Acabo de leer la rueda de prensa que el Santo Padre Francisco concedió a los periodistas, en su regreso de del viaje pastoral a las Filipinas. Dice el Papa que, la pregunta que le hizo una joven llorando, no tiene respuesta: “¿Por qué sufren los niños?” En ese mismo instante pasó por mi mente, como un relámpago, una idea que ahora intento explicar. Sufren, porque el más Inocente de los niños, Jesús, sufrió persecución desde niño recién nacido, se le escupió, flageló, coronó de espinas, se le asesinó en una cruz, en el monte Calvario. Y todo, solo y únicamente para redimirnos, para salvarnos, a los pecadores.
Dios permite que estos niños sufran, para redimir a sus verdugos. Los niños que no nacen, porque son torturados y asesinados en las entrañas maternas, los niños que pasan hambre cada día, los violados, los esclavizados, los asesinados para hacer trasplantes de sus órganos a los poderosos de este mundo, esos niños son corredentores con Cristo, de sus madres, de los corruptos, pecadores, asesinos, tiránicos, abortistas endemoniados… Son los Santos Inocentes de nuestros tiempos, los pararrayos de la Justicia Divina.
Dios quiere que todos los hombres se salven, sí. Pero no todos los hombres quieren salvarse; el demonio los tiene encadenados, ha enajenado los entendimientos y podrido sus voluntades de los corruptos, pecadores y pecadoras: merecedores del infierno eterno. Pero Dios quiere salvarlos. Y Cristo, Dios hecho hombre, nos salvó sufriendo una pasión y muerte horrorosas. San Pablo, dice: “Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo a favor de su Cuerpo que es la Iglesia” (Colosenses 1, 24). ¡Santos Inocentes de nuestros tiempos, rogad por nosotros!
¡Dios, Padre! ¡Cuánto sufrió la Virgen Santísima! La corredentora sufrió casi infinitamente para salvar a todos sus hijos. ¡Dios mío! Cuanto sufrió Santa Teresa de Jesús, la gran Doctora de la Iglesia y compatriota nuestra, cuyo V centenario de su nacimiento estamos celebrando. ¡Virgen Santísima! Cuánto sufrió San Rafael Arnaiz, el gran místico de nuestro tiempo, compatriota nuestro, del que estamos celebrando el I Centenario de su nacimiento. ¡Santísima Trinidad! Cuánto han sufrido tus santos y tus mártires. Cuánto están sufriendo nuestros hermanos, torturados y asesinados por los enemigos del único Dios verdadero. La Beata Teresa de Calcuta decía que el sufrimiento es un beso de Jesús. Y lo decía a los pobres más pobres del mundo. Y esos benditos de Dios, lo entendían. Y respondían retorciéndose de dolor en sus chozas: “Madre, dígale a Jesús que me siga besando.”
El padre Alba decía que España -y el mundo entero- se salvarán por nuestros sacrificios y sufrimientos. Somos pocos los que sabemos y hace poco, que desde su juventud se ofreció a Dios como pararrayos de su Justicia Divina. Fue muy perseguido. Siempre sonreía. El nos enseño la Doctrina de la Iglesia del Reinado Social de Jesucristo. La política, la economía, las empresas, el matrimonio, la vida social. ¡Todo! debe estar supeditado al Evangelio, la ley de Cristo, y la doctrina social de la Iglesia Católica, la única Iglesia fundada por Dios hecho hombre.
El día 24 de enero leí el artículo “Pablo VI y el vaticano II: no es como no lo han contado” de nuestro amigo Jorge Soley, católico militante todoterreno. La revista Cristiandad, una de las mejores revistas católicas de formación cristiana del mundo hispano, le pidió que escribiera un artículo sobre el tema. El contestó que sabía muy poco. Pensó leer una biografía del Beato Pablo VI. Poco después recordó “un consejo que nunca me ha fallado: acudir a las fuentes”. Leyó documentos del Papa y, después, escribió el artículo. Amigos, algunos habéis desbarrado en las declaraciones del Papa Francisco a su regreso de Filipinas: Acudir a las fuentes. Si habéis escandalizado, tenéis la obligación de reparar el escándalo.
¡Viva España Católica! ¡Viva el Papa! ¡Viva Cristo Rey! Jaculatorias que nos enseñó el padre Alba.
Padre Manuel Martínez Cano, mCR.