La inmortalidad del alma humana
Gustan los Testigos de Jehová de discutir con argumentos tomados de la etimología de las palabras. Por existir en la Biblia diferentes términos para expresar el concepto de alma, lo emplean como uno de los motivos para fundar en ello su doctrina sobre la mortalidad del alma. En la exposición de su doctrina los conceptos más frecuentes son, en resumen, éstos:
Alma, en hebreo «nephesh», es igual que criatura viviente. Designa también este término a los animales, y es mortal; la palabra griega «psyché» se emplea en sentido análogo.
La Biblia declara que sólo Dios es inmortal (1 Tim 1, 17; 6, 16). Dios puede no sólo destruir el cuerpo, sino la vida ultra terrena. La doctrina de la inmortalidad del alma es de origen demoníaco, puesto qué le fue dicho a Eva, por; la serpiente: «No moriréis» (Gen 3, 4).
La semejanza de Adán con Dios (Gen 1, 26) consiste en el dominio de las criaturas inferiores. El alma humana sólo se distingue de aquéllas por la inteligencia.
Respuesta católica. – Ante todo, consideramos un error reducir todos los argumentos a cuestión de palabras. Estas no pueden interpretarse sólo por la etimología, sino que deben serlo por el sentido que, en el momento de emplearse, tuvieron; las palabras, con el tiempo, con el uso, pierden o cambian, reducen o amplían su sentido original, como vemos incluso a diario. Por eso, para interpretar palabras bíblicas habrá que tener en cuenta el momento y ambiente bíblico en que se pronunciaron.
Otro error es reducir solo, o partir solo, del Antiguo Testamento para una cuestión de la importancia de ésta. El Antiguo Testamento no define todos los aspectos y matices de la revelación. Ésta fue progresando (como sabe cualquier lector asiduo de la Biblia, y, por lo tanto; los Testigos de Jehová), hacia el Nuevo Testamento y, sobre todo, dentro de éste.
Procuraremos exponer brevemente algunos de los diferentes sentidos de las palabras nephesh (alma), ruacb (Espíritu), psyche (alma), pneuma (Espíritu).
Nephesh. -Alma. Es palabra· que tiene significado muy amplio. Se emplea en el sentido de ser viviente: como animal, hombre y hasta Dios. Animal: Gen 1,21. Hombre: Ex 1,5. Dios: ls 42, 1.
Ruach. – Espíritu. Tiene un significado menos general pero también muy variado. Quiere decir, «espíritu», con el especial significado de «viento»: Is 7, 2. Y significa también «espíritu», como contrapuesto a «carne»: Is 31, 3.
Psyché. – Vida. (Mt 2, 20; 6, 25; Mc 3, 4). Hombre, individuo (Hech 2, 41; 1P 3, 20) Animo (Mt 22, 37). Parte vital, en oposición a cuerpo (Mt 16, 26; Lc 9, 56 y Jn 12, 25).
Pneuma. – Tentado y conmovido en su Espíritu. (Jn 13, 21). Conoce con su espíritu (Mc 2, 8). Encomendó su Espíritu (Lc 23, 46). En oposición a cuerpo (1 P 3, 18). Opuesto al cuerpo: «la carne es débil» (Mt 26, 41). Cuando no está con el cuerpo, éste está muerto. (Sant 2, 26) y (Ap 11, 11). Con la muerte vuelve a Dios (Lc 8, 55). El espíritu no tiene carne ni huesos (Lc 24, 39).
En resumen. Nephesh, para todo ser viviente: Olas; el hombre y los animales. Psyché, afirmativa de la parte inmaterial del hombre. Ruach, atribuido al hombre, animales y espíritu que vuelve a Dios. Y Pneuma, inequívoca de la parte inmaterial. El declarar la Biblia que sólo Dios es inmortal, por boca de san Pablo en su primera carta a Timoteo (6, 16), no va contra la inmortalidad del alma. Lo que pretende decir san Pablo, y entendemos cualquiera, es que Dios es el único ser inmortal, en cuanto que no ha recibido la inmortalidad de nadie, como ser eterno, sin principio y sin fin: increado. No así nosotros, a quienes nos ha sido dada, y que, en cierto momento, empezamos a existir, siendo mortales en cuanto al cuerpo. De hecho, la Biblia declara en innumerables pasajes, más o menos claramente, que el hombre supervive después de la muerte. Esto puede comprobarse en muchos libros, desde el Génesis (15, 15), en que se dice que Abraham se reunirá con sus padres en su muerte, hasta Filipenses (1, 22-23), en que san Pablo duda entre vivir, para ser útil a sus hermanos, o morir, para estar con Cristo.
Sobre la destrucción del alma por Dios, los Testigos emplean como argumento los versículos de Mt 10, 28 y Lc 12, 4-5: «temed al que puede destruir (traducen ellos), matar (Bover-Cantera), perder (Nacaro. Colunga), alma y cuerpo en la gehena». Es evidente que la única traducción recta es aquí condenar, arruinar, perder, igual que se emplea en el caso de Mt 10, 6: «las ovejas perdidas de la casa de Israel», pues no iba a mandar a sus discípulos a predicar a las ovejas «aniquiladas» de Israel. El mismo verbo se emplea en Lc 15, 4 Y 15, 8, al referirse a la oveja perdida y a la dracma perdida.
La serpiente sólo intentó demostrar la falsedad de la muerte, no la inmortalidad del alma (Gen 3, 4); por lo tanto, querer atribuirle una cosa que no dijo es antibíblico. San Pablo aclara que es el cuerpo el que ha heredado la muerte por el pecado de Adán, pero el espíritu vive en virtud de la justificación.
La semejanza del hombre con Dios no consiste en el dominio de las criaturas inferiores. La Biblia no afirma que los animales tengan una inteligencia inferior a la del hombre, sino que les niega toda inteligencia. En cambio, concede al hombre algunos de los atributos que se refieren a Dios (inteligencia, justicia, amor, etc.), consecuencia de la semejanza del hombre con Dios.
En resumen, que la doctrina de la mortalidad del alma, defendida por los Testigos de Jehová, no puede encontrar una base escriturística en que fundarse. Tampoco tiene, ni buscan ellos, una base filosófica de inexistencia de una personalidad sin un elemento material, puesto que admiten las existencias espirituales sin él: Dios, Cristo en cuanto ser espiritual antes de su Encarnación, los ángeles, etc. NI puede tampoco basarse un problema, tan serio y tan profundo, en simples análisis sobre etimologías de las palabras. Cualquiera, pues, de los argumentos que emplean, resulta absurdo para probar su materialismo sobre la doctrina del alma.
LA ORACIÓN ABRE LA PUERTA DE NUESTROS CORAZONES A LA ACCIÓN DE DIOS EN NOSOTROS. Y SI NOSOTROS, CREYENTES Y CATÓLICOS, ESTAMOS CONVENCIDOS DE ESTA ORDENACIÓN SOBRENATURAL DE LAS COSAS DE NUESTRA VIDA, INSTAURADA POR CRISTO, NOS PERSUADIREMOS DE QUE LA ORACIÓN ES UNA ACTIVIDAD FUNDAMENTAL, UNA ACTITUD NECESARIA Y NORMAL PARA EL RECTO Y SANTO DESARROLLO DE NUESTRA EXISTENCIA PRESENTE Y PARA LA CONSECUCIÓN DE LA FUTURA», enseña Pablo VI. Por esto todo cristiano debe orar diariamente. Jamás podemos olvidar las TRES AVEMARÍAS a la Santísima Virgen cada mañana y cada noche.