Las democracias modernas desprecian la ley de Dios y a la persona humana. Mientras tanto, hay democratistas que se forran hasta las orejas de euros, dólares…
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Cristo volverá a la tierra para juzgar a vivos y muertos. Antes, se habrá instaurado su Reinado Social. Las naciones se regirán por leyes impregnadas del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia.
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El comunista dice que la dignidad del hombre está en creer firmemente en el partido comunista, no en un Dios que no existe. El democratista dice lo mismo: Dios es el hombre.
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La separación de la Iglesia y el Estado es un camelo. Los hombres de Estado, condicionan el ministerio de hombres de Iglesia, les calumnian, les detestan.
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Muchos padres no se preocupan de lo que ven sus hijos por los medios de comunicación. Y están aprendiendo, en sus propias casas, a ser hipócritas, violentos, desobedientes, lujuriosos, mentirosos, etc.
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La civilización moderna, que sería mejor llamar “la barbarie moderna” (Madirán), y que también llamamos satánica, no es invencible. Cristo Rey, saca bienes de los males.
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Feligreses de varias parroquias, dicen que hace mucho tiempo que no oyen predicar nada del pecado, el purgatorio, el infierno. Del Reinado Social de Jesucristo, nada de nada. ¡Ven Señor Jesús!
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Me preguntan que cuando escribo “democratismo”, que quiero decir. Digo que, el democratismo es la corrupción de una democracia fundada en la Ley Natural, grabada por Dios en los corazones de los hombres y de las mujeres.
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Ya pueden conjurarse todos los enemigos de Dios, ideologías, partidos, sectas, masonerías, etc. para destruir la Iglesia. ¡Jamás la destruirán! Cristo resucitado está con nosotros.
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Son muchos los bautizados que dicen ser buenos cristianos y, al mismo tiempo, colaboran activamente con movimientos políticos y sociales que niegan la existencia de Dios. Son un cáncer dentro de la Iglesia.
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No sé cuántos y cuáles son los derechos humanos de la ONU. Lo que sí debemos saber todos, y cumplirlos, son los diez mandamientos de la Ley de Dios. Se encierran en dos: amar a Dios y al prójimo por amor de Dios.
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Decimos que Dios es todopoderoso porque creó el Cielo y la Tierra: “Dios creó el Cielo y la Tierra” (Ge 1, 1). Dios es infinito en sus perfecciones; pero, sobre todo, es nuestro Padre misericordioso:”Padre nuestro que estás en el Cielo”, nos enseñó Cristo.
Padre Cano, mCR