Espíritu cuaresmal
Las Palabras del Señor en el Sermón de la Montaña, resumen cuál ha de ser el espíritu de la Cuaresma para nosotros: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. Bien sabéis que justicia en la Sagrada Escritura es equivalente a santidad. Así se nos dice de S. José que era varon justo, de Simeón y de otros muchos, para indicarnos que eran santos. Las palabras del Señor nos enseñan que Dios bendice a aquellos que tienen verdaderos deseos de santidad, a aquellos verdaderamente valientes, que dejando atrás ilusiones vaporosas en las que se mece el Corazón según sus apetitos naturales, buscan los medios de ejercitar las virtudes y se va tras ellas venciendo la repugnancia natural. Entonces hay verdadera hambre y sed de santidad, ansia ardiente de seguir a Jesucristo y de arrollar todo lo que se opone a su seguimiento.
¿Qué medios nos servirán para lograr esa hambre y sed de santidad? Las ocho Bienaventuranzas nos lo revelan. Pero en forma de resumen os indicaré les más aptas para vosotros.
El primero es que os dediquéis seriamente a la oración. En ella se alimenta el deseo de acercarse más al Dios tres veces Santo. El segundo es el de ejercitarse personalmente en las virtudes, con actos generosos de ellas, porque así saborearemos la hermosura de la virtud que nos lleva en derechura a la caridad con Dios, que es la reina de las virtudes.
La tercera es el trato con los santos, en la lectura de sus vidas, en la oración y en la súplica de su intercesión. El ejemplo de los santos y la familiaridad con ellos, inevitablemente nos despertará hambre y sed de la santidad.
Pero sobre todo, el medio más corto y más fácil para la santidad es el de la obediencia. Entregarnos a la obediencia sin discusión, sin tenernos que convencer de que lo que se nos dice o manda es lo mejor; antes al contrario, no poner dificultades internas algunas, creyendo que «todo lo puedo en Aquel que me conforta”. Nunca un “no puedo”, nunca «es demasiado”. ¿Obedecer a quién? A los que tengo por naturaleza y gracia que obedecer. Pero además, a los corazones generosos el Señor les inspira más heroísmo, a su semejanza, hasta el heroísmo de El mismo que se sometió incluso a sus verdugos para agradar a Dios Padre. Hay un límite sin límites en el obedecer, que se confunde con el amor de los perfectos. Obediencia que engendra la santidad a que es el amor a Dios Sobre todas las cosas. Un amor sin punto final.
Ese espíritu profundo y purificador de la Cuaresma es buscar en su raíz la obra de nuestra santificación para la gloria de Dios.
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 116, Marzo de 1988