Fue la respuesta que la Santísima Virgen dio a las alabanzas que la prodigara Santa Isabel, y por lo tanto, es muy digno este cántico sublime de ser bien meditado y conocido por todos los devotos de María.
1º Excelencia y sublimidad del Magníficat. -Bastaría saber que brotó de labios de nuestra Madre, para que no nos fuera una cosa indiferente…, pero mucho menos ha de sernos si consideramos sus circunstancias. -Se trata de un cántico que María llena del Espíritu Santo y de la alegría divina de que se sentía poseída, al verse Madre de Dios, dirige en alabanza al Señor. -Se ha dicho que es el cántico de alabanza a la Redención. -¿Quién podía cantar la Redención mejor que María? -Fuera de Dios, nadie habla digno de enaltecer y sublimar esta obra… la más excelsa del Señor… ni los mismos ángeles del Cielo… y por eso fue la Santísima Virgen la que de un modo publico y oficial pregonó a todas las generaciones el poder y el amor que en la Redención humana el Señor había acumulado.
2º Es el cántico de amor y agradecimiento de María. -¡Cómo palpitaría su corazón de emoción profundísima al ir expresando con sus labios purísimos lo que en su alma encerraba! -Como se contempla una joya riquísima guardada en cofre de inmenso valor…, como se admiran las reliquias milagrosas de los santos guardadas en sepulcros suntuosos y venerados…, así debes contemplar y admirar esta joya, esta reliquia que María guardaba en su corazón~ y que hoy descubre con este cántico a la humanidad.
No podemos llegar nunca a comprender toda la fuerza de expresión que Ella supo dar a estas palabras. -Cuanto más medites en ellas, más tesoros encontrarás…, pero no creas que entenderás jamás todo su hermosísimo significado. -Será necesario amar como solo María puede y es capaz de amar… tendríamos que conocer los misterios que sólo Ella llegó a penetrar. -Mira, con cuanto fervor y devoción debes frecuentemente repetir este cántico, pues sabes que en el desahogo del corazón amoroso de María y la síntesis de su agradecimiento a Dios. -Especialmente, cuando tengas que dar gracias al Señor por alguna gracia, o beneficio particular que te haya concedido ¿podrás hacerlo con otras palabras mejores que con estas mismas del Magníficat? -¿Habrá nada que tanto agrade al Señor como el repetir este cántico que le recuerda el amor intenso de quien lo inventó y por primera vez lo pronunció?…
3º Es el cántico que encierra la oración sublime de María. -¡Cuántas veces habrás deseado saber cómo oraría la Santísima Virgen!… Pues aquí tienes un ejemplo maravilloso de su altísima oración. Aquí no hay suposiciones ni imaginaciones…, son las palabras mismas de Ella, con las que en esta ocasión habló con Dios…, pero en voz alta paya que de Ella aprendiéramos a derramar nuestro corazón en presencia del Señor.
Un día, los Apóstoles le pidieron al Maestro que les enseñara a orar, y Él les compuso la oración del -Pater Noster. -Por eso no hay oración alguna comparable con esa, pues está, hecha por el mismo Dios. -Imagínate que tú le pides a María algo semejante y Ella, maestra de oración, te enseña y te canta su precioso Magníficat. -De suerte que si el Pater Noster es la oración de Jesús, el Magníficat es la oración de María. -Por tanto, después de aquélla y del Ave María que se une como una misma cosa al «Padre nuestro», no debe haber ninguna oración mejor para ti que la misma oración de María, la de su cántico del Magníficat…
4º Palabras de María. -Finalmente, en este cántico tenemos las palabras más largas de María. En el Evangelio sólo se nos citan algunas palabras sueltas de Ella, pero son tan pocas.., que para sus hijos y devotos no podían bastar. -Mas en el Magníficat tenemos, no un extracto o una idea, sino las mismas palabras suyas, y además, todas las que Ella pronunció.
Y todo esto no se hizo sin razón profundísima, pues parece que nos quiso con ello indicar qué corta era en palabras cuando hablaba con los hombres y hasta con los mismos ángeles, no perdiendo el tiempo en decir palabras ociosas, sino las necesarias y convenientes. -En cambio, mira cómo se alargó cuando se puso a hablar con Dios. Aquí no mide el tiempo, ni las palabras, sino que deja al corazón expansionarse cuanto quiera Medita la cautela y prudencia que supone lo primero y el amor y fervor de lo segundo.
Imítala en esta cautela para hablar con los hombres, así como en este amor al tratar con Dios, y lejos de cansarte, alarga tu oración con Él, y gusta más de su conversación que de las de la tierra. -Pídela, en fin, que sea para ti esta oración y este cántico, infinitamente querido por ser de Ella y por ser inspirado por el Espíritu Santo, para que así lo digas tú con la devoción y fervor que Ella lo dijo delante del Señor…
Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965