Al salir de la Santa Misa, veo, por primera vez, a una joven madre con sus tres hijos. Uno en el cochecito y dos a los lados de su hermano. Señora, que hermosura de hijos, le digo. Sí, responde. El único problema que tengo es que mis padres, mis suegros, mis hermanos y cuñados quieren hacerles demasiados regalos, y yo quiero que mis hijos sean pobres.familia_numerosa

El P. Alba fundó trece turnos de Adoración Nocturna. Y, es un gozo muy grande, ver en el mismo turno al nieto al hijo y al abuelo. Como en las trincheras de la última cruzada contra el ateísmo en España: Los requetés padre, hijo y abuelo luchando en la misma trinchera contra los enemigos de Dios, de la Iglesia y de España.

Conozco un matrimonio, ella y él han sido alumnos míos, que tienen doce hijos. El marido trabaja de guarda jurado y solo entra su salario en casa. Esta democracia hace “maravillas” pero ninguna como la de este matrimonio: Se limita a afirmar, con todas las de la ley, que la convivencia de dos homosexuales, dos lesbianas son dos matrimonios. Pues no es verdad, parlamentarios.

Estoy sentado en un banco en la salida del colegio. Una niña de dos años y seis meses se sienta a mi lado. Hablamos de todo. Pasa su madre con los parvulitos de cuarto y le pregunta a su hija: ¿Con quién hablas? Con el “padre”, responde con su boca de trapo. ¿Y qué más?, insiste la madre (pensando que la niña respondería P. Cano), pero la pequeña respondió: “y el Hijo”. La carcajada fue tan grande que la niña no pudo decir y “el Espíritu Santo”.

Un antiguo alumno, se presentó en el colegio con su esposa y su hijita recién nacida, venían del hospital: “Apunten a mi hija ya, que no quiero llegar tarde, como mis padres llegaron tarde conmigo”. Con sus seis meses, la bebé ya está con nosotros.

Nos ha escrito un niño, que estuvo con nosotros de los tres a los diez años (ahora tiene catorce). Se puso en contacto con nosotros por internet. Nos felicitaba por el reportaje del campamento y, nos decía, que nunca ha dejado de practicar la religión que aprendió en el colegio. Termina su carta con estas palabras: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!” Ya está apuntado para el próximo campamento.

Manuel Martínez Cano, mCR