Su Virginidad
No podemos terminar las meditaciones de la Presentación de la Santísima Virgen, sin dedicar una especialmente a su virginidad, ya que fue en este día y en este momento cuando hizo su voto de virgen al Señor.
1º El voto de virginidad de María. -No es dogma de fe que hiciera este voto. -El dogma sólo nos dice que fue siempre virgen antes del parto; en el parto y después del parto. -No obstante, la Iglesia reconoce con sus doctores y Santos Padres, que María se quiso unir al Señor con este voto. -La tradición nos dice que fue en el Templo cuando fue presentada a los tres años. –Contempla la escena como mejor te la puedas imaginar… ¡María en el Templo…, delante de Dios… y del Cielo entero, que admira atónito este espectáculo! -Los ángeles no saben qué va a ocurrir, pero adivinan algo grande cuando Dios se detiene a mirar y a contemplar a aquella Niña… y de repente, la Niña pequeñita, abre sus labios, expresión de su corazón y pronuncia su voto de virginidad al Señor. -¡Qué maravilla la de este voto de María! ¡Qué harían los ángeles! -¡Qué cánticos entonarían en loor de aquella benditísima Niña! –Y Dios… ¡qué haría Dios al escuchar el voto!…
Todo lo que pienses es nada para comprender las gracias que el Señor derramaría sobre la Santísima Virgen en este instante. ¡Cuántos pecados de Impureza hay en el mundo!… piensa cómo habrán ofendido al Señor… ¡qué pena tan profunda habrán causado en su corazón!… Sin embargo, mayor fue la alegría y la complacencia de Dios en el voto de María, que puede ser la pena que la Impureza del mundo le cause. -Ella sola fue capaz de darle con este acto, una gloria que le compensara de toda la que le quitan los pecadores con sus inmundos pecados.
2º Valor de la virginidad. -Deduce de aquí lo que será esta virtud misteriosa para Dios y para María. -Sin consejo, sin mandato de nadie sin ejemplos que imitar, María parece adivinar lo que es la virginidad delante del Señor y sabiendo que es su gusto y su gloria, se abraza decidida a ella. Vela que esta virtud, por lo desconocida que era, no era apreciada…, que todas sus compañeras y su familia la considerarían como una deshonra…, que el ser virgen le había de costar grandes sufrimientos, disgustos, desprecios quizá, y…, no obstante, no duda. -Dios lo quiere y también Ella… todo lo demás lo deja confiada a sus manos. ¡Qué ejemplo de desprendimiento y generosidad para nosotros cuando nos damos a Dios tan a medias, que si es necesario un sacrificio costoso ya se lo regateamos y hasta llegamos a negárselo!
Pero el Señor preparaba la recompensa. Nunca queda Dios atrás… y a la generosidad corresponde con nuevas gracias y favores divinos. Creía María que renunciaba a ser Madre del Mesías…, que esto ya no era posible en Ella, como se lo dijo después al ángel. -Y, sin embargo, el premio de aquel voto de virginidad, no fue otro sino elegirla a Ella y designarla para Madre de Dios. -¡Qué grande es Dios premiando! -Pero sobre todo, ¡cuando premia la virginidad y la pureza! -¡Qué será esta virtud cuando así arrastra y enamora el corazón de un Dios!
3º Tu pureza virginal. -Medita las grandezas de esta virtud para que deduzcas las gracias que has de dar al Señor al infundirte ese amor a ella -¡ser virgen! -Es ser como los ángeles en la tierra…, pero aún con más mérito, pues los ángeles son vírgenes porque carecen de carne y por lo mismo, no pueden menos de serlo…, pero tú, con cuerpo carnal y corruptible…, sujeto a todas las concupiscencias…, en medio de un mundo corrompido, sobre todo por la impureza…, con la lucha constante de las pasiones que el demonio levanta alrededor de ti…, y a pesar de todo…, ser tu alma pura…, ser casta…, ser virgen…, eso, aunque parezca exageración: es ser más que ángel…, es ser la imagen de María y el retrato más fiel de su pureza…, es ser Esposa del Señor.
Hasta ahí llega su predilección, hasta amar a las almas vírgenes como Esposas suyas…, a las que regala con dones y caricias divinas…, a las que reserva un premio en el Cielo tan singular que sólo ellas lo han de gozar…, pues formando la corte de la Virgen de las Vírgenes, seguirán de cerca siempre el Cordero inmaculado, cantando el canto de la virginidad que tan sólo ellas han de cantar. -¡Gloria a la virginidad! ¡Gloria a María que nos enseñó esta divina virtud y que tan magníficamente practicó! -Que este entusiasmo por esta virtud y por María Virgen, nos anime en todas las dificultades, nos dé fuerzas para llevar la vida de mortificación de penitencia y de fervor necesaria, para que nuestra pureza, nuestra virginidad pueda sostenerse lozana, sin marchitarse hasta el fin de nuestra vida. -¡Qué así sea, Madre mía!