Mosén Carrera decía que dejemos en paz a los políticos, para que ellos obren en conciencia. Pues no. Los políticos, como todo hombre y mujer, deben obrar de acuerdo con la ley de Dios. No se pude obrar en conciencia a secas.
El violador viola a una mujer en conciencia, se da perfectamente cuenta de lo que hace; como el que arrambla con miles de millones de euros, se da perfectamente cuenta, arrambla en conciencia, puede hacerlo tranquilamente a la luz del sol o en la oscuridad de la noche. Como hicieron Lenin, Hitler y muchos monstruos humanos. San José María nos dice en el número 22 de Camino: “Sé recio. – Sé viril. – Sé hombre. – Y después… sé ángel”. Ángeles deberíamos ser. No ladrones, violadores, terroristas, tiranos, mentirosos… Los que mienten son hijos del demonio, que es el padre de la mentira. Y muchos políticos mienten.
¡Atención! léanlo dos o tres veces, son palabras de San José María Escrivá de Balaguer: “Aconfesionalismo. Neutralidad. – Viejos mitos que intentan siempre remozarse. ¿Te has molestado en meditar lo absurdo que es dejar de ser católico, al entrar en la universidad o en la Asociación profesional o en la Asamblea sabia o en el Parlamento, como quien deja el sombrero en la puerta?”. (Camino 353) ¡No! Siempre hemos de obrar con el nombre puesto, con la conciencia cristiana verdadera. Porque la conciencia puede estar deformada, depravada, endemoniada.
A mis alumnos les explicaba que la conciencia psicológica es el conocimiento intelectual íntimo que cada uno tiene de sí mismo. La conciencia moral es la misma inteligencia humana que hace un juicio práctico sobre la bondad o malicia de sus propios actos. La conciencia moral puede ser verdadera, errónea, cierta, dudosa, perpleja, escrupulosa, delicada, laxa, etc.
La conciencia verdadera es la que juzga sus actos humanos en conformidad con la Ley moral, la Ley de Dios. “¡Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente!” gritó en España San Juan Pablo II. No se debe votar a partidos abortistas. No se debe votar a ningún partido con representación política en el Parlamento. Son abortistas. Los abortistas colaboran con su voto al asesinato de millones de niños y niñas en las entrañas de sus propias madres. Ni mal menor, ni consensos; la Ley de Dios.
Los católicos tenemos el sagrado deber de formar recta y verdaderamente nuestra conciencia. Adquirir los necesarios conocimientos morales que nos permitan formar nuestra conciencia cristiana. Empecemos por el catecismo de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, San Alfonso María de Ligorio, la moral para seglares del P. Royo Marín, etc.
La conciencia verdadera es la regla subjetiva de los actos que realizamos, con plena advertencia y perfecto conocimiento; porque sólo ella capta el verdadero y auténtico valor de la Ley eterna, origen y fuente de toda moralidad.
“La alegría de la buena conciencia es como un anticipo del paraíso” (San Agustín). Y la verdad es que vemos poca alegría en la gran mayoría de nuestros contemporáneos. Terminamos con esta advertencia de San José María: “Confusionismo. – Supe que vacilaba la rectitud de tu criterio. Y, para que me entendieras, te escribí: el diablo tiene la cara muy fea, y, como sabe tanto, no se expone a que le veamos los cuernos. No va de frente. – Por eso, ¡cuántas veces viene con disfraz de nobleza y hasta de espiritualidad!” (Camino 384).
Manuel Martínez Cano, mCR.