La Unión Seglar nació por inspiración de la Santísima Virgen en la Basílica de la Merced, el 26 de junio de 1969. Todo lo hizo Ella. El principio, el medio y la consumación, hasta que tuvo cuerpo la Unión Seglar. La Unión Seglar bien puede decir, como el Papa Juan Pablo II: «Tota tua». Soy toda tuya, hechura y obra tuya.
La llamada de Dios a formar parte de la Unión Seglar es un beneficio muy grande de Dios nuestro Señor, que nos lleva a todos a dirigirnos a los brazos maternales de la Santísima Virgen. De no ser así, hoy viviría desorientado, infeliz; andaría tras la búsqueda de sombras y quimeras con etiquetas modernas, que dejarían mi alma vacía y sin luz. Uno de tantos, llevado por la riada de nuestra generación, empequeñecido y vuelto a la tierra.
Por ese motivo debo amar mi sitio en la Unión Seglar, sentirme miembro vivo de ella, ser sujeto activo, de la Asociación, instrumento vivo de ella. Debo participar con alegría en sus actividades, proyectarme ilusionadamente en sus actos y, en una palabra, estar en ella como en mi familia espiritual. Si, ella es mi familia espiritual, y, por lo menos, debo tener cuidado de ella, con la misma solicitud con la que debo cuidar a mi familia terrena.
Parafraseando el libro de la Sabiduría podemos decir de la Unión Seglar que cien mi vocación a ella me vinieron todos los bienes. ¿Qué velen los cetros y les tronos y las riquezas en comparación con ella? ¡Cuántas veces, tronos y riquezas han servido para la Revolución! Por eso todo el oro a su lado es un poco de arena y lodo, porque yo pude tener gozo en poseer ese metal, pero ahora veo que la madre de todos les bienes que el Señor me envía tienen su raíz en esa llamada a esta gran familia.
Aquí ha aprendido a vivir sin dolo. No que sea perfecto, pero no he renunciado a serlo, pera vivir como los idólatras. Aquí aprendí a tener pensamientos dignos, y a proceder por sendas de sabiduría, de generosidad y de alegría. En esta Unión Seglar, estamos todos en las manos de Dios, y adquirimos destreza en el obrar y discreción en nuestros ocios. Por ella, sé que los míos tendrán siempre familia y no estarán a merced de las alimañas feroces que devoran las almas.
Gracias a ella, puedo estar tranquilo, pues conozco los ciclos de los años del Señor, entiendo sencillamente lo que parece inextricable histeria de sucesos humanos, peso las razones de los hombres y no me perturban les mudanzas de las cosas. Ella me ha dado un conocimiento superior de las cosas y quiero que me posea el corazón. Por eso trabajaré para que ella tenga gloria entre las muchedumbres, y siendo pequeña y débil, sea admirada a los ojos de los poderosos. Ella recibirá la entrega de mi vida y en su seno quiero pasar de esta tierra al cielo y hacer que todos los míos la tengan también como familia y compañera.
Os lo he dicho más de una vez. Hay en la Unión Seglar almas muy escogidas, almas de gran santidad. Hay imperfecciones y pecados y miserias. Pero hay mucha virtud y mucha generosidad. No os fijéis nunca en lo que abaja y deprime. Tenemos miles de razones para levantar nuestro corazón a la alegría espiritual, y a la esperanza. En la Unión Seglar podemos ser Santos. SURSUM CORDA!
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 114, enero de 1988