San Juan nos dice que nadie ha visto jamás a Dios. También nos dice la Santa Biblia que, el que no tiene fe, es culpable de ser ateo, porque, a través de las cosas creadas, se llega al conocimiento de su Creador. “Dice el necio para sí: “No hay Dios” (salmo 13).
Yo he visto a Dios en la sonrisa y ternura de una bebé de seis meses; en el cielo habrá infinidad de sonrisas y ternuras.
Yo he visto a Dios en un anciano de 83 años, cuando me contaba su vida en la plaza de su pueblo, ¡Cuánta sabiduría!
Yo he visto a Dios en los ojos de una niña de 9 años, a quien le pregunté: ¿de qué color son tus ojos? No lo sé, voy a vérmelos al espejo. Padre, me dijo, son verdes claros. En el cielo veremos todas las tonalidades verdes y una luminosidad impresionante.
Yo he visto a Dios en el adolescente que me dijo: “Gracias, Padre, por corregirme”. Al cielo van los humildes, los mansos, los que aman a Dios y al prójimo.
Yo he visto a Dios en el rostro bellísimo de una joven religiosa que rezumaba la pureza de su alma pos sus ojos y su sonrisa. El Cielo está lleno de almas que han vivido el Evangelio en toda su pureza. Sonriamos.
Yo he visto a Dios en la alegría de unos novios que han venido a verme para comunicarme su gozo. Las almas fieles a su vocación, serán eternamente felices.
Yo he visto a Dios en los rostros radiantes de unas madres que iban a presentar a la Virgen del Espino sus hijos e hijas. El más jovencito de 6 días. “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos” Dice el Señor.
Yo he visto a Dios en la impresionante tormenta de rayos, relámpagos, truenos y cortinas de agua que nos sorprendió en una autopista. La justicia de Dios exige que haya un premio, el Cielo eterno, y un castigo, el infierno eterno.
Yo he visto a Dios en un locutorio de monjas contemplativas. El Cielo será algo parecido porque, en los monasterios, no envejece el espíritu.
Yo he visto a Dios en un niño de 4 años que se ha plantado frente a mí y me ha dicho: “¿Sabes qué? No hay que hacer caso al demonio, hay que hacer caso a Jesús”. Si no nos hacemos como niños no entraremos en el Reino de los Cielos.
Yo he visto a Dios en los peregrinos que, de rodillas, cruzan la explanada de Fátima para postrarse ante la Virgen Santísima, pidiendo por la conversión de los pecadores y la paz en el mundo.
Yo no he visto a Dios en la Eucaristía pero sé que nuestro Señor Jesucristo está vivo en la Hostia consagrada, que nos ve, nos escucha y nos ama infinitamente; sé que el Señor es inmensamente feliz cuando participamos en la Santa Misa y lo visitamos en el Santísimo Sacramento, expuesto solemnemente en la custodia o dentro del sagrario. Como decía el jesuita José Antonio Segarra, Jesús siempre está con su Madre santísima. Jesucristo vive en la tierra para ayudarnos a ir al Cielo. Comulguemos todos los días.
Manuel Martínez Cano. MCR