Íbamos en peregrinación andando a Montserrat. Dos señoras hablaron con unos peregrinos: de dónde éramos, por qué rezamos el rosario, etc. y estas palabritas: el sacerdote que va con vosotros es muy soberbio, porque lleva la sotana para llamar la atención. Ellas, que eran religiosas, preferían no llamar la atención, que majicas ¿no?

Padre Alba, Padre Piulachs y Mossèn Ricart

Padre Alba, Padre Piulachs y Mossèn Ricart

Visite a un eremita, que vive solo en un bosque de Córdoba adorando a Dios y rezando por la conversión de los pecadores. Plácida sonrisa en su rostro, vestido con el hábito del Carmen, que le recuerda constantemente su consagración total a la Virgen María y al Señor.

Celebré la Santa Misa en un pequeño pueblo de Galicia. Ya en la calle, dos chicas nos hicieron una foto, juntos, al párroco y a mí. Van a participar en un concurso de fotografías raras. Un cura que peina canas y otro bien joven caminan por este mundo vestidos de sotana, como sacerdotes que son. Quiera Dios que ganen estas jovencitas.

Voy andando por la calle y, a lo lejos, veo un coche delante de una casa con la puerta de la derecha abierta, para alguien que espera. El conductor cierra la puerta, pone el coche en marcha y se planta ante mí: “¡padre, que alegría me ha dado! Ver una sotana da alegría, da paz, da seguridad. Usted va diciendo en silencio que es ministro de Cristo. ¡Que Dios le bendiga!”

En una céntrica calle de Barcelona, se me acerca un buen hombre y me dice: ¿puedes confesarme? Soy sacerdote. He ido a confesarme a tres parroquias y no había confesores.

Sólo una vez en mi vida sacerdotal, me descubrió ante un energúmeno que empezó a decir palabros. Yo contesté con otras palabras; llegamos a zarandearnos, hasta que una chica joven se paró ante nosotros y así acabó la historia.

Viene hacia mí una señora que lleva sobre su pecho una medalla grande de la Virgen del Carmen y me dice: Me ha dado una gran alegría, todos los sacerdotes deben vestir como usted. Le dije: y todas las mujeres deberían llevar la medalla como usted. Son tontas, me responde, dicen que me la van a robar. La llevo desde muy joven y no ha pasado nada. Y si me la roban, tampoco pasa nada.

Fuimos a ver a una enferma. Al salir de su casa, un señor que venía de la parroquia, nos grita: ¡sois curas del Concilio de Trento! Sí, contesté, y del Vaticano II también.

El canon 284 manda que “los clérigos han de vestir traje eclésiastico digno, según las normas dadas por la Conferencia Episcopal y las costumbres legítimas del lugar”. Si mal no recuerdo, la Conferencia Episcopal Española manda vestir de sotana o cleriman a los sacerdotes.

El canon 669 manda que: “Los religiosos deben llevar el hábito de su instituto, de acuerdo con la norma del derecho propio, como signo de su consagración y testimonio de pobreza”.

Confieso a Contracorriente que en 34 años de sacerdocio no he estrenado ninguna sotana. Ni la que llevaba en mi ordenación sacerdotal, que recibí de Mosén Bachs. Siempre voy de sotana. Los sacerdotes también nos morimos y otros heredamos.

San Juan Pablo II nos dijo: “Vuestros propios fieles os quieren sacerdotes de cuerpo entero y en el vestir”

“No es cediendo a las sugestiones de una fácil laicización, expresada mediante el abandono de la sotana o del hábito eclesiástico, como un sacerdote se acerca eficazmente al hombre de hoy. La gente necesita signos y señales de Dios. No contribuyáis a esa tendencia a retirar a Dios de las calles, adoptando vosotros mismos modos sociales de vestir y comportarse”.

No es de extrañar, que si los sacerdotes visten como “adanes”, las mujeres vistan como “evas”.

Manuel Martínez Cano, mCR