Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos mensuales: octubre 2014

Página para meditar 110

24 viernes Oct 2014

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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Se fue al cielo

En una peregrinación final a Zaragoza para postrarse ante la Virgen del Pilar, después de su peregrinación en la tierra de Jesús, se encontró Sonia con el fin de la peregrinación terrena. Se encontró definitivamente con Jesús en los brazos de María.

Ha sido Sonia un hermoso regalo de la Santísima Virgen a nuestra Asociación de la Inmaculada, estos dos últimos años. Que el ejemplo de su paso entre nosotros no quede en un emocionado recuerdo. Sea acicate para caminar con la generosidad que ella caminó al encuentro del Señor.header

Las muchas ocasiones que me deparó el Señor de entrar en su alma y las veces que ella me manifestó sus repliegues más íntimos, me permiten dibujar estos cuatro rasgos precisos que definen su personalidad espiritual.

Sonia fue ejemplo de oración. Su oración formaba en ella una barrera que la impedía ser devorada por las cosas del mundo, como ocurre a muchas personas llamadas espirituales. Su oración vocal la llevaba a la oración mental que había llegado a la oración de quietud y unión. En medio de las cosas humanas era verdaderamente libre, conservando siempre inalterada su paz, que solamente vi perder por un instante, una sola vez. La acción no hizo nunca que perdiera su contemplación interior.

Sonia fue ejemplo de fidelidad. Fiel en todo al Espíritu de Dios que en poco tiempo se adueñó de su ser; fiel a las inspiraciones, fiel a la obediencia, pidiendo consejo para toda determinación y siguiendo los consejos del confesor en todo; fiel a su vocación religiosa, indiferente a fechas y lugares, pero fidelísima a no desviarse lo más mínimo de la llamada a la vida contemplativa para la que se preparó con toda su capacidad de entrega.

Sonia fue ejemplo de fortaleza. Avanzó sin miedo con la fuerza del amor a Jesucristo hacia la perfección. No temió críticas ni obstáculos. Niña y joven, confiada y constante se dejó poseer de un sereno valor que la hizo a la par obediente y plena de iniciativas para agradar más a Dios. Una vez decidió seguir la voz del Señor, nunca más volvió la vista atrás. Ni amistades antiguas ni compromisos nuevos torcieron ya su ruta. Podría parecer a una mirada superficial que dudaba en algunas circunstancias. No fue así, un señorío íntimo la hacía ordenar todos sus afectos para al final abrazarse con fortaleza con su deber y con los gustos de Dios.

Sonia fue ejemplo de apresuramiento para llegar. María se apresuró para ir a visitar a Santa Isabel. Sonia quiso imitarla y también corrió para su encuentro de amor en el Cielo. Todo lo oía. A todos escuchaba. A todos atendía tras su sonrisa insinuada. Siempre alegre en su interior, muy pronto dejó las niñerías adolescentes para hacerse muy mujer. Joven y mujer aprendió a edificar el edificio de la santidad. Puedo decir que corrió mucho porque sin quitar nada a la acción de las circunstancias y de las almas buenas que Dios puso en su camino, sólo el Espíritu Santo gobernó y dirigió su alma. Sólo Dios fue su Pastor. Por eso todos llegaron tarde. Iban a la zaga, sin entender que quien corría con María estaba ya tocando los umbrales del Cielo.

Pocos ratos tuvo en sus últimos meses de oscuridad. Siempre íntimamente consolada, usaba y tenía, como si no usara ni tuviera. Desprendida de todo, experimentó la hondura “del río de paz”. Ese río de paz que se hizo en su alma y que habla de desembocar ya en el Cielo, en el Corazón del Rey de la Paz, del que es la Paz por esencia.

¿Fue santa, Sonia? ¿Fue mística, Sonia? Os diré que guardó la pureza bautismal. Os repetiré que ha sido un regalo de la Santísima Virgen para nuestra Asociación. Para que la cosecha de este año mariano sea por intercesión de Sonia, racimo de vocaciones, de almas santas, de almas místicas en nuestra Asociación de la Inmaculada.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 110, septiembre de 1987

Fallo del humanismo independiente: humanismo de exaltación y humanismo de depresión

16 jueves Oct 2014

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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Ante la exigencia de sentido para la totalidad de la vida, el ponente anterior expuso los fallos inevitables de cualesquiera humanismos -independientes o autónomos. Me gusta mucho la fórmula sintética que él ha empleado: humanismos de exaltación y humanismos de depresión, que resumen con justeza lo que yo diría con más palabras y menos claridad.guerra campos 5

Humanismo de exaltación.- Por medio de posiciones ideológicas razonadas o de actitudes casi inconscientes, que impregnan una atmósfera y contagian a muchísima gente, el humanismo con pretensiones de autosuficiencia ha sido casi siempre, sobre todo en los siglos XVIII y XIX, un humanismo de exaltación, que pretende realizar con las solas fuerzas del hombre lo que otros hombres esperaban por medios religiosos, los del don o la gracia.

No vamos a entrar ahora en una exposición al por menor de las múltiples formas de este humanismo. Las conocéis mejor que yo, y, en todo caso, ni siquiera esto es necesario, porque las diferencias sustantivas son muy pequeñas. La orientación general podría marcarse diciendo que, mientras el hombre de otras épocas percibía de entrada, cuando empezaba a vivir conscientemente, que no había congruencia o proporción entre sus aspiraciones más íntimas y sus posibilidades de realización, el hombre actual, desarrollado, adulto, descubriría lo contrario: que él tiene potencia suficiente, individual o colectivamente, o sea, mediante el desarrollo social y la acción histórica, para adecuar sus aspiraciones con sus posibilidades, para alcanzar un momento en que aquéllas no desborden a éstas, en que la realización de las posibilidades satisfaga plenamente las aspiraciones, produciéndose esa armonía o satisfacción íntima y social, que es en cierto modo el paraíso. Eso es lo que buscaban las almas religiosas cuando ponían su confianza en Dios, y proyectaban su esperanza más allá de sí mismas y de la colectividad.

En tal humanismo de exaltación se inscribe, por ejemplo, el marxismo: el cual, como reconocen sus intérpretes más hondos, se juega todas las cartas de su verdad a que, en un futuro más o menos lejano, se consiga la plena armonía entre aspiraciones y posibilidades; si la apuesta no se ha de cumplir, el marxismo se declara falso, y lo es. También las formas nietzscheanas, mucho más individualistas y aristocráticas, se sustentan con la misma pretensión de que el hombre, desplegando su libertad sin ataduras ni referencias, en absoluta emancipación, puede llegar a realizarse en plenitud. Fuera todo equívoco: realizarse en plenitud, o no significa nada o significa perfecta armonía entre aspiraciones y posibilidades. Cuando no hay esta armonía, ya podemos entusiasmarnos con el progreso que sea: nos estamos engañando a nosotros mismos. Los marxistas confiesan por anticipado que si, en el futuro perfecto de la sociedad, los hombres siguieran sintiendo, sólo sintiendo, la sensación de límite, la inconformidad íntima o nostálgica (que los hombres, en general, experimentamos ante la contingencia de la vida, siempre insatisfactoria), el marxismo habría resultado falso, porque no habría logrado realizar plenamente con fuerzas humanas lo que el hombre necesita para sentirse hombre a satisfacción.

Humanismo de depresión.-El humanismo de depresión, que está representado, como se apuntó antes, por algunas formas recientes, no por todas, del llamado existencialismo, el de Sartre y otros, hace notar oportunamente que el humanismo de exaltación comete fraude. El humanismo de exaltación niega a Dios o, si no lo niega, sostiene que no es necesario contar con Dios y se desentiende de Él, que es lo mismo, pero afirma «valores divinos». Las aspiraciones, realizables con fuerzas humanas en el futuro, son «divinas», son valores «de paraíso». Ahora bien, negar o excluir a Dios y afirmar valores divinos es hacer trampa. Ésta es la denuncia esencial del existencialismo. Si queremos afirmar la libertad del hombre como autónoma, hagámoslo en serio; digamos: No hay más que libertad del hombre y atengámonos a las consecuencias. Sí no hay más que libertad del hombre y si esta libertad no se refiere a valores más altos que ella, que le sirvan de cauce y de meta y le den sentido, la libertad es libertad pura, que equivale a esclavitud pura. Sin camino sólido que resista nuestra presión, sin dirección preferente, que en cierto modo canalice las energías, la libertad pura es como una caída en un vacío inmenso, sin sentido, absurda. Cualquier programa inmediato, que yo me trace, no vale ni más ni menos que cualquier otro; no hay sistema de referencias por el que podamos medir el mayor o menor valor de nuestras decisiones o actitudes, si no es el criterio infecundo de lo que en ese ámbito se llama autenticidad. Libertad pura es pasión inútil, y puesto que el hombre no es más que eso, caemos en la negación del hombre.

El humanismo de depresión podría resumirse de modo más vibrante con expresiones de algunos escritores existencialistas, según los cuales el hombre, para ser hombre, tendría que ser Dios; como no puede serlo, porque no hay Dios, el hombre es absurdo.

Tal humanismo de depresión tiene la virtud de poner las cartas boca arriba, como diciendo: Señores, si negamos a Dios, neguémoslo de verdad, y no juguemos luego con palabras escritas con mayúscula: con unos valores misteriosos, bajo los cuales se cobija el pobre individuo humano, porque se les dota de universalidad y permanencia a través de la historia, que sustituye a Dios; pero como la historia no es más que un sucederse de individuos, todos igualmente relativos y contingentes, cualquier programación colectiva y de conjunto, aunque desborde un poco al individuo, no llega hasta el punto de poder ser divinizada.

Este reconocimiento del fallo del humanismo autónomo hace que se invierta la tonalidad sentimental con que se habla del humanismo. En los tiempos del humanismo de exaltación todos suscribirían la glosa de Engels al famoso libro de Feuerbach, en el siglo pasado. Feuerbach sostuvo que la idea de Dios y la vida religiosa no era más que la proyección sobre un ser ilusorio de nuestros propios poderes, individuales y sociales; era, pues, preciso rescatar esos poderes del espejismo que los aleja y darse cuenta de que los llevamos dentro de nosotros mismos; Dios no es más que un símbolo o imagen del hombre. Según Engels, esta teoría de la alienación (por otra parte, conocida desde el siglo XVIII) produjo casi una explosión de alegría: «Es necesario haber probado uno mismo la acción liberadora de este libro para hacerse una idea; el entusiasmo fue general: momentáneamente todos fuimos feuerbachianos». Hay una primera fase en que el humanismo autónomo, la proclamación de la libertad emancipada, produce alegría: Dios, la religión, la moral, son interpretados como esclavitud. El humanismo de depresión vuelve a poner las cosas en su sitio. Al optimismo sucede el pesimismo o una especie de estoica resignación: «Estamos condenados a ser libres»; es la libertad la que podría interpretarse como esclavitud. Así se confirma que la libertad humana sólo puede ser libertad por referencia a valores más altos.

José Guerra Campos

Imitación de Cristo 85

16 jueves Oct 2014

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Capítulo 46

De la confianza que debemos tener en Dios cuando nos injurian

Jesucristo.– 1. Hijo, está firme y espera en mí. ¿Qué son las palabras sino palabras? Vuelan por el aire, mas no mellan una piedra.
Si estás culpado, determina enmendarte de buena gana.
Si no hallas en ti culpa, haz el ánimo de llevarlo con gusto por Dios.
Muy poco es el que sufras alguna vez siquiera malas palabras, ya que aún no puedes tolerar graves azotes.
¿Y por qué tan pequeñas cosas te llegan al corazón, sino porque aún eres carnal y miras a los hombres más de lo que conviene?

Porque temes ser despreciado, por esto no quieres ser reprendido de tus faltas y buscas las sombras de las excusas.jesus

2. Considérate mejor y conocerás que todavía vive en ti el mundo y el deseo vano de agradar a los hombres.
Porque en huir de ser abatido y confundido por tus defectos se muestra claro que no eres verdadero humilde, ni estás del todo muerto al mundo, ni el mundo está a ti crucificado.
Mas oye mis palabras y no cuidarás de cuantas dijeren los hombres.
Dime: si se dijere contra ti todo cuanto maliciosamente se pudiere fingir, ¿qué te dañaría, si lo dejases pasar y no lo estimases más que una paja? Por ventura ¿te podría arrancar siquiera un cabello?

3. Mas el que no está dentro de su corazón ni me tiene a mí delante de sus ojos, presto se mueve por una palabra de menosprecio; pero el que confía en mí, y no desea atenerse a su propio parecer, vivirá sin temer a los hombres.
Porque yo soy el Juez y conozco todos los secretos; yo sé cómo pasan las cosas; yo conozco muy bien al que hace la injuria, y también al que la sufre.
De mí salió esta palabra; permitiéndolo yo acaeció esto, «para que se descubran los pensamientos de muchos corazones» (Lc 2,35).

Yo juzgaré al culpable y al inocente; pero quiero probar primero al uno y al otro con juicio secreto.

4. El testimonio de los hombres muchas veces engaña; mi juicio es verdadero, firme, y no puede torcer.
Muchas veces está escondido, y pocos lo penetran en todo; pero nunca yerra ni puede errar, aunque a los ojos de los necios no parezca recto.
A mí, pues, has de recurrir en cualquier juicio, y no confiar en el propio saber.
Porque el justo no se turbará por cosas que Dios envíe sobre él; y si alguna palabra fuere dicha contra él injustamente, no se inquietará por ello.
Ni se alegrará vanamente si otros le defendieron con razón.

Porque sabe que yo soy quien escudriño los corazones y entrañas, que no juzgo según el exterior y apariencia humana.
Antes, muchas veces, se halla a mis ojos culpable el que al juicio humano parece digno de alabanza.

El Alma.– 5. Señor Dios, justo Juez, fuerte y paciente, que conoces la flaqueza y maldad de los hombres, sé tú mi fortaleza y toda mi confianza, pues no me basta mi conciencia.
Tú sabes lo que yo no sé; por eso me debo humillar en cualquier reprensión y llevarla con mansedumbre.
Perdóname también, Señor piadoso, todas las veces que no lo hice así, y dame gracia de mayor sufrimiento para otra vez.
Porque mejor me está tu misericordia copiosa para alcanzar perdón que mi presunta inocencia para defender lo secreto de mi conciencia.

«Y aunque ella nada me acuse, no por esto me puedo tener por justo» (1Cor 4,4); porque, quitada la misericordia, «no será justificado en tu acatamiento ningún viviente» (Sal 142,2).

Mensajes de fe 3

16 jueves Oct 2014

Posted by manuelmartinezcano in Mensajes de fe, Uncategorized

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OBJECIONES FUERA DE LUGAR

  1. Muchos dicen: «Yo no soy un ateo, como se supone. Creo en Dios, en un Ser Supremo. Es claro que ha de existir Uno que ha hecho el mundo». Y con esta afirmación creen estar a bien con Dios.

¡No! No basta. Así como no basta que los hijos crean que tienen padre, sino que es necesario que reconozcan a su padre en aquella persona determinada, así tampoco basta creer que hay un Dios, sino que es necesario reconocer que este Dios es la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que Jesucristo es, precisamente, la segunda Persona de la Santísima Trinidad que se ha hecho hombre para enseñarnos cómo debemos practicar la Religión.apaiart016p4

  1. A menudo, demasiado a menudo, se oye decir: «Jesucristo es el genio· más grande, el mayor bienhechor de la Humanidad, el primer filántropo, etc.». Y algunos piensan que quien habla así alaba y estima bastante a Jesucristo.

¡No! El que habla en estos términos no alaba, sino que blasfema de Jesucristo. Como es una ofensa para un médico llamarle el mas, hábil de los enfermeros; como se ofende a un maestro albañil si se le dice que es el más hábil de los peones; así se blasfema gravemente de Jesucristo al decir que es el primero de los hombres, el primer filántropo.

Es necesario reconocerle y proclamarle Dios.

***

III. A veces, se oye decir a alguno: «Si yo viese con mis ojos un milagro, entonces creería que Jesucristo es Dios».

A los que piensan de este modo, es decir que no quieren rendirse a las pruebas claras de que Jesucristo es Dios, venido a la tierra para enseñarnos cómo debemos practicar la Religión se les puede responder con, las palabras del mismo Evangelio: «Aunque resucitase uno de entre los muertos, tales personas no le creerían».

Con frecuencia estas gentes no tienen la cabeza en su sitio, porque el corazón no está en su lugar. Sería necesario primeramente poner en orden la conciencia y la cabeza se pondría por sí misma como es debido.

Un incrédulo había ido hasta Ars para discutir con el Santo Cura sobre cuestiones de Religión; el Santo, en vez de responder a sus dificultades, le señaló el confesionario.

– Pero, señor Cura, yo no he venido a Ars para confesarme; he venido para resolver mis dificultades acerca de la fe.

– ¡Confiésese! – replicó lacónicamente el Santo.

Acabada la confesión, el Santo le dijo sonriendo:

– Ahora oigamos sus dificultades.

– Ya no las tengo -respondió aquél con los ojos llenos de lágrimas.

***

  1. Otros dicen: «Yo no soy un incrédulo; creo que, Jesucristo es Dios. ¿Qué más queréis? No hay que ser exagerados».

Para ser cristiano no basta creer que Jesucristo es verdaderamente Dios; hay que creer, también en todas las demás verdades que Jesucristo nos ha enseñado y que nos propone creer· por medio de la Iglesia. Quien cree, por ejemplo, en Jesucristo y después no cree que haya infierno y piensa que con la muerte acaba todo, no cree que Jesucristo sea Dios, sino que considera que es un embustero.

¿Y por qué esto?

Porque Él ha afirmado que hay un infierno eterno. En efecto, en dieciocho ocasiones Jesucristo ha dicho en el Evangelio que hay un infierno, y por ocho veces ha afirmado que el infierno es eterno. Ahora bien: o el infierno existe o Jesucristo es un embustero, lo cual sería una gravísima blasfemia.

Y digamos lo mismo de todas las demás verdades reveladas por Él y enseñadas por la Iglesia.

Además, se ha de observar que para salvarse no basta creer, sino que es también necesario hacer todo lo que Jesucristo quiere. El Cielo es una retribución. Y así Goma para recibir una retribución no basta saber que se tiene un dueño y conocer el trabajo que quiere, sino que es necesario hacerlo conforme a sus órdenes, del mismo modo que hay que saber y «hacer» lo que Jesucristo quiere de nosotros; de otro modo se va uno al infierno.

***

  1. «Los pobres campesinos y los obreros no van al infierno -responden otros- porque pasan ya en este mundo una vida de infierno: trabajan como bestias y, con frecuencia, son maltratados como perros. Al infierno sólo van los ricos».

Ciertamente, es más fácil salvarse siendo pobre que siendo rico. Lo asegura el Evangelio: «¡Bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos!». Es, en verdad, difícil salvarse cuando se es, rico lo dice igualmente el Evangelio: «¡Ay de vosotros los ricos…, que estáis hartos!».

Pero esta verdad ha de entenderse bien. Así como la ley natural de alimentarse rige para todos, y si lino no, come, sea rico o pobre, muere de hambre, así lo mismo para los pobres que para los ricos rige la verdad de que para salvarse se han de observar todos y no únicamente algunos mandamientos de, la ley de Dios. En efecto, en un pasaje de la Sagrada Escritura dice Dios: «Si uno observa todos los mandamientos; pero quebranta uno solo de ellos se hace reo de todos».

Es decir, va al infierno. Si uno observa todos los mandamientos, pero, por ejemplo, cae en el pecado impuro, sea rico o pobre, se merece el infierno.

«HAY UN SILENCIO MAS ATERRADOR QUE EL DE LAS CONSTELACIONES: ES EL DEL HOMBRE QUE CIERRA OBSTINADAMENTE SUS LABIOS A LA ORACIÓN», afirmaba el gran literato francés León Bloy. Por esto si el hombre peca, lo peor que puede hacer es quedarse en el pecado. Resbalar sobre el barro es humano. Permanecer voluntariamente en el barro es estúpido. Si pecas, inmediatamente reacciona. Lo más pronto posible reza el Acto de Contrición. Y en cuanto puedas, una confesión bien hecha. Que la confesión es la misma misericordia de Dios que fácilmente se pone a nuestro alcance. ¿No tienes fuerzas para salir del pecado? Es que no rezas… No te olvides jamás de las TRES AVEMARÍAS, cada mañana y cada noche, a la Santísima Virgen.

Yo he visto a Dios

16 jueves Oct 2014

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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San Juan nos dice que nadie ha visto jamás a Dios. También nos dice la Santa Biblia que, el que no tiene fe, es culpable de ser ateo, porque, a través de las cosas creadas, se llega al conocimiento de su Creador. “Dice el necio para sí: “No hay Dios” (salmo 13).

Yo he visto a Dios en la sonrisa y ternura de una bebé de seis meses; en el cielo habrá infinidad de sonrisas y ternuras.bebe

Yo he visto a Dios en un anciano de 83 años, cuando me contaba su vida en la plaza de su pueblo, ¡Cuánta sabiduría!

Yo he visto a Dios en los ojos de una niña de 9 años, a quien le pregunté: ¿de qué color son tus ojos? No lo sé, voy a vérmelos al espejo. Padre, me dijo, son verdes claros. En el cielo veremos todas las tonalidades verdes y una luminosidad impresionante.

Yo he visto a Dios en el adolescente que me dijo: “Gracias, Padre, por corregirme”. Al cielo van los humildes, los mansos, los que aman a Dios y al prójimo.

Yo he visto a Dios en el rostro bellísimo de una joven religiosa que rezumaba la pureza de su alma pos sus ojos y su sonrisa. El Cielo está lleno de almas que han vivido el Evangelio en toda su pureza. Sonriamos.

Yo he visto a Dios en la alegría de unos novios que han venido a verme para comunicarme su gozo. Las almas fieles a su vocación, serán eternamente felices.

Yo he visto a Dios en los rostros radiantes de unas madres que iban a presentar a la Virgen del Espino sus hijos e hijas. El más jovencito de 6 días. “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos” Dice el Señor.

Yo he visto a Dios en la impresionante tormenta de rayos, relámpagos, truenos y cortinas de agua que nos sorprendió en una autopista. La justicia de Dios exige que haya un premio, el Cielo eterno, y un castigo, el infierno eterno.

Yo he visto a Dios en un locutorio de monjas contemplativas. El Cielo será algo parecido porque, en los monasterios, no envejece el espíritu.

Yo he visto a Dios en un niño de 4 años que se ha plantado frente a mí y me ha dicho: “¿Sabes qué? No hay que hacer caso al demonio, hay que hacer caso a Jesús”. Si no nos hacemos como niños no entraremos en el Reino de los Cielos.

Yo he visto a Dios en los peregrinos que, de rodillas, cruzan la explanada de Fátima para postrarse ante la Virgen Santísima, pidiendo por la conversión de los pecadores y la paz en el mundo.

Yo no he visto a Dios en la Eucaristía pero sé que nuestro Señor Jesucristo está vivo en la Hostia consagrada, que nos ve, nos escucha y nos ama infinitamente; sé que el Señor es inmensamente feliz cuando participamos en la Santa Misa y lo visitamos en el Santísimo Sacramento, expuesto solemnemente en la custodia o dentro del sagrario. Como decía el jesuita José Antonio Segarra, Jesús siempre está con su Madre santísima. Jesucristo vive en la tierra para ayudarnos a ir al Cielo. Comulguemos todos los días.

Manuel Martínez Cano. MCR

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