AZAR Y BASURA

El que afirme que el azar puede habernos formado un mundo tan lleno de finalidad, de orden y designio, tiene que hacer las consideraciones siguientes:

1ª El azar no existe: es una ficción de nuestra mente. («Azar es la medida de nuestra ignorancia», dice el matemático H. Poincaré)

2ª La Ciencia tiene un período limitado a su disposición. Tan limitado que le era matemáticamente imposible darnos una simple molécula de albúmina. ¡Y hay tantas por ahí!life_astrobio

3ª Si tomas ocho letras del alfabeto, puedes disponerlas hasta en 40.320 combinaciones diferentes y formar, por consiguiente, otras tantas palabras. Si usas diez letras, puedes disponerlas en 3.628.800 maneras diferentes. Y si tomaras las 24 letras del alfabeto, podrías combinarlas en 6206000.0005000.0004000.0003000.0002000.0001000.000 modos diferentes. Imagínate qué diccionario tan gordito compilarías.

Ahora bien: aquí se impone una reflexión. De todas esas posibles palabras, ¿cuántas se usan? El Inglés, que se precia de ser la lengua más rica, puede que use hasta unas 80.000. Las demás combinaciones serían unos monstruos sin significación ni utilidad ninguna. Pero si con 24 letras puedes obtener tantas combinaciones según las reglas matemáticas, ¿qué sería si tuvieses que combinar todos los electrones y protones del universo? ¿Puede alguien imaginar el montón de basura inútil de que estaría abarrotado el universo? Y considera que no estarías tratando solamente de disponer 24 letras. Dice Eddington, y esperamos que lo diga con su granito de humor inglés:

«Yo creo que hay 15.747.724.136.275.002.577.605.653.961.181.555.468.044.717.914.527. 116.709.366.231.425.076.185.631.031.296 oritibes en el universo y el mismo número de electrones». ¿Qué?… ¿Quieres calcular el posible número de combinaciones?

En vez de encontrarnos ante un mundo sin sentido; en vez de tropezar a cada paso con caprichos de la naturaleza, resulta que nada es inútil: la industria moderna lo encuentra todo aprovechable. Hasta la basura o la porquería, que alguien ha definido como materia fuera de lugar, es enormemente valiosa en estos tiempos. Me parece que ya podemos quedar agradecidos a aquel «Antiazar» que impidió ese número inconcebible de combinaciones inútiles y prefirió la evolución del universo. Ese Ser tan benévolo bien merece un «¡Gracias a Dios!».

MICROMECANISMOS

Un hombre que había dedicado su larga vida al estudio de los insectos, el entomólogo Fabre, exclamó, asombrado: «¡He visto a Dios por la espalda!».

Microfastidios.– Los insectos te serán bichos fastidiosos, pero en sí mismos son algo maravilloso. Cada uno tiene seis patas dotadas naturalmente de músculos y junturas. Aquéllas trabajan alternativamente, es decir, que cuando hay tres en el suelo las otras tres están en el aire: es como· una máquina fotográfica sobre el trípode.

Microingeniería. – Y por cierto que tienen una hechura bien científica. Las abejas, por ejemplo, poseen en sus patitas sacos y peines para acarrear polen. Los saltamontes tienen unas patas gracias a las cuales pueden lanzarse a modo de catapulta, lo que les permite saltar cien veces su propia largura. Si tú las poseyeras, darías un salto dos veces más grande que un campo de fútbol.

Las patitas de las moscas están provistas de unas almohadillas en su extremidad que les consiente caminar por los cristales de nuestras ventanas y por los techos de nuestras habitaciones.

Y diremos aquí, haciendo una breve digresión, que un ciempiés, aunque rigurosamente hablando no es un insecto, sin embargo se presta a ser objeto de la reflexión siguiente: ¡Qué perfección mecánica requeriría el motor de un coche que tuviese cincuenta cilindros! ¡Y vaya si puede correr el animalejo! Para respirar está dotado de unos respiradores en los flancos, es decir, unas aberturas con válvulas para regular la entrada del aire. La boca la tiene formada de tal manera que le ayuda a construir su nido. Los ojos están instalados en una especie de pértigas que llamamos antenas. Las langostas llegan a tener hasta 13.000 de esos aparatos auditivos en el extremo de cada antena.

Avioncitos. – Las alas de los dípteros pueden vibrar a velocidades espantosas: las de la mosca, 330 veces por segundo; las de la abeja, 130; las de la mosca dragón, 28. Esto explica las diferentes clases de zumbidos que oímos por ahí. Y ¿qué decir de su velocidad de vuelo? Hay una mosca en América del Sur llamada «mosca del ciervo», que es capaz de volar a 1.200 kilómetros por hora, y ésa es ya la velocidad de un proyectil. La mosca dragón cuando vuela puede variar la inclinación de las alas, lo cual le permite cernerse en el aire, pararse, ir adelante, y hacia atrás, lo mismo que un helicóptero.

Óptica. – Pero tal vez la pieza más maravillosa de los insectos son los ojos. Se componen éstos de un gran número de facetas. En cada una de ellas va montada una máquina fotográfica con su lente y sus terminaciones nerviosas. La mosca tiene unas 400 facetas en cada ojo. Pero hay insectos que tienen 25.000. ¡Y pensar que a esas bestezuelas no les reservamos más que DDT y ni pizca de admiración!

Tú, hombre moderno, que puedes distinguir un Seat de un Renault a larga distancia, pregunta a tu amigo incrédulo de dónde habrá salido la patente de tantas variedades de modelos.

Dicen los entomólogos que habrá 1.000.000 de diferentes especies de insectos. Y ten presente que cada año que transcurre se engrosa el catálogo. Sin embargo, de todos los insectos existentes el único que ha sido verdaderamente domesticado por el hombre es la abeja.

ESCRIBE EL GRAN POETA FRANCÉS PAUL CLAUDEL: «LA ORACIÓN ES LA GRAN NECESIDAD DE NUESTRA ÉPOCA ASFIXIADA Y CONGESTIONADA. CUÁNTOS AHOGADOS, CUÁNTOS ESTRANGULADOS, QUE QUISIERAN HACER SUYAS LAS PALABRAS DEL SALMO 119: «HE ABIERTO LA BOCA, HE ASPIRADO EL ESPÍRITU». CUANTO PUEDA CAUTIVAR EL CORAZÓN Y EL PENSAMIENTO PARA ESTE EJERCICIO, NO SÓLO ES SALUDABLE SINO VERDADERAMENTE NECESARIO Y VITAL, ES COSA BUENA». Luego, cada mañana y cada noche, a lo menos, levanta tu corazón a Dios. ¿Qué menos que rezar TRES AVEMARÍAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN, para que Ella te conceda la fe y el amor a Cristo? Seguro que si pruebas de rezarlas, no te arrepentirás. ¡Palabra!