Objeciones fuera de lugar

  1. Algunos insensatos dicen: “Para ir al cielo no es necesario escuchar a los sacerdotes, basta con oír a Jesucristo”.

¡Cuántas caen víctimas de este error!

Jesucristo piensa de una manera muy distinta. En los hospitales, los médicos principales, cuando pasan visita, ordinariamente no dicen nada a cada uno de los enfermos; pero tanto para la alimentación como para las medicinas dejan sus órdenes a los enfermeros, y el enfermo, haciendo cuanto le dicen éstos, obedece y cumple las órdenes de los médicos. En el Ejército, el general no da ninguna orden directamente a cada uno de los soldados, sino que las trasmite por medio de los oficiales. Y el que les obedece, obedece al general, y el que los desobedece, desobedece al general.timthumb.php

De la misma manera, Jesucristo no da sus órdenes directamente a los hombres, sino que les hace conocer por medio de los sacerdotes cómo quiere que se practique la Religión. En efecto, Jesús ha dicho a los Apóstoles y a sus sucesores: «¡El que a vosotros os oye, a Mí me oye…, y el que os desprecia, a Mí me desprecia! «. Con estas palabras quería Él dar a entender que Dios nos hace saber sus órdenes por medio de Sus ministros. ¡Ay del que no escuche sus palabras! Jesús, cuando mandó a sus Apóstoles a predicar, les dijo: «Si alguno no os recibe y no escucha vuestras palabras, saliendo de aquella casa o de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra (que fueron destruidas por el fuego del cielo) serán tratadas con menos rigor que aquella ciudad».

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  1. “Pero – añaden otros – para seguir a Jesucristo, ¿acaso no basta tomar el Evangelio tal y como está, sin tantas explicaciones de los sacerdotes?”

¡No! No basta que cada uno lea por sí mismo el Evangelio.

¡De la misma manera que quien se aplicase una receta médica según su propio parecer y no según la interpretación del farmacéutico, cambiaría fácilmente la medicina en veneno y mori­ría, así también el que lee libros que cree santos prescindiendo de la dirección del Papa y de los obispos, fácilmente se engaña y se daña!

En efecto, Jesucristo ha asegurado al Papa y a los obispos unidos al Papa y solamente a ellos, la asistencia del Espíritu Santo para no equivocarse en la interpretación de los libros sagrados: “Yo os enviaré al Espíritu Santo de verdad, el cual permanecerá con vosotros hasta la consumación de los siglos”, dijo Jesús a sus Apóstoles y no a los fieles.

Si Jesucristo hubiese dejado a cada católico la facultad de interpretar el Evangelio como le agradase, habría una especie de confusión babilónica de ideas. Esto les ha sucedido a los protestantes, los cuales sobre cada dicho del Evangelio tienen quince y hasta veinte interpretaciones, cada una distinta de la otra, y no saben cómo ponerse de acuerdo.

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III. “¿Mas para ir al cielo -se preguntan otros- es precisamente necesario ir a misa los domingos, observar los viernes abstinencia, etcétera, como nos· repiten continuamente los sacerdotes? Yo creo que Jesucristo no atiende a estas pequeñeces”.

Jesucristo, al instituir la Iglesia, ha comunicado al Papa para toda la Iglesia, y a los obispos para sus diócesis, el poder de dar leyes y nosotros debemos sujetarnos a estas leyes si queremos obedecer a Jesucristo.

Desobedeciendo los preceptos de la Iglesia, es decir, los del Papa y el obispo en materia grave, se merece el infierno, de la misma manera que con la incredulidad y con el robo en materia grave. Jesucristo ha dicho: “Si alguno no oye a la Iglesia considéralo como un pagano”. Y en otro lugar ha dicho a los Apóstoles y a sus sucesores: “Todo lo que atareis en la Tierra, será atado en el Cielo”. Con esto quería decir: “Si vosotros, mis ministros, obligáis a los fieles hacer alguna cosa bajo pena de pecado mortal, también Yo la consideraré como obligatoria bajo pena de pecado mortal”.

En ello piensa el Señor al iluminar la mente del Papa y los obispos, a fin de que no cometan ninguna injusticia o hagan alguna cosa inútil. En efecto. Él les ha dicho: “He aquí que Yo estaré con vosotros (a fin de que enseñéis rectamente) todos los días hasta el fin del mundo. El que crea se salvará y el que no crea se condenará”.

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  1. «Pero los sacerdotes -se insiste frecuentemente- no son mejores que los seglares. También ellos quieren gozar de la vida a costa de los demás».

¿Qué se ha de responder? De la misma manera que sería cosa de tontos no querer probar el pan ni el vino porque hay panaderos que no son honrados y taberneros borrachos, así también sería cosa de necios no querer practicar la religión cristiana porque existen sacerdotes que faltan.

Jesús permitió que Judas lo traicionase y que San Pedro lo negase, para darnos a entender que el Cristianismo lo ha fundado Él y no sus representantes, a los que no ha prometido que los haría impecables, sino únicamente que los asistiría para que no enseñasen el error.

Por otra parte, se puede repetir a estos la frase de Jesús: «El que de vosotros esté sin pecado, arroje, la primera piedra».

“LOS PÁJAROS ESTÁN HECHOS PARA CANTAR, Y POR ESO CANTAN. EL HOMBRE ESTA HECHO PARA ORAR A DIOS Y MUCHOS SON, DEMASIADOS MUCHOS, LOS HOMBRES QUE NO ORAN”, decía corrientemente el Santo Cura de Ars.

Una manera de orar es conectar cada mañana a las 6.25 con Radio Barcelona. Desde allí se trasmite una emisión magnífica, de las más populares y escuchadas, con el rezo del Santo Rosario: Millares de familias, de enfermos, de trabajadores, de telefonistas, de conductores, se unen a esta oración. Si puedes, reza ya en el coche, ya con tu transistor, puedes unirte a la gran familia de hijos de Dios que rezan a la Madre.

Si por tus ocupaciones o por circunstancias imposibles, esto te fuera difícil, no dejes de rezar cada mañana y cada noche. La peor desgracia de un hombre es olvidarse de Dios. Y esto sucede cuando ya no se reza… Cada mañana y cada noche: las TRES AVEMARÍAS a la Virgen Santísima. Si sois casados, rezadlas el marido y la mujer. Si sois padres, enseñadlas a rezar a vuestros hijos. Si sois jóvenes, en la Virgen encontraréis la Estrella de vuestro porvenir y solución a vuestras encrucijadas.