CAM00040Cristo  nos enseña que el sufrimiento es parte del ser humano, y que el sufrimiento unido a Él abre las puertas del Cielo, para uno mismo y para aquellos por quien lo ofrecemos.

He pasado unos días en cama, a consecuencia de una operación de urgencia, y así de la noche a la mañana, de estar bien, una se ve postrada con mucho dolor en la cama de un hospital.

Cuando el dolor era insoportable, yo me preguntaba ¿cómo pueden llegar a soportar las personas este dolor sin calmantes, si tú con ellos no lo aguantas? Y enseguida  una está dispuesta a ofrecer el dolor por todo el cuerpo místico de Cristo en la Tierra,  empezando por tus propios hijos, tus hermanos en sus necesidades, por tus papás, por las misiones, familiares y conocidos…

En el mundo, se cree que el dolor del hombre es un castigo por sus pecados. Pero para el cristiano, el sufrimiento no es un castigo por una culpa, sino una oportunidad de purificación.

No se trata de decir que el sufrimiento no sea doloroso, sino de encontrarle un sentido. Ningún sufrimiento es bueno en sí mismo, en cambio activa en la persona virtudes como la paciencia, la fortaleza interior, la auténtica alegría -la que nos viene de Cristo, que es aquella que no es destruida por el sufrimiento sino que permanece aun en el dolor-, la esperanza, que no cede al desánimo, sino que sabe abandonarse en las manos de Dios. Pero eso no significa que la aceptación cristiana del dolor sea pasiva o resignada. La aceptación cristiana es activa y nace de la Fe. Por eso antes que venga el sufrimiento, uno tiene que estar dispuesto a aceptar la voluntad de Dios. Esto no quiere decir que el cristiano busque el dolor para fortalecer su Fe, sino que el papel del cristiano es combatir el miedo y el dolor que hay en el mundo y trasmitir el amor y la vida  que nace de Cristo. Vivir el sufrimiento con Cristo no quita el dolor físico o moral, pero quita la angustia y la desesperación y sobreviene la paz al alma. Cada sufrimiento aceptado por amor a Jesús, es un trocito de su Cruz que nosotros sostenemos.

El escritor C. S. Lewis, en su libro titulado “El dilema del dolor” expuso que quejarnos de tener una vida de sufrimiento y pedirle a Dios una con menos dolor, equivale a pedirle que nos ame menos.

Quiero desde mi convalecencia, ofrecerle al Señor una oración que un día oí y que dice así: ”Señor, el pasado a tu misericordia, el futuro a tu providencia, el presente a tu Amor. Tu sabes Señor, que lo único que tengo, es el día de hoy para amarte y por ti, a quienes me has dado.”

  María Lourdes Vila Morera