Buen número de entre vosotros, entre San José y la semana Santa, habéis practicado los Ejercicios Espirituales en las dos sucesivas tandas. Y al final de ellas me preguntáis siempre: ¿Cómo mantenerme en el mismo nivel de Ejercicios? La respuesta es muy sencilla: no descuidéis lo más importante, que es la vida interior. ¿Y en qué consiste la vida interior? San Juan de la Cruz nos da una definición perfecta que os glosaré brevemente.
OLVIDO DE LO CREADO.- Una guarda de los sentidos, para evitar todo desorden en ellos, pues de esa manera llega la paz al alma. La seducción de las cosas mundanas y vanas, y no digo ahora las pecaminosas, es tan colosal sobre nuestra naturaleza humana, que abrir las puertas de nuestros sentidos a la curiosidad de ellas, es someternos a su tiranía. «Pon, Señor, custodia a mis labios y guarda todos mis sentidos del desenfreno.» Si esto tiene aplicación a un alma contemplativa en un monasterio, mucho más es para nosotros que hemos de vivir en medio del mundo, sin ser del mundo.
MEMORIA DEL CREADOR.- El Señor me está colmando de sus dones, en un mar de generosidad divina. ¿Cómo devolveré al Señor por tantos beneficios como me ha dispensado? Debo ser avaro de mi tiempo, porque mi tiempo es cielo y es gloria para mi Señor. Con recta intención y en cada momento, saber que doy gusto a mi Señor y que vivo realizando su santa Voluntad.
Una vez quisieron ver a San Felipe Neri unas personas muy importantes que habían oído hablar de su santidad. Recabaron la influencia del Papa y, cuando se encontraron con el santo, lo hallaron comiendo pan con queso. Quedaron defraudados. No estaba en «pose» de santo. Poco entendían de estas cosas. En dar de comer a los hijos, en las operaciones más triviales de la vida, corresponder con ello al amor de mi Señor.
ATENCIÓN A LO INTERIOR.- Dice San Agustín que la virtud interior del alma tiene el don de transformar las acciones. Las obras exteriores nada valen si no proceden de la fuerza interior del espíritu. Por eso, la atención a lo interior comienza por la purificación del alma, el ejercicio de las virtudes, comenzando por la que nos es más necesaria, que para unos será la paciencia, y para otros la caridad o los actos de piedad. Seguirá con el conocimiento de nuestras aficiones y tentaciones, luchas y afectos, para saber cómo dominar en ese campo y servir con todo ello al Señor. Y finalmente desemboca todo en vivir en sinceridad, para estarse amando al Amado.
ESTARSE AMANDO AL AMADO.- Es atender a las inspiraciones del Espíritu Santo, que nos inspira y mueve constantemente con sus luces e inspiraciones. Ese mismo Espíritu es el que nos lleva a buscar a Dios en nuestro interior para vivir con Él y en Él, ¿No habéis visto, cuando una persona se enamora de otra, cómo piensa en la persona amada, cómo comparte con ella sus penas y sus alegrías, cómo prolonga con ella su trato lo más que puede, cómo piensan y sienten al unísono? Pues vivir vida interior en el santuario de nuestras almas es hacer del Señor esa persona amada, hacerlo el Rey de nuestro corazón y hacer girar alrededor de Él toda nuestra vida. Acostumbraos a practicar ese trato asiduo e Intimo con Dios.
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 117, abril de 1988