El Reino de Dios
Enseñanzas, de los Testigos de Jehová. -Aunque la doctrina que, sobre el Reino de Dios, sostienen los Testigos de Jehová es de origen adventista y parecida a la que defienden muchas sectas que esperan en un próximo casi inmediato, fin del mundo y advenimiento del Señor, tiene, sin embargo, características especiales:
La tierra está próxima a desaparecer y serán creados nuevos cielos y nueva tierra. Cristo ha venido ya a la tierra, de una manera invisible en 1914.
Hay un «Reino de Cristo» un «Reino de Dios». El primero durará mil años aquí en la tierra. Y el segundo está compuesto de una parte celeste (los 144.000) y otra terrena (todos los que alcancen vida eterna sobre la tierra).
Esta doctrina sobre ser un tanto obscura, ha sufrido variaciones desde Russell, pasando por Rutherford, hasta nuestros días, lo mismo que las sufrieron sus profecías. Ante doctrinas tan cambiantes es difícil poder precisarlas bien, pero creemos que, tal como hemos pretendido resumirlas, es como las enseñan en la actualidad.
Respuesta católica. -La segunda venida de Cristo, de una manera invisible, es antibíblica. No consta en ningún lugar de la Escritura, y sí, en cambio, lo contrario. Vendrá de la mismamarera que subió al cielo el día de su gloriosa Ascensión (en forma visible) (Hech 1, 11). «Vendrá sobre una nube y todo ojo le verá» (Ap 1, 7), como le vio Daniel en profética visión, que refrenda el mismo Cristo en los evangelistas sinópticos (Mt 24, 30; Mc 13, 26, y Lc 21, 27).
No hay distinción en el Nuevo Testamento entre el Reino de Cristo y el Reino de Dios. -La aparente distinción entre «Reino de Dios» y «Reino de los Cielos», frase, esta última que emplea san Mateo, es una manera de hablar propia de este evangelista, que escribe para los hebreos, los cuales evitaban pronunciar por respeto la palabra «Dios». La igualdad del concepto de ambos «reinos», puede comprobarse comparando los versículos relativos a este tema entre san Mateo y los otros sinópticos. En el Nuevo Testamento no hay, Pues, más que un Reino con dos fases: una final, definitiva y otra presente. La fase final está reservada a los justos, en oposición a los impíos. Los Justos «resplandecerán como el sol en el reino de su Padre» (Mt 13, 43); y los impíos será «malditos, al fuego eterno» (Mt 25, 41), «donde será el llanto y rechinar de dientes…» (Lc 13, 28).
La fase presente existe, aunque no la quieran admitir los Testigos, puesto que se deduce de los siguientes textos: «el reino de Dios está en vosotros» (Lc 17, 21); en el mundo presente es lanzada la semilla del «Reino de los Cielos» (Mt 13, 23), etc.
Naturaleza del Reino de Dios. Fase Presente. -Está descrita en los siguientes pasajes del Nuevo Testamento: «la ley y los profetas (el Antiguo Testamento) terminan en Juan; desde entonces es anunciada la buena nueva (el Evangelio) del Reino de Dios y todos forcejean por entrar en él» (Lc 16, 16). «En él se entra por la puerta angosta que lleva a la vida» (Mt 7,13-14). «A un reino que no es de comida ni bebida, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Rom 14, 17). Todos estos textos confirman que el Reino de Dios tiene una fase presente que comienza en la nueva vida, que todo bautizado obtiene en la Iglesia.
Fase Final. -A todos los que han creído y obedecido su Ley, Jesús les promete un premio, que ha de realizarse en el futuro: «Quien perseverare hasta el fin, ése se salvará» (Mt 10, 22). Otras veces, está descrita por vida eterna: «¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?» (Mt 19, 16). Y, en fin, como heredad; ver a Dios, estar en Cristo, gloria del Señor, el Reino, el Paraíso, etc.
El Reino de Dios y el milenarismo de los Testigos de Jehová. -El adventismo y el milenarismo son los resultados de una interpretación, demasiado verbal de un libro cuajado de simbolismo y de alegorías. En los textos oscuros, donde no haya una interpretación que se imponga de una manera absoluta, la interpretación debe hacerse por los textos de los restantes pasajes bíblicos, que sean claros y universalmente admitidos en un solo sentido.
¿Se encuentran en otros textos las cifras, mil del milenarismo o 144.000 de los elegidos? ¿Puede suponerse en ellas alegoría, algo indefinido en el tiempo o en el número? Es lo más probable. Lo es, puesto que ni las palabras «mi reino no es de este mundo», ni «los resucitaré en el último día», pronunciadas por el mismo Cristo, autorizan a suponer en Él el establecimiento de un reino material terreno, o la referencia a una resurrección, mil años antes del último día. La interpretación verbal del Apocalipsis ha dado origen a multitud de sistemas milenaristas entre los cuales éste de los Testigos, no es sino uno más con detalles propios, extorsión de textos y demás «arreglos» para subsanar el error de colocar la venida de Cristo en 1914.
La Iglesia Católica no es partidaria de ninguno de estos sistemas milenaristas inventados por los hombres. Subsiste para ella la sentencia tajante de san Jerónimo: «Que se acabe por fin la fábula de los mil años», y nos propone que el Apocalipsis es como un evangelio de la Resurrección y triunfo de Cristo y de su Iglesia en un milenio indefinido, durante el cual Satanás, encadenado, por la gracia de Cristo que santifica a quienes le siguen. Esta vuelta del género humano a la gracia, puede ser la primera resurrección, y la del cuerpo al fin de los tiempos, la segunda.
Esta llamada a la salvación y al premio eterno es para todos, no para un grupo determinado. En el coloquio con Nicodemo (Jn 3, 3-12), al afirmarse la regeneración espiritual, no se da a entender que sea para unos pocos (v. (), la palabra «quienquiera» indica lo contrario.
La filiación adoptiva de los cristianos, es también para todos ellos: «somos hijos de Dios, si hijos también herederos y coherederos de Cristo» (Rom 8, 17). «Vosotros sois linaje escogido, nación santa, sacerdocio real» (1º P 2, 9) son conceptos que se dirigen a todos los cristianos, en una epístola «católica», universal, y este mismo concepto tiene el premio eterno en cientos de textos, entre los que escogemos éste de san Pablo: «…edificio tenemos de Dios, casa no hecha de manos, eterna, tenemos en el cielo» (2ª Cor 5, 1).
El Apocalipsis, interpretado con el criterio de la Iglesia Católica, ilumina el espíritu, vigoriza el corazón y conduce al hombre a la práctica de la virtud, a la santificación. Interpretado de una manera material, conduce a las mayores aberraciones. Por eso los Testigos olvidan las doctrinas cardinales de la salvación y la práctica de ellas. Hablan mucho del Reino, pero olvidan el paso inicial, la puerta para entrar en el verdadero Reino de Dios.
«LA IGLESIA ES LA SOCIEDAD DE HOMBRES QUE ORAN. SU FIN PRIMORDIAL ES ENSEÑAR A ORAR. SI QUEREMOS SABER LO QUE HACE LA IGLESIA DEBEMOS ADVERTIR QUE ES UNA ESCUELA DE ORACIÓN », nos ha dicho Pablo VI. Por esto el cristiano que no rece se arruina espiritualmente, pierde la gracia, la fe. Se expone a la perdición eterna. Que jamás nos olvidemos de levantar el corazón a Dios, cada mañana y cada noche, con las TRES AVEMARÍAS, rezadas sin ninguna clase de rutina.
El Reino de Dios
Enseñanzas, de los Testigos de Jehová. -Aunque la doctrina que, sobre el Reino de Dios, sostienen los Testigos de Jehová es de origen adventista y parecida a la que defienden muchas sectas que esperan en un próximo casi inmediato, fin del mundo y advenimiento del Señor, tiene, sin embargo, características especiales:
La tierra está próxima a desaparecer y serán creados nuevos cielos y nueva tierra. Cristo ha venido ya a la tierra, de una manera invisible en 1914.
Hay un «Reino de Cristo» un «Reino de Dios». El primero durará mil años aquí en la tierra. Y el segundo está compuesto de una parte celeste (los 144.000) y otra terrena (todos los que alcancen vida eterna sobre la tierra).
Esta doctrina sobre ser un tanto obscura, ha sufrido variaciones desde Russell, pasando por Rutherford, hasta nuestros días, lo mismo que las sufrieron sus profecías. Ante doctrinas tan cambiantes es difícil poder precisarlas bien, pero creemos que, tal como hemos pretendido resumirlas, es como las enseñan en la actualidad.
Respuesta católica. -La segunda venida de Cristo, de una manera invisible, es antibíblica. No consta en ningún lugar de la Escritura, y sí, en cambio, lo contrario. Vendrá de la mismamarera que subió al cielo el día de su gloriosa Ascensión (en forma visible) (Hech 1, 11). «Vendrá sobre una nube y todo ojo le verá» (Ap 1, 7), como le vio Daniel en profética visión, que refrenda el mismo Cristo en los evangelistas sinópticos (Mt 24, 30; Mc 13, 26, y Lc 21, 27).
No hay distinción en el Nuevo Testamento entre el Reino de Cristo y el Reino de Dios. -La aparente distinción entre «Reino de Dios» y «Reino de los Cielos», frase, esta última que emplea san Mateo, es una manera de hablar propia de este evangelista, que escribe para los hebreos, los cuales evitaban pronunciar por respeto la palabra «Dios». La igualdad del concepto de ambos «reinos», puede comprobarse comparando los versículos relativos a este tema entre san Mateo y los otros sinópticos. En el Nuevo Testamento no hay, Pues, más que un Reino con dos fases: una final, definitiva y otra presente. La fase final está reservada a los justos, en oposición a los impíos. Los Justos «resplandecerán como el sol en el reino de su Padre» (Mt 13, 43); y los impíos será «malditos, al fuego eterno» (Mt 25, 41), «donde será el llanto y rechinar de dientes…» (Lc 13, 28).
La fase presente existe, aunque no la quieran admitir los Testigos, puesto que se deduce de los siguientes textos: «el reino de Dios está en vosotros» (Lc 17, 21); en el mundo presente es lanzada la semilla del «Reino de los Cielos» (Mt 13, 23), etc.
Naturaleza del Reino de Dios. Fase Presente. -Está descrita en los siguientes pasajes del Nuevo Testamento: «la ley y los profetas (el Antiguo Testamento) terminan en Juan; desde entonces es anunciada la buena nueva (el Evangelio) del Reino de Dios y todos forcejean por entrar en él» (Lc 16, 16). «En él se entra por la puerta angosta que lleva a la vida» (Mt 7,13-14). «A un reino que no es de comida ni bebida, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Rom 14, 17). Todos estos textos confirman que el Reino de Dios tiene una fase presente que comienza en la nueva vida, que todo bautizado obtiene en la Iglesia.
Fase Final. -A todos los que han creído y obedecido su Ley, Jesús les promete un premio, que ha de realizarse en el futuro: «Quien perseverare hasta el fin, ése se salvará» (Mt 10, 22). Otras veces, está descrita por vida eterna: «¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?» (Mt 19, 16). Y, en fin, como heredad; ver a Dios, estar en Cristo, gloria del Señor, el Reino, el Paraíso, etc.
El Reino de Dios y el milenarismo de los Testigos de Jehová. -El adventismo y el milenarismo son los resultados de una interpretación, demasiado verbal de un libro cuajado de simbolismo y de alegorías. En los textos oscuros, donde no haya una interpretación que se imponga de una manera absoluta, la interpretación debe hacerse por los textos de los restantes pasajes bíblicos, que sean claros y universalmente admitidos en un solo sentido.
¿Se encuentran en otros textos las cifras, mil del milenarismo o 144.000 de los elegidos? ¿Puede suponerse en ellas alegoría, algo indefinido en el tiempo o en el número? Es lo más probable. Lo es, puesto que ni las palabras «mi reino no es de este mundo», ni «los resucitaré en el último día», pronunciadas por el mismo Cristo, autorizan a suponer en Él el establecimiento de un reino material terreno, o la referencia a una resurrección, mil años antes del último día. La interpretación verbal del Apocalipsis ha dado origen a multitud de sistemas milenaristas entre los cuales éste de los Testigos, no es sino uno más con detalles propios, extorsión de textos y demás «arreglos» para subsanar el error de colocar la venida de Cristo en 1914.
La Iglesia Católica no es partidaria de ninguno de estos sistemas milenaristas inventados por los hombres. Subsiste para ella la sentencia tajante de san Jerónimo: «Que se acabe por fin la fábula de los mil años», y nos propone que el Apocalipsis es como un evangelio de la Resurrección y triunfo de Cristo y de su Iglesia en un milenio indefinido, durante el cual Satanás, encadenado, por la gracia de Cristo que santifica a quienes le siguen. Esta vuelta del género humano a la gracia, puede ser la primera resurrección, y la del cuerpo al fin de los tiempos, la segunda.
Esta llamada a la salvación y al premio eterno es para todos, no para un grupo determinado. En el coloquio con Nicodemo (Jn 3, 3-12), al afirmarse la regeneración espiritual, no se da a entender que sea para unos pocos (v. (), la palabra «quienquiera» indica lo contrario.
La filiación adoptiva de los cristianos, es también para todos ellos: «somos hijos de Dios, si hijos también herederos y coherederos de Cristo» (Rom 8, 17). «Vosotros sois linaje escogido, nación santa, sacerdocio real» (1º P 2, 9) son conceptos que se dirigen a todos los cristianos, en una epístola «católica», universal, y este mismo concepto tiene el premio eterno en cientos de textos, entre los que escogemos éste de san Pablo: «…edificio tenemos de Dios, casa no hecha de manos, eterna, tenemos en el cielo» (2ª Cor 5, 1).
El Apocalipsis, interpretado con el criterio de la Iglesia Católica, ilumina el espíritu, vigoriza el corazón y conduce al hombre a la práctica de la virtud, a la santificación. Interpretado de una manera material, conduce a las mayores aberraciones. Por eso los Testigos olvidan las doctrinas cardinales de la salvación y la práctica de ellas. Hablan mucho del Reino, pero olvidan el paso inicial, la puerta para entrar en el verdadero Reino de Dios.
«LA IGLESIA ES LA SOCIEDAD DE HOMBRES QUE ORAN. SU FIN PRIMORDIAL ES ENSEÑAR A ORAR. SI QUEREMOS SABER LO QUE HACE LA IGLESIA DEBEMOS ADVERTIR QUE ES UNA ESCUELA DE ORACIÓN », nos ha dicho Pablo VI. Por esto el cristiano que no rece se arruina espiritualmente, pierde la gracia, la fe. Se expone a la perdición eterna. Que jamás nos olvidemos de levantar el corazón a Dios, cada mañana y cada noche, con las TRES AVEMARÍAS, rezadas sin ninguna clase de rutina.
Obra Cultural
Laura, 4 – Barcelona-10
Laura, 4 – Barcelona-10