Una chica de veinte años decía a sus amigas: “Tengo dos hermanos mayores y uno más pequeño. Y soy la mujer más feliz del mundo. Mis hermanos me quieren muchísimo y yo no los puedo querer más de lo que los quiero”. Pues es verdad, el obispo Torres y Bages decía que el amor entre hermanos es el más puro y desinteresado.
Otra chica de la misma edad dijo: A mis amigas les extraña que diga que yo tengo más intimidad, que le cuento más cosas a mi padre que a mi madre. Yo adoro a mi padre, y a mi madre le he puesto en siete altares.
Salen los parvulitos del colegio y una adolescente de quince años exclama. “¡qué guapos son! Me gustaría abrazarlos a todos y a todas”. Eso se llama entrañas maternales, que el Señor ha plasmado en el alma de las mujeres.
Se me acerca una anciana y me dice que, desde niña, ha estado en el coro parroquial. Ahora con setenta años sigue cantando en todas las Misas. Algunas amigas le dicen que cante más bajo y ella contesta que no se trata de cantar más bajo o más alto, que se canta con el corazón, porque a Dios y a la Virgen se le canta con todo el corazón.
Una anciana, que se ha quedado sola en casa, hace apostolado en dos locales de la Iglesia. En uno con deficientes mentales y en otro con deficientes físicos. Estas son sus palabras: “Yo necesito amar”.
Voy de viaje en autobús Barcelona-Almería; se sienta junto a mí una adolescente de quince años, y me dice “mis padres se han puesto muy contentos, al ver que me ha tocado junto a usted”. Hablamos de muchas cosas, el viaje daba para eso. Como buenos andaluces, en su casa hay varias imágenes y cuadros de la Virgen. Cambia de tema y dice: “En mi familia todas las mujeres llevamos faldas, porque es más elegante y femenino. Yo hace seis meses que, a veces, me pongo pantalones, como ahora, porque me da vergüenza, cuando los hombres me miran y se fijan en mis piernas”. Puro pudor femenino, que se está perdiendo con las faldas cortas, pantalones ajustadísimos, espaldas al aire, parte del pecho, etc.
San Bernardo decía a su hermana que la hermosura no está ni en los vestidos, ni en las joyas, ni en los perfumes; “tu hermosura está en el alma y en el cuerpo, que Dios ha creado solo para ti, y refleja la belleza divina.” Y es verdad, muchas adolescentes y mujeres, con la claridad y pureza de sus miradas, ayudan a adolescentes y jóvenes a ser puros y castos.
Manuel Martínez Cano, mCR