Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos mensuales: octubre 2014

Mensajes de Fe 1

06 lunes Oct 2014

Posted by manuelmartinezcano in Mensajes de fe, Uncategorized

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A PROPOSITO DE UNA DEUDA

Cuando se recibe una cosa de otro, por pequeña que sea, se tiene respecto a él una deuda, al menos de gratitud. El que habiendo recibido un favor, aunque sea de poquísima importancia, no da las gracias, de muestra que no es educado. Si por ejemplo, un joven enciende el cigarrillo a otro, espera que se lo agradezca, y el otro tiene el deber de agradecérselo. Este deber tan importante es una de las primeras cosas que la madre enseña a sus hijos desde niño. Cuando la tía o el padrino regalan a los niños una fruta, un dulce, la madre quiere que digan “gracias”, y les reprende si no la atienden. Ninguna madre, en efecto, desea que su hijo crezca mal educado y, con hacerle decir “gracias” quiere llevar la mente de su hijito a que reflexione sobre el deber que 8e’ tiene hacia el que da algo. Este deber no es otra cosa que el deber de gratitud.gratitud2

Pero esta deuda de gratitud hacia los que dan alguna cosa es tanto «mayor cuanto más grande es el bien que se recibe. Así sería mayor la deuda con el que nos hubiese procurado una colocación que con el que nos hubiese invitado a un banquete de bodas; pero todavía mayor con quien nos hubiese, librado de la muerte, socorrido en una desgracia, asistido en una enfermedad peligrosa.

Ahora bien: el máximo beneficio recibido en la tierra es la vida. La vida nos la ha dado Dios por medio de nuestros padres. Así, pues, la mayor obligación que un hombre tiene hacia otro hombre es la de los hijos respecto a los padres, que han cooperado con Dios para darles la vida.

Esta deuda es todavía mayor con Dios que con nuestros padres, porque, a fin de cuentas, todo cuanto tenemos, comprendiendo la vida lo hemos recibido del Creador.

Por esto, así, como el conjunto de obligaciones que los hijos tienen respecto a los padres se llama piedad filial, del mismo modo el conjunto de las obligaciones que cada hombre tiene con relación a Dios se conoce con el nombre de “Religión”.

Saquemos algunas consecuencias de lo que se ha afirmado:

***

1) Con frecuencia se oye decir: “¡Yo no voy a la Iglesia, pero soy honrado, y lo soy más aún que aquellos que van a menudo!”

Hablar así es un evidente y gravrsimo error. En efecto, en cualquier diccionario la palabra honrado significa que respeta los derechos ajenos. No es honrado por consiguiente, el que no paga una deuda que tiene con otro; no es honrado quien no paga el traje que le ha hecho el sastre; quien no paga el pan que recibe del panadero o el vino que bebe en la taberna.

Mas, si para ser honrado hay que pagar el pan y el traje, mucho más necesario es pagar la vida, que cuesta bastante más que el alimento que se come o el vestido que uno se pone.

Este deber se halla tan arraigado en nuestra vida que nadie puede existir ni un sólo’ instante sin contraer inmediatamente una deuda de reconocimiento hacia el Creador exactamente igual que el niño que, con motivo de su confirmación, recibe como regalo un reloj no, puedo menos que contraer una deuda de gratitud hacia el padrino que se 10 ha regalado. Esta deuda hacia Dios, siendo verdadera y sacrosanta deuda, se paga únicamente cumpliendo todos los deberes de la Rellgl6n. Por eso es propio de hombres honrados practicar la Religión.

Por el contrario, quien no practica la Religión no sólo no es honrado, sino que es el peor de los malvados. Así, uno es tanto peor y tanto menos honrado cuando más graves sean los derechos que viola. Por ejemplo, el que maltrata e Injuria a su padre es peor que quien maltrata e injuria a un extraño. Un asesino es menos honrado que un ladrón. Ahora bien: nuestros deberes más importantes son los que tenemos hacia Dios.

***

2) La Religión es un deber que dura toda la vida.

Las obligaciones que se tienen hacia un patrono duran solamente mientras se está bajo su dependencia; las obligaciones de la vida militar duran mientras se permanece incorporado al ejército.

La obligación de la Religión dura cuánto dura la vida, ya que mientras vivimos permanece, constantemente, el hecho de que existimos porque Dios nos ha dado la vida y nos mantiene en ella. Si después de la niñez y después de la vida militar continúan los deberes que se tiene hacia los padres, con mayor razón, permanecen siempre los deberes respecto a Dios, porque ÉI es nuestro Creador.

Mejor aún: así como todos pretenden que los niños, al hacerse mayores, ayuden a sus padres más que cuando eran pequeños, así también la práctica de la Religión debería ser en nosotros más Intensa de adultos que cuando éramos muchachos.

***

3) Luego no se debe decir, como algún insensato: “Cada uno practica la Religión, según sus ideas”.

La Religión, como hemos visto, es la deuda que tenemos con Olas por el hecho de habernos dado la vida. y, por consiguiente, al practicarla hay que hacerlo con una cierta regulación, como se hace en el pago de una deuda. Las deudas no se pueden pagar según propio criterio, sino que se han de satisfacer según factura firmada por el acreedor.

Dios es nuestro dueño, y los dueños se les sirve como ellos ordenan, no como se les pone en cabeza a los súbditos. También nosotros, en aquellos de que somos dueños, exigimos que nos traten así. En efecto, quedaríamos muy molestos si un peluquero nos cortase el pelo como a él le agrade y no como nosotros queremos; si un tabernero nos diese vino blanco cuando lo pedimos tinto.

Es, por tanto, un contrasentido practicar la Religión según nuestro parecer y no como Dios desea.

“EL HOMBRE TIENE NECESIDAD DE DIOS COMO TIEINE NECESIDAD DE AGUA O DE OXIGENO” dice el Dr. Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina. Por eso lo mínimo que debemos hacer para vivir en contacto con Dios es rezar cada mañana y cada noche. A lo menos las TRES AVEMARÍAS a la Santísima Virgen.

Meditación sobre el nombre de Maria 2

06 lunes Oct 2014

Posted by manuelmartinezcano in Meditaciones de la Virgen, Uncategorized

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Si este santísimo nombre no puede sernas indiferente, antes bien debe interesarnos mucho el saberlo conocer y pronunciar con fervor, es muy importante el que nos detengamos a’ examinar y meditar lo que significa.Maria– Es muy difícil, acertar con su verdadero significado… Se dan más de trescientas significaciones del mismo, y fue providencia del Señor el que este nombre significase muchas cosas y muy buenas todas, para darnos a entender que en la Santísima Virgen se recopilan todas las excelencias y perfecciones.- De todas estas interpretaciones veamos las más probables, que son las siguientes:

1º Hermosa.– Mejor aún «la Hermosura», por excelencia.- Como si quisiera significar que Ella sola, es «la hermosura» y que toda otra fuera de Ella, no existe más que en apariencia.- «Hermosa como la luna», la canta la Iglesia, porque así como en las oscuridades de la noche, donde todo es feo y triste, aparece la luz plácida, serena y bella de la luna, destacando en medio de las tinieblas y brillando más que todas las estrellas juntas… así María destaca y descuella por su blanca hermosura y la comunica a todos los que de Ella quieren participar.

También la dice Tota pulchra, Toda hermosa- fíjate en esa palabra Toda, esto es, que en Ella no hay nada que no sea hermoso; su cuerpo, su alma, sus ojos, sus sentidos, su corazón… todo; porque en Ella no hay nada feo, ni manchado con ninguna cosa que mancille esa hermosura- Piensa en lo que el mundo llama hermoso y te convencerás de que no conoce siquiera lo que es la hermosura. A una belleza corporal, muchas veces artificial, siempre aparente, pues es algo exterior nada más… a eso llama hermosura…, con esa hermosura se contenta…, no conoce otra. En cambio, mira a María y siempre y en todo momento la verás hermosísima, y Toda hermosa; ¡qué bien, pues, la cuadra este nombre de María, si María significa eso!

2º Señora y Dominadora.- Y qué cierto es que es verdadera Señora- nunca fue esclava, ni sierva del demonio… del pecado… de las pasiones. Sólo esclava del Señor…, pero por eso mismo Reina y Señora.- EI pueblo cristiano así lo entiende y por eso la llama Nuestra Señora. – Recuerda cómo es Señora de los ángeles que se glorían en poderla servir.- Los ángeles fueron muchas veces sus criados; en la Anunciación, en la huida a Egipto, en la cueva de Belén…, en el mismo Calvario, ángeles de dolor fueron a sostenerla y a llorar con Ella. Es Señora de los demonios, que la temen y al oír tan sólo su nombre, huyen.- Ante este santo nombre doblan las rodillas los Cielos, la tierra y los abismos. – El demonio teme a la Señora, aún más que a Jesús, pues así Dios lo quiso, para que la humillación fuera mayor y más admirable el triunfo de Ma­ría.- Es, en fin, Señora de los hombres.- Pero Señora y Reina de Misericordia.- Jesús ha dividido su reino y su cetro, y, quedándose Él con la justicia como Juez que es de vivos y muertos, ha dado a María el poder de la misericordia.- Su majestad y grandeza no ofende, no aterra, sino que arrastra amorosa, pero violentamente, aunque sea muy dulce esta violencia.- Mira si no sientes en ti esto mismo al ponerte a los pies de esta Gran Señora. Por eso es Reina y Señora de corazones.- Nadie sino Ella; tiene derecho a mandar en nuestro corazón.- Examina si es Ella la que realmente manda y dispone como Señora absoluta, de tu corazón.

3º Mar y estrella del mar.- El mar es el conjunto de todas las aguas de la tierra y del cielo, que caen por medio de la lluvia y a él van aparar. Así, dice el Génesis, que al crear Dios la tierra, reunió todas las aguas en un punto y las llamó el mar.- Del mismo modo sucedió con María; todas, las gracias que el Señor repartió entre todas las criaturas, ángeles y hombres, las reunió en María… y por eso, es el mar de gracias, donde se encuentran todas las que queramos buscar.

Del mar se levantan las nubes, que luego caen en forma de lluvia a fecundar la tierra; así derrama María del océano inmenso de sus gracias, las que hacen fructificar a las almas en virtud y santidad. Las aguas del mar son amargas, como fueron amargas las penas del corazón de María, verdadero mar de amargura, pues sufrió más que todos los corazones juntos en la Pasión de su Hijo.- Por eso, se la llama Reina de los Mártires; por haber padecido más que todos ellos.- En fin, es Estrella del mar, porque es la luz que guía a los navegantes de este mar del mundo…, del mar de las pasiones, en el que fácilmente podemos naufragar. .. , en el que navegamos generalmente a oscuras, pues en todo instante nos ciega el amor propio y la fuerza de la pasión dominante.- Ella es la estrella que está en lo alto para que siempre la podamos mirar…, siempre la podamos encontrar.- Por eso la colocó Dios tan alto, para que desde cualquier parte la veamos.- Pero por eso mismo también, no la podemos ver si no levantamos los ojos…, cuanto más los bajes a ver cosas de la tierra, menos la encontrarás.- ¿Ves, qué bien la cuadra a la Virgen este nombre en todos y cada uno de estos significados?- ¿Comprendes, pues, por qué sólo a Ella la conviene nombre tan excelso?- ¿Trabajo por imitarla y tenerla siempre delante, repitiendo sin cesar este dulcísimo nombre, como el amante no gusta sino en repetir constantemente el nombre de la persona que ama?

Los novísimos II

06 lunes Oct 2014

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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  1. EL PURGATORIO

En una entrevista con el periodista Vittorio Messori, el Cardenal Ratzinger dijo que si no existiera el purgatorio habría que inventarlo “porque hay pocas cosas tan espontáneas, tan humanas, tan universalmente tan extendidas (en todo tiempo y en toda cultura) como la oración por los propios allegados difuntos”.granpurgatorio2

Los que mueren en gracia de Dios, pero imperfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del Cielo. (Catecismo de la Iglesia Católica).

“Creemos que… los que verdaderamente arrepentidos murieron en caridad antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por sus pecados de obra u omisión, sus almas son purificadas después de la muerte con las penas del purgatorio” (Concilio de Lyón).

La fe en la existencia del purgatorio aparece ya en el Antiguo Testamento: “Por eso mandó Judas Macabeo hacer este sacrificio expiatorio en favor de los nuestros, para que quedaran librados del pecado» (2Mac 12, 46).

Las palabras del Señor: “Al que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará, pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará, ni en este mundo ni en el otro” (Mt 12, 32), nos dan a entender que unas culpas se pueden perdonar en este mundo y otras en el mundo futuro, en el purgatorio.

Las almas que están en el purgatorio sufren dos clases de penas: la pena de daño y la pena de sentido.

La pena de daño consiste en la dilación temporal de la unión beatífica con Dios: las almas del purgatorio tienen conciencia de ser hijos y amigos de Dios y suspiran por unirse íntimamente con Él, pero la separación temporal es para ellas muy dolorosa.

La pena de sentido consiste en un dolor purificador. Entre otros sufrimientos, en el purgatorio hay un fuego físico que purifica las almas: “El fuego que atormenta a las almas del purgatorio es más cruel que todas las penas que en este mundo nos puedan afligir” (San Agustín).

  1. EL INFIERNO

El infierno es la privación de la unión gozosa de Dios para siempre y la desesperación y sufrimiento que nacen en el condenado de esa misma privación y del fuego que atormenta alma y cuerpo.

Dios quiere que todo el mundo se salve y perdona siempre al que se arrepiente de sus pecados, pero Dios no puede salvar al que no quiere arrepentirse, Dios respeta la libertad de las personas, y los que quieran, en su soberbia, condenarse irán al infierno.

Morir en pecado mortal, sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Dios para siempre por nuestra propia y libre elección.

“Según la común ordenación de Dios, las almas de los que mueren en pecado mortal, inmediatamente después de la muerte, bajan al infierno, donde son atormentados con suplicios infernales” (Constitución Dogmática Benedictus Deus).

Dios no predestina a nadie al infierno. Para condenarse es necesaria una aversión voluntaria a Dios ( pecados mortales), y persistir en ella hasta el final de la vida.

En el Antiguo Testamento aparece la existencia del infierno: “¡Ay de las naciones que se alzan contra mi raza! El Señor Omnipotente les dará el castigo en el día del juicio. Entregará sus cuerpos al fuego y a los gusanos y gemirán en dolor eternamente” (Judit 16, 17).

Jesucristo habla frecuentemente del infierno. Le llama gehenna de fuego donde el gusano no muere, ni el fuego se extingue (Mt 9, 46), fuego eterno (Mt 25, 41), fuego inextinguible (Mc 9, 42), horno de fuego (Mt 13, 42), suplicio eterno (Mt 25, 46). Allí hay tinieblas (Mt 13, 22), aullidos y rechinar de dientes (Lc 13, 28).

El Nuevo Testamento dice en veintitrés ocasiones que en el infierno hay fuego: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt 25, 41); los condenados “tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre” (Apoc 21, 8); los condenados, junto al diablo, la bestia y el falso profeta, “serán atormentados por los siglos de los siglos” (Apoc 20, 10).

  1. PENA DE DAÑO Y DE SENTIDO

En el suplicio del infierno se distinguen dos clases de penas: la pena de daño y la pena de sentido.

La pena de daño corresponde al apartamiento voluntario de Dios, castigo del pecado mortal. Constituye la esencia del castigo del infierno, que consiste en verse privado eternamente de la visión beatífica de Dios: “No os conozco” (Mt 25, 12), “Apartaos de mí, malditos” (Mt 25, 41).

La pena de sentido corresponde al uso desordenado de las cosas creadas y consiste en los tormentos eternos causados externamente por medios sensibles: “fuego”, “alaridos”, “crujir de dientes”. Las penas del infierno duran toda la eternidad: “Los condenados sufrirán con el diablo suplicio eterno” (Concilio de Letrán).

¡Castigo tremendo! “¿Qué somos, Señor, para que nos améis hasta el punto de amenazarnos con el infierno si no os amamos?” (San Agustín).

“Las puertas del infierno son los pecados, pues por ellas se precipitan los hombres a él, y quienes abren esas puertas del infierno son las ocasiones de pecar, las malas compañías, malos ejemplos, malas lecturas, escándalos… No te fíes de la virtud pasada, ni de los buenos propósitos presentes… Sólo en la huida de las ocasiones está el verdadero remedio para no caer en pecado” (San Enrique de Ossó).

«¿En qué juicio cabe querer más arder con Lucifer que reinar con Cristo?» (San Juan de Ávila).

  1. LIBERTAD Y ETERNIDAD

Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia, a propósito del infierno, son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar su libertad en relación con su destino eterno.

“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición; y son muchos los que entran por ella; mas, ¡qué estrecha la puerta y que angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran” (Mt 7, 1314).

“Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra, mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandará ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes” (Vaticano II).

Nadie puede dudar de la infinita misericordia de nuestro Dios y Señor que se entregó y murió por nosotros en la cruz, pero tampoco se puede abusar de la libertad pecando. El que se ríe de ese Dios misericordioso, desconfiando del perdón y misericordia que nace de la cruz, se cierra a sí mismo la única puerta que hay de salvación eterna.

El hombre de nuestros días se ha formado la idea de un Dios bonachón que todo lo perdona, porque el hombre ha perdido la conciencia de pecado y se ha hecho un Dios a su gusto y medida; todos debemos tener muy presente que Dios es infinitamente misericordioso e infinitamente justo.

  1. EL CIELO

Los que mueren en gracia y amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo en el Cielo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven “tal cual es” (1Jn 3, 2).

El Cielo es un lugar y estado de perfecta felicidad sobrenatural, que consiste en la visión de Dios y en el perfecto amor que de esta visión goza el alma.

El Cielo de los bienaventurados no es el espacio que rodea a la tierra y que ordinariamente lo vemos de color azul, al que llamamos Cielo atmosférico, ni tampoco se trata del firmamento cuajado de estrellas en una noche serena. El Cielo es el lugar y estado de los bienaventurados que gozan de una felicidad sin límites porque sacia todas las apetencias del corazón humano por los siglos de los siglos. ¡Eternamente felices!.

Al Cielo van los justos que en el instante de su muerte, se hallan libres de toda culpa y pena de pecado.

Ninguna otra verdad revelada se repite tantas veces en la Sagrada Escritura como la existencia del Cielo. El Señor dice que pidamos a “Nuestro Padre que está en los Cielos” (Mt 25, 46); “Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo” (Jn 6, 51); “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23, 43); “Los justos irán a la vida eterna” (Mt 25, 46); “Mirad que no despreciéis a uno de esos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el Cielo la faz de mi Padre que está en los Cielos” (Mt 18, 10).

“Quien prescindiendo de la impura realidad que nos rodea reflexionara atentamente sobre la índole de la religión cristiana, habría necesariamente de pensar que, para los cristianos, ninguna idea debía ser más familiar que la del Cielo… Y, con todo, en la práctica, apenas hay otro asunto que menos frecuentemente ocupe los pensamientos de la mayor parte de los cristianos, los cuales, cuando aciertan a levantar los ojos de las cosas bajas y pasajeras de la tierra, piensan a menudo en el pecado, en la muerte, en el juicio, en el purgatorio, en el infierno… ¡Rarísimas veces en el Cielo!” (Ruiz Amado).

Pensemos nosotros en el Cielo. Vivamos de tal manera que merezcamos vivir eternamente felices en el Cielo.

  1. FELICIDAD ESENCIAL DEL CIELO

La felicidad esencial del Cielo es la visión beatífica de Dios, por la cual los bienaventurados contemplan inmediata y directamente la esencia divina de manera clara y sin velos, produciendo en las almas el gozo y la felicidad de la eterna posesión de Dios.

Jesús representa la felicidad del Cielo bajo la imagen de un banquete de bodas (Mt 25, 10) y califica esta bienaventuranza de “vida eterna” (Mt 19, 29). La condición para conocer esta vida eterna es “conocer a Dios y a Cristo” (Jn 17, 3). La posesión de Dios es para los limpios de corazón: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8).

Cuando San Pablo quiere explicar en qué consiste la felicidad del Cielo, dice: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1Cor 2, 9).La visión beatífica de Dios es una pura y divina intuición de la divina esencia realizada por el entendimiento elevado al orden sobrenatural y fortalecido por el “Lumen Gloriae”. No es un razonamiento lento para alcanzar y gozar de la verdad, sino una contemplación sobrenatural perfectísima, una pura y simple intuición de la primera Verdad tal como es en sí misma, sin intermedio de criatura alguna.

La contemplación sobrenatural en la tierra arrebata el alma de los santos y los saca fuera de sí en un éxtasis místico, ¡qué ocurrirá en el Cielo ante la contemplación de la divina esencia, no a través de la fe, sino clara y abiertamente tal como es en sí misma! ¡Será un éxtasis eterno que sumergirá al alma en una felicidad indescriptible! ¡Inefable! ¡Ver, amar y gozar de Dios, eso es el Cielo!.

  1. FELICIDAD ACCIDENTAL DEL CIELO

A la felicidad esencial del Cielo, que brota de la visión inmediata de Dios, se añade una felicidad accidental que surge del conocimiento y amor de los bienes creados.

Motivo de felicidad accidental para los bienaventurados del Cielo será estar en compañía de Cristo (en cuanto a su humanidad) y de la Virgen, de los ángeles y de los santos; de volver a encontrarse con los seres queridos y con los amigos que tuvieron durante la vida terrena; conocer las obras de Dios.

La unión del alma y el cuerpo, glorificado el día de la resurrección, aumentará la felicidad accidental de la gloria celestial.

La teología enseña que hay tres clases de bienaventurados que reciben una recompensa especial (aureola) por las victorias conseguidas en la tierra: las vírgenes, por su victoria contra la carne; los mártires, por su victoria contra el mundo; los doctores, por su victoria sobre el diablo, padre de la mentira.

 

  1. ETERNIDAD DEL CIELO

 

La felicidad del Cielo dura por toda la eternidad.

 

Jesús compara el premio de las buenas obras a los tesoros guardados en el Cielo, que no se pueden perder (Mt 6, 20) y dice que los justos irán a la “vida eterna” (Mt 25, 46).

 

“Y una vez que haya comenzado en ellos la visión intuitiva, cara a cara, y ese goce, subsistirán continuamente en ellos esa misma visión y ese mismo goce sin interrupción ni tedio de ninguna clase, y durará hasta el juicio final, y desde éste, indefinidamente por toda la eternidad” (Constitución Benedictus Deus, Benedicto XX).

San Agustín deduce racionalmente la eterna duración del Cielo, de la idea de la perfecta bienaventuranza: “¿Cómo podría hablarse de verdadera felicidad si faltase la confianza de la eterna duración?”

La voluntad del bienaventurado del Cielo se halla de tal modo confirmada en el bien por su íntima unión de caridad, que es imposible apartarse de él.

El grado de la felicidad celestial es distinto en cada uno de los bienaventurados, según la diversidad de méritos que acumularon en la tierra: Jesús dice “el Hijo del Hombre dará a cada uno según sus obras” (Mt 16, 27); y San Pablo “cada uno recibirá su recompensa conforme a su trabajo” (1Cor 3, 8), porque “el que siembra escasamente, escasamente cosecha; y el que siembra a manos llenas, a manos llenas cosecha” (2Cor 9, 6).

Una pregunta: ¿Por qué no empezamos ya a vivir en la tierra como un día viviremos eternamente en el Cielo? Sí: “Vivamos de amor, para morir de amor y glorificar al Señor que es todo amor” (Beata Isabel de la Santísima Trinidad).inmaculada

 

AL CIELO, AL CIELO, SÍ,

Al Cielo, al Cielo, sí,
un día a verla iré.
Al Cielo, al Cielo, sí,
un día a verla iré.

Un día a verla iré
al Cielo, Patria mía.
Sí, yo veré a María.
Oh, sí, yo la veré.

Un día a verla iré
a Madre tan querida,
pues que le ofrezco en vida
rendido todo mi ser.

María, yo seré
feliz cuando te vea,
y de Madre tan buena
jamás me apartaré.

Un día a verla iré.
a aquella Virgen bella,
y yendo en pos de ella
mi amor le cantaré

Morir entre tus brazos,
Madre del Salvador,
es dormirse en la tierra
y despertar en Dios.

Página para meditar nº 107

06 lunes Oct 2014

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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La página de hoy me la dicta la pregunta de muchos de vosotros sobre la pobreza ¿Cómo vivir más interiormente la pobreza evangélica?stmartin2

El espíritu evangélico es el espíritu de nuestro Señor Jesucristo. Por eso sin un grande amor a Jesucristo, sin un gran deseo de imitar su espíritu, de copiar su manera de obrar y pensar sin un gran afán dé configurarse en todo con Jesucristo, según lo permita nuestra miseria, no es posible vivir la pobreza evangélica, como ninguna otra de las virtudes evangélicas. La súplica del amor a Jesucristo, la súplica de ser devotos de verdad de su Sagrado Corazón, ha de ser la petición primera de toda nuestra vida.»Conocimiento interno de mi Señor Jesucristo, para que más le ame y le siga”.

La pobreza evangélica es la gran avenida que nos conduce directamente al corazón de la ciudad de la perfección evangélica. Pobreza que es no querer avenirse con las costumbres mundanas y los usos mundanos. Pobreza que me aparta de lo superfluo mundano y me lleva a vivir mi vida en las playas de la luz y la verdad, donde los contornos están bien dibujados, hay línea nítida de separación de las n aguas y no hay tintas medias ni tonalidades grises a la vista.

Es una austeridad alegre de vida. Austeridad que comienza en los mismos juguetes de los niños, para seguir con procurar en el cuidado de las cosas su duración, y no tener que renovar nuestro ajuar cada temporada. Austeridad alegre, en poder dedicar a pequeñas limosnas lo que conseguimos sustraer a los caprichos. Austeridad alegre que nos lleva a citarnos ante una iglesia o ante una casa conocida y no en el interior de un bar. Austeridad alegre para reunirnos en nuestras propias casas, para celebraciones, reuniones de hermanos y amigos, para reunirnos en nuestro propio local, en lugar de «salir» por la noche a cenar con gastos innecesarios y utilización muchas veces de ritmos de vida mundanos.

Me preguntan algunos. ¿No podemos salir de noche, salir a cenar? Los matrimonios para hablar a solas si lo necesitan sí. Pero poco, pues su oficio es el templo doméstico. Los demás jóvenes, deben pensar que es mejor obsequiar a nuestros amigos con el calor de mi hogar, con la alegría de una familia, con una reunión entre nosotros mismos, con una cena más frugal quizá, pero inmensamente más apetitosa y cristiana. ¡Oh las cenas que recordaba S. Juan durante su vida! Las cenas con Jesús, en el cenáculo, en Tiberiades, en Emafis, en los caminos de Palestina. Cenar todos juntos en una casa es dilatar los espacios de nuestra caridad y una manera alegre de pobreza. Más casa, menos bar. Más familias. Menos cafeterías. Más juntos a solas o más felices y menos bajo las miradas del maitre, y las horas altas de la noche por calles y plazas. Hemos de ser otro pueblo para Jesús. Un pueblo de donde brotan vocaciones a la santidad con la renuncia al espíritu mundano.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 107, mayo de 1987

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Ejercicios Espirituales predicados por el P. Cano

Meditaciones y Pláticas del P. José María Alba Cereceda, S.I.

Varios volumenes de apóx. 370 páginas. Precio volumen: 10 €. Pedidos: hnopablolibros@gmail.com

Twitter Papa Francisco

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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