de la Religión debería ser en nosotros más Intensa de adultos que cuando éramos muchachos.
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3) Luego no se debe decir, como algún insensato: “Cada uno practica la Religión, según sus ideas”.
La Religión, como hemos visto, es la deuda que tenemos con Olas por el hecho de habernos dado la vida. y, por consiguiente, al practicarla hay que hacerlo con una cierta regulación, como se hace en el pago de una deuda. Las deudas no se pueden pagar según propio criterio, sino que se han de satisfacer según factura firmada por el acreedor.
Dios es nuestro dueño, y los dueños se les sirve como ellos ordenan, no como se les pone en cabeza a los súbditos. También nosotros, en aquellos de que somos dueños, exigimos que nos traten así. En efecto, quedaríamos muy molestos si un peluquero nos cortase el pelo como a él le agrade y no como nosotros queremos; si un tabernero nos diese vino blanco cuando lo pedimos tinto.
Es, por tanto, un contrasentido practicar la Religión según nuestro parecer y no como Dios desea.
“EL HOMBRE TIENE NECESIDAD DE DIOS COMO TIEINE NECESIDAD DE AGUA O DE OXIGENO” dice el Dr. Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina. Por eso lo mínimo que debemos hacer para vivir en contacto con Dios es rezar cada mañana y cada noche. A lo menos las TRES AVEMARÍAS a la Santísima Virgen.